30.6.12

La soledad del Che Guevara

"La ganancia política para el lector de esta novela,  está en reconocer el lado humano, profundamente humano, y de fracasos, de una  icónica figura histórica,  de un idealismo revolucionario extremo, cargada de heroísmo, y necesidad de cambio profundo"

Ernesto Guevara de la Serna, también llamado El Che. foto:archivo. fuente:elespectador.com
Portada Método práctico de la guerrilla, de Marcelo Ferroni. Editorial Alfaguara.


 Cuando leí el título de esta novela, ópera prima de Marcelo Ferroni, escritor brasileño, me llamó muchísimo la atención la escogencia del nombre, porque en estos tiempos difíciles de auge y plena derechización del mundo capitalista y planetario, donde el discurso político del Che, se ha asimilado, ya no como una guía para la acción armada, sino en una creciente nostalgización de su ideal idílico del llamado Hombre Nuevo en la Revolución, que está registrado desde las camisetas con su efigie, que usan los  jóvenes roqueros como conspicuos ejecutivos y nada pasa… También comprendí que el autor lo que quiso hacer desde el título,  fue ironizar con la gesta subversiva,  y sobre todo, con el método práctico de la guerrilla, que el propio Che entronizó como un manual de insurrección. Empezaban los tiempos de las sistematizaciones con las instrucciones político-militares para hacer la revolución.
Pero de esto no trata la novela. El autor Ferroni, se vale y se concentra con una documentación exhaustiva, para contarnos, con esos testimonios históricos,  las minucias domésticas, de todos los personajes/personas, profundamente humanas en un tono de suspenso acumulativo, con una prosa funcional y directa, sin ampulosidades de verbo ni florituras con el lenguaje, (cabe destacar aquí que es una traducción del portugués brasilero, hecho  en un español, donde nos disuena bastante a nosotros lectores latinoamericanos, el vaís o el vosotros, pero el texto no contiene tanto y se deja leer bien en este aspecto del regionalismo que sufre la lengua del castellano-español)  los últimos combates de la travesía  de Ernesto Guevara de la Serna también llamado El Che, por llevar a cabo su proyecto político-revolucionario de la revolución continental desde el frio altiplano boliviano.
El personaje histórico es reconstruido, en una especie de collage especial, de rompecabezas, de puzzle de comentarios con la indagación desde los diversos testimonios directos de los involucrados en sus días finales.
 El Comandante tiene que vérselas, y sufrirlas  todas, en soledad, asmático, malhablado y grosero siempre autoritario con todos sus subalternos; con una desorganización de cuadros, donde cada uno de estos  guerrilleros, quería figurar, pues la cercanía con el personaje,  ya de por sí célebre entonces y de ascendiente famoso, le daban un cariz icónico y de hito histórico, pues, al fin la cuadrilla de la guerrilla guevarista estaba tratando, o trataba de crear:  uno, dos, tres Vietnams, en  Latinoamérica,  para prender  la chispa que nunca encendería la pradera de la revolución continental, para así dar al traste con el imperialismo norteamericano opresor, la explotación capitalista, y la lucha de clases. Pero este objetivo revolucionario guevarista, se va acumulando de imposibles en la situación concreta, que no se sabía en qué  momento ni bajo qué fuerzas adversas. O sí las había:  eran de índole personalista, de malos entendidos de los burócratas del PC boliviano; la figura mítica de  Mario Monje desdice muchísimo aquí de su función colaboradora de esta gesta; de unos mismos cuadros dirigentes, ansiosos de figuración ideológica- recuérdese que estamos, dentro del contexto histórico de la época, con varias líneas ideológicas, y esos cuadros no estaban ajenos a seguirlas: línea Pekín, línea, Moscú, etcétera- que desean realizar un cambio profundo en  la estructura social, pero no estaban con las condiciones sociales plenas para desarrollar una insurrección popular, al estilo del foquismo cubano, creación  original fidelista de esa combinación de todas las formas de lucha revolucionaria.
En la medida del desarrollo del relato con toda la minucia de las mezquindades humanas de todos los personajes/personas de la gesta del fracaso guevarista de su método de la guerrilla. El personaje central/persona, El Comandante como suele ser llamado durante la narración, queda siempre en un trasfondo oscuro y de opacidad histórica para que el lector, vaya haciendo un distanciamiento brechtiano; llamémoslo, con esos días aciagos, “días negros” escribe el propio Che en su diario.
Todos los pasos malhadados de todos los personajes/personas, en llevar la contraria con sus decisiones, por cotidianas o simples, van creando el llamado efecto mariposa, para ir empeorando las actividades de la gesta revolucionaria guevarista. La misma postura orgullosa y soberbia del Comandante, que siempre se muestra ausente, y ajeno, sintomático de su última aventura africana de otro fracaso revolucionario, ayudan a ese final trágico. Donde la claridad por cambiar las cosas, o el estado de esas cosas se hacía sin chitar pero de mal en peor…
 Tania, que asimila y milita claramente con el discurso de la revolución, y su transformación social pero cuyo accionar desde su género también fracasa en un posible amor de verano revolucionario hacia el Che. Habría que recordar aquí el ascendiente que el propio Che tenía hacia la contraparte de las féminas.
El personaje Joáo Batista, el joven “burgues” brasileño va creciendo en importancia dramática dentro del relato. Habría que señalarlo si es porque el autor quiere que un personaje de su nacionalidad, tenga un brillo especial en su relato ficcional de la gesta revolucionaria del Che Guevara. Yo me digo que era posible, en esos tiempos de ideales plenos de construir la Utopía de la Revolución.
 La ganancia política para el lector de esta novela,  está en reconocer el lado humano, profundamente humano, y de fracasos, de una  icónica figura histórica,  de un idealismo revolucionario extremo, cargada de heroísmo, y necesidad de cambio profundo, que asimilo individualmente la divisa marxista  del internacionalismo proletario, llevada en la práctica social hasta sus últimas consecuencias.
Esta  novela trata de esto y su fracaso humano también.

Método práctico de la guerrilla
Marcelo Ferroni
Traducción de Roser Vilagrassa
Alfaguara
232 páginas

July: “Escribir es la cosa más libre y barata que hay”

La inquieta, polifacética y controvertida creadora estadounidense publica Te elige, su primera obra de no ficción, basada en entrevistas con personas que utilizaron un boletín gratuito de anuncios

“En el arte tienes que quedarte colgado, y de repente llega el significado y la conexión. Tienes que hacer el trabajo con una devoción que roza el rito”, afirma Miranda July. foto: Kevin Scanlon /Getty Images. fuente:elpais.com
Aún no ha cumplido los 40 y ya ha grabado discos; expuesto sus esculturas en la Bienal de Venecia; mostrado sus performances en el Whitney o el MoMA; ha escrito, dirigido y protagonizado dos películas, con la primera de las cuales ganó el Premio Cámara de Oro en Cannes; ha puesto en marcha un proyecto artístico en la web en el que participaron centenares de personas, y publicado una colección de cuentos con la que obtuvo el galardón Frank O’Connor. A Miranda July (Vermont, 1974) le gustan las listas de recados o ideas, y esta, de su trabajo, la presenta más como abeja laboriosa y exitosa que como zángana. Sin embargo, ella confiesa en Te elige (Seix Barral) que a menudo le cuesta ponerse manos a la obra, se dispersa y elude la tarea.
Ha aprendido que de este remoloneo surgen nuevas ideas. Quizá por eso no cedió completamente ante el sentimiento de culpa cuando, atascada con el guion de su segunda película, le dio por leer Pennysavers, el boletín gratuito de anuncios por palabras que se distribuye con el correo en todas las casas de Los Ángeles. Decidió no desechar la distracción sino explorarla: fue a buscar a las personas que se escondían tras esos anuncios de álbumes, renacuajos o ropa india, armada con una grabadora, acompañada por Brigitte Sinde —la fotógrafa de su boda a quien apenas conocía— y su asistente.
¿Quién vendía una chaqueta de cuero por 10 dólares y por qué? ¿Y qué esperaba ella sacar de esos encuentros? ¿Qué la movía a lanzarse sin rumbo fijo? La respuesta a la primera pregunta la encontró en Michael, un hombre de 60 años residente en un decadente edificio de apartamentos de starlets en Hollywood Boulevard, que trataba de ahorrar para pagarse una operación de cambio de sexo. July le pagó cinco veces el precio de la prenda, pero no se la llevó, se sentó a charlar y cotilleó su colección de vídeos porno. Lo demás resultó algo más complicado de contestar y la llevaría hasta Joe, un “ángel obsesivo-compulsivo”, que a sus más de ochenta años aún escribía versos verdes a su mujer y que acabaría participando en su película. Aquel fue el último de los 10 encuentros que July acabó por reunir en Te elige, un libro en el que intercala un extraño paisaje humano de Los Ángeles, con un viaje personal y creativo. “A diferencia de un periodista, no trabajo con unas reglas preestablecidas y el proyecto estaba tan abierto que era como decir ‘perdóneme, déjeme que le pague por su tiempo’. Esto era un experimento sobre mí. En los intercambios que tuve no era yo siendo Miranda July, y esto me ponía nerviosa. Soy mucho más agradable y amable en el escenario que fuera de él. Allí me siento relajada, en una fiesta me pongo más nerviosa”, explica sentada en el salón de la casa que comparte con su esposo, Michael Mills, el director de la película Beginners.
Esbelta y bella, con una melena corta y rizada y grandes ojos claros, July viste un vestido de algodón azul marino y unas sandalias planas por las que asoman las uñas de sus pies, pintadas de rosa chicle. La sala ofrece una espectacular vista de Los Ángeles. Sobre la mesa está la colección de Cuentos completos de Lydia Davis, un volumen de fotografías de William Eggleston y un ejemplar de la revista Apartamento. En las primeras páginas de su nuevo libro, July cuenta que tardó dos años en trasladarse aquí, la casa de su entonces novio y hoy marido. Se resistía a dejar su “cueva”, un pequeño apartamento en este mismo barrio liberal y bohemio, Echo Park, que aún mantiene como estudio, aunque desde el nacimiento de su hijo, hace apenas dos meses, siente que no le queda tiempo para llegar hasta allí. Fue en esa cueva, cuando aún le acechaban algunas dudas sobre la maternidad, donde escuchó las cintas de las entrevistas y descartó la idea de convertirlas en un artículo. “Recordé mi experiencia, los nervios, la sorpresa, lo que me pasaba por la mente cuando hablaba con ellos. Si transcribía y simplemente editaba no quedaba clara cuál era su importancia. Decidí ser honesta con mi parte de la historia”, dice.


