31.8.11

La clase obrera no va al paraíso

El escritor brasileño Luiz Ruffato presenta Ellos eran muchos caballos, hoy miércoles en Bogotá
Luiz Ruffato es uno de los escritores contemporáneos más aplaudidos por la crítica de su país.foto:Embajada de Brasil.fuente:vive.in

El desafío del escritor brasileño Luiz Ruffato (Cataguases, Minas Gerais, 1961) posee un talante épico. Narrar un día en la vida de una megalópolis como Sao Pablo: el 9 de mayo del año 2000. Un martes como tantos, con un cielo que luce nublado y que más tarde será más claro. La calidad del aire mejorará con las horas. Habrá luna creciente.

¿Cómo escribir una historia sobre una ciudad que no tiene historia?, se pregunta este periodista que dejó el diarismo para entregarse de lleno a la literatura pura y dura. La respuesta es un libro que se llama 'Ellos eran muchos caballos', frase que Ruffato toma de un poema de Cecilia Meireles. Esta obra obtuvo el premio Machado de Assis.

Para salvar un propósito imposible hace falta un empeño ciertamente mágico. Ruffato desmontó la salvaje complejidad de una urbe latinoamericana con la ayuda del número 68: esa es la cifra enigmática de postales, retazos, imágenes, momentos, energías, fuerzas disolutas, voces, listas, revelaciones, que conviven en su libro que es también un rompecabezas que no quiere parecerse a ningún otro.

Ruffato, hijo de una lavandera y un vendedor de crispetas, es un hombre asediado por la obsesión de registrar la marginalidad y la violencia de una ciudad inabarcable desde una perspectiva tan personal como desmitificadora. Ruffato ha escrito un libro cien por ciento libre de prejuicios y banalizaciones sobre el dolor del otro.

Su idea de originalidad lo induce a componer la realidad a partir de 68 polaroids que le hablan al lector desde puntos de vista poco habituales: un perro que ha sido agredido, un predicador desesperado, el listado seco de los libros de una biblioteca, el menú de un restaurant, avisos clasificados, la carta de una madre, mensajes en una contestadora telefónica, una esposa harta de su marido...

La operación Ruffato, una experiencia que se produce luego de atravesar 158 páginas de 'Ellos eran muchos caballos' y permanecer un instante absorto frente a un recuadro negro, desencaja y perturba. No resulta sencillo, por decir que es casi imposible, meter la vida y sus contradicciones en un volumen tan pequeño como perturbador.

Lanzamiento

Por invitación de la Embajada del Brasil, Ruffato estará presentando su novela hoy miércoles, 31 de agosto, a las 6:00 p.m., en el Centro Cultural Gabriel García Márquez (Calle 11 No. 5-60).

El libro se toma Bucaramanga

Hasta el 3 de septiembre se realizará la Feria del Libro Ulibro 2011
Los organizadores de Ulibro estiman que la feria será visitada este año por más de 30.000 personas.foto.fuente:vive.in

Con más de 200 invitados, entre autores, escritores y conferencistas, y 89 puestos de exhibición, la Universidad Autónoma de Bucaramanga (Unab) realizará desde este lunes 29 de agosto la novena versión de la Feria del Libro Ulibro 2011, que en esta oportunidad tiene como eslogan 'Leer por naturaleza'.

Hasta el 3 de septiembre próximo se extenderá esta cita, en la que 78 expositores representarán a más de 250 fondos editoriales, en un área de exhibición de aproximadamente 500 metros cuadrados.

Karen Patricia Vásquez, directora de la feria, precisó que entre los invitados extranjeros se destacan Artur Manfred Max Neef, ganador del Premio Nobel Alternativo de Economía en 1983; el holandés Bart Van Hoof, ingeniero ambiental experto en gestión ambiental empresarial; el cantante y escritor Leo Mashlía Hiam, de Uruguay, y el escritor y periodista Lino Solis de Obando, de Chile.

"Los stands se acondicionarán en los pasillos aledaños a la Plazoleta y en una carpa pabellón de 20 metros de frente por 26 de fondo, la cual tendrá piso y tapete de alto tráfico, iluminación adecuada y aire acondicionado, lo que les permitirá a los expositores mostrar sus productos con seguridad y a los visitantes recorrer el área de exhibición sin inconvenientes", agregó Vásquez.

Invitados nacionales

Entre los expositores colombianos que estarán en Ulibro se destacan Fernando Soto Aparicio, escritor, poeta, guionista de televisión y ensayista; Antonio Ungar, ganador del Premio Herralde de Novela 2010 con Tres ataúdes blancos que ya alcanza una segunda edición; Brigitte Luis Guillermo Baptiste, bióloga y directora del Instituto Alexander Von Humboldt, y Miguel Mendoza Luna, cuentista y periodista.

También estarán Juan Alfredo Pinto, embajador de Colombia en la India; Jineth Bedoya, subeditora de Justicia de EL TIEMPO; Judy Henríquez y su hija Adriana Romero, actrices; María Jimena Duzán, periodista y politóloga, Florence Thomas, psicóloga y asesora en estudios de género, y Plinio Apuleyo Mendoza, periodista y escritor.

La programación académica estará acompañada de actividades culturales y recreativas como conciertos musicales, festivales gastronómicos y transmisiones en vivo por radio e Internet, así como en diferido por el canal regional de televisión TRO, precisó el rector de la Unab, Alberto Montoya Puyana.

La feria también incluye franjas especiales de cine 'Ver por naturaleza' y 'El año Cuervo', como homenaje a Rufino José Cuervo, uno de los filólogos más importantes de la historia colombiana. Además, habrá obras de teatro para niños y niñas, al igual que exposiciones de fotografía y de pintura.

La feria en cifras
*Se esperan más de 30.000 visitantes.
*Habrá más de 200 invitados.
*En programación hay 50 actividades.
*Se realizarán 28 transmisiones en vivo por Internet.
*Se inscribieron 78 expositores.
*Ocho nuevos libros serán presentados.
*Ulibro tiene una inversión de más de 400 millones de pesos.

Información sobre la programación y transmisiones en la página web www.ulibro.com

Escritores españoles participan en la semana de las Letras de España en Panamá

Los autores panameños que participan en la iniciativa son Alondra Badano, Héctor Collado, Salvador Medina Barahona, Juan David Morgan, Rafael Ruiloba, Consuelo Tomás, Carlos Wynter y Gloria Young
Fotografía de archivo del escritor y periodista Juancho Armas Marcelo.foto.fuente:lainformacion.com

Los escritores españoles Juancho Armas Marcelo, Martín Casariego, José Esteban, Paula Izquierdo y Lourdes Ventura participan desde ayer en la semana literaria "Letras de España", organizada por la embajada española en Panamá para estrechar los lazos culturales entre los dos países.

Los cinco escritores participan junto a autores panameños en encuentros y coloquios con el objetivo de compartir lo mejor de la literatura española y motivar el interés por la lectura, explicaron en una rueda prensa los propios narradores y los organizadores.

"Letras de España", organizada por la Embajada de España y la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), tiene el apoyo de instituciones panameñas como el Consejo Nacional de Escritores, la Biblioteca Nacional, la Universidad de Panamá y la Tecnológica.

En esta semana literaria, que por primera vez se realiza en Panamá, participarán de manera simultánea hasta el próximo viernes un grupo de escritores panameños con la idea de que esta actividad se convierta, a futuro, en un "puente cultural" permanente entre los dos países, dijo el embajador español, Jesús Silva Fernández.

El diplomático agregó la intención es que este acercamiento entre escritores panameños y españoles se convierta en una tradición y sea parte de las actividades del Centro Cultural Español en Panamá, que se creará próximamente en este país.

Los autores panameños que participan en la iniciativa son Alondra Badano, Héctor Collado, Salvador Medina Barahona, Juan David Morgan, Rafael Ruiloba, Consuelo Tomás, Carlos Wynter y Gloria Young.

Paula Izquierdo, que disertará sobre "El arte de escribir y la creación literaria", señaló a Efe que para ella es un "privilegio" estar en este primer encuentro entre escritores panameños y españoles que espera sea, a la larga, una actividad bilateral establecida y vayan narradores de Panamá a España.

Novelista y ensayista, Izquierdo consideró que este proyecto es una forma de conocer la literatura actual de ambos países.

"Espero que esto realmente se convierta en una tradición y en una fecha clave tanto para nuestro país como para Panamá", añadió la autora de "Cuerpo de tu cuerpo" (Anagrama) y de "La vida sin secretos" (Plaza & Janés).

La novelista y crítica literaria Lourdes Ventura, que pronunciará una conferencia sobre literatura femenina, indicó que el intercambio es lo que la mueve a ella a participar en este encuentro.

La autora aseguró que lo importante de un evento como este es que permite "conocer otro país", saber qué está pasando en él, en sus calles, "estar viendo un país del que siempre teníamos una imagen lejana quienes no lo conocíamos".

Por su parte, Armas Marcelo dijo que la actividad le permitirá enterarse de los nuevos libros de los escritores panameños, también escucharlos y que ellos, igualmente, conozcan lo que hacen en la actualidad los narradores españoles.

Marcelo, autor de novelas como "El Camaleón sobre la alfombra", "Estado de coma" y "Calima", junto a Jose Esteban ("El Himno de Riego" y "La España Peregrina"), participaron la semana pasada en la VII Feria Internacional del Libro de Panamá, que acabó el domingo.

Casariego y Esteban coincidieron en que el encuentro es una gran oportunidad que tienen los escritores de ambos países de conocerse y de compartir sus experiencias literarias.

Héroes en tiempos de crisis

Superman, Batman y el resto de personajes de la editorial DC se reinventan para ganar lectores
REINVENTADOS Superman. en sus primeras aventuras, la nueva imagen de Batman y Green Lantern y el rediseño de Flash.foto: DC COMICS.fuente:elperiodico.com

«Superman tendrá todos los poderes que quieras, pero lleva los calzoncillos por encima de los pantalones». La manida broma sobre el superhéroe más conocido dejará de tener vigencia muy pronto: a partir de mañana, el hombre de acero y todo el resto de personajes que publica la editorial estadounidense DC estrenarán nueva imagen y nuevas colecciones.

Es una renovación total. Las historias contadas durante los últimos 73 años, que son los que han pasado desde el nacimiento de Superman, nunca habrán sucedido. Los nuevos superhéroes tendrán las mismas caras, los mismos poderes y la misma identidad que los antiguos, pero no cargarán con las décadas de historia de sus predecesores.

Superman ya no estará casado con Lois Lane. Será mucho más joven y, en sus primeras aventuras, lucirá una camiseta y unos vaqueros en lugar de un uniforme de superhéroe tradicional. Batman sufrirá menos cambios, pero tendrá un socio que ejercerá de hombre murciélago en África. Marvel, la otra gran editorial americana, anunció hace poco que tendría un Spiderman negro. Pero que el de siempre seguiría existiendo. En este caso, ya podemos decir adiós a las versiones de los personajes de toda la vida.

VOLVER A EMPEZAR / No es la primera vez que los superhéroes de DC se renuevan, la novedad es que todas las colecciones de la editorial vuelven a empezar desde el número 1. No se respetan los más de 900 números de Action Comics, la colección principal de Superman, o los más de 800 de Detective Comics, donde nació Batman. Es un intento de atraer nuevos lectores a un género del cómic que no pasa por un buen momento.

