Documentos recién descubiertos confirman la participación activa del fundador de la antropología en Colombia en el régimen de Adolf Hitler
Reichel-Dolmatoff con indios Yuko, en ceremonia de entierro secundario, acompañado de Alicia Dussan, San Jenaro, 1944. foto de Luís Magin. banrepcultural.org. fuente:revistaarcadia.com |
Antes de que la voz se le quebrara, hizo una
pausa y empezó a respirar con dificultad. Luego dijo: “A mí me duele
leer esto”. Dirigió la mirada al fondo del auditorio y permaneció uno,
dos, quizá tres segundos en silencio. Finalmente, giró la cabeza hacia
un lado y batió las hojas de papel que sujetaba en la mano. “Disculpen,
me duele porque yo conocí a Gerardo Reichel…”. En ese momento comenzó a
llorar.
El pasado 18 de julio, a las ocho de la mañana, Augusto
Oyuela-Caycedo pronunció un discurso que cambiará para siempre la
historia de la antropología en Colombia. Aquella mañana, la tercera
jornada del 54 Congreso Internacional de Americanistas acababa de
comenzar en la Universidad de Viena, en Austria. Oyuela-Caycedo tenía a
su cargo la apertura de un acto conmemorativo sobre Gerardo
Reichel-Dolmatoff: el fundador de la Facultad de Antropología de la
Universidad de los Andes, uno de los más celebrados académicos del país y
bautizado el “padre de la antropología colombiana”, que murió en 1994 y
este año habría cumplido cien años de vida. Hace poco, la Universidad
Javeriana editó en castellano por primera vez una de sus obras más
importantes La gente de Aritama. La personalidad cultural de una aldea mestiza en Colombia.
Ya el título de la ponencia —“Gerardo Reichel-Dolmatoff: su pasado,
legado y problemas”— insinuaba que Oyuela-Caycedo estaba decidido a
aguar la fiesta. En veinticinco minutos, presentó sus hallazgos. La
evidencia es demoledora. Documentos del Archivo Federal Alemán —el
Bundesarchiv— señalan que Reichel-Dolmatoff había sido miembro del
Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, por su sigla en
alemán), que había servido en la Schutzstaffel o SS hitleriana,
que había sido integrante de la guardia personal de Adolf Hitler y que,
antes de que fuera expulsado de la policía política hitleriana, alcanzó
incluso a entrenar guardias en un campo de concentración.
Cartas del régimen, de la policía, del partido nazi, artículos,
estudios académicos y registros oficiales dan cuenta de ello. Incluso,
un texto que podría ser el diario íntimo del famoso antropólogo contiene
pasajes estremecedores que relatan matanzas de las que habría
participado. Reichel-Dolmatoff fue un nazi en su vida temprana y guardó
ese secreto hasta el fin de sus días.
El Congreso de Americanistas de Viena es el más grande del mundo.
Este año, más de cuatro mil expertos se reunieron para intercambiar
conocimientos. Aquel miércoles 18 de julio, la sala en que
Oyuela-Caycedo habló estaba llena. Varios colombianos aguardaban el
inicio de la sesión. Algunos conocidos y antiguos colegas de
Reichel-Dolmatoff habían viajado a Austria para participar en el
homenaje, que abarcaba, además de la de Oyuela-Caycedo, varias
presentaciones sobre la vida y la obra del fallecido científico.
“Mi impresión es que todos estaban sorprendidos y choqueados”, dice
Friedemann Derschmidt, un austriaco, familiar de Reichel-Dolmatoff, que
estuvo presente durante la ponencia, la grabó y la colgó en YouTube,
donde aún se puede ver. Derschmidt se dedica a explorar los nexos de la
familia Reichel con Hitler. “Era un evento académico, por lo cual se
procedió de manera objetiva y sobria, pero sí percibí cierta agitación
pues todos sabíamos que en la sala había algunos antiguos estudiantes de
Gerardo”, dice.