“Una vez que comprendí que podía escribir sobre mí misma como si fuera un personaje, resultó fácil”

Peculiar entrevistadora, cuando aún era estudiante en el instituto Miranda creó un fanzine con una amiga, cambió su apellido Grossinger por July y realizó una serie de entrevistas con principios abstractos como la confianza, u objetos inanimados como la toalla en la que murió su gato. Más adelante, tras abandonar las aulas universitarias, y trasladarse a Portland —donde se unió al colectivo punk y feminista Riot Grrrls—, puso en marcha un proyecto en el que entrevistó a cientos de mujeres en las calles preguntándoles qué película harían si pudieran.
July tiende a meterse en el centro de las historias y Te elige no es una excepción. Pero este es su primer trabajo de no ficción. “Una vez que comprendí que podía escribir sobre mí misma como si fuera un personaje, resultó fácil”, asegura. Escrito nada más terminar la película El futuro, dice que, en cierta medida, el libro trata de mitigar la nostalgia que le producía pensar en todas las historias reales y personajes que se habían quedado fuera, la cara B de la película, su historia de gestación. “Mi trabajo hasta este momento no ha sido autobiográfico, la relación con mi vida era más libre, más simbólica. No era yo en las películas y los cuentos”.
Inquieta y prolífica, amada y odiada a partes iguales por el público de Estados Unidos, July es una de las voces de mujer más potentes del panorama actual estadounidense. Admiradora de Sophie Calle, entre sus influencias cita a Patti Smith, a Cindy Sherman y a Kathleen Hanna del movimiento Riot Grrrls, de quien aprendió que estaba bien mentir para conseguir lo que se quiere. “Me pasé mucho tiempo mintiendo sin parar, siguiendo este principio feminista. Una década después pensé que quizá ya era momento de acabar con aquello”, cuenta divertida. ¿Aún se reconoce en sus primeros trabajos? “Sé que parece loco, pero cuando miro atrás veo consistencia. Quizá ahora que ha nacido mi hijo he pulsado el botón de reprogramación. He estirado al máximo el momento chica joven, y ahora arranca un nuevo capítulo”, responde sin rodeos.
En su libro habla de la fe, un rasgo que parece recorrer el trabajo de esta artista, algo que no parece haberle faltado. “En los malos momentos te aferras a ella y tienes esta cosa casi mágica de pensar que si crees en ello, el proyecto será bueno. En el arte tienes que quedarte ahí colgado, no sabes qué estás haciendo y de repente todo da un giro y llega el significado y la conexión. Tienes que hacer el trabajo de todos modos con una devoción que roza el rito y luego algo ocurre, como en un matrimonio. Al final todo tiene que ver con el esfuerzo, así es como funcionan las cosas”, afirma. Te elige expresa también la ansiedad que la idea de la maternidad le provocaba, la anticipación del cambio. “Me he pasado bastante tiempo pensando si existiría después de tener un hijo y ahora veo que es una buena pregunta, que no está mal hacérsela, porque algo muere. Además, no es que haya habido muchas generaciones de mujeres que han podido plantearse estas cosas”, dice. Tras el nacimiento de su bebé, ella se ha volcado de lleno en la que será su primera novela, un proyecto que no le intimida. “Escribir es la cosa más libre y barata que hay, tanto que puedes fastidiarla sin que cueste dinero. Tampoco me siento demasiado apegada a lo que escribo, las películas son algo más encantador”, dice y reconoce que en el campo de las letras es en el que ha necesitado más aliento. El novelista Rick Moody, a quien conoció en un proyecto en la radio, fue el primero que la animó a dar el salto.
Criada en Oakland en el seno de una familia liberal de profesores universitarios y editores independientes, Miranda recuerda en Te elige uno de sus primeros proyectos, la correspondencia que con 14 años mantuvo durante cerca de dos años con un preso y que después transformó en una obra de teatro que dirigió. “La obra era bastante mala, una buena idea y un proyecto muy ambicioso, eso sí” apunta. A los siete había comenzado un diario que siguió hasta el rodaje de su primera película. “Entonces los cuadernos pasaron a contener ideas para proyectos de trabajo y solo si algo realmente no iba bien, intercalaba un par de páginas. Pensé que ya hay suficientes mujeres anotando sus cosas en pequeños cuadernitos, a lo mejor no pasaba nada por volcar mis sentimientos en mi trabajo”, afirma.
Desde aquel proyecto adolescente en el teatro ha saltado por un buen número de disciplinas artísticas. “Tengo un irrefrenable deseo de expresar lo que siento. El medio es algo secundario. Me gusta cambiar de terreno y sentir el hándicap de que no perteneces completamente a ningún club”, asegura. July habla de cómo muchos reconocidos escritores pintan o bailarines que escriben, aunque a menudo todo este material queda lejos del público. A ella le gusta tensar el límite. De un trabajo como consultora para el director Wayne Wang —tres sesiones de entrevistas sobre su vida sexual—, surgió el impulso de hacer su primera película. “Él me propuso hacer un guion con el material y rodar una película. Pensé que también podía hacerlo yo sola”, recuerda. “Necesité un poco de agresividad para encontrar las agallas. Había algo inherentemente lascivo en todo aquello”. El sexo es algo a lo que a menudo se refieren cuando hablan de su trabajo, ¿porque es mujer? “Bueno, creo que me interesa más el sexo que a otra gente. Hay mucho espacio para escribir sobre este tema”, reflexiona.


“No me siento demasiado apegada a lo que escribo,las películas son algo más encantador”

Independiente, pero muy presente, July produce la misma animosidad en Estados Unidos que el universo retratado en la película Amélie entre el público europeo. ¿Piensa que hay algo intrínsecamente americano en su trabajo? “Quizá el creerse con derecho a la autorreferencia y también la ambición. Pero para una mujer estas cosas pueden ser útiles, y al final se trata de usar las herramientas con cabeza. Esto me ayuda a superar algunas inhibiciones”. Sus detractores cargan contra lo que consideran que es un tono ñoño, carente de ironía, con Miranda siempre en el centro. Ella escribe en Te elige que atascada con el guion buscaba su nombre en Internet “como si la respuesta a mis problemas estuviera en algún post sobre cuán de insoportable soy”. Ninguno de sus entrevistados tenía Internet y en cualquier caso, ella ha sabido darle la vuelta a las críticas y parodias. El cantante Michael Idov llegó incluso a escribir una canción disco en la que la describía como una versión femenina de Roberto Benigni. Un par de años después hicieron una nueva versión juntos, titulada I heart Miranda July (yo amo a Miranda July). La artista se despide, dispuesta a almorzar una ensalada con su esposo, que la aguarda al otro extremo del salón. Con la vista de la ciudad al fondo, cabe recordar lo que escribió sobre este lugar: “… Comprendí que el mundo, y especialmente Los Ángeles, estaba diseñado para protegerme de esta gente a la que estaba visitando. Los Ángeles no es una ciudad donde se camine o se viaje en metro, así que nunca estaremos juntos, ni siquiera un momento, si alguien no entra en mi coche o en mi casa”.
Te elige. Miranda July. Traducción de Mercedes Cebrián. Seix Barral. Barcelona, 2012. 224 páginas. 20 euros (electrónico: 13,99). mirandajuly.com/.

Círculo creativo
Atlanta (1996)
En este filme de 10 minutos de duración, una pieza clásica de Miranda July, la artista encarna a una nadadora olímpica y a su madre, que por turnos van hablando a la cámara sobre su carrera hacia la medalla de oro. Con un tono televisivo y trash, por momentos histérico y tenso, July sigue la estela de Cindy Sherman, a la que guarda especial afecto. Suyo era el primer libro de arte que le regalaron.
Learning to love you more / Aprendiendo a quererte más (2002-2009)
Una lista de tareas, 70, abiertas a todo aquel que quiera participar y que incluyen propuestas tan dispares como coser un pijama de niño a tamaño adulto hasta darte un consejo a ti mismo retroactivamente o sacarles una foto a tus padres besándose. Cerca de 8.000 personas han participado en este proyecto, con vídeos, fotos, escritos, dibujos y audios, que July y el también artista Harrell Fletcher mantuvieron en marcha durante siete años. Mostrado en el Whitney de Nueva York o en el Museo de Arte de Seattle, hoy se encuentra en la colección de San Francisco MOMA. www.learningtoloveyoumore.com
Eleven heavy things / Once cosas pesadas (2009)
Las esculturas de este proyecto fueron encargadas por la Bienal de Venecia y mostradas en el Giardino delle Vergini. Construidas en fibra de vidrio y hierro, las piezas están diseñadas para que el público se suba o meta las piernas o manos por los agujeros, para que interactúe con las piezas. Más aún, July lo diseñó pensando que sería una buena oportunidad para que los visitantes se sacaran fotos y las mandaran, reactivando el círculo creativo e interactivo que alimenta su trabajo.
El futuro (2011)
Aclamada por la crítica, la segunda película de July, estrenada en salas comerciales, es la cara A de Te elige. Retrata la encrucijada de una pareja de treintañeros: Sophie es profesora de danza para niños y Jason ofrece asistencia técnica por teléfono. Deciden adoptar un gato enfermo Paw Paw, que narra la película. Saben que la llegada del gato implicará una dedicación absoluta y por eso deciden hacer todo lo que más adelante no podrán. La crisis se desencadena y uno de los elementos que les ayudará a reencauzar su historia es el verdadero Joe, uno de los entrevistados en Te elige.