«Tenemos que hacer las cosas tan bien como sepamos, porque si miramos a nuestro alrededor, vemos cómo el mercado se va reduciendo», argumentaba el editor de DC Dan Didio, poco después de anunciarse los cambios. «Si conseguimos que las ventas crezcan, será importante. Pero lo más importante es intentar dinamizar el negocio de los cómics y a nuestros personajes. No queremos despertar un día y darnos cuenta de que todos los aficionados se han marchado: queremos que a la gente le vuelva a interesar lo que hacemos, la apatía es lo peor que le puede pasar a los cómics».

UN SECTOR EN CRISIS / Y es que, a pesar de que cada año se estrenan dos o tres películas de éxito protagonizadas por superhéroes, sus versiones en papel han perdido lectores a un ritmo vertiginoso y sufren una crisis profunda. En 1991 se publicó el cómic americano más vendido de todos los tiempos: se colocaron más de ocho millones de copias del primer número de X-Men. Actualmente, hay meses en los que ninguna colección supera los 100.000 ejemplares vendidos en un país con más de 300 millones de habitantes. Para compensar el descenso de las ventas, ha ido subiendo el precio de los cómics, se ha apostado por las ediciones en tomo y por la venta en librerías especializadas, abandonando los quioscos. Una estrategia que ha maquillado los beneficios, pero que ha convertido los cómics en un producto de lujo que no compran niños o adolescentes.

NUEVAS GENERACIONES / DC pretende cambiar esta tendencia: para ganar nuevos lectores, les ofrece empezar de cero. Las historias de sus personajes favoritos empiezan hoy, en el 2011. Y también ofrece variedad: aparte de superhéroes de los de siempre, habrá historias de vampiros, del oeste, de ciencia ficción. Protagonizadas por adolescentes, por homosexuales, por afroamericanos, por latinos. Un total de 52 colecciones nuevas, para todos los públicos.

De momento, el primer cómic de esta nueva DC ya tiene más de 200.000 ejemplares reservados antes de salir. ¿Será un espejismo o el inicio de la recuperación?.


La firma de cómics norteamericana, DC Cómics, combate la crisis con el lanzamiento de nuevas series de sus más famosos superhéroes. YOUTUBE

Las cartas inéditas de John Lennon

En octubre de 2012 se publicarán por primera vez más de 250 misivas y postales que el ex Beatle envió a familiares y amigos
El ex Beatle John Lennon.foto.fuente:abc.es

El escritor británico Hunter Davies, autor de la única biografía oficial de The Beatles en la década de los 60, ha recopilado más de 250 cartas escritas por John Lennon a lo largo de su vida y las ha reunido en un libro que verá la luz en octubre de 2012.

El libro editado por Davies lleva por título «The Lennon Letters (Las cartas de Lennon)» y en él aparecen «muchas cartas que nunca nadie había visto», según ha declarado el autor a la «BBC». Se trata, además, de la primera ocasión en la que Yoko Ono, viuda de John Lennon, permite que estas cartas privadas se publiquen.

Según Davies en las cartas no hay «revelaciones dramáticas», pero dan una idea de cómo era la vida de John Lennon y descubren su acentuado sentido del humor. «Se le ve como un alma torturada, pero también cómo se abre a los demás, cómo podía ser muy gracioso y las depresiones que a veces sufría... Se le ve desde todos los ángulos de su vida», ha declarado el editor británico.

Hunter Davies ha ido recopilando la correspondencia del ex Beatle en las diferentes casas de subastas que han ido vendiendo objetos de Lennon en los últimos años. Además, como recoge la «BBC», el autor británico también ha accedido a las cartas que le han proporcionado los familiares de John Lennon, el círculo más cercano de The Beatles y otros coleccionistas.

Sus emociones

El biógrafo oficial del grupo de Liverpool ha declarado que la primera reacción de John Lennon «ante cualquier tipo de emoción, ya se tratara de furia, asombro u odio, no era la de sentarse al piano o coger la guitarra, sino que cogía un bolígrafo y escribía cartas». «Cuando escribía una carta o una postal a alguien lo veía como una oportunidad única para entretener y que la gente respondiera a su sentido del humor», dijo Davies.

Según recogió «The Guardian», las cartas se imprimirán en orden cronológico y muchas serán reproducidas exactamente como Lennon las escribió, incluyendo sus dibujos y garabatos.

30.8.11

Fernando Vallejo gana el Premio FIL en Lenguas Romances 2011

El escritor es una de las voces más controvertidas de la literatura actual en español
Fernando Vallejo, autor de novelas como La Virgen de los sicarios, ganó el Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) en Lenguas Romances 2011, en México.foto:Diego Zavala Scherer.fuente:elespectador.com

El escritor colombiano Fernando Vallejo, autor de novelas como "La Virgen de los sicarios", ganó este lunes el Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) en Lenguas Romances 2011, anunció el portavoz del jurado, el mexicano Jorge Volpi.

El galardón, dotado de 150.000 dólares, será entregado el próximo 26 de noviembre en la XXVI edición de la FIL de Guadalajara, la feria más importante del sector en el mundo en idioma español.

Vallejo (Medellín, 1942) "es una de las voces más personales, controvertidas y exuberantes de la literatura actual en español", señaló Volpi al dar lectura al acta del jurado, que premió a Vallejo "por mayoría".

"Su escritura gira en torno a un único tema, Colombia, pero en realidad es una excursión abigarrada y comprometida por los conflictos del ser humano, desde la denuncia al desencanto, pasando por una difícil ternura que a veces es entendida también como agresión o disconformidad".

En un enlace telefónico tras conocer la concesión del galardón, Vallejo se mostró agradecido con un premio que, como otros que ha recibido, no esperaba.

"Nunca he esperado que me den premios, creo que me quedan muy grandes. Ya los utilizaré para una obra noble", apuntó este escritor colombiano afincado en Ciudad de México.

Vallejo aprovechó la tribuna mediática que ofrece Guadalajara para declararse a la vez "colombiano y mexicano", y para hacer una encendida defensa del mundo animal, que los seres humanos no saben respetar.

"Ahora el dolor de los animales es el mío", explicó el escritor, quien dedicó algún tiempo a mencionar algunos de los que han sido y siguen siendo sus enemigos, entre ellos la sociedad que no saber relacionarse con otros seres vivos.

Otro de sus antagonistas, admitió, es la religión católica, que consideró "en realidad una empresa criminal".

Se despachó a gusto contra la clase política, de la que dijo que todos sus integrantes son "bribones que se las dan de servidores públicos cuando en realidad son 'aprovechadores públicos'".

El autor colombiano, a pregunta sobre qué sentía sobre la violencia que inspiró una de sus novelas emblemáticas, "La Virgen de los sicarios", señaló que es un tema acabado para él, del que no escribe, aunque llamó la atención sobre el deterioro que han sufrido las sociedades latinoamericanas penetradas por el narcotráfico.

"México se está 'colombianizando' y Colombia ya se 'mexicanizó'. Nos repartimos los males. Son países hermanos", apuntó, en alusión a la irrupción en el primer país de la corrupción en la política y, en el segundo, una violencia criminal despiadada.

Finalmente, habló de que existe hoy una crisis en muchas sociedades, que se manifiesta en "una inmoralidad generalizada, entronizada en todo el mundo".

El galardón al que se hizo acreedor Vallejo lo decidió un jurado integrado por Jorge Volpi, quien actuó como portavoz, el español Juan Cruz, la chilena Cecilia García Huidobro, el peruano Julio Ortega, la colombiana Margarita Valencia, el canadiense de origen rumano Calin Mihailescu y el británico Michael Wood.

A la rueda de prensa asistieron la titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y presidenta Honoraria del Premio FIL, Consuelo Sáizar, el rector de la Universidad de Guadalajara, Marco Antonio Cortés, el presidente de la FIL, Raúl Padilla, y su directora, Nubia Macías, entre otras personalidades y autoridades mexicanas y del estado de Jalisco.

"La humanidad está en un barco que está naufragando": Vallejo

La redención humana

La luz difícil, la nueva novela de Tomás González, es tan conmovedora y profunda que nos reconcilia a la vez con la vida y con la literatura
Tomás González, escritor colombiano, apartado siempre del mundanal ruido.foto.fuente:revistaarcadia.com

Termino de leer La luz difícil. Me he devorado esa historia sobre el dolor y la redención humana. Todavía resuena en mi mente la luminosa palabra final. Cierro el libro. Me quedo en silencio. Tengo una sensación de plenitud que no quiero que se vaya. No hay nada que decir, nada que agregar. Pienso: eso es. Solo hay que dejarse habitar por la presencia de ese libro extraordinario.

Soy en este momento el lector ideal: me identifico plenamente con el texto. Quisiera abrazar a sus personajes. No me interesa interpretarlo sino leerlo en voz alta, recitarlo como un poema. Y el símil no es forzado: la narrativa de Tomás González es muy poética. Construye imágenes, busca la totalidad del mundo, le interesa la armonía sonora, la cadencia: "A veces se da rápido, a veces hay que esperar a que vuelva el sonido apropiado, así uno sepa lo que va a pasar".

Pero el lector ideal se desvanece muy pronto en la contingencia y empiezan las preguntas: ¿por qué me ha conmovido tanto esta historia, ¿por qué me parece tan buena? De inmediato empiezan a llegarme las respuestas en catarata, se agolpan, me atropellan. Trato de ordenarlas. Pasó al otro extremo: del silencio a la necesidad urgente de dialogar con esta obra. Me gustaría escribir sobre ella, hablar con su autor así resulte redundante. Me pongo en contacto con él pese a su fama de ermitaño, de escritor fuera del circuito literario y mediático. A pesar de las advertencias que he encontrado en la misma novela: "Me gustaría que en alguna entrevista me preguntaran sobre ese tema, para poder decir por fin lo que pienso respecto a la diferencia entre el Canis zumbi familiari neoyorkino y el Canis lupus familiaris colombiano o latinoamericano en general. Pero nada que lo hacen. Me desesperan, en cambio, con preguntas tediosas y difíciles de contestar sobre el post-esto y el post-aquello o sobre neo-esto y el neo-de lo de más allá".

Voy rumbo a una finca en el municipio de Cachipay, a dos horas de Bogotá, donde vive Tomás Gonzalez. La voz amistosa y cálida del teléfono para concertar la cita no me ha quitado cierta inquietud. Voy a entrevistar al admirado autor de Primero estaba el mar, La historia de Horacio, Los caballitos del diablo, Manglares (su único libro de poesía) y, por supuesto, La luz difícil, la novela suya que más me ha gustado.

No es fácil llegar a su refugio. Después de Zipacón hay que desviarse a la izquierda y tomar una carretera destapada. En ese punto lo llamo para recibir nuevas instrucciones. La señal del celular se corta. Lo llamo de nuevo. Sigo descendiendo según sus instrucciones. El paisaje deja de ser sabanero y percibo el olor inconfundible de la tierra caliente: la tierra del café y del plátano, de las heliconias. Bien lejos ha venido a encontrar este antioqueño errante el paisaje de su infancia. Sin árboles, sin animales, no pueden vivir sus personajes. Me acuerdo de David, el pintor protagonista de La luz difícil. Recién llegado a Nueva York, se estaba muriendo de tristeza en un estrecho y bulloso apartamento de la calle 101 West, en Manhattan. Había dejado de pintar. Hasta que encontró otro destartalado en la Segunda con Segunda, pero con ventanas al Marble Cementery, donde podía ver los árboles. Eso lo salvó. Tomás González está esperándome en la puerta de la finca, al lado de la carretera. Una pequeña parcela con una casa campesina que remodeló.