Una vez finalizado el homenaje, Oyuela-Caycedo se dirigió al
restaurante universitario para reunirse con un puñado de colegas. Había
reservado una mesa para cinco, pero se llevó una sorpresa cuando
advirtió que más de treinta miembros de la academia colombiana,
austriaca y alemana, entre ellos tres directores de facultades y
representantes del Museo del Oro, se habían apresurado para llegar a la
cafetería y tomar un puesto cerca de este hombre que, en la paz de una
universidad vienesa y con lágrimas en los ojos, acababa de poner patas
arriba a la ciencia colombiana. Los presentes querían conocer los
detalles del viaje en el tiempo que Oyuela-Caycedo había debido
emprender para descubrir el pasado nazi de Gerardo Reichel-Dolmatoff.
Oyuela-Caycedo vive y trabaja en Gainesville, en la Florida. Tras
recibir su PhD de la Universidad de Pittsburgh en 1993 y completar un
posdoctorado en la Universidad de Calgary, se estableció en Gainesville
para laborar como docente e investigar. Han pasado cuatro semanas desde
su aparición en el Congreso de Americanistas de Viena, pero esta es la
primera vez que habla con un medio de comunicación sobre lo sucedido
aquella mañana y sobre lo que les contó a sus comensales durante el
almuerzo.
“Yo conocí a Reichel-Dolmatoff en 1982 y volví a verlo en varias
ocasiones hasta su muerte”, dice Oyuela-Caycedo desde su estudio en
Estados Unidos. “Pero nunca le pregunté por su pasado y nunca me imaginé
que esa fuera la verdad”. Lo recuerda como “un hombre grandísimo,
grueso, siempre elegante, muy brillante, con una erudición
impresionante” con el que un día se topó en un ascensor. Poco después,
establecieron una relación. Alicia Dussán, esposa y compañera de
profesión de Gerardo, llamaba a Oyuela-Caycedo para invitarlo a tomar té
con “el profesor” en su apartamento en el norte de Bogotá.
En 1996, dos años después de la muerte de Reichel-Dolmatoff, Oyuela-Caycedo escribió una nota biográfica sobre este para American Antiquity,
una publicación de la Society for American Archeology. “El 16 de mayo
de 1994, la comunidad académica perdió a uno de sus más grandes
investigadores”. Así comenzaba el artículo que salió junto a una foto de
Reichel-Dolmatoff: fuerte, de pelo y bigote blanco, posando frente la
Catedral de Notre Dame de París. Está sonriente, viste un traje oscuro
bajo un abrigo claro y se apoya en un bastón. “Cuando empecé a ocuparme
de su vida me di cuenta cuán desconocido era su pasado”, dice
Oyuela-Caycedo. “Pero no sospechaba nada”.
En 1939, Reichel-Dolmatoff había arribado a Colombia con ayuda del
historiador francés André Siegfried, quien le había pedido al presidente
Eduardo Santos que le gestionara un permiso de entrada. Venía de París,
adonde había llegado después de que lo expulsaran de la SS hitleriana.
Un episodio psiquiátrico —en un documento habla de “dolores de cabeza
que me incapacitaron”— no le había permitido permanecer en los
escuadrones. Había pasado unas vacaciones en Berlín, donde pensó en irse
a Etiopía. Y aunque un amigo suyo logró hacerlo desistir del plan,
pronto abandonó Alemania. No se sabe si volvió a Austria o si estuvo en
territorio checo o en Hungría. En 1937, llegó a Francia y se vinculó a
la resistencia francesa antihitleriana liderada por Paul Rivet, el
creador del Museo del Hombre.
En Bogotá, comenzó trabajando como ilustrador. Pero pronto se
sumergió en la academia y empezó su carrera como antropólogo. No dejó de
serlo hasta el día de su muerte. Falleció coronado como el pionero de
la investigación sobre los indígenas colombianos y como un humanista que
había llegado al país de la mano de figuras clave del antihitlerianismo
como Paul Rivet y el general Charles de Gaulle, quien, cuando fue
presidente de Francia, lo condecoró incluso con la Legión de Honor.
Reichel-Dolmatoff trataba con recelo los asuntos de su vida privada.