El librero de Guinea Ecuatorial

El catalán Gustau Nerín explica la aventura de su tienda de libros

Nerín,  ha trabajado en diferentes proyectos de cooperación. Suma más de 20 años en África; ahora vive en Bata, Guinea Ecuatorial. foto: Àlex García. fuente:elmundo.es

"En Guinea había habido sólo librerías religiosas: la primera montada por los misioneros claretianos en Malabo; más tarde ha habido librerías en Bata de carácter protestante, bautistas y evangelistas. En ningún caso ha habido una librería generalista como tal. La poca gente que lee, hasta ahora, se intercambiaba unos viejos [ejemplares] Estefanía, casi sin portada. Los Centros Culturales Españoles vendían sus propias publicaciones, pero nada más. Yo mismo, cuando estuve un tiempo largo en Guinea, sin viajar a Europa, pasaba tres veces por año a Camerún a buscar libros. En realidad, el de Guinea es el caso más grave, pero en otros países de la zona tampoco hay mucho mercado de libro".
Un correo electrónico llega desde Bata, Guinea Ecuatorial. El remitente es Gustau Nerín, profesor universitario y autor de varios ensayos. Por ejemplo, el reciente 'Blanco bueno busca negro pobre', del que ya se habló en ELMUNDO.es. Ahora, Nerín se ha convertido en el primer librero del país, enriquecido durante los últimos años por el petróleo pero aún muy precario en su día a día.
Nerín explica su aventura en unos párrafos.
"La vida cultural de Guinea ha sido animada, básicamente, por los centros culturales españoles y, más secundariamente, por los centros culturales franceses. La vida cultural local es muy muerta, casi no hay circuitos musicales ni artísticos fuera de los centros culturales. Los escritores guineanos son leídos, básicamente, en el extranjero. Los artistas guineanos, como el escultor Fernando Nguema, recientemente fallecido, no encuentran mercado para sus obras. Sólo la música tiene cierto tirón, pero está muchas veces cortada por la falta de financiación. La prensa es muy débil. El problema de base está en la cuestión educativa: aunque el porcentaje de gente escolarizada es muy alto, en realidad el nivel educativo es bajísimo, y hay poca gente capaz de enfrentarse a temas complejos".

Riqueza y cultura

"El crecimiento económico ha repercutido poco en el nivel cultural. No ha habido un cambio de pautas culturales, pero, eso sí, ha facilitado la llegada a Guinea de guinenos que han vivido fuera o han estudiado fuera con hábitos de lectura consolidados, y esto sí que nos favorece. No obstante, lo que está claro es que hasta que el crecimiento económico no repercuta en una mejora del nivel cultural, no habrá verdadero desarrollo".
"La gente que tiene más dinero no se caracteriza por su cultura. Tienen grandes [Mitsubishi] Pajeros, grandes mansiones, muchas mujeres y ningún libro. Es dificilísimo ver a alguien que tenga una biblioteca en su casa... Una de las dificultades que tenemos en la librería es la desigualdad en el reparto de la riqueza, mucha gente busca libros pero tiene poco poder adquisitivo. Hemos detectado que los libros que más se venden son los que podemos vender a menos de cuatro euros. Mucha gente tiene grandes dificultades para pagar más".
"Muchos jóvenes intentan buscar nuevas vías de expresión. El rap, por ejemplo, tiene mucha fuerza, y algunos cantantes hacen una fuerte crítica social. Ramón Esono es un dibujante de cómic que está trabajando también en esta línea. Y hay muchos escritores comprometidos, algunos de ellos en el exilio: Juan Tomás Ávila Laurel, Donato Ndongo, Francisco Zamora, J.M. Davies...".
"Hay muchísimos extranjeros en Guinea. De todo el mundo: españoles (que han llegado cada vez en mayores cantidades a causa de la crisis), franceses, italianos, norteamericanos, indios, chinos, indonesios, serbios, colombianos, paraguayos, congoleños, cameruneses, etíopes, gaboneses, senegaleses, malianos... Algunos de ellos (una minoría) leen bastante, y pueden ayudar a la librería".
"Lo que voy a vender: libros infantiles y juveniles, cómic, libros sobre Guinea y África (tanto ficción como no ficción). Tenemos un amplio fondo de literatura universal e hispana. Y un fondo pequeño de no ficción (autoayuda, religión, Historia, Sociología, temas prácticos...). Tenemos libros muy económicos, desde dos euros, para intentar fomentar la costumbre de la lectura y para hacernos accesibles a los más desfavorecidos".
"Lo más difícil, por ahora, es darnos a conocer. No sólo trabajamos en la venta de libros, sino también en el fomento de la lectura. Mucha gente desconoce completamente las distintas clases de libros que hay, y no sabía ni siquiera que los libros se compran... Por eso destinamos muchos esfuerzos a la divulgación de la lectura en las escuelas, para formar nuevos lectores".
"Hay tres cosas que nos han sorprendido mucho: primero, la librería ha tenido muy buena recepción entre los adolescentes y jóvenes. Algunos hacen colectas para comprarse un libro entre varios. Dos, no nos queda ningún libro sobre fútbol y sexo. Son los temas estrella (aunque hay gente que busca temas mucho más complicados). Y tres, los libros sobre Guinea y África también están muy buscados. La gente tiene ganas de acceder a reflexiones sobre su propia realidad".

Un arca de Noé para los idiomas en extinción

Fiel a su misión corporativa de organizar la información mundial y hacerla universalmente accesible y útil, Google acaba de lanzar Proyecto de Lenguas en Peligro de Extinción, un sitio Web diseñado para facilitar la preservación de las lenguas en peligro de extinción

Los expertos calculan que en 2100 solo se hablará el 50% de las lenguas que siguen vivas en la actualidad. foto.fuente: Revista Ñ

Vivimos en un tiempo de extinciones. Un reciente informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza presentada en la Cumbre de Río informó que casi un tercio de las especies de nuestro planeta está en riesgo de extinción. Esté fenómeno se expande también al campo de las lenguas humanas. Según la UNESCO, entre los 6000 idiomas que se hablan hoy sobre la superficie de la tierra, el 50% no sobrevivirá hacia el fin del siglo.
El mundo, entonces, es como una casa en llamas. Lo menos que podemos hacer es salvar algunas cosas del cataclismo. Ahí es cuando entra Google con un impresionante nuevo proyecto llamado El Proyecto de lenguas en peligro de extinción que se lanzó mundialmente en colaboración con la Alianza para la diversidad lingüística.
El Proyecto Lenguas en Peligro es un espacio online diseñado para hablantes de lenguas en peligro y para quienes tengan un fuerte compromiso con su preservación. La clave del proyecto y del sitio es su rigor académico y también su carácter participativo: tiene la opción de subir videos, audios, documentos y compartir conocimiento y experiencias; y los contenidos serán moderados por editores internos para garantizar la calidad de las muestras.
De las lenguas que se hablan en Argentina, forman parte de este proyecto las siguientes: Teushen, Quechua, Ñandeva, Mocoví, Vilela, Tehuelche, Ona, Pilagá, Wichí, Chorote y Nivaclé, las cuales reflejan las conclusiones preliminares del Proyecto Catálogo de Lengas en Peligro, de la Universidad de Hawai en Manoa y del Instituto de la Lengua y las Tecnologías de la Información de la Universidad de Eastern Michigan.
"La documentación de más de 3.000 lenguas que están al borde de la extinción es un paso importante para preservar la diversidad cultural, honrar la sabiduría de nuestros ancianos y dar poder a los jóvenes", argumentó Google. "La tecnología puede apoyar estos esfuerzos para ayudar a la gente a crear grabaciones de buena calidad de sus mayores, a menudo los últimos hablantes de su lengua, contactar con comunidades dispares en las redes sociales, y facilitar el aprendizaje de idiomas", agregó.
A futuro, Google informó que transferirá la gestión del sitio a un laboratorio universitario, el Instituto de Tecnología e Información de Lenguas de la Universidad del Este de Michigan y al Consejo cultural de los pueblos originarios. Además, informó que el proyecto recibió fondos de su división filantrópica, Google.org, e invitó a otras organizaciones a sumarse al esfuerzo.