Nos instalamos en una terraza desde la cual se alcanza a divisar Cachipay, a lo lejos, y se escucha el torrente del río Apulo. En esta zona ocurre la novela. David, luego de vivir muchos años en Nueva York, luego de la tragedia y de la muerte de su esposa, se vino a vivir a las afueras de La Mesa, donde, ya viejo y casi ciego, escribe la historia de su vida. De Nueva York a la Mesa, de 1999 al 2018, es el contrapunto que marca el ritmo de la narración. Dos tiempos y dos espacios distintos y un mismo personaje cambiante. "A mis 60 años escribir la historia de un señor de 78 que a su vez cuenta la historia de un señor de 60", me dice. Llegó a esta zona porque le interesaba el Zen y supo que allí había una fundación que practicaba la corriente sazen. El camino que recorre David en compañía de Ángela —la campesina que lo ayuda en las labores domésticas— al borde del río Apulo, es el mismo que él recorría para ir a meditar. Un momento epifánico de la novela que, naturalmente, solo puede expresarse mediante un poema: "Este es el fondo. A cada una de las piedras la / golpea el agua, / y cada una, piedra y agua, fluyen juntas y / forman esa forma que no tiene nombre, / pues es justo ahí donde se acaban las palabras".

Llegó al Zen a través de sus poetas y filósofos, y por los taoístas. Empezó a sentarse en flor de loto un buen rato casi todos los días por allá en 1990 y desde entonces no ha dejado de hacerlo. Le pregunto qué le ha aportado el Zen a su trabajo de escritor: "La práctica de la meditación Zen me ha ayudado a desintelectualizar mi escritura, a mantenerla en la realidad (o irrealidad) de los hechos, y evitar que se convierta en ejercicio mental. Con la práctica del zen se empieza a ver con claridad cómo uno tiende a vivir enfrascado en una narrativa mental, en una especie de sueño, mientras que la realidad real va por otro lado. El Zen ayuda a bajarse de esa narrativa, de ese sueño, y a acercarse más a la realidad que es. De esa forma ha contribuido, creo yo, a que mi literatura sea más sensorial, directa, concreta. 'El ruido del agua dice lo que pienso', dijo uno de esos poetas hace ya miles de años".

La superación del dolor tiene mucho sentido en esta novela porque la historia de Nueva York, la de David más joven (o menos viejo), es una experiencia de dolor profundo. Jacobo, el hijo mayor de David y Sara, sufre un accidente —un junkie borracho estrella el taxi en que iba— que lo deja cuadripléjico. Y padece unos dolores insoportables. "Son dolores fantasmas. El organismo le anuncia al cerebro que algo malo está pasando y se queda fijado, la mente se queda fijada en ese anuncio doloroso que no es real y sin embargo es horrible", me explica Tomás González. Dolores que ningún medicamento puede quitar y que en la desesperación, llevan a la familia a caer en manos de curanderos. El doctor Shu, un acupunturista de Chinatown que les cobra 300 dólares por sesión, no le sirve de nada. Jacobo, en venganza, le pone un sobrenombre, Doctor zapato, porque su apellido se pronuncia igual que shoe. Jacobo opta por la eutanasia ("era un crimen seguir sufriendo tanto"). Como en el Estado de Nueva York no es permitido, viaja a Portland con el otro hermano, Pablo, un fortachón que ha asumido el papel de enfermero. De un lado, las llamadas de Pablo y Jacobo desde que parten hasta la hora señalada que está prevista para las seis de la mañana del día siguiente (hora del Este); de otra, el resto de la familia —David, Sara, Arturo, el hijo menor— que esperan en el apartamento de Nueva York en compañía de James y Debrah (amigos de la familia), Venus (novia de Jacobo), Ámbar (novia de Arturo), Michael (un muchacho cuadripléjico amigo de Jacobo que espera seguir sus pasos) y Preet, el taxista indio que conducía el taxi y salió ileso (son una maravilla sus monosílabos, parodiados por Arturo). Un largo día de verano y una noche eterna: "Doce y doce de la noche. Yo no podía parar de mirar el reloj. El tiempo chirriaba y nos atormentaba con sus piñones y sus púas". El tiempo como una tortura, el peso de la muerte cuando tiene fecha fija, las dudas sobre la decisión de Jacobo. La narración se intensifica porque ante la muerte cercana todo se vuelve decisivo. La amistad, el amor filial, la ternura, se notan más. En esos momentos el humor es un bálsamo precioso. Los personajes brillan en su humanidad. David, para exorcizar, para entender, intenta infructuosamente terminar un cuadro que capte la luz de la espuma que deja la hélice del Ferry que va a Staten Island. "Pero únicamente la luz, siempre inasible, es eterna. Y a la que había en el agua junto a los borbollones de la hélice del barco, por más que la miraba y la retocaba, no lograba yo encontrar la manera de plasmarla completa, es decir, la luz que contiene a las tinieblas, a la muerte, y también es contenida por ellas".

En Primero estaba el mar habla de la muerte de su hermano; en La historia de Horacio, de su familia (aparece su tío, el escritor Fernando González); al protagonista de Los caballitos del diablo, al igual que a él, "le gusta desaparecer en el abigarramiento de sus jardines y cafetales" y el de Abraham entre bandidos está inspirado en un pariente suyo que fue secuestrado durante unas horas por el famoso bandolero Chispas. Su literatura tiene un arraigo muy fuerte en la experiencia personal. Desde luego, esto podría decirse de cualquier novelista. La diferencia es que Tomás González no busca ocultarse del todo en la ficción —el famoso "striptease al revés", del que habla Juan Villoro—, al contrario, quiere que siempre se vea esa conexión con la vida que tiene la literatura. "No me gusta hacer literatura sobre literatura, las citas, los libros que hablan de otros libros. De Fernando González, más que su biblioteca, me marcó su forma directa, no libresca, de relacionarse con el mundo". De esa serie de novelas personales, La luz difícil me parece la más personal, la más autobiográfica. Allí aparece lo que es su vida actual y lo que visualiza irá a ser su vida futura. Y el balance de veinte años de estadía en Nueva York, el apartamento junto al cementerio —una bendición después de la dura llegada—, los paseos semanales a Staten Island y a Coney Island, a Brighton Beach en busca de horizonte; su hijo, que le dio para tres personajes; su esposa, que padece una severa esclerosis múltiple y también cayó en manos de charlatanes, de doctores "zapato". Ella ahora vive en Cali, postrada en una silla de ruedas, sin poder hablar, al cuidado de una hermana. "Doce años de enfermería, de calvario. No fui capaz de cuidarla más". Está mejor que con él, en un apartamento amplio donde va a visitarla. La novela está dedicada a ella. David le dice a Sara las palabras más bellas que se le puedan decir a una esposa. Tomás González me confiesa: "Es casi que extrapolada la anécdota de la eutanasia a mis vivencias personales".

Tengo una curiosidad. ¿Por qué el protagonista es un pintor? "Me hubiera gustado ser pintor. No es la primera vez que lo utilizo. En "Verdor", uno de los cuentos de Honka Monka, aparece uno. La pintura es muy cercana a la poesía. Mis pintores preferidos son Bacon, Rembrandt y Goya, porque se acercan tanto a la muerte que logran expresar la vida. Ese contraste de la vitalidad de la muerte, de lo oscuro. Me interesa eso que Bacon llama 'la sorda brutalidad del hecho' y que significa captar la realidad a través de los hechos mismos; una frase de la que me apropio en algún momento de la novela. David intenta plasmar la luminosidad y la oscuridad abisal del agua en una misma expresión artística. Es lo que yo he buscado a lo largo de mis escritos. Miro mis libros hacia atrás y me doy cuenta de que se repite ese impulso por acercar horror y belleza". Y es cierto, en Primero estaba el mar, la vida de los protagonistas es una tragedia y el paisaje que los rodea es un paraíso; en La historia de Horacio el intenso amor a la vida provoca una muerte angustiosa; en Abraham entre bandidos, Abraham camina con la muerte en los talones.

¿Va más allá La luz difícil? Creo que sí porque sintetiza de una mejor manera el horror y la belleza, el dolor y la superación del dolor. Dice David: "Mi vida hasta ahora ha sido buena. Conocí el otro lado del dolor, su otra orilla, y con insectos y pigmentos creí a veces tocar el infinito. ¿Qué más puede esperar un ser humano?

Son las cinco y treinta. La tarde se acaba. Debo irme. Nos tomamos el último café. Hemos conversado casi tres horas. "Fue agradable tenerte por estos lados. Pegamos una conversada 'ni la berrionda', como dirían en Envigado". El regreso siempre es más rápido y menos ansioso. A la subida, contemplo con más cuidado el hermoso paisaje donde se ven unas montañas magníficas al fondo. Voy hacia la ciudad que a Tomás González no le gusta porque le parece que "es muy dura y la gente vive como muy aporreada".

¿Cuál cree que es el motivo para que la literatura colombiana se lea tan poco?

El noble intelectual

Una monfortina coordina un congreso en Nápoles sobre la Academia de los Ociosos fundada por el Conde de Lemos
Grabado del VII Conde de Lemos, Pedro Fernández de Castro, realizado por Nicolas Besanzon en el siglo XVIII.foto.fuente:elpais.com

Todavía faltaba un siglo para que las Luces irrumpieran en las elites europeas. Sin embargo, algunas actitudes del Conde de Lemos ya prefiguraban lo que estaba por venir: su querencia activa por las artes y las ciencias lo convertían en peculiar entre los nobles de su época. No poca de su fortuna la empleó en sufragar las obras de escritores y pintores. A Pedro Fernández de Castro (Monforte de Lemos, 1560 - Madrid, 1622), por ejemplo, le dedicó Cervantes sus Novelas Ejemplares, las Comedias y Entremeses y la segunda parte del Quijote. Góngora se hospedó en sus dominios monfortinos y Lope de Vega fue su secretario particular. Y su mano se encontraba detrás de la fundación de la célebre Academia de los Ociosos de Nápoles, de la que ahora se conmemoran 400 años.

Una paisana geográfica, que no cronológica, del séptimo Conde de Lemos, la estudiosa Manuela Sáez (Monforte, 1937) coordina en la ciudad italiana un congreso sobre la academia. Se celebrará entre el 28 y el 30 de septiembre y en él hablarán una decena de expertos en arte y literatura italianos del XVII. "Fernández de Castro es un personaje muy reconocido en Italia, aquí no, o no tanto como debería", considera Sáez. El noble monfortino ostentaba el virreinato de Nápoles, en aquella época parte de la Corona española, cuando decidió apoyar a Giovan Battista Manso en su proyecto de academia. "Se llamaban academias, pero eran centros de reunión para intelectuales", expone, "y allí se discutía sobre música, sobre artes, sobre literatura, incluso se hacían representaciones teatrales; aunque también sobre matemáticas, ya que asistían igualmente los hombres de ciencias". Eso sí, no todo estaba permitido: los ociosos no podían debatir ni de teología, ni de política.

Tampoco la Academia de los Ociosos, en la que participaban con asiduidad los poetas Giulio Cesare Capaccio y Giambattista Basile o el dramaturgo Giovanni Battista de la Porta, fue la única iniciativa de política cultural y educativa emprendida por el virrey y conde gallego. Entre 1608 y 1616, período de su mandato, Fernández de Castro se interesó por construir un edificio para la universidad -en la actualidad, un museo arqueológico- y pagó de su propio bolsillo fondos para la biblioteca de Nápoles y para la academia que había contribuido a conformar. "Compraba obras de arte con su dinero, sobre todo los tapices, lo más valorado entonces", señala Manuela Sáez, y los destinaba a patrimonio público.

