El argentino escribe sus memorias a través de la historia de su biblioteca
AlbertoManguel, autor de Historia de la lectura. foto:Carlos Alba. fuente:elmundo.es |
Así empieza uno de los apartados que componen 'El sueño del rey rojo.
Lecturas y relecturas sobre las palabras y el mundo', de Alberto
Manguel: "Desde hace siete años, vivo en una antigua casa parroquial de
piedra en Francia, al sur del Valle del Loira, en una aldea de menos de
diez casas. Escogí este lugar porque junto a la casa había un granero, medio derribado desde hace siglos,
de tamaño suficiente para dar cabida a mi biblioteca de unos treinta
mil libros, reunidos a lo largo de seis décadas itinerantes". En cierto
modo, este libro es una memoria a fogonazos de esas seis décadas.
También habla de editores, de cuestiones particulares de Literatura o de
Literatura en general...
Pero, del mismo modo que quizá la Alicia de Lewis Carroll fuera,
según se dice en 'A través del espejo', el producto soñado del Rey Rojo
durmiente, este libro bien podría ser el sueño de una gran biblioteca
que, al cabo de seis décadas, se asienta, sedentaria, y se piensa a sí
misma. Manguel, cuan guardián y antes porteador, nos transmite lo que su
biblioteca figura y cogita. "No todos los bibliotecarios son
sedentarios", explica Manguel. "En el siglo X, Abdul Kassam Ismael, Gran
Visir de Persia, para sentirse por doquier en casa, viajaba con su
biblioteca de 117.000 obras cargadas a lomo de 400 camellos entrenados a marchar en orden alfabético. Yo viajo con menos, pero siempre viajo con al menos un libro en la mano".
Lectores ideales
Una cuestión muy tratada en este libro (que desde luego mucho tiene
de tratado: 'Tratado de lecturas y lectores', bien podría intitularse)
es el del buen lector. Más aún, el lector ideal. Sus características,
sus aptitudes. Preguntemos a Manguel.
¿Cuál es el lector ideal de Dante?: "El lector ideal
de Dante soy yo, es cada lector, cuando está a solas con el texto. Pero
confrontados con la incalculable masa de comentarios que los lectores
han ido acumulando a través de los siglos, nadie es el lector ideal de
Dante. Admiro las lecturas de John Freccero, Piero Boitani, y de Borges,
por supuesto".
¿El lector ideal de Homero?: "Igual con Homero.
Aunque aquí los lectores que más admiro son aquellos que los han
devorado, digerido y transformado en otra cosa: Joyce, Derek Walcott,
Borges nuevamente. En sus versiones han concedido a Homero (valga el
oxímoron) una nueva inmortalidad".
¿El de Lewis Carroll? "Para Carroll, sólo alguien
como Martin Gardner quien descubrió el sentido de sus absurdas bromas y
referencias íntimas, y produjo la mejor edición anotada de los libros de
Alicia".
En 'El sueño del Rey Rojo', Manguel recuerda ampliamente a Borges, quien es reconocido como maestro suyo. "A Borges lo
conocí en mi adolescencia y para mí, lo más importante, además por
supuesto de su gran erudición e inteligencia literaria, fue el ejemplo
de la libertad lectora, de elegir lo que a él le gustaba o juzgaba
importante, de sentir que tenía el derecho de vivir entre libros, y no
tener que seguir una carrera útil como abogado médico". A
cuenta de la "libertad lectora", podríamos preguntarnos qué es
realmente, bajo la autoridad del canon, que demarca la buena literatura
de la mala, la alta cultura de la baja, y todas las ramas
clasificatorias. Explica Manguel: "Los cánones fueron establecidos por
primera vez en la Biblioteca de Alejandría para guiar a los lectores a
través de incontables volúmenes sobre determinado tema. Pero como guía,
pronto se convirtieron en dogma, y todo dogma esteriliza el pensamiento.
Nos dejamos convencer por opiniones de autoridad, pero frente a esas
opiniones debemos permitirnos la libertad de elegir según nuestro propio
sentido. Una cosa es que George Steiner me diga que un libro es bueno,
otra que me lo recomiende Paolo Coelho. Y al mismo tiempo, puedo
reconocer la grandeza de un Maupassant, por ejemplo, y el hecho de que a
mí no me guste".
Libros, tierra, plano
Una y otra vez aparece en estas páginas la figura del mapa,
y los libros como una geografía. Y la biblioteca (aquel granero
insondable en el Valle del Loira) como geografía. Y, claro, como mundo.
"La metáfora del mundo como libro es antiquísima", considera Manguel.
"En el siglo seis a. C., Ezequiel recibe en una visión de fuego la orden
de devorar un libro que le permitirá predicar ante los rebeldes hijos
de Israel. Ese libro (que vuelve a aparecer en la Apocalipsis de Juan)
es el mundo. En la Edad Media, la metáfora se convierte en lugar común
de la retórica, y Fray Luis de Granada puede hablar de las cosas de este
mundo (plantas, animales, seres humanos) como letras con las que el
sabio Autor escribe el maravilloso libro del universo. Jorge Santayana
arguyó que hay libros en los que las notas a pie de página o los
comentarios que sus lectores anotan en las márgenes, son más
interesantes que el texto mismo. "El mundo," concluye, "es uno de esos
libros." Inversamente, todo libro es un mundo, un mapa, una guía del
universo que refleja, al menos en parte".
'El sueño del rey rojo. Lecturas y relecturas sobre las palabras y el
mundo' contiene también el inicio de ese mundo. El recuerdo de la
fundación de ese mundo de muchos mundos. Las primeras lecturas y las
primeras bibliotecas. La juventud aparece como un espacio de lectura
ideal. O al menos, de lectura irreversible. "De muy jóvenes nuestra
lectura es más exigente, menos contaminada de cultura. Rechazamos o
elegimos un libro por razones íntimas, y también nos sentimos capaces de
corregirlo, salteando partes que nos aburren y mejorándolo en nuestra
memoria. Más tarde nos dejamos llevar por el "qué dirán" y por el
ejemplo de los otros. Mi sueño es ser de nuevo ese lector que no sabía que el doctor Jekyll y el señor Hyde eran una sola y misma persona".
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