Literatura en medio de la revolución

El sirio Jaled Jalifa, autor de Elogio del odio, describe la vida bajo el régimen de Damasco “Vivir es más importante que escribir”, admite

Jaled Jalifa exhibe el brazo que le rompió la policía en una manifestación en Damasco. La foto fue tomada esta semana en Madrid. foto: Cristóbal Manuel. fuente:elpais.com

Jaled Jalifa fuma Gitanes con la mano derecha. Parte de la izquierda la tiene escayolada hasta el codo porque un agente de los servicios secretos sirios le dio una paliza y le partió el brazo. Fue en Damasco, en el transcurso de un funeral que se convirtió en una manifestación espontánea contra el régimen de Bachar el Asad. “Me golpearon con palos, pensé que todo había acabado, nunca había sentido esa brutalidad tan cerca”, explica a regañadientes. Insiste en que ese incidente es muy pequeño “en comparación con los sacrificios de otras personas en Siria” y en que no ha venido a Madrid a hablar de su brazo. Pero el caso es que el brazo de este escritor nacido en la ciudad de Alepo hace 48 años habla mínima aunque elocuentemente de la brutalidad con la que El Asad machaca desde hace más de un año a los sirios. Una violencia que ha causado al menos 10.000 muertos.
Jalifa es el autor de Elogio del odio, una novela que ahora publica en castellano Lumen y que está censurada en Siria desde que salió por primera vez, en 2006. Prohibida porque la narración transcurre durante uno de los episodios más sucios de la historia reciente del país, el aplastamiento de la insurrección del ala armada de los Hermanos Musulmanes sirios y la aniquilación de la ciudad de Hama en febrero de 1982 perpetrada por el padre de Bachar el Asad, Hafez. Allí murieron al menos 20.000 personas. Después, el régimen sirio echó toneladas de silencio sobre lo ocurrido aquel día.
Vestido con bermudas, camiseta y chanclas, Jalifa habla con entusiasmo de la revolución, que ha inundado su vida de escritor y guionista de series y telenovelas. “No soy un activista en sentido literal. Pero yo quería participar en estas manifestaciones, expuesto a los disparos, rozando la muerte. Uno se siente ahí como en los inicios de su primer amor. Salir a la calle con la multitud es una sensación rara y maravillosa a la vez”, cuenta. Cree que ahora se puede hacer periodismo, pero no novelas. “La revolución no es un buen momento para escribir. Tienes que hablar del amor una vez acabado el amor y no durante el amor, porque mientras estás viviendo una experiencia profunda no necesitas escribirla. Ahora pasa lo mismo, yo vivo profundamente la revolución. Creo que el hecho de vivir es más importante que el hecho de escribir”.
La narradora de la novela, de la que no se sabe el nombre, describe el ambiente opresivo de la casa en la que vive con sus tías y un sirviente ciego, de la que apenas salen, siempre bajo un velo negro. Los olores, las comidas, las texturas y las imágenes de los sueños impregnan el libro igual que el odio crece dentro de la adolescente no solo hacia el régimen, sino también hacia las mujeres que no se cubren lo suficiente y hacia todo lo que no sea puro fanatismo religioso. Eso le lleva a entrar en una célula radical y sueña con el martirio hasta que es encarcelada durante siete años y torturada. Cuando sale, empieza a ensayar otra vida. “En los ochenta, en Siria, había una lucha armada entre dos fundamentalismos”, explica Jalifa, “el del régimen y el de los islamistas radicales. Ahora hay una revolución de un pueblo entero que quiere vivir dignamente, formar parte del futuro y recuperar su país, que ha sido secuestrado por un régimen estancado del todo en el pasado”.


La novela, recién traducida al español, está prohibida en su país desde 2006

Jalifa cuenta que ahora en Damasco hay dos escenarios: “el de los suburbios, castigados y bombardeados”, y el del centro, donde él vive, “que tampoco es ya totalmente seguro desde hace tres meses. Hay controles, explosiones, enfrentamientos...”. Sin embargo, dice haber observado que la vida “produce formas para convivir con ese peligro. Ahora contactamos unos con otros cuando ha habido un bombardeo en alguna ciudad. Tienes que tranquilizarte, hablar con los amigos, la familia... pero exactamente igual que hablamos de la muerte, también lo hacemos de la vida, de cuándo quedamos a cenar o de quién está enamorado de quién... llevamos una vida normal pero conviviendo con el peligro. En eso consiste la fuerza del ser humano”.
Jaled Jalifa cree que el movimiento social acabará triunfando en su país. Pero tampoco oculta su preocupación: “Esta puede convertirse en la historia más triste de las revoluciones árabes, pero también en la más valiente. Lo que temo es que se convierta en la vergüenza del mundo, que ha dejado solos a los sirios ante la barbarie”.

“La de Siria puede ser la historia más triste de las revueltas árabes”

La tradición siria de perseguir escritores

La prohibición de la novela Elogio del odio es una muestra de las censuras, persecuciones e intentos de amordazar a los escritores en todo el mundo. Una práctica que teje buena parte del mosaico de la creación universal en las diferentes manifestaciones artísticas.
“Crea en su sueño / un modelo de revolución rebelde / que abraza el creciente futuro. / Despierta de su sueño / y sus días se convierten / en anhelos / que lloran la noche pasada / y su quimera perdida”. Son los versos de Adonis que resuenan a través del tiempo y los lugares sin perder vigencia y que tituló El sueño y el despertar. Sabe él de la rebeldía y del silencio y la soledad impuestas porque forma parte de una nómina de escritores sirios que han sido perseguidos en su país en los últimos sesenta años. Como Osman Sabri, Cankurd y Nizar Qabbani.
Es conocido un episodio de Adonis. Por pertenecer al Partido Social Nacionalista Sirio fue encarcelado cuando tenía 25 años (1955). Fueron seis meses que le sirvieron de inspiración y para abrirse a nuevos derroteros. El periodismo fue uno de ellos. Emigró a Beirut donde fundó la revista Shi’r (Poesía), junto al poeta y crítico Yasuf al-Khal. Con el tiempo, viviendo entre Líbano y Francia, Adonis se convertiría en uno de los grandes poetas y eterno candidato al Nobel.
Experiencias parecidas vivieron Osman Sabri (1905-1993) y Cankurd (1948). El primero fue por la revuelta de Shaikh Said Piran, mientras que años después el Imperio Británico lo encarceló en Mosul y Bagdad por intervenir en las revueltas de proclamación de la República de Ararat. El activismo político de Cankurd lo llevó a la cárcel varias veces, hasta el punto de que debió emigrar a Alemania en 1979.
Los tres vivieron escenas como las descritas por Khaled Khalifa: “Los soldados de las Brigadas de la Muerte paseaban sus siluetas atléticas por toda la ciudad y sembraban de terror con sus metralletas y su temeridad ante la muerte. Nos llegaban órdenes a diario; recorríamos las callejuelas como el aire, como si voláramos, entrábamos en las casas, donde las mujeres rezaban por nuestros hombres y lloraban al pensar en los peligros a que nos exponíamos…”.

29.6.12

Rousseau, a la luz de su tricentenario

Se cumplen 300 años del nacimiento del filósofo. Varios colegas del siglo XXI discuten la vigencia de su pensamiento. ¿Conclusiones? Que ya no es blanco ni negro

Jean Jacques Rousseau, escritor y filósofo suizo, autor de El contrato social.foto:elcultural.es

Cartel de una de las exposiciones que conmemoran en Ginebra el centenario de Rousseau. fotos. fuente: elcultural.es




Escritores de la época de la Ilustración. foto:elcultural.es

Dicen los filósofos de hoy que Rousseau es preciso y cambiante; divulgativo y arduo, todo a la vez. Su obra, profundamente literaria, es carne de mala interpretación, como lo fue en su época, cuando el propio Diderot ya le consideró un anti ilustrado. ¿Fue un precursor de Marx? ¿Se adelantó a los planteamientos totalitarios? ¿Fue un demócrata? Mientras Ginebra se despierta este jueves clamando "Rousseau para todos" por su tricentenario, el legado del filósofo se balancea entre los que quieren ver en él un testimonio aplicable al siglo XXI, los que lo consideran superado y, sobre todo, los que nunca lo han leído a pesar de su popularidad y de su consideración de escritor clásico. Se cumplen hoy 300 años del nacimiento de un pensador que fue objeto de todo tipo de insultos por parte de sus contemporáneos y que hasta bien entrado el siglo XX fue recibido como una amenaza. Y, sin embargo, por alguna razón, es de los autores que mejor entran a los estudiantes. ¿Qué significa todo esto? ¿Ha envejecido bien su doctrina o todo lo contrario? ¿Se conocen las sombras que planean sobre su obra?

Fernando Savater cree que, al ser el pensamiento una cadena que se extiende a lo largo del tiempo, el legado de Rousseau es un eslabón necesario sobre el que se ha ido evolucionando. "Ha sido siempre muy influyente y hoy sigue estando en los orígenes de muchos planteamientos de la democracia. Muchas constituciones poseen rasgos que contenía El contrato social, sobre todo la idea de partir de cero y crear una sociedad real en la que los ciudadanos tengan el control efectivo", señala el filósofo, que incorpora entre los hallazgos del francés el posmoderno invento de la subjetividad a través del libro de Las confesiones, obra que dio lugar a "toda la ola del autoexamen que va de las biografías a los programas de testimonios en televisión".