Al Conde de Lemos, que antes, justo en el período en el que Lope de Vega había sido su mano derecha, era conocido como Marqués de Sarria, le debió el virreino italiano el saneamiento de su hacienda. "Eso lo reconoce todo el mundo", apunta Sáez. Del cargo en Nápoles pasó a presidir el Consejo Supremo de Italia -antes había hecho lo propio con el Consejo de Indias-, hasta que sus protectores, la familia Lerma, caen en desgracia. Las proverbiales intrigas palaciegas, las crónicas se refieren a la conspiración contra él del Duque de Uceda y el Conde-duque de Olivares, lo mandan de vuelta a su villa natal.

Lo que comenzó siendo un retiro voluntario, a partir de 1618, en Monforte acabó convertido en un confinamiento obligatorio. En esta época, Pedro Fernández de Castro centró su atención y sus esfuerzos en Galicia y en la defensa de sus derechos colectivos. Con los contornos que estos tenían en el siglo XVII. También depositario del marquesado de Andrade y de sus tierras en la comarca de Pontedeume, la investigadora Manuela Sáez relata que en 1619, el conde emprende "su vuelta a Galicia en 80 días". Recorre todos sus estados, compra la villa de Noia y se interesa porque el viejo Reino obtenga el voto en Cortes.

Para ello redacta dos obras de política ficción avant la lettre: Historia del diputado gallego con las demás provincias de España y El búho gallego haciendo corte con las demás aves de España. "No vio colmada esa aspiración en vida, solo un año después de su muerte", explica la coordinadora del congreso del cuarto centenario de la Academia napolitana de los Ociosos. Manuel Murguía, tal vez el historiador central del galleguismo decimonónico, explicitó las deudas históricas "del país gallego" con el noble monfortino: "Su pluma, su palabra, su influencia, sus riquezas, todo lo puso al servicio del país gallego".

Fernández de Castro murió en 1622. Fue mientras viajaba a Madrid a visitar a su madre enferma, Catalina de Zúñiga. Finalmente fue él quien, mientras la salud de su progenitora mejoraba, falleció. En la ciudad de la meseta, las especulaciones por la muerte del conde se dispararon. Una carta de Lope de Vega alimentó la polémica -escribía el poeta y dramaturgo: "Mucho hay que hablar y que no es para el papel". Siete años después, sus restos fueron trasladados al convento de Santa Clara, en su Monforte natal. Su viuda, Catalina de la Cerda y Sandoval, terminó ordenándose monja en el mismo recinto.

Hijos del poeta salvadoreño Roque Dalton piden investigar crimen de su padre

El autor fue asesinado en 1975. Los familiares señalaron que el hecho es un "un caso paradigmático de impunidad"
Roque Dalton, insigne poeta revolucionario latinoamericano.foto.fuente:emol.com

Los hijos del poeta y revolucionario salvadoreño Roque Dalton presentaron hoy un "reclamo" ante la Fiscalía General para que establezca el "rumbo de la investigación" del asesinato de su padre, en 1975, al considerar que después de más de un año de haber presentado una denuncia "no se ha investigado nada".

Los hermanos Dalton, Jorge y Juan José, denunciaron en mayo de 2010 ante la Fiscalía a los exguerrilleros Joaquín Villalobos, hoy asesor en seguridad del Gobierno de México, y Jorge Meléndez, director de Protección Civil de El Salvador, por el asesinato de su padre.

"Este día hemos presentado un reclamo al fiscal (Romeo Barahona) por la tardanza en el caso de la investigación que se le solicitó el 14 de mayo de 2010 en torno al asesinato de mi padre," dijo hoy a Efe Juan José Dalton.

"No se ha investigado nada, solo que en un año y pico (desde que se interpuso la denuncia), ya existe documentación en la Fiscalía para que investigue, pero hasta ahora no ha hecho nada," agregó.

Por su parte, una de las abogadas del caso, Silvia Cuéllar, del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA), dijo a radio YSKL que lo único que quieren con el reclamo es que la Fiscalía "establezca cuál va ser el rumbo de la investigación."

Al mismo tiempo, Cuéllar consideró que si la Fiscalía General de la República (FGR) llega a "archivar" el caso, lo llevarán a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. De acuerdo con Juan José Dalton, "el asesinato" de su padre es "un caso paradigmático de impunidad," y "la impunidad es la que no permite la justicia."

Roque Dalton, ganador del premio Casa de las Américas de Cuba en 1969, fue asesinado por sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) el 10 de mayo de 1975.

El ERP fue uno de los cinco grupos que integraron en 1980 la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), hoy transformado en fuerza política y en el partido que llevó al poder al actual presidente salvadoreño, Mauricio Funes.

Nueva novela juvenil extermina a todos los adultos del mundo

En Tiempo de cosecha, sólo los menores de 18 años sobreviven a una extraña enfermedad, enfrentándolos al desafío de reconstruir la sociedad
Tiempo de cosecha se sitúa en un mundo en el que no es posible superar los 18 años de edad.foto:Oceano.fuente:emol.com

¿Qué pasaría con el mundo si los adultos desaparecieran? ¿Cómo sobreviviría la humanidad si todos los mayores de 18 años murieran súbitamente? ¿Los jóvenes podrían reconstruir la sociedad? ¿O crearían una completamente nueva?

Estas son algunas de las inquietantes preguntas que surgen en los primeros capítulos de "Tiempo de cosecha" (Trakatrá-Océano, $15.500), del escritor británico Andrew Butcher, y que es la primera entrega de la trilogía "La Tierra heredada".

La idea de una pandemia que acaba con buena parte de la población del planeta no es nueva, ciertamente. La hemos visto en libros de Stephen King y Michael Crichton, entre muchos otros, así como películas del estilo de "Soy leyenda".

Sin embargo, el horror de una catástrofe así cobra una nueva dimensión en manos de Andrew Butcher, quien no sólo instala una moderna plaga —a la que simplemente llaman "la enfermedad"— de origen impreciso y para la cual no hay cura. También traza una fatal línea invisible que atormentará a los sobrevivientes: la inmunidad desaparece a medida que te acercas a los 18 años.

Ambientada en Inglaterra, "Tiempo de cosecha" se toma su tiempo para describir la imparable expansión de "la enfermedad": van colapsando los servicios, los gobiernos y obviamente, las familias. El mundo, tal como lo conocemos, desaparece con una rapidez implacable.

Travis, Richie, Mel, Jessica y Simon, son los jóvenes sobrevivientes que, lentamente, van comprendiendo que han quedado solos, librados a su suerte, en un mundo que jamás volverá a ser seguro. La búsqueda de refugio, alimento y protección serán temas que resolver día a día. Y al igual que en "El señor de las moscas", el clásico de William Golding, también habrá diferencias y luchas. No todos creen en reconstruir, cuando es más fácil tomar lo que se necesita por la fuerza.

Andrew Butcher es autor de la serie de novelas juveniles "Spy High" (Uno y Dos). Antes de dedicarse a escribir fue profesor y considera que sus grandes influencias han sido Charles Dickens, George Orwell y Stan Lee, creador de importantes personajes de los cómics Marvel.

En inglés ya están publicadas las dos partes restantes de la trilogía de "La Tierra heredada": "Slave harvets" y "The tomorrow seed".

29.8.11

Roca:"La poesía no es la Cruz Roja del espíritu"

El argentino Jorge Boccanera en una charla con el poeta colombiano Juan Manuel Roca conversa sobre las funciones de la poesía

El escritor y poeta Jorge Boccanera, junto al poeta colombiano Juan Manuel Roca, en un descanso de sus clases en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional.foto:Luis Ángel.fuente:elespectador.com

"No es que los poetas mientan/ es que los mentirosos/ quieren hacer poesía", escribe el poeta Jorge Boccanera, ganador en el 2008 del VIII Premio Casa de América, en su "Ensayo breve sobre la honestidad poética". El poeta, que ha hecho que sus letras se cuelen en canciones de artistas como Mercedes Sosa, Alejandro del Prado, Lilia Vera, Raúl Carnota y Silvio Rodríguez, está por estos días en Colombia: lo ha traído la convicción de que la poesía no es un arte misterioso sino uno sobre el que vale la pena volcarse desde la academia. Sus conquistas desde la Cátedra de Poesía Latinoamericana de la Universidad Nacional de San Martín, en Argentina, son ahora compartidas con un grupo de estudiantes colombianos que quieren narrar desde los temblores del verso. El Espectador aprovechó su estadía en la ciudad para que, junto con el poeta colombiano Juan Manuel Roca, conversaran sobre los roles de la poesía en un mundo que desconoce la intimidad, sobre lo que pueden aprender los jóvenes escritores de los poetas de principio de siglo XX y sobre las supervivencias de un género que las editoriales siguen manteniendo en la trastienda.

Juan Manuel Roca (JMR): La poesía no sólo es un rapto poético, una intuición, una cosa empírica, sino una cosa en la que hay que volcarse. Por eso el poeta argentino Jorge Boccanera y yo estamos comprometidos en la enseñanza de la poesía. Además creemos que siempre se habla de las vanguardias europeas y norteamericanas, y se han olvidado las latinoamericanas, así que de lo que se trata es un poco de poner en contacto a los jóvenes escritores con unas poéticas olvidadas o ignoradas.

Jorge Boccanera (JB): Creo que lo que estamos haciendo es ampliar un poco el registro de lo conocido: a los nombres conocidos agregarles otros nombres, otras obras, hablar de qué movimientos se hacían, qué debates se abrían. Miramos entonces las vanguardias, porque los jóvenes van a saber de dónde vienen. Estos movimientos de principio de siglo fueron de ruptura, donde hubo unas búsquedas muy importantes que van a incidir en lo que se escribe en la actualidad.

JMR: Yo creo también que fueron importantes y vale la pena darles un vistazo, porque nuestra literatura y poesía estuvieron siempre muy apegadas a lo que dictaba el mundo hispánico. Las vanguardias fueron un poco la ruptura de eso, así que hay poetas que podríamos llamar los hombres de Cromagnon de los poetas actuales. Juan Gelman, Gonzalo Rojas, esos poetas tan contemporáneos y de una voz tan viva, no existirían sin las vanguardias. Así damos un espectro que aporta a la lírica contemporánea y sus verdaderas raíces, que no son necesariamente el Siglo de Oro sino la poesía contaminada de otras culturas.

JB: Estos poetas de primera línea que se conocen como los fundadores: César Vallejo, Neruda, Oliverio Girondo, no establecieron una escuela, en una época en donde todo venía encasillado y con ciertos programas, así que nos legan, además, una libertad de acción. Pero además intentamos darle una mirada a esos otros poetas como Luis Cardoza y Aragón, de Guatemala, el grupo Vanguardia, de Nicaragua, Joaquín Pasos y otros poetas, como Raúl González Turión, Alfredo Mario Ferreiro, de Uruguay, Salomón de la Selva, de Nicaragua que revelan esas otras voces y esa multiplicidad lírica de la que siempre ha gozado Latinoamérica.

JMR: Creo que mirar estos tiempos nos evidencia además cómo ha cambiado la percepción del poeta en la sociedad. Primero, porque este continente se ha balcanizado cada vez más. Rubén Darío en su época era conocido en toda América Latina, era un poeta que no escribía para un país sino para la lengua. Pero, además, porque en perspectiva es posible ver que se ha desacralizado la idea del poeta. El poeta hoy en día es muy consciente de las limitaciones que tiene la poesía en el mundo moderno como transformadora de realidades, que es una demanda que se le ha hecho a la poesía, como si la poesía fuera la Cruz Roja del espíritu. El poeta tiene una noción mucho más intimista, no espera muchos megáfonos y luminarias para hacer su obra. Su rol social se ha minimizado, no sé si para bien o para mal.