“Yo nunca le oí cuentos de él con su papá”, dijo su esposa en una
entrevista. El antropólogo Martin von Hildebrand dice: “Lo conocí bien,
pero siempre fue reservado en cuanto a su vida íntima”. De su pasado hay
poca información verificada, la mayor parte proviene de la tradición
oral. Había nacido en Salzburgo, probablemente el 6 de marzo de 1912. Su
padre, el pintor Carl Anton Reichel, era checo por lo cual
Reichel-Dolmatoff tuvo la nacionalidad checa (y no la austriaca como se
piensa). Su nombre original era Erasmus Gerhard. Creció en condiciones
acomodadas, pero su vida familiar fue conflictiva. Su padre abandonó a
la familia cuando él tenía trece años. Estudió el bachillerato en el
Gimnasio de Kremsmünster, pero no lo terminó. De lo que siguió, ningún
historiador tiene certeza. Probablemente hizo cursos de pintura y de
antropología. La versión que sostuvo a su llegada a Colombia fue, en
todo caso, que estaba huyendo de los nazis.
Esta versión era la que Augusto Oyuela-Caycedo conocía, cuando en el
2006 leyó un documento que lo alarmó: una tesis de doctorado escrita por
David García Rodríguez para la Universidad de Viena. El texto de 156
páginas exploraba la influencia de Reichel-Dolmatoff en la
institucionalización de la antropología en Colombia. De no ser por la
lectura atenta de Oyuela-Caycedo el documento habría ido a parar a una
lista de material bibliográfico. “Encontré menciones de una posible
relación de Reichel-Dolmatoff con el partido nazi”, dice.
Poco después, en el 2007, Oyuela-Caycedo se encontró con un documento
que volvía a vincular al célebre antropólogo con el nazismo. Se trataba
de un texto titulado “Cómo un austriaco se convirtió en el padre de la
antropología colombiana” en el que la investigadora Dagmar Ulm escribía:
“Es un hecho verídico que Reichel tenía contactos con el movimiento
nazi desde sus años en Kremsmünster”.
“El siguiente paso fue buscar evidencia”, dice Oyuela-Caycedo. En ese momento las dudas lo agobiaban. Según pudo establecer Arcadia tras
conversar con antropólogos cercanos a Reichel-Dolmatoff, siempre había
habido rumores sobre el “pasado oscuro” de este en Europa y sobre la
posibilidad de que hubiera colaborado con los nazis. Su padre había
conocido a Adolf Hitler en Múnich. Su tío, Heinrich Reichel, había sido
un importante ideólogo de la llamada eugenesia (la doctrina según la
cual los rasgos hereditables de una raza son conservables) y adepto de
la “higiene racial”. Esto era conocido y le daba combustible a los
rumores. Pero, según el profesor Roberto Pineda, “como casi siempre
venían de enemigos suyos malintencionados, costaba creer que fueran
verdad”.
Sin embargo, en 2007 Oyuela-Caycedo supo que debía investigar. Lo que
encontró fue estremecedor. Primero exhumó un artículo de 1938 de la
revista Bergland que se refería a los dibujos de “un tal
Erasmus Reichel”, el nombre de nacimiento de Gerardo. Entre otras cosas,
el autor decía que “por ser nacionalsocialista, a Reichel le fue vetada
su tierra natal (…)”. Luego se topó con una nota a pie de página en el
libro Britain and the Dictators que rezaba: “Un documento terrorífico, que echa luz sobre los métodos de aquel 30 de junio (de 1934, durante la purga de la Noche de los Cuchillos Largos), se encuentra en (…) Die deutsche Revolution
(…). Se titula ‘Confesiones de un asesino de la Gestapo’ y contiene el
testimonio detallado de un tal Erasmus Reichel, un austriaco de
nacimiento, que se adhirió a la SS (…)”. Después halló una reseña
publicada en Londres, en 1940, que se refería a las “Confesiones de un
asesino de la Gestapo” y a Reichel como “un antiguo miembro de los
guardaespaldas de Hitler provenientes de la SS”. Vino posteriormente el
hallazgo de la revista Die deutsche Revolution (La revolución alemana),
el órgano de la resistencia antihitleriana de la derecha alemana
dirigido por el nacionalista disidente Otto Strasser. Allí,
Oyuela-Caycedo encontró las “Confesiones de un asesino de la Gestapo”,
presentadas por la revista como el diario íntimo de Reichel: “Entre los
miembros del comando de muerte del 30 de junio de 1934 se encontraba un
tal Erasmus Reichel (…)”.