En parte, la catedrática de Ciencias Políticas María José Villaverde, una de las mayores expertas en su obra en España, contradice a Savater al afirmar que, si bien es cierto que desde la personalidad fue un moderno y un prerromántico, desde sus escritos políticos puede considerarse el primer prenacionalista. "Este es un rasgo importante y que no se subraya, pues es el primero que vuelve al patriotismo grecorromano. El nacionalismo del XIX bebe del patriotismo rousseauniano". Además, continúa Villaverde, que el pensador rompió con los grandes valores de los ilustrados (ella lo considera "un hijo bastardo" de la ilustración), ensalzó el sentimiento frente a la razón y se rebeló contra el cosmopolitismo y la República de las Letras que aunaba a todos los intelectuales europeos: "Él planteó el patriotismo que luego heredó la Revolución Francesa. Ha tenido mucha importancia a lo largo de la historia porque habla de igualdad y de libertad, pero el problema es que su producción ha tenido vida por sí misma independientemente de lo que él quería decir".

El joven filósofo Eduardo Maura, que coordina actualmente una nueva edición para Biblioteca Nueva del Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres (1755) señala que lo más compresible de su filosofía hoy es su consideración de la relación entre voluntad popular y la ley: "Rousseau sugiere en El contrato social, a propósito de la voluntad general, que se trata de una voluntad según la cual, obedeciendo a todos, uno se obedece a sí mismo. Creo que, con todas las importantes distancias históricas que existen entre él y nosotros, y con los debidos matices, hay en este diagnóstico una formulación de la relación entre ley, interés público y voluntad popular que, salvando enfáticamente la libertad individual, permitiría pensar un estado de derecho fuerte de inspiración republicana-democrática".

El catedrático de Filosofía de la Complutense y crítico Jacobo Muñoz, en cambio, ve su vigencia en la búsqueda de una naturaleza humana subyacente a la multiplicidad de las supuestas formas humanas, "una naturaleza 'ideal', en cierto modo, que tanto impresionó a Kant". Sin embargo, si como retorno a esa naturaleza se entiende un retorno a un estado presocial, independientemente del orden civil y presuntamente idílico, no considera Muñoz que el programa de Rousseau sea hoy realizable: "Como bien escribió Volteaire a Rousseau, a cierta edad esas indicaciones de volver a andar a cuatro patas, por sugestivas que puedan parecer, no resultan aceptables". Con todo, expone que el pensamiento del francés sí puede entenderse en un sentido más acorde con los tiempos. A saber: "Como una invitación a caminar 'adelante hacia la naturaleza', por obra de una cultura capaz de reestablecer a un nivel superior el estado natural de igualdad entre los hombres, su vida armónica y común, su felicidad basada en ello y, en fin, su común sensibilidad moral. Así considerada, esta utopía de una sociedad natural tendría, sin duda, un singular interés actual en esta época de desarrollismo a ultranza y depredación sistemática de la naturaleza".

¿Y la crisis -también la de valores- ha hecho más vigente la obra de Rousseau? Parece que los filósofos así lo creen, aunque es difícil determinar en qué sentido. Según Maura, las crisis no actualizan a los autores, somos nosotros los que sentimos la necesidad de volver a ellos. Para él, el colapso económico ha puesto el acento en conceptos como la culpabilidad compartida -con dogmas como el famoso "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades"- y en la imposibilidad de hallar intereses públicos más allá de esta culpa. Ahí figuraría, por ejemplo, la aceptación de que "las reformas son el único camino", un diagnóstico que, advierte Maura, tiene como consecuencia que "lo político sea anulado a favor de ciertas técnicas ya prescritas de gobierno, lo cual a su vez hace a los gobernantes iguales ante las recetas, luego intercambiables no sólo entre ellos, sino por tecnócratas 'más eficaces'". Todo ello, concluye, hace que la confianza en las leyes y en los procedimientos democráticos disminuya dramáticamente.

Así las cosas, ¿deberían nuestros políticos leer a Rousseau, empollarse El contrato social? Entre risas, Fernando Savater declara que él se conformaría con que leyesen en general. Y aporta: "A los clásicos hay que leerlos porque despiertan nuestra capacidad de entender. Pero no lo que ocurre ahora, porque muchas veces creemos que el único mundo real es el nuestro, cuando ha habido otros muchos". Maura aporta que tanto los gobernantes como cualquier interesado en la política moderna contemporánea deberían leer esta obra: "Ha llegado a ser un tópico que Kant considerara a Rousseau el Newton del mundo moral. Pienso que hay algo de actual en esta consideración que hace muy deseable la lectura de este libro por una clase política completamente desorientada. Un Newton siempre ayuda, críticamente, a orientarse en el pensamiento y en la actividad política".

A cierto nivel de lectura, Rousseau es también inspirador de debates en la juventud y está considerado como uno de los filósofos que mejor comprenden los estudiantes, de los más asimilados en las asignaturas de Filosofía (mientras estas duren). Savater atribuye este rasgo al hecho de que tiene "una dimensión adolescente" por ser el suyo un pensamiento muy nativista: "Tiene ese lado que a todos los que hemos sido adolescentes nos encantaba de borrar la pizarra y empezar de nuevo".

Rubén Hernández, licenciado en Filosofía y editor de Errata Naturae, sello que actualmente publica una colección de libros sobre esta materia para escolares, considera que la presencia de Rousseau en el ámbito educativo es grande, aunque con peros: "Su Emile es uno de los textos clave de la reflexión pedagógica clásica y, sin embargo, hay un ámbito del su legado del que no se suele hablar mucho en colegios e institutos: Rousseau es, en una medida importante, el responsable de una forma del entender el yo que es con la que hoy nos reconocemos todos como sujetos. De esto tratará el libro que le dedicaremos en la colección Los Pequeños Platones. Escrito por Edwige Chirouter, se titulará Yo, Jean-Jacques Rousseau, y su texto de contracubierta bien podría ser éste: 'Yo, Jean-Jacques Rousseau, músico incomprendido, viajero filosófico, escritor perseguido, extraño botánico, ¡Me voy a poner al descubierto! ¡Voy a desnudarme del todo!'".

Para María José Villaverde, en cambio, Rousseau gusta en el ámbito académico porque se estudia a pildorazos cuando, en realidad, su obra sólo es comprensible si se aborda en su totalidad: "Enamora al principio pero luego vas viendo las sombras, a pesar de que te engancha. Aunque hable de libertad, no reconoce la libertad de expresión ni la de reunión, ni siquiera el derecho a la vida. Ahora bien, tiene rasgos positivos. Por ejemplo, es el primer plebeyo que se atreve a escribir una autobiografía y que reclama su estatus de plebeyo. También destaca su enorme sensibilidad ante los costes que produce la revolución capitalista en el terreno agrícola", enumera.

Así que, si no lo han leído, recomienda Savater, es buen momento para tirar la pizarra y agarrar una de sus obras: "Tiene una prosa extraordinaria muy expresiva, con gran capacidad de comunicar ideas, de transmitir y quizá se ve mejor en los libros menos famosos, como en Ensoñaciones de un paseante solitario, obra que releo con frecuencia y que muchas veces llevo encima. Ojalá se lea más". Maura, junto al Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres (1755), del que sugiere leer la segunda parte, abunda en la necesidad de leer Las confesiones que, concluye Villaverde, son de tal sensibilidad que pueden incluso conducir al llanto: "Es un literato genial, sabe conectar con el lector y crear una complicidad que nadie logró en el siglo XVIII, cuando los escritores eran fríos como el bisturí. Mucho mejor leer esta obra que El contrato social, del que no van a entender nada".

Wylie: "Los editores han de poner coto a las cadenas como Amazon"

"Si los editores no se plantan, sólo quedará el negocio de los distribuidores", afirma Andrew Wylie, agente literario de Nueva York

Andrew Wylie, 63 años, agente literario, agresivo, que se planta frente a las grandes cadenas editoriales,considera que si no se ponen las pilas los editores, los bestsellers eclipsarán a los grandes escritores. foto.fuente:lavanguardia.com