JB: La sociedad pierde al poeta en la medida en la que el individuo pierde lugares de interioridad, en la medida en que lo espiritual se va transformando en una sociedad que está haciendo individuos en serie, que han perdido el sentido de la solidaridad y la reciprocidad, que no se comprometen ni con la política ni con su historia ni con su imaginación ni con sus deseos, que se los fabrican. Por eso desaparece el poeta. La poesía como elemento indagador, lleno de preguntas, es el lugar privilegiado para establecer un diálogo con estos asuntos. Es el individuo el que abandona la búsqueda en sí mismo.

JMR: Esta mesiánica demanda hacia la poesía viene de una mala interpretación de una frase de Hölderlin, quien dijo: "¿para qué poetas en tiempos de penuria?". Si no debiera existir la poesía en estos tiempos, no habría existido, porque todos han sido tiempos de penurias. Lo cierto es que el poeta hoy en día no quiere ya ser boca de partido, ni quiere transformar el mundo. No me canso de repetir que intentar cambiar el mundo con poesía es como descarrilar un tren poniéndole una flor en la carrilera; es una condena al fracaso.

JB: Claro, pero por ejemplo Luis Cardoza y Aragón dijo: "con mi imaginación pongo en movimiento otra imaginación", entonces ahí sí que la poesía tiene algo de subversivo, que no han tenido otras literaturas. La poesía te lleva a indagar, y ahí aparece la libertad. Yo que viví ocho años de dictadura y sobreviví al exilio me di cuenta de que con esos 30 mil desaparecidos había desaparecido la imaginación. Me encontré con un país lleno de lugares comunes, con un profundo miedo social a imaginar.

JMR: Lo que sí es cierto es que la poesía se ha ocupado siempre de unos temas. Borges decía que el número de las metáforas estaba contado. El tiempo, quizás la muerte, que pueden ser a la final uno mismo.

JB: En diferentes momentos se exacerban ciertos temas en la poesía. Por ejemplo, en los años cincuenta, cuando se empieza a publicar a Miguel Hernández y los Poemas humanos de César Vallejo, el tema de lo humano [figura] en los títulos de los libros. Eso, junto al Canto general de Neruda, nos desvela la aparición del tema de la fraternidad y de la solidaridad.

JMR: En el momento actual, a la hora de confrontar el tema de lo social y lo político, yo creo que han cambiado los usos del lenguaje. En los años setenta había una poesía de emergencia que estaba ligada al puño cerrado, a la idea de la libertad y a la actitud contestataria, algo solemne; ahora el tema político y social está atravesado por dudas y por una gran ironía, es un elemento de la poesía más reciente, porque ha encontrado que tiene más dudas que certezas, exalta la derrota.

Yo creo que es urgente darle un giro a esa idea de que está muy cargada de naftalina, de que pertenece a un ámbito que no es cercano a la cotidianidad. Quizá muchos jóvenes han descubierto que la poesía es una esencia del lenguaje y una compañía, es una prótesis para andar, cuando descubren que no es puramente estetizante; una persona así está condenada a vivir de la poesía.

JB: La poesía siempre se asocia con el libro, pero yo la asocio más con el grafiti, las cartas y con la canción. En Argentina la poesía está muy metida en la canción, desde Atahualpa Yupanqui, hasta en el rock, con Spinetta. La poesía está muy viva y encontrará muchas maneras de sobrevivir.

Las inscripciones para la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional están abiertas hasta el 30 de agosto en bancos y hasta el 31 de agosto vía internet en la página www.maestriaenescriturascreativas.unal.edu.co. Teléfono 3165000, extensiones 10807

Incendio daña casa de “A sangre fría”

El jefe de bomberos dijo que el incendio comenzó el domingo por la noche en un dormitorio de la planta alta
La casa donde sucedió la matanza de los Clutter que dió origen a la celebrada novela de no ficción A sangre fria de Truman Capote.foto.Ap.fuente:terra.com.mx

La casa rural del sudoeste de Kansas donde cuatro miembros de una familia fueron asesinados en 1959, y que dio lugar a la célebre novela 'A sangre fría' de Truman Capote, resultó dañada por un incendio.
El jefe de bomberos de Garden City, Allen Shelton, dijo que el incendio comenzó el domingo por la noche en un dormitorio de la planta alta, probablemente por causa de un cigarrillo mal apagado. Los bomberos pudieron contener las llamas, pero la causa fue dañada por el humo y el agua.

La casa fue el escenario de la masacre de Herbert Clutter, un destacado agricultor y líder comunitario, su esposa Bonnie Mae Fox y sus hijos, Kenyon de 15 años y Nancy de 16.

La cacería de sus asesinos, Dick Hickock y Perry Smith, atrapó la atención de todo el país. Ambos murieron en la horca en 1965.

Capote inició las investigaciones para su libro poco después de los asesinatos, mientras los asesinos seguían prófugos. Una vez atrapados éstos, pudo entrevistarlos en la cárcel. Lo publicó después de la ejecución.

Un mundo lleno de historias

El otoño traerá lo nuevo de Hessel, Rushdie, Murakami, Houellebecq, Franzen y David Vann
Mapa de las novedades literarias del próximo curso .foto.fuente:LaVanguardia.com


Paulo Coelho y Stephen King apuntan como autores destinados al top 10.Hay obras del sueco Mankell y del griego Petros Márkaris, que trata la crisis de su país.País invitado de Frankfurt, nos descubre a Stefánsson y a Ólafsdóttir

Hay que decir la verdad, por amarga y dura que esta sea: la venta de libros ha bajado en España un 7%. Son las cifras oficiales, procedentes del último estudio de la Federación de Gremios de Editores... y encima, a solas, muchos editores confiesan con un deje de pesadumbre caídas mayores, emprenden nuevos ajustes y reducen presupuestos. Pero que nadie se desanime: la paradoja es que, si el mundo editorial resulta menos atractivo para los emprendedores, sigue siéndolo –y mucho– para los lectores. Como muestra, una selección no exhaustiva de algunos de los títulos que van a llegar a las librerías a partir de la semana que viene. No resulta arriesgado predecir el éxito de Stephen King, Paulo Coelho, Henning Mankell, Haruki Murakami o Stéphane Hessel –el héroe de los indignados–, todos con novedades en el bolsillo. La gran incógnita es ¿quién será la sorpresa de la temporada?

Aomame y Tengo. Si les suenan de algo estos dos nombres, es que ya se han adentrado en el fascinante universo del 1Q84 de Haruki Murakami (Kioto, 1949), que publicó hace poco los libros 1 y 2 de esta obra (Tusquets / Empúries). Ahora, en octubre, el Libro 3 –y último–, donde, en vez de irse alternando un capítulo de Aomame con un capítulo de Tengo, serán tres los personajes que se sucedan. ¿No había acabado la historia en el libro 2?, se preguntarán algunos. Bueno, sí y no. Lo explica el autor: "No tenía pensado un tercer libro, pero al terminar las últimas líneas del segundo sentí que aún me quedaba en el corazón algo que contar".

Michel-in Houellebecq. Y si Murakami es raro, ¿qué decir del francés Michel Houellebecq (La Reunión, 1958)? Con su quinta novela, El mapa y el territorio (Anagrama / Empúries, septiembre), conquistó al fin el premio Goncourt. En la obra, un joven artista pide a un novelista conocido (vaya, pero si es Houellebecq...) que le escriba unos textos para un catálogo de fotos de carreteras que ha hecho basándose en los mapas Michelin. Feroz crítica al arte contemporáneo, y muchas más cosas: el dinero, el amor, la muerte, el trabajo...

Guerra y paz, pero hoy. Si un libro ha sido portada de la revista Time, si Barack Obama utilizó sus influencias para conseguir un ejemplar antes de que saliera a la calle, si su autor tardó nueve años en escribirlo y descartó 1.000 páginas en la versión finalmente publicada... estamos hablando de Libertad (Salamandra / Columna, octubre), un retrato de la última década –el 11-S, las guerras de Afganistán e Iraq, Bush y Obama, la burbuja inmobiliaria...– a través de una familia americana de clase media, los Berglund. Franzen es un novelista a la antigua usanza, con la pretensión de reflejar todo un complejo mundo completo.

¿Y si mi esposa...? El israelí David Grossman (Jerusalén, 1954) narra, en Delirio (Lumen, septiembre), la historia de Shaul, un minusválido que empieza a imaginar que su esposa le es infiel, pues se ausenta de casa para ir a nadar y siempre regresa, ay, con rostro relajado y satisfecho. Por su parte, Salman Rushdie nos obsequiará en noviembre con el mismo regalo que le hizo a su hijo cuando cumplió 12 años: Luka y el Fuego de la Vida (Mondadori), sobre un cuentacuentos que cae en un sueño eterno. Y el florentino Roberto Calasso (1941), publica La Folie Baudelaire (Anagrama, septiembre), sobre un quiosco que se construyó Baudelaire para recibir a visitantes.

Matrimonio en Alaska. La gran revelación de la pasada temporada, el norteamericano David Vann (Adak, 1967), cambia de isla y, tras Sukkwan Island, llega Caribou Island (Mondadori / Empúries, septiembre), la historia de un matrimonio con problemas que viaja a un islote a ver si la naturaleza obra el milagro de la reconciliación. No demasiado lejos, la canadiense Alice Munro ha escrito La vida de las mujeres (Lumen, octubre), donde la narradora recuerda su infancia en un pueblo rural en los años 40. La lista de norteamericanos se completa con David Simon (guionista de The wire) y Ed Burns, que en La esquina (Principal) se centran en el tráfico de drogas en Baltimore; Siri Hustvedt, que habla de El verano sin hombres (Anagrama / Empúries), Steven Millhauser, autor de Martin Dressler. Historia de un soñador americano (Libros del Asteroide); David Leavitt, que publica El contable hindú (Anagrama); Joyce Carol Oates, con Una hermosa doncella (Alfaguara / Bromera) o David Foster Wallace, que nos trae póstumamente El rey pálido (Mondadori).

El equipo islandés. La nacionalidad de moda en el planeta libro es la islandesa, no por el anuncio de Movistar, sino porque Islandia es la invitada de la próxima feria del libro de Frankfurt, la gran cita mundial del sector. Ello nos permitirá descubrir a Jón Kahman Stefánsson (Reikiavik, 1963) y su Entre cielo y tierra (Salamandra, septiembre), ambientado en las sutiles aldeas de los fiordos; reencontrar a un clásico como Halldor Laxness en La campana de Islandia (RBA, septiembre); releer las novelas negras de Arnaldur Indridasson; o seguir, con Andur Ava Ólafsdóttir (Reikiavik, 1958) y su Rosa cándida (Alfaguara, octubre) al joven Arnljótur, que, harto de todo, decide abandonar su casa, a su hermano gemelo autista, a su padre octogenario y a esos malditos paisajes de montañas de lava cubiertas de líquenes.