“Quedé conmocionado cuando leí esas confesiones”, dice Augusto
Oyuela-Caycedo. Y añade: “Es que a uno no le cuadra que tal intelectual
hubiera tenido ese pasado”. Uno de los pasajes más turbadores de las
“Confesiones” fue el que leyó el 18 de julio durante su ponencia en
Viena y lo llevó a las lágrimas. Es un relato de la ‘limpieza’ de más de
200 personas ordenada por Hitler tras el asesinato de Ernst Röhm,
comandante de la SA, una milicia nazi. Reichel, al parecer, participó de
la masacre. “Toqué el timbre -dice el texto-, un hombre anciano salió y
dijo: ‘oh, esto’, y yo le disparé dos veces. El hombre cayó y trató de
sentarse pero yo salté la escalera y le disparé en la frente (…)”.
Oyuela-Caycedo admite que, por el momento, no se puede estar seguro
de que el texto fue escrito por Reichel. Según él, hay indicios de que
fue manipulado y publicado sin permiso. Sin embargo, también hay razones
para pensar que la base de la publicación sí fue el diario de Reichel.
“Hay coincidencias de nombres, lugares y fechas con documentos que hallé
después”, dice.
Oyuela-Caycedo sabía que su investigación carecería de valor
científico si no hallaba evidencia contundente. Sabía que sería
necesario viajar a Berlín y escudriñar en las actas del Bundesarchiv.
Sabía que si lo que se decía de Reichel-Dolmatoff era cierto la verdad
estaría consignada en los antiguos registros secretos de la SS y del
partido nazi. Y así fue. Desempolvó un acta con el nombre de Erasmus
Reichel. Encontró cartas firmadas por él con el grado de Scharführer de
la SS y evidencia de que había estado involucrado con las Juventudes
Hitlerianas, de que había sido miembro del NSDAP y de la guardia
personal de Hitler y entrenador en el campo de concentración de Dachau.
Oyuela-Caycedo piensa que sus revelaciones deben dar pie a cuestionar
los fundamentos de la antropología colombiana. Roberto Pineda, de la
Universidad Nacional, considera que esto “es una alarma para la
antropología, pues no se suele explorar los entornos familiares de sus
actores”. Pero exige un debate balanceado, pues “Gerardo tuvo gran
influencia en la investigación de los indígenas en Colombia”. Andrés
Barragán, de la Universidad de California, dice: “Tengo la sensación de
que, si lo que se le atribuye es cierto, Reichel tuvo una rectificación
en su vida. Se debe dar un debate con altura que abarque ciencia y
política en este país y que le evite problemas a la familia”. Martin von
Hildebrand, ganador del Nobel Alternativo y colega cercano de
Reichel-Dolmatoff, argumenta de similar manera: “El debate no debe
quitarle valor a su obra. Él vivió una época terrible y tuvo un pasado
desafortunado, pero fue secretario general de Francia Libre y trabajó
con pueblos indígenas. Su aporte, incluso su valor moral en Colombia, no
se pierde”.
Arcadia contactó a la familia Reichel Dussán y no dio declaraciones.
¿Cómo termina un joven nazi trabajando en Colombia para una organización
de resistencia a Hitler? Augusto Oyuela-Caycedo es consciente de que
esta pregunta aún carece de una justa respuesta, pero por sus acciones,
es más que evidente que a diferencia de sus compatriotas,
Reichel-Dolmatoff pudo intuir la magnitud del horror que estaba por
venir tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esta también puede
ser leída como una historia de temprana redención, de un hombre que
supo transformarse en un humanista. Lo que no se explica es por qué los
académicos habían preferido el silencio. Sus hallazgos son apenas el
primer capítulo de una historia que por años había estado oculta y que
hoy sale a la luz pública. Oyuela-Caycedo añade con sorpresa: “Esta
información existía, estaba ahí, lo que me sorprende es que nadie la
vio”.
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