Andrew Wylie es una de las diez personas que mejor conoce los entresijos de la edición mundial. Al poco tiempo de hablar con él uno se da cuenta de que su vestimenta atildada y su mirada de halcón es un truco que cultiva para que su fama de implacable le facilite las negociaciones en defensa de los 850 autores que representa: Nabokov, Philip Roth, Rushdie, Borges, Calvino, Burroughs, Ginsberg, Hunter S. Thompson, Bolaño, Bellow, Susan Sontag, Kawabata... Wylie reúne las dos ramas de su familia de la aristocracia bostoniana: banqueros y editores. Es un enamorado de la gran literatura que ha aprendido a nadar rodeado de los tiburones de las grandes corporaciones –ICM, William Morris, Curtis Brown, United Agents– y las gigantescas cadenas de editoriales-librerías, físicas como Barnes and Nobles o virtuales como Amazon. Ayer cerró el máster de edición que dirige Javier Aparicio en la Universitat Pompeu Fabra. Poca gente del mundillo editorial catalán faltó a su conferencia.
La imagen que se ha vendido de usted en España es la de un agresivo deprededor, como el personaje de Geko que encarnaba Michael Douglas. ¿Cómo llegó a la literatura?
Mi padre era editor en Houghton Mifflin y vivíamos en una casa construida por Ralph Adams Cram, el arquitecto de la catedral de San Juan El Divino de Nueva York. Me pasaba horas leyendo en una biblioteca enorme con miles de libros, incluyendo las obras completas de Voltaire, Era fresca en verano y cálida en invierno. Es así como entiendo la literatura, una casa, un espacio para vivir.
¿Voltaire? ¿Viene usted de la Ilustración?
 De Cándido y de don Quijote, que creen vivir en el mejor de los mundos posibles … siempre desde una perspectiva razonable.
Fue un estudiante rebelde, vendía alcohol ilegal...
 Bueno, yo actuaba en una obra de teatro y al volver a mi residencia, me asaltaron, me taparon los ojos y una voz me dijo que me iban a retorcerme la oreja hasta ponerla como una colifor y que me quedaría media cara cosida a cicatrices. No podía abrir los ojos, llenos de sangre seca y tuve un accidente de coche terrible. Me quedé inconsciente, me llevaron al hospital local. Me rescató mi padre y me operaron en un hospital de Massachussets. Aún me queda una cicatriz enorme. Como no podía hacer deporte, me puse a jugar a billar. Y ya se sabe que en los billares se conoce a gente poco recomendable, Me hice amigo de un taxista ex boxeador profesional. Llenábamos el coche de alcohol y yo me encargaba de enviarlo a mis compañeros de clase y firmar por ellos las asistencias obligatorias de mis amigos a las comidas y cenas de Harvard. Pero aquello no terminó lo bien que yo hubiera deseado. Una noche, en una estación de tren, creí ver a lo lejos unas luces. “¿Será la policía?, pensé. Efectivamente, era la policía. Me puse a correr como un loco, pero al ver que apresaban a mi amigo ex boxeador, volví. Ahí acabó todo. Me expulsaron del colegio pero logré entrar en Harvard.
Pudo ser catedrático o escritor. Usted escribió un libro de poemas
 Hice los cuatro cursos de Harvard en tres años. Literatura francesa, italiana, griega, filosofía presocrática. Después de graduarme magnum cum laude, marché a Nueva York. Allí monté una especie de librería para vender mis libros de la universidad, pero ¿quién quería aquellos libros académicos?. Cuando cerraba la librería, iba a un restaurante donde daban pollo gratis a las cuatro de la tarde, mi única comida del día. A veces, volvía por la noche y me daban entonces garbanzos, también gratis. Estaba de moda en aquel tiempo el bar Max’s Kansas City. En la trastienda conocí a Andy Warhol. Se puede decir que durante un año y medio “estudié” Warhol y llegué a conocerlo tan bien que aún ahora soy capaz de imitarlo a la perfección.
¿Cómo se hizo agente?
Al principio busqué trabajo como editor. Pasé dos semanas visitando editoriales , pero cuando pedía trabajo y me preguntaban qué leía y les decía que Tucídides, me miraban como si hubiera pisado una mierda. “Si quieres ser editor –me decían- has de leer a James Michener o a John Clavell. El editor de Truman Capote me quiso coger para hacer de chico de los recados y también en William Morris. Dije que no y me establecí por mi cuenta en 1980. Me paso cinco años pensando qué hacer y 28 llevándolo a cabo.
¿Qué relación tiene con sus autores?
 Disfruto tanto hablando con ellos, con su inteligencia y su trabajo que yo, que carezco de personalidad, al final, pienso y hablo como ellos, Soy 850 personas en una.Para ellos soy un empleado que intenta rendirles el mejor servicio.
¿Y no hace contratos? ¿Vale la palabra?
Sí. Ya me llevé una decepción en Inglaterra. En 1986, vendí la mitad de mi agencia a un a una agencia británica y para ello pedí un préstamo de 100.000 dólares, avalado por mi madre. Acabó costándome 350.000. La razón fue que mi socio y yo habíamos acordado repartir la sociedad al 50 %, pero cuando fui a reclamarlo, mi socio se negó a reconocerlo. “¡Pero si lo pactamos con un apretón de mano!”, le dije. Y la respuesta de mi socio fue: “pues no lo voy a hacer”. Me pasó algo parecido en España. He aprendido que cuando en España te dicen que hace un día soleado y un cielo azul ¡apresúrate a coger el chubasquero y el paraguas!
¿Da detalles?
 Este es el detalle: si te dicen que hace sol, coge el chubasquero.
¿Qué exige a un autor joven para representarlo?
Calidad literaria. No busco dinero. Sólo me involucro cuando veo que es un buen escritor y siempre he apostado a largo plazo. No quiero a Danielle Steel, sino a Phillip Roth. Al final, los buenos escritores acabarán vendiendo sus libros.
¿Cuál es el logro del que se siente más orgulloso?
Además del respeto al fondo, no a la novedad, que todos mis autores reciban el 50 % de sus ingresos en sus países, y el otro 50 % en el resto del mundo. Su internacionalización. Para eso viajo constantemente de Shanghai a Londres, París, Munich, Barcelona o Nueva York.
¿Y en español?¿Le parece poco tener a Borges, Bolaño, Muñoz Molina....?
¿Cree que el mundo va hacia la desculturización?
Ya lo decía Shakespeare: negro, blanco, lectores estúpidos, vulgarización de la cultura...
¿Es decir, que todas las épocas tienen una percepción pesimista?
El problema específico de nuestra época es la distribución. Los editores han de ser fuertes ante las cadenas de librerías, Amazon... Se han dejado llevar como se lleva a los asnos por la argolla del hocico. Tienen que ser más tajantes, más duros y más disciplinados. Si no, el único negocio será el suyo y los bestsellers eclipsarán a los grandes escritores.

La odisea digital

Después, en la conferencia que pronunció en la Pompeu Fabra Wylie, que fundó su agencia en 1980, contó que vio primero cómo las grandes cadenas de editoriales-librerías (en EE.UU y Gran Bretaña no hay precio fijo del libro) arrasaban las librerías independientes e imponían los bestséllers y las novedades, arrinconando las obras del fondo y forzando rebajas insostenibles para los editores. Después, comprobó cómo las expectativas puestas en Amazon quedaron frustradas al imitar las mismas prácticas. Y luego vio cómo los editores no tenían en cuenta los derechos digitales de autor, a pesar de ahorrarse los costes de producción del libro impreso. Wylie decidió crear su propia editorial digital, Odissey, en Amazon, que le valió el boicot de Random House. Logró normalizar los derechos digitales de sus autores con Random, pero fue entonces cuando Amazon le quiso enviar al infierno.
Wylie comparaba aquella biblioteca familiar, la casa de la literatura donde vivir con los libros que uno le gustan, con una escultura de Giacometti, El palacio a las 4 de la madrugada, dedicada a su obsesión por su amada Denise. Ahora la ve amenazada y pide a los editores que sean fuertes y resistan las presiones de las grandes cadenas.

Los fracasos del éxito

En un balance irónico, el escritor alemán Hans Magnus Enzensberger recuerda los fiascos y frustraciones de su carrera

Confieso que he fallado. En su libro: Mis traspiés favoritos, Enzensberger cataloga sus reveses en poesía, cine y televisión. foto. fuente: Revista Ñ.

Pasados los ochenta, Hans Magnus Enzensberger decidió asumir con humor el momento del inevitable balance de su carrera como escritor, en la que no escasean logros en los distintos géneros que, siempre con gran originalidad, abordó a lo largo de su vida. El relato de sus reveses y frustraciones profesionales son el tema de su último libro, Mis traspiés favoritos, seguidos de un almacén de ideas, aparecido después de El gentil monstruo de Bruselas o Europa bajo tutela, un ensayo breve (forma de la que es un maestro) sobre las iniquidades de la Unión Europea, y de otra obra (también traducida por Anagrama), Hammerstein o el tesón, “de la que es difícil decir si es una biografía, una investigación histórica o una novela”, como explica con justicia aquí, consagrada a una curiosa figura histórica.
Kurt von Hammerstein, noble y conservador, fue un general alemán que se mostró hostil al nazismo desde antes del ascenso de Hitler. Las simpatías de sus hijas por el comunismo eran conocidas. Llegó a arrancarle al mariscal Paul von Hindenburg la promesa de que jamás nombraría a un cabo austríaco al frente del Estado prusiano, y renunció como jefe del estado mayor cuando los nazis tomaron el poder. Conspirador, falleció antes de que los conjurados de 1944 atentaran ese año contra Hitler y fueran eliminados por la represión.
Hammerstein o el tesón resultó un éxito, pero en Mis traspiés favoritos Enzensberger se ocupa más bien del abortado proyecto por llevarlo a la pantalla. Cronológicamente, fue quizá el último fiasco, pero no el primero ni el principal de su dilatada trayectoria.
La lista de reveses abarca, como su propia producción, casi todos los registros: poesía, narrativa y traducción, guiones y libretos, proyectos para la televisión y la radio, la ópera y el cine.
Los traspiés en cuestión no tienen todos ni la misma jerarquía ni el mismo impacto. La biografía diferencia entre los dolorosos resbalones de un primerizo y los de un profesional curtido que los asume con distancia irónica, porque se integran a la ridiculez general del mundo en el cual se mueve. Según aclara este poeta alemán, también hay que distinguir los tropiezos específicos de cada rubro.
El naufragio de un libro se disuelve en el tiempo y así atenúa la penuria que genera. Tras una breve, aunque quizá lacerante, exposición a la crítica, sobreviene un lento, discreto olvido del público. El malhumor del editor no es nada comparado a los derrumbes teatrales, cuyos efectos son fulminantes. El desaliento o el resentimiento contagian a todo el grupo la noche de un fallido estreno o tras una penosa primera semana en cartel. El público y los actores están allí, frente a frente. Cada integrante de la troupe se formula la amarga pregunta: “¿quién tuvo la culpa?”, y tiende a dirigir su índice lejos de sí mismo. En el catálogo de ruinas, la obra que se levanta después de la primera función es la que produce los mayores flagelos.
Existen planes que se hunden antes de comenzar, o que se terminan evaporando durante las tratativas preliminares. Otros, en cambio, estallan en las negociaciones donde se mezclan el dinero de los hombres de traje y el ego hipertrofiado de los artistas; o arden lentamente en las combustibles luchas entre guionista y director, o entre éste y el equipo. En ocasiones el arte se rinde a las inclemencias de la biología y la muerte de alguna persona esencial para el desarrollo de un proyecto lo arrastra consigo a la nada. Una quebradura de la estrella cancela a último momento una puesta llamada a convertirse en un suceso artístico y comercial. Irónicamente, se trataba de una versión de Jacques, el fatalista.
La producción de los programas y las películas aporta a la literatura un género tan importante como secundario, de letra equívoca y fría: el contrato. Allí es donde cualquier gran escritor experimenta la fragilidad de su otro yo jurídico: el autor. La singularidad alemana del asunto consiste en que Enzensberger apenas deja asentada alguna queja sobre el cumplimiento de los honorarios pactados. Una versión latina de Mis traspiés favoritos abundaría en reclamos.
La arbitrariedad de los fervores parece, en cambio, algo universal. Ideas impracticables, para sorpresa de los creadores, pueden entusiasmar hasta el delirio a los financistas, mientras que otras, promisorias y realistas, suelen ser rechazadas en nombre de un indiscutible sentido común profesional. La última sección de Mis traspiés favoritos acumula propuestas y borradores que han quedado en el cajón. El autor los ofrece a quien quiera aprovecharlos y promete que no exigirá compensaciones económicas.
Integrante de una generación de luminarias de la literatura alemana, Enzensberger relata también el frustrado intento de lanzar una revista literaria, cuyo primer título fue Aleluya, pero que terminó llamándose Gulliver.
El nombre es todo lo que quedó de ella, pese a los esfuerzos de su colega también alemán Uwe Johnson y el apoyo de Günter Grass, Martin Walser e Ingeborg Bachmann. El plan llegó a concitar interés en Francia e Italia, agrupando a figuras como Jean Genet, Roland Barthes y Maurice Blanchot; Calvino, Moravia y Pasolini, en lo que pudo haber sido un formidable foro internacional de experimentación y crítica.
Los manuscritos olvidados y las revistas imaginarias representan, por supuesto, asuntos relevantes para cualquier historia literaria, y Enzensberger contribuye al capítulo alemán con su libro. Pero el fracaso no suele tener quien le escriba.