Títulos que vienen

  • Ensayo

    Umberto Eco: Confesiones de un joven novelista (Lumen)

    Orhan Pamuk: El novelista ingenuo y el sentimental (Mondadori)

    Zadie Smith: Cambiar de idea (Salamandra)

    Roberto Saviano: Vente conmigo (Anagrama)

    Boris Cyrulnik: Morirse de vergüenza (Debate)

    Rüdiger Safranski: Goethe y Schiller. Historia de una amistad (Salamandra)

    Alan Riding: Y siguió la fiesta (Galaxia Gutenberg)

    Geoff Emerick y Howard Massey: El sonido de los Beatles (Indicios)

    Debutantes

    Andy Mulligan: Basura (Salamandra)

    Jonas Hassen Khemiri: Montecore (Miscelánea)

    Michael Cera: Piña (Alpha Decay)

    Mark Watson: Once vidas (Roca)

    Téa Obreht: La esposa del tigre (Mondadori)

    Uwe Tellkamp: La Torre (Anagrama)

    Thrillers

    Stephen King: Todo oscuro, sin estrellas (Plaza y Janés)

    John Grisham: La confesión (Plaza y Janés)

    Paul Harper: Perturbado (Roca)

    Michael Connelly: La oscuridad de los sueños (Roca)

    Glenn Cooper: El libro de las almas (Grijalbo)

    Novela negra

    Petros Márkaris: Con el agua al cuello (Tusquets)

    Benjamin Black: En busca de April (Alfaguara/Bromera)

    Henning Mankell: Daisy Sisters (Tusquets)

    Franck Thilliez: El síndrome E (Destino)

    Memorias

    Stéphane Hessel: Mi baile con el siglo (Destino)

    Diane Keaton: Ahora y siempre (Lumen)

    Ernst Jünger: Pasados los 70. IV. Diarios (1986-1990) (Tusquets)

Escritora cubana gana Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar

Integrado por el escritor argentino Mario Goloboff y los cubanos Reynaldo González y Ariel Camejo, el jurado resaltó "la originalidad de su discurso narrativo y la destreza para construir un relato que recrea de forma peculiar, atmósferas y personajes contemporáneos"
La narradora cubana Legna Rodríguez, de 26 años, ganó por unanimidad el X Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar 2011.foto.fuente:prensa-latina.cu

Con su cuento, Rodríguez se impuso a unos 300 concursantes de América Latina y Europa.

Su coterránea Mairely Ramón mereció la primera mención con Alguien se ha robado los cacatillos, "en el que recrea de manera sutil e intrigante un suceso aparentemente intrascendente".

El argentino Hugo Alberto Llollini mereció otra mención por Grafología subalterna y las dos restantes correspondieron a las cubanas Laidi Fernández de Juan (Sucedió en Copperbelt), y Anisley Negrín (Balada de John y yo).

El fallo se dio a conocer en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, coincidiendo con el 97 aniversario del natalicio del creador de Rayuela, considerado uno de los máximos exponentes de la narrativa en lengua hispana.

El cuento será publicado en septiembre próximo en la revista La letra del escriba, en su versión impresa y digital, mientras que el sello Letras cubanas lo publicará en formato de libro en la feria editorial cubana, en 2012.

Auspiciado por la Casa de las Américas, la Fundación Alia y el Instituto del Libro en la isla, el Premio Julio Cortázar es único e indivisible y está dotado con mil 500 euros.

Fue creado en 2002 por iniciativa de la editora lituana Ugnés Karvelis, quien compartió durante varios años su vida con el autor de Las babas del diablo

Carlos Fuentes recibe el premio Formentor por su magnifica y sinfónica obra

"La literatura está hecha de palabras cotidianas, del 'hola', 'buenos días' o '¿cómo está?' con esto tiene que trabajar el escritor; pero cómo lo hace: con la imaginación y la palabra", ha dicho el premio Cervantes o Príncipe de las Letras y uno de los escritores más importantes del siglo XX
El escritor mexicano Carlos Fuentes.foto: EFE/Archivo.fuente:lainformacion.com

El escritor mexicano Carlos Fuentes ha recibido hoy el nuevo premio Formentor de las Letras, por el conjunto de su obra "magnífica, sinfónica y omnímoda", en un acto celebrado en la península de Formentor, al norte de Mallorca, frente a un playa y rodeado de autoridades, escritores y amigos.

Un acto con el que se ha querido impulsar este premio literario que pretende celebrar "la literatura con mayúsculas", creado en Formentor hace 50 años por Seix Barral y otras editoriales internacionales como Gallimard o Einaudi, bajo el impulso de Carlos Barral y Camilo José Cela.

Y un premio que tuvo que ser suspendido en España por circunstancias políticas, como hoy ha recordado el propio Carlos Fuentes, y que tras viajar por Corfú, Salzburgo o Saint Tropez se disolvió.

Hoy gracias al patrocinio de las familias Barceló y Boadas, con la ayuda de Basilio Baltasar, secretario del jurado del premio, y también redescubridor del premio Biblioteca Breve, se vuelve a crear este prestigioso galardón, dotado con 50.000 euros y que en su día recayó en Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Juan García Jorge Semprún, Saul Bellow, Juan García Hortelano o Jorge Semprún, entre entre otros.

Carlos Fuentes, acompañado de su mujer, Silvia Lemus, y de otras personalidades, como el Jefe de la Casa Rey, Rafael Spottorno, Alfonso Cortina, Fernando Schwarz o Carma Riera, ha señalado que este "es un premio a la palabra escrita, un arte muy diferente a la pintura o la música.

"La literatura está hecha de palabras cotidianas, del 'hola', 'buenos días' o '¿cómo está?' con esto tiene que trabajar el escritor; pero cómo lo hace: con la imaginación y la palabra", ha dicho el premio Cervantes o Príncipe de las Letras y uno de los escritores más importantes del siglo XX.

Fuentes ha recordado en su discurso a Cervantes, Kafka o Juan Rulfo. "La Mancha no sería los mismo después de Cervantes, ni Praga, sin Kafka, ni Jalisco sin Rulfo. La literatura añade algo que antes no existía", ha matizado.

"La Literatura es incomoda -ha continuado-, no se adormece, es exigente y no fija nada; revela movimiento, lo sujeta a la verdad y nos obliga a dar muchas explicaciones al mundo. La literatura no trata de imponer la verdad, sino de cuestionar todas las verdades".

El autor de "La muerte de Artemío Cruz" o "Terra nostra" ha hecho mención a la lengua española como factor de unión entre todo Hispanoamérica, pese a las diferencias, y ha tenido palabra para este momento de cambió de civilización, que en su opinión estamos viviendo.

"Estamos en medio de un diálogo de civilizaciones. Estamos inmersos en muchos cambios, en el norte de Africa, en España, en Inglaterra, y pronto en Francia y en Italia y la única manera de entender estas transformaciones es sabiendo que somos dueños de una continuidad en la cultura", ha subrayado el Premio Rómulo Gallegos, el Alfonso Reyes, además de poseer también la Legión de Honor francesa".

Carlos Fuentes, que será también presidente de Honor del jurado del Premio Formentor, presentará la próxima semana en Barcelona su último libro "La gran novela latinoamericana", un análisis de la evolución de la narrativa en ese territorio, donde traza la vez su propio canon literario.

Un libro que causará sorpresas a algunos por la ausencia de nombres como el escritor chileno Roberto Bolaño, pero como ha dicho a Efe: "es mi libro y mi selección, es como una novela y en ellas están mis preferencias y rechazos, y a Bolaño no lo he leído y no lo puedo incluir".

Este autor, símbolo también de la era dorada del llamado boom latinoamericano, sigue trabajando a sus 82 años de forma prolífica y hoy ha avanzado, poco antes de recibir el premio, que está trabajando en una novela que se llamará "Federico en su balcón" y en un libro de retratos que incluirá a escritores y políticos con los que ha tratado.

28.8.11

El cuento del domingo


Raymond Carver


De qué hablamos cuando hablamos de amor

Estaba hablando mi amigo Mel McGinnis. Mel McGinnis es cardiólogo, y eso le da a veces derecho a hacerlo.

Estábamos los cuatro sentados a la mesa de la cocina de su casa, bebiendo ginebra. El sol, que entraba por el ventanal de detrás del fregadero, inundaba la cocina. Es­tábamos Mel y yo y su segunda mujer, Teresa —la lla­mábamos Terri— y Laura, mi mujer. Entonces vivíamos en Alburquerque. Pero todos éramos de otra parte.

Había un cubo con hielo encima de la mesa. La gine­bra y la tónica circulaban sin parar, y surgió no sé cómo el tema del amor. Mel opinaba que el verdadero amor no era otra cosa que el amor espiritual. Dijo que se había pasado cinco años en un seminario antes de salirse para estudiar medicina. Dijo que aún recordaba aquellos años del seminario como los más importantes de su vida.

Terri dijo que el hombre con quien vivía antes de vi­vir con Mel la quería tanto que había intentado matarla. Luego continuó:

—Una noche me dio una paliza. Me arrastró por toda la sala tirando de mis tobillos. Y me decía una y otra vez: «Te quiero, te quiero, zorra.» Y mi cabeza no paraba de golpear contra las cosas. —Terri nos miró—. ¿Qué se puede hacer con un amor así?

Era una mujer de huesos finos y cara bonita, ojos os­curos y una melena castaña que le caía por la espalda.

Le gustaban los collares de turquesas y los pendientes largos.

—Dios mío, no seas boba. Eso no es amor, y tú lo sabes —dijo Mel—. No sé cómo podríamos llamarlo, pero estoy seguro de que no debemos llamarlo amor.

—Tú dirás lo que quieras, pero sé que era amor —pro­testó Terri—. Puede sonarte a disparate, pero es verdad. La gente es diferente, Mel. Algunas veces actuaba como un loco, es cierto. Lo admito. Pero me amaba. A su modo, quizá, pero me amaba. En todo aquello había amor, Mel. No digas que no.

Mel suspiró. Levantó el vaso y se volvió a Laura y a mí.

—Me amenazó con matarme —dijo. Apuró el vaso y alargó la mano hacia la botella de ginebra—. Terri es una romántica. Terri es de la escuela de dame una patada-y-así-sabré-que-me amas. Terri, cariño, no pongas esa cara. —Mel alargó la mano por encima de la mesa y tocó la mejilla de Terri con los dedos. Y le sonrió.

—Ahora quiere arreglarlo —dijo Terri.

—¿Arreglar qué? —saltó Mel—. ¿Qué es lo que tengo que arreglar? Yo sé lo que sé. Eso es todo.

—De todas formas, ¿cómo nos hemos puesto a hablar de esto? —Terri levantó el vaso, bebió y añadió—: Mel siempre tiene metido el amor en la cabeza. ¿No es ver­dad, cariño? —sonrió. Pensé que el tema iba a quedar zanjado.

—Yo no llamaría amor al comportamiento de Ed. Eso es lo único que he dicho, cariño —puntualizó Mel—. ¿Y qué opináis vosotros? —Mel se dirigía a Laura y a mí—. ¿Os parece que eso es amor?

—No soy la persona más apropiada para responder —respondí yo—. Ni siquiera conocí a ese Ed. Sólo lo he oído mencionar de pasada. No me atrevo a juzgarle. Ten­dría que conocer los detalles. Pero creo que lo que estás diciendo es que el amor es un absoluto.

Mel aclaró:

—Lo es el tipo de amor al que me refiero. El tipo de amor al que me refiero no te lleva a intentar matar gente. Laura intervino:

—Yo no sé nada de Ed ni de la situación. Pero ¿quién puede juzgar la situación de otro?

Toqué el dorso de la mano de Laura. Me envió una rápida sonrisa. Le cogí la mano. Estaba cálida: las uñas pulidas: una perfecta manicura. Rodeé su ancha muñeca con los dedos, y la abracé.

—Cuando me fui, se tomó un matarratas —explicó Terri. Se apretó los brazos con las manos—. Lo llevaron al hospital de Santa Fe. Vivíamos allí entonces, a unas diez millas. Le salvaron la vida. Pero se le enloquecieron las encías. Quiero decir que era como si se le separaran de los dientes. Desde entonces, los dientes le sobresalían, como colmillos. Dios mío —suspiró Terri. Aguardó unos instantes; luego se soltó los brazos y cogió el vaso.

—¡Qué cosas llega a hacer la gente! —exclamó Laura.

—Ahora está fuera de juego —dijo Mel—. Murió.

Mel me pasó el plato de limas. Cogí un trozo. Lo ex­primí en mi vaso y removí los cubitos con los dedos.

—Es más grave que eso —dijo Terri—. Se pegó un tiro en la boca. Pero tampoco le salió bien. Pobre Ed. —Sacudió la cabeza.

—Ni pobre Ed ni nada —dijo Mel—. Era peligroso.

Mel tenía cuarenta y cinco años. Era alto y ágil y te­nía el pelo rizado y suave. Cara y brazos bronceados por el tenis. Cuando estaba sobrio, sus gestos, sus movimien­tos, eran precisos, en extremo cuidadosos.

—Pero me amaba, Mel. Concédeme eso —insistió Te­rri—. Es lo único que te pido. No me amaba de la forma que tú me amas. No estoy diciendo eso. Pero me amaba. Podrás concederme eso, ¿no?

—¿Qué quieres decir con que no le salió bien? —pre­gunté.

Laura se inclinó hacia delante con el vaso. Apoyó los codos sobre la mesa y sostuvo el vaso con ambas manos. Miró a Mel y luego a Terri, y aguardó con expresión de perplejidad en su cara franca, como si se asombrara de que tales cosas les pudieran suceder a los amigos.

—¿Cómo dices que le salió mal si se mató? —inquirí.

—Te lo contaré yo —dijo Mel—. Cogió su pistola del veintidós, la que se había comprado para amenazarnos a Terri y a mí. Hablo en serio, ese hombre siempre es­taba amenazándonos. Deberías haber visto el tipo de vida que llevábamos entonces. Eramos como fugitivos. Hasta yo me compré una pistola. ¿Podéis creerlo? ¡Un tipo co­mo yo! Pero lo hice. Me la compré para defenderme, y la llevaba en la guantera. A veces tenía que salir del aparta­mento en mitad de la noche. Para ir al hospital, ya sabéis. Terri y yo no nos habíamos casado todavía, y mi primera mujer se había quedado con la casa y los chicos, con el perro, con todo, y Terri y yo vivíamos en este apartamen­to. A veces, como digo, me llamaban en mitad de la no­che y tenía que ir al hospital a las dos o las tres de la madrugada. El aparcamiento estaba completamente os­curo, y antes de llegar al coche me ponía a sudar. Nunca sabía si iba a salir de unos arbustos o de detrás de un coche y empezar a dispararme. Quiero decir que ese hom­bre estaba loco. Era capaz de ponerte una bomba, de cualquier cosa. Llamaba al servicio médico a todas horas, y decía que necesitaba hablar con el doctor, y cuando me ponía al aparato me decía: «Hijo de perra, tus días están contados.» Y nimiedades por el estilo. Era algo que daba miedo, creedme.

—A mí me sigue dando lástima —confesó Terri.

—Parece una pesadilla —dijo Laura—. ¿Pero qué su­cedió exactamente después de que se pegara el tiro?

Laura es secretaria jurídica. Nos habíamos conocido en el campo profesional. Y antes de que nos diéramos cuenta éramos novios. Tiene treinta y cinco años, tres menos que yo. Además de estar enamorados, nos gusta­mos y disfrutamos de nuestra mutua compañía. Es una mujer con la que es fácil llevarse bien.

—¿Qué sucedió? —insistió Laura. Mel explicó:

—Se pegó un tiro en la boca, en su cuarto. Alguien oyó el disparo y avisó al gerente. Entraron con una llave maestra y vieron lo que pasaba y llamaron una ambu­lancia. Coincidió que yo estaba allí cuando lo llevaron, pero su estado era irreversible. Vivió tres días. La cabeza se le hinchó, se le puso de tamaño doble al de una cabeza normal. Nunca había visto nada semejante, y espero no volver a verlo. Terri, al enterarse, quiso ir al hospital para estar con él. Reñimos por culpa de eso. Yo opinaba que no debía verlo en aquel estado. Pensaba que no debía verlo, y sigo pensando lo mismo.

—¿Quién se salió con la suya? —dijo Laura.

—Yo estaba con él en su habitación cuando murió —precisó Terri—. No recuperó el conocimiento en nin­gún momento. Pero me quedé con él. No tenía a nadie más.

—Era peligroso —dijo Mel—. Si quieres llamarlo amor, allá tú.

—Era amor —repitió Terri—. Ya sé que era un amor anormal para la mayoría de la gente. Pero estaba dis­puesto a morir por su amor. Murió por él.

—Pues para mí eso no es amor, puedes estar segura —dijo Mel—. Lo que quiero decir es que nadie sabe por qué lo hizo. He visto muchos suicidas, y en mi opinión nadie ha sabido nunca por qué lo hicieron.

Mel se puso las manos en la nuca e inclinó la silla hacia atrás.

—No me interesa ese tipo de amor —declaró—. Si para ti eso es amor, allá tú. Terri explicó:

—Estábamos asustados. Mel incluso hizo testamento, y escribió a su hermano, que había sido Boina Verde y vivía en California, diciéndole a quién debía buscar si algo le sucedía.

Terri bebió de su vaso. Prosiguió:

—Pero Mel tiene razón: vivíamos como fugitivos. Te­níamos miedo. Mel tenía miedo, ¿verdad, cariño? Yo, llegado cierto momento, hasta llamé a la policía, pero no sirvió de nada. Me aseguraron que no podían actuar mientras Ed no hiciera algo concreto. ¿No tiene gracia? —dijo Terri.

Se sirvió lo que quedaba de ginebra y agitó la bote­lla. Mel se levantó y fue al aparador. Sacó otra botella.

—Bien, Nick y yo sabemos lo que es amor —dijo Lau­ra—. Para nosotros, por lo menos. —Laura me dio un golpecito en la rodilla con la suya—. Se supone que ahora debes decir algo —insinuó, y se volvió hacia mí sonriendo.

A modo de respuesta, cogí la mano de Laura y me la llevé a los labios. La besé con gran fruición y vehemen­cia. Todos mostraron su regocijo.

—Somos afortunados —declaré.

—Eh, chicos —exclamó Terri—. Dejadlo. Me estáis po­niendo mala. Aún seguís en la luna de miel, santo Dios. Aún seguís alelados, ¿será posible? Pero ya veréis. ¿Cuán­to tiempo lleváis juntos? ¿Cuánto tiempo hace? ¿Un año? ¿Más de un año?

—Un año y medio —contestó Laura, ruborizada y son­riente.

—Oh, vaya —dijo Terri—. Pues esperad un poco. Levantó el vaso y miró a Laura.

—Sólo estoy bromeando —puntualizó Terri.

Mel abrió la botella y nos sirvió ginebra.

—Vamos, muchachos —intervino—. Brindemos. Quie­ro proponer un brindis. Un brindis por el amor. Por el amor verdadero.

Hicimos chocar los vasos.

—Por el amor —coreamos.

Fuera, en el patio, empezó a ladrar uno de los perros. Las hojas del álamo temblón que pendían al otro lado de la ventana golpeaban tenuemente el cristal. El sol de la tarde era como una presencia en la cocina: la ancha luz de la calma y la generosidad. Podríamos haber esta­do en cualquier otro lugar, en algún lugar encantado. Vol­vimos a alzar los vasos y nos sonreímos unos a otros como niños que han pactado algo prohibido.

—Voy a explicaros lo que es el amor verdadero —dijo Mel—. Voy a poneros un buen ejemplo. Luego podréis sacar vuestras propias conclusiones. —Se sirvió ginebra. Añadió un cubito de hielo y una rodajita de lima. Espe­ramos, bebimos a pequeños sorbos. Laura y yo volvimos a juntar nuestras rodillas. Le puse una mano en el cá­lido muslo y la dejé allí encima.

—¿Qué es lo que cualquiera de nosotros sabe real­mente del amor? —dijo Mel—. Creo que en el amor no somos más que principiantes. Decimos que nos amamos, y nos amamos, no lo dudo. Yo amo a Terri y Terri me ama a mí, y también vosotros os amáis. Ya sabéis a qué tipo de amor me refiero ahora. Al amor físico, ese im­pulso que te arrastra hacia alguien concreto, y al amor que inspira el ser de la otra persona. La esencia de esa persona, podríamos decir. El amor carnal y, bueno, di­gamos el amor sentimental, ese cuidado cotidiano para con la otra persona. Pero a veces me resulta difícil ex­plicarme el hecho de que también debí de amar a mi primera mujer. Pero la amé, sé que la amé. Así que su­pongo que soy como Terri a este respecto. Como Terri y Ed. —Se quedó pensando en ello y luego continuó—: Hubo un tiempo en que creí que amaba a mi ex mujer más que a la propia vida. Pero ahora la aborrezco. De verdad. ¿Cómo se explica eso? ¿Qué ha sido de aquel amor? Qué ha sido de él, eso es lo que quisiera yo sa­ber. Me gustaría que alguien pudiera decírmelo. Ahí te­nemos a Ed. De acuerdo, otra vez Ed. Ama tanto a Terri que trata de matarla, y acaba matándose a sí mismo. —Calló y bebió un trago de ginebra—. Vosotros lleváis juntos dieciocho meses, y os amáis. Se os nota en todo. Rebosáis amor. Pero los dos habéis amado a otra gente antes de encontraros. Los dos habéis estado casados antes, igual que nosotros. Y probablemente habréis amado a otras personas antes de vuestro primer matrimonio. Terri y yo llevamos juntos cinco años, y casados cuatro. Y lo terrible, lo terrible, aunque también lo bueno, la gracia salvadora, podríamos decir, es que si algo nos pasara a alguno de nosotros, perdonadme que lo diga, si algo nos pasara a alguno de nosotros mañana, creo que el otro, la otra persona, lo pasaría mal una temporada, entendéis, pero, luego, el que sobreviviese saldría y volvería a amar, tendría a alguien muy pronto. Y todo esto, todo el amor del que hablamos no sería sino un recuerdo. Y puede que ni siquiera un recuerdo. ¿Me equivoco? ¿Estoy desba­rrando? Porque quiero que me corrijáis si no estoy en lo cierto. Quiero saber. Porque no sé nada, ¿entendéis? Y soy el primero en admitirlo.

—Mel, por el amor de Dios —intervino Terri. Se in­clinó hacia él y le tomó de la muñeca—. ¿Ya la has co­gido, cariño? ¿Estás borracho?

—Cariño, sólo estoy hablando —protestó Mel—. ¿Vale? No necesito estar borracho para decir lo que pienso. Es­tamos hablando, ¿no es eso? —dijo, y fijó la mirada en ella.

—No te estoy criticando —aseguró Terri.

Terri cogió su vaso.

—Hoy no estoy de guardia —puntualizó Mel—. Permí­teme que te lo recuerde. No estoy de guardia.

—Mel, te queremos —dijo Laura.

Mel miró a Laura. La miró como si no lograra situar­la, como si no fuera la mujer que era.

—Yo también te quiero, Laura —dijo Mel—. Y a ti, Nick. También te quiero a ti. ¿Sabéis una cosa? —se inte­rrumpió—. Sois nuestros amigos —afirmó.

Y cogió el vaso.

—Iba a contaros algo —empezó Mel—. Bueno, iba a demostrar algo. Veréis: sucedió hace unos meses, pero sigue sucediendo en este mismo instante, y es algo que debería hacer que nos avergoncemos cuando hablamos como si supiéramos de qué hablamos cuando hablamos de amor.

—Vamos, Mel —le regañó Terri—. No hables como si estuvieras borracho si no lo estás.

—Cállate por una vez en la vida —le pidió Mel con suma calma—. ¿Me harás ese favor, sólo durante un mi­nuto? Como iba diciendo, hay una vieja pareja que tuvo un accidente en la autopista interestatal. Un jovencito chocó con ellos y los dejó hechos mierda. Nadie les daba muchas probabilidades de salir con vida.