Bang, bang: estás liquidado

En la tradición del policial negro norteamericano, Que nadie se mueva es un relato lleno de disparos, con el trasfondo de una California áspera, oscura y marginal

Denis Johnson, autor de Que nadie se mueva. foto.fuente: Revista Ñ.

Denis Johnson se convirtió en escritor de culto al publicar Hijo de Jesús en 1992, un libro de relatos alimentado con la experiencia autobiográfica de sus adicciones al alcohol y la heroína. Años más tarde, en el 2007, Johnson terminó siendo el escritor consagrado por editores, colegas y críticos al obtener el Nacional Book Award con su monumental novela sobre Vietman, Arbol de humo , que fue también finalista del premio Pulitzer de ese mismo año. Entre un libro y otro, Johnson publicó varias novelas, firmó guiones de cine y obras de teatro y compiló las crónicas y ensayos que había publicado en diversos medios como New Yorker o Harper’s Bazar, con el título de Seek: Reports from the Edges of America & Beyond . Pero antes de todo eso, es decir antes de 1992, Johnson ya contaba con cuatro libros de poemas y otras cuatro novelas, entre las que destaca su poderoso debut, Angeles derrotados (narración que escribió mientras era profesor de escritura creativa en una prisión estatal en Arizona), u otras novelas con títulos que parecen salir de su confeso estatus de cristiano no convencional: Resurección del hombre ahorcado . Jesús, ángeles, resurrecciones: palabras que remiten a una obra que acoge a los grandes perdedores de la noche americana, las víctimas-victimarios que suelen llevar consigo el ambiguo destino del delito y que la pluma de Johnson empuja hacia universos de libertad salvaje o los hace esclavos de una redención eventual.
Que nadie se mueva comparte esta exploración por la oscuridad americana, complementada con la oscuridad de la novela negra y el ambiente del crimen en California. Se trata de una narración oscura, disparatada y divertida al mismo tiempo, en la que los personajes se mueven al filo del ridículo en un mundo atravesado por el vuelo quemante de las balas.
Road novel policial sin policías ni detectives, sin atributos investigativos, sin misterios que desentrañar, sin una ley moral que marque la contratara de unas acciones con frecuencia irruptivas e intermitentes, siempre al margen de la ley y de la corrección política e incluso sintáctica, con personajes entregados al extravío, absorbidos por un código que no responde a la moral ni a la justicia sino al deseo desbocado e individual, al amor áspero, a la rebeldía y a la necesidad, siempre frustrada, de superar un futuro que solo trae amenazas e incertidumbres en una Norteamérica de cartón y neón.
Un gánster árabe de nombre Juárez, una abnegada y casquivana médico veterinaria que fue enfermera en la guerra del golfo, un matón a sueldo (más parecido a un Goliat que a un ser humano en busca de venganza), una hermosa y alcohólica india proveniente de una reserva que ha dejado a su esposo encima de un charco de sangre, y un Jimmy Luntz, protagonista tambaleante, “típico merodeador de estación de autobuses”, un tipo que trabaja como solista en el coro “Los vagabundos de Alahambra”, trajeado con esmoquin blanco, chaleco a cuadros y pajarita a cuadros, y con ganas suficientes de meterse en problemas, pues es un ludópata perdedor y debe una importante suma de dinero ¿A quién? Al árabe Juárez, que tiene en Gambol (Goliat) su brazo armado, y que al escapar conoce a Anita Desilvera, la india “guapa y maldita” escapada de la reserva, de quien Luntz se enamora (en realidad todos se enamoran de Anita) para iniciar una sucesión de episodios donde no faltan el hotel de paso, la escopeta corta con cacha de nácar, los disparos que fogonean la noche, el restaurante a la orilla de la carretera, el Cadillac Brougham tapizado en cuero blanco, dos millones de dólares que todos buscan y nadie encuentra y un río, el río Feather, que corre a lo largo de estas vidas en peligro, que sigue su rumbo como si fuera la irreversible marea del destino.
Publicado originalmente como novela por entregas para la edición norteamericana de la revista Playboy, Que nadie se mueva puede ser visto como un libro menor dentro de la densa obra de Johnson, aunque sus personajes nunca se distancian de esos individuos cautivos de sus propias fragilidades que suelen gravitar en el resto de su obra, constantemente amenazados por una irrrefrenable fuerza autodestructiva. La novela ha sido llevada al teatro por el proyecto teatral Campo Santo, el mismo colectivo teatral con el que Johnson a puesto en escena casi toda su importante obra dramatúrgica.
Debemos a Rodrigo Fresán, quien ha sido traductor de Hijo de Jesús y ahora editor de Johnson para la colección Roja y Negra de la editorial Mondadori, la constancia en dar a conocer la obra de uno de los autores americanos más prestigiosos y menos conocidos en nuestra lengua, un autor que llegó a realizar contratos editoriales no a cambio de anticipos sino del pago de sus cuantiosas deudas con el fisco de los Estados Unidos y que ahora, desde el 2011, integra ese olimpo del patrimonio cultural que es el fichero de documentos originales del Harry Ransom Center de la Universidad de Austin Texas, el mismo lugar que alberga los papeles originales de gente como Edgar Allan Poe, Jack Kerouac o Jorge Luis Borges.

Arriaga: "la novela romántica es el estereotipo de una sociedad absolutamente patriarcal"

La mujer en Internet, su falta de presencia y el uso de la literatura para alejarla de la reivindicación social

 Mercedes Arriaga Flórez, catedrática de Filología italiana, ha advertido  de la "desvaloración" de la mujer en Internet, su falta de presencia y el uso de la literatura para alejarla de la reivindicación social, a lo que añade que "la novela romántica es el estereotipo de una sociedad absolutamente patriarcal". foto.fuente:lainformacion.com


'Internet y la Igualdad de género. Riesgos y posibilidades para los derechos de las mujeres en la Era de Internet' es el curso de verano de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) en el que Mercedes Arriaga Flórez, catedrática de Filología italiana, ha advertido este miércoles de la "desvaloración" de la mujer en Internet, su falta de presencia y el uso de la literatura para alejarla de la reivindicación social, a lo que añade que "la novela romántica es el estereotipo de una sociedad absolutamente patriarcal".
Arriaga Flórez se siente comprometida con el feminismo como una forma de "humanismo corregido, ampliado para hombres y mujeres" y por ello asegura, se comienza a formar "un movimiento de despertar" en Internet, los blogs o páginas literarias en el que las mujeres deben hacerse hueco y no dejarse influenciar por el capitalismo y la publicidad. Temas como la literatura, la cultura y las mujeres en la Red son los puntos clave de su exposición con la que pretende "advertir a las mujeres e invitarlas a hacer una literatura desde nuestro punto de vista".
"El patriarcado y el capitalismo se unen para lanzar unos productos pensados para las mujeres. La novela romántica es el narcótico de las mujeres, una fábula que se vende para que ellas, que creen en el amor, no se ocupen de reivindicar otras cosas, sus derechos, ser independientes" manifiesta en declaraciones con Europa Press.
Alumnos y alumnas han asistido a este curso que se realiza en el Centro 'Olavide en Carmona', en la localidad sevillana, hasta el próximo 29 de junio y en el que también se han planteado cuestiones importantes como "romper los mitos" de cuentos tradicionales.
CENICIENTOS O PRINCESAS CON PRINCESAS
Mercedes Arriaga plantea la posibilidad de nuevas formas de escritura en las que haya "cenicientos" o princesas que se enamoran de otras princesas, pues para la filóloga el problema reside en que las mujeres "no se dan cuenta de que detrás de ese mito se esconde la cárcel del hogar".
Desde un punto de vista teórico, la cultura se convierte en la base de la explicación del machismo, el patriarcado o el desprestigio de la mujer actual. Arriaga Flórez no advierte "grandes" riesgos en Internet, al que califica como un canal "extraordinario, con nuevas potencialidades" para la toma de independencia de la mujer, "pero no un milagro" a lo que invita a crear literatura en la Red, una forma de "romper barreras" y acabar con la literatura machista.
Sin embargo, en sus argumentaciones es consciente que el camino es largo y critica al sector masculino: "Si una mujer inventara un cuento, vamos a poner en el que aparece una mujer adúltera, esa invención iba a recaer sobre su condición. Entones ya no será tan buena, porque si se imagina éso". Los prejuicios, dice, están muy presentes en Internet, donde, a juicio de la experta, la banalización, condescendencia o cancelación son las principales deficiencias del canal del futuro respecto a las mujeres emprendedoras.
Profundizar en lo "imaginario y simbólico" y potenciar la escritura de la vida real reflexionando en el contenido y la forma, cree Arriaga que son las apuestas del futuro, conceptos que tendrían una gran aceptación aunque "un príncipe se case con otro príncipe", siempre que el respeto, la ética, la igualdad y la reciprocidad sean bases en la literatura y las relaciones.
Así, Mercedes Arriaga ofrece un repaso a todo lo que se puede encontrar en la red en ese tema, estructurándolo en tres apartados: la academia de literatos machistas y lo que se está haciendo para recuperar la literatura de mujeres, las escritoras y sus iniciativas en webs colectivas e individuales, o los blogs.

28.6.12

Gabo está en todos sus cuentos

Gabriel García Márquez. Homenaje: 85.45.30*

Un solo volumen reúne por primera vez toda la narrativa breve del premio Nobel. El libro es el palimpsesto de todo lo que tiene que ver con Macondo

Gabriel García Márquez, según Agustín Sciammarella. foto.fuente: elpais.com

Gabriel García Márquez le dijo a Luis Harss, el autor de Los nuestros, la biblia del boom, que aborrecía sus primeros cuentos, los que escribió para El Espectador de Bogotá. Entonces era 1965, dos años antes de que apareciera Cien años de soledad, el que sería Nobel se alimentaba de hierbas y otras esperanzas, y escribía como un poseso mientras hacía cine, periodismo y cumplía otros ritos para alimentarse, para alimentar a sus hijos y para llevarle a Mercedes Barcha, su joven esposa, la tranquilidad que no tuvo el coronel de El coronel no tiene quien le escriba.
Cuando le dijo eso a Harss, García Márquez no hablaba en serio, y de hecho la historia no se lo ha tomado en serio cada vez que dijo que quería dar un escrito a las llamas. Ahora esos cuentos (incluidos en el volumen Ojos de perro azul, sobre todo), y muchos más, aparecen en un solo volumen por primera vez en la historia editorial del prolífico escritor lento de Aracataca. El libro tiene 509 páginas y ha sido publicado, como toda la obra de Gabo, por Mondadori. Está impreso en Barcelona, donde vivió el escritor (en la calle de Caponata), y donde pasan algunas de estas fábulas que despiertan a un muerto, y que por cierto están llenas de muerte, que es el ramaje en el que se desenvuelve, a grandes rasgos, la narrativa de este enorme cuentista.
Casi 30 años después de haberle dicho a Harss que él quemaría sus primeros cuentos, Gabo vino a Barcelona con un disquito (un disquete), pues ya hacía rato que se había pasado al ordenador. Traía ahí sus últimos escritos, y seguía contando cuentos. Ahí estaban sus Doce cuentos peregrinos, que cierran este volumen con algunas historias que, como el silencio que transmiten, y la sangre con que están escritos, producen escalofríos.
Ahí se advierte, mucho más que en todos los anteriores, hasta qué punto Gabo se ha servido, en la novela pero también en los cuentos y en la vida, de los artilugios que aprendió en el periodismo. Su cuento El rastro de tu sangre en la nieve, con el que se cierra este libro, es la esencia misma de su voluntad de narrar desde la realidad lo peor de los sueños. Una recién casada se hiere en el dedo donde lleva el anillo, pero sigue en un viaje que arranca en la ignorancia y termina... Bueno, tienen que leerlo, pues releer a García Márquez es leerlo por primera vez. Ese cuento en concreto está lleno de sus exageraciones, de sus mentiras, y de los trucos con los que amparó su periodismo. El profesor y novelista Pedro Sorela ha rastreado en el García Márquez periodista algunos hábitos que le sirvieron al narrador: el ritmo a veces requiere ciertos requiebros, así que alimenta datos inocentes con impares que le vienen bien, y que no destrozan la realidad (en la no ficción), y que la embellecen (en la ficción).

El escritor leía e imitaba a Kafka y a Joyce en sus inicios, según Harss
Ese cuento es algo así como la caja negra del libro, donde está el resumen de sus secretos. Dijo en 1991 (cuando fue con su disquito a la casa de Carmen Balcells) que ahora comprendía “por qué los abuelos contaban cuentos”: para oírlos. Y lo que sucede en este cuento es que uno ve el artilugio como si lo contara un abuelo: alguien le diría al pasar que una chica colombiana esposa de un dandi de coches de lujo se había herido en la noche de bodas, y que había hecho el viaje de bodas dejando un rastro de sangre en la nieve. La exageración cobró cuerpo en la mente que concibió Cien años de soledad y el cuento se lee igual que se leían esa novela o los artículos que, para ganar mano, escribió en los ochenta en EL PAÍS.
El volumen es el palimpsesto de su obra principal, todo lo que tiene que ver con Macondo. En Los funerales de la Mamá Grande, cuentos que fueron escritos en 1962, el narrador dice, en el inquietante La siesta de los martes: “Todo había empezado el lunes de la semana anterior (...). La señora Rebeca, una viuda solitaria que vivía en una casa llena de cachivaches, sintió a través del rumor de la llovizna que alguien trataba de forzar desde afuera la puerta de la calle. Se levantó, buscó a tientas en el ropero un revólver arcaico que nadie había disparado desde los tiempos del coronel Aureliano Buendía, y fue a la sala sin encender las luces. Orientándose no tanto por el ruido de la cerradura como por un terror desarrollado en ella por 28 años de soledad, localizó en la imaginación no solo el sitio donde estaba la puerta sino la altura exacta de la cerradura”.
La ambición de los cien años ya estaba descrita. “Macondo interesa no por lo que es, sino por lo que sugiere”, explica Harss después de escucharle hablar a Gabo en México sobre el proyecto que tenía. La crónica de ese proyecto está aquí, en muchos de los cuentos de ese largo capítulo de este volumen total, Los funerales de la Mamá Grande. A mediados de los sesenta, Gabo concedía que se había extralimitado, hasta entonces, con la combinación de sus ancestros literarios, había mezclado a Hemingway con Virginia Woolf y con Kafka, aunque ya se estaba decantando por Faulkner; antes, su amigo Álvaro Mutis le había arrojado Pedro Páramo, de Rulfo, para que se fuera enterando. Pero es cierto que en los cuentos que hubiera quemado (Ojos de perro azul, por ejemplo) esa atmósfera derivada de múltiples mezclas literarias ya hacen adivinar al Gabo que escribió Cien años de soledad. Lean, por ejemplo, La tercera resignación, de 1947: “Estaba pesado y duro aquel ruido. Tan pesado y duro que de haberlo alcanzado y destruido habría tenido la impresión de estar deshojando una flor de plomo”. Estaba dispuesto el joven Gabo, de todos modos, a dejarse provocar por las sensaciones que en literatura parecen la materia sentimental que da gasolina a los dedos. Se lee: “Pero de pronto el miedo le dio una puñalada por la espalda. ¡El miedo! ¡Qué palabra tan honda, tan significativa! Ahora tenía miedo; un miedo físico, verdadero. ¿A qué se debía?”. La vida fue llevándolo por una fábula más rítmica, que tuvo en ese libro, El coronel no tiene quien le escriba, el homenaje que le debía a Hemingway, y en Cien años de soledad el homenaje que le debía a Aracataca.
En aquel entonces leía e imitaba a Kafka y a Joyce (le dijo a Harss); se pasaba el día “truqueándolos”, con resultados negativos, “malabaristas”. La perfección (él es consciente de que la perfección era su objetivo) vino del ritmo, de la música. Muchas veces cita a sus compositores (Brahms, Bach), y se diría que cuando escribe trata de imitarlos. Si ahora se lee el libro combinando los cuentos de una época y de otra, los cuentos de los años cuarenta y aquellos que escribió ya en sazón, y de eso hace 30 años, uno ve que aquel que escuchó los cuentos en la cuna de Aracataca no paró desde entonces hasta hallar el ritmo con que los almacenó en su memoria de fabulador. La experiencia solo le ha dado historias. La música la lleva en las venas.
*85 años de Gloria. 45 años de la publicación de Cien años de soledad. 30 años del atorgamiento del Premio Nobel de Literatura. Homenaje. Café Literario Bibliófilos: El coronel no tiene quien le escriba. Durante el mes de Julio.