Terri nos miró y luego miró a Mel. Parecía ansiosa, aunque quizás ésta sea una palabra demasiado fuerte.

Mel nos pasaba la botella.

—Yo estaba de guardia aquella noche —explicó—. Era mayo, o quizá junio. Terri y yo acabábamos de sen­tarnos a la mesa cuando llamaron del hospital. Era por lo de ese accidente de la interestatal. Un jovencito borra­cho, un quinceañero, había estrellado la camioneta de papá contra el coche-caravana de los viejos. Tenían unos setenta y tantos años, los viejos. El chico, de dieciocho o diecinueve o algo así, murió al llegar al hospital. Se le ha­bía hundido el volante en el esternón. La pareja de ancia­nos seguía con vida, ya veis. Bueno, malamente. Tenían de todo. Fracturas múltiples, heridas internas, hemorra­gias, contusiones, desgarrones, de todo... Y conmoción cerebral, los dos. Creedme, un estado lamentable. Y, cla­ro está, la edad lo empeoraba todo. Creo que ella estaba bastante peor que él. Se le había reventado el bazo, para acabar de arreglarlo. Y tenía las dos rótulas fracturadas. Pero llevaban puestos los cinturones de seguridad, y bien sabe Dios que eso fue lo que les salvó de una muerte ins­tantánea.

—Chicos, he aquí un aviso del Consejo Nacional de Seguridad Vial. Vuestro portavoz, el doctor Melvin R. McGinnis, al habla —Terri rió—. Mel —prosiguió—, a veces eres demasiado. Pero te quiero, cariño.

—Cariño, te quiero —declaró Mel.

Adelantó el cuerpo por encima de la mesa. Terri fue a su encuentro. Se besaron.

—Terri tiene razón —corroboró Mel, de nuevo en su silla—. Usad siempre los cinturones de seguridad. Pero, hablando en serio, los viejos estaban muy mal. Cuando llegué abajo, el chico había muerto, como ya os he dicho. Estaba en un rincón, tendido en una camilla. Reconocí por encima a los viejos y le dije a la enfermera de urgen­cias que hiciera bajar inmediatamente a un neurólogo y a un traumatólogo y a un par de cirujanos.

Bebió un trago de ginebra.

—Trataré de no extenderme —continuó—. Los subi­mos al quirófano y estuvimos casi toda la noche con ellos. Qué increíble resistencia la de esos viejos. Raras veces se ve algo parecido. De modo que hicimos todo lo que estaba en nuestra mano, y al filo de la mañana les dábamos un cincuenta por ciento de probabilidades, quizás algo menos a ella. Y ahí los tenéis por la mañana, vivos. Bien, pues los instalamos en Vigilancia Intensiva, se pasaron dos semanas luchando por sobrevivir, mejorando poco a poco en todos los aspectos. Así que los trasladamos a una habitación.

Mel hizo una pausa.

—Venga —prosiguió—. Acabemos esta maldita gine­bra barata. Y nos vamos a cenar, ¿de acuerdo? Terri y yo conocemos un sitio nuevo. Cenaremos allí, en ese si­tio. Pero no nos moveremos hasta que acabemos esta maldita ginebra.

Terri aclaró:

—En realidad aún no hemos comido allí nunca. Pero tiene buen aspecto. Por fuera, quiero decir.

—Me gusta comer —comentó Mel—. Si volviera a em­pezar de nuevo, me haría chef, ¿sabéis? ¿Te parece bien, Terri?

Rió. Hurgó en los cubitos de hielo con los dedos.

—Terri lo sabe —explicó—. Terri puede contároslo. Pero dejad que os diga una cosa. Si pudiera volver a na­cer, vivir una vida diferente, en un tiempo diferente y todo eso, ¿sabéis qué? Me gustaría ser un caballero andante. Uno tenía que sentirse muy seguro con aquellas arma­duras. Tuvo que estar muy bien eso de ser caballero, hasta que inventaron la pólvora y los mosquetones y las pistolas.

—A Mel le gustaría ir a caballo con la lanza en ris­tre —añadió Terri.

—Y llevar siempre consigo un pañuelo de mujer —apostilló Laura.

—O simplemente una mujer —redondeó Mel.

—¿No te da vergüenza? —saltó Laura.

Terri dijo:

—Supón que volvieras a vivir y fueses un siervo. Los siervos no lo tenían tan fácil en aquellos tiempos.

—Los siervos no lo han tenido nunca fácil —dijo Mel—. Pero imagino que hasta los caballeros eran vesa­llos1 de alguien. ¿No era así como funcionaban las cosas? Pero incluso hoy todos somos siempre vesallos (1) de al­guien. ¿No es cierto? ¿Eh, Terri? Pero lo que me gusta de los caballeros, aparte de sus damas, es esa armadura que llevaban. No era nada fácil herirles. No había co­ches en aquel tiempo. No había jovencitos borrachos que te embistieran y te rompieran la crisma.

(1) Mel dice vessels (vasijas, navios) en lugar de vassals (vasallos). La confusión es en inglés quizá venial merced a la gran similitud foné­tica entre ambos vocablos. En castellano, sin embargo, al no existir una palabra susceptible de confundirse verosímil y equiparablemente con «vasallo», se ha juzgado inevitable recurrir a una deformación —harto forzada— de la palabra misma. (N. del T.)

—Vasallos —corrigió Terri.

—¿Qué? —preguntó Mel.

—Vasallos —repitió Terri—. Es vasallos, no vesallos.

—Vasallos, vesallos —protestó Mel—. ¿Qué diferencia hay, mierda? Me has entendido, ¿no? Muy bien —recono­ció—. No soy culto. He aprendido lo mío. Soy cirujano del corazón, perfecto, pero no soy más que un mecánico. Voy y me meto por allí y arreglo cosas. Mierda.

—La modestia no te sienta bien —dijo Terri.

—No es más que un humilde matasanos —intervine yo—. A veces, Mel, los caballeros se asfixiaban dentro de aquellas armaduras. Sufrían incluso ataques al corazón si las armaduras se calentaban en exceso, o si ellos esta­ban demasiado cansados y desfallecidos. He leído en algu­na parte que a veces se caían del caballo y no podían levantarse, porque el cansancio les impedía mantenerse en pie con toda aquella armadura encima. Y a veces los piso­teaban sus propios caballos.

—Terrible —exclamó Mel—. Es terrible, Nicky. Los imagino tendidos en el suelo, a la espera de que aparecie­ra alguien y los convirtiera en pinchos morunos.

—Algún vesallo como ellos —dijo Terri.

—Exacto —apoyó Mel—. Aparecería algún vasallo y atravesaría a los muy bastardos en nombre del amor. O en nombre de la jodida causa por la que lucharan en aquellos tiempos.

—Las mismas por las que luchamos hoy en día —dijo Terri.

Laura sentenció:

—Nada ha cambiado.

Las mejillas de Laura seguían subidas de color. Sus ojos brillaban. Se llevó el vaso a los labios.

Mel se sirvió otra copa. Miró la etiqueta detenidamen­te, como si estudiara la larga hilera de números. Luego dejó la botella sobre la mesa, con lentitud, y alargó la mano despacio hacia el agua tónica.

—¿Qué pasó con la pareja de ancianos? —quiso saber Laura—. No has acabado de contar la historia.

Laura tenía dificultades para encender su cigarrillo. Las cerillas se le apagaban una y otra vez.

La luz del sol, dentro de la cocina, era ahora diferen­te; cambiaba, se hacía más tenue. Pero las hojas del otro lado de la ventana seguían trémulas, y me puse a mirar las formas que dibujaban en los cristales y en el tablero de fórmica. No eran formas iguales, claro está.

—¿Qué pasó con los viejos? —pregunté.

—Más viejos pero más sabios —comentó Terri.

Mel la miró con fijeza.

Terri prosiguió:

—Sigue con la historia, cariño. Era una broma. ¿Qué pasó?

—Terri, a veces... —empezó Mel.

—Mel, por favor —le interrumpió Terri—. No seas tan serio siempre, cariño. ¿No soportas una broma? —¿Dónde está la broma? —inquirió Mel.

Mantuvo el vaso en la mano y miró fijo a su mujer.

—¿Qué pasó? —insistió Laura.

Mel clavó la mirada en Laura. Dijo:

—Laura, si no tuviera a Terri y si no la amara tanto, y si Nick no fuera mi mejor amigo, me enamoraría de ti. Y te raptaría.

—Cuéntanos la historia —le instó Terri—. Y luego nos vamos a ese restaurante nuevo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —dijo Mel—. ¿Dónde estaba? —Se que­dó mirando la mesa; luego siguió con la historia—: Iba a verlos a los dos todos los días, y hasta dos veces al día cuando tenía que quedarme a visitar a otros enfer­mos. Escayolas y vendajes, de la cabeza a los pies, am­bos. Ya sabéis, lo habéis visto en las películas. Ese era el aspecto que tenían, igual que en las películas. Sólo unos agujeritos para los ojos y para la nariz y para la boca. Y ella, para colmo, con las piernas en alto. Bien, pues el marido estaba deprimido la mayor parte del tiempo. Incluso después de enterarse de que su mujer saldría de aquélla. Seguía muy deprimido. Pero no por el accidente. Me refiero a que el accidente era una cosa, sí, pero no lo era todo. Yo me acercaba al agujero de su boca, y él me decía que no, que no era por el accidente exactamente, sino porque no podía verla por los aguje­ros de los ojos. Decía que era eso lo que le hacía sentirse así de mal. ¿Os lo imagináis? Podéis creerme, al hombre le rompía el corazón no poder volver la maldita cabeza para ver a su maldita esposa.

Mel nos miró a unos y a otros y, ante lo que estaba a punto de decir, meneó la cabeza.

—Digo que lo que estaba matando a aquel pendejo era que no podía mirar a su jodida mujer.

Los tres miramos a Mel.

—¿Entendéis lo que quiero decir? —preguntó.

Puede que para entonces estuviéramos ya un poco bo­rrachos. Sé que nos resultaba difícil mantener las cosas en su justo punto. La luz abandonaba ya la cocina, se retiraba a través de la ventana hacia el lugar de donde había venido. Y sin embargo nadie hizo el más mínimo ademán de levantarse para encender la luz de encima de nuestras cabezas.

—Escuchad —propuso Mel—. Acabemos esta puta gi­nebra. Todavía queda para una ronda más. Luego nos vamos a cenar. A ese sitio nuevo.

—Está deprimido —observó Terri—. Mel, ¿por qué no te tomas una pastilla?

Mel sacudió la cabeza.

—He tomado todo lo que hay.

—A todos nos hace falta una pastilla de vez en cuan­do —dije.

—Hay gente que las necesita desde que nace —comen­tó Terri.

Frotaba con el dedo algo que había encima de la mesa. Luego dejó de hacerlo.

—Creo que me apetece llamar a mis hijos —dijo Mel—. ¿Os importa? Voy a llamar a mis hijos.

Terri le avisó:

—¿Y si Marjorie contesta al teléfono? Eh, chicos, ¿os hemos hablado de Marjorie? Cariño, sabes muy bien que no quieres hablar con Marjorie. Te hará sentirte peor.

—No quiero hablar con Marjorie —reconoció Mel—. Pero quiero hablar con mis hijos.

—No pasa un día sin que Mel diga que tiene ganas de que su ex mujer vuelva a casarse. O de que se mue­ra —explicó Terri—. En primer lugar —afirmó—, nos está arruinando. Mel dice que si no se casa es sólo para fastidiarle. Tiene un novio que vive con ella y con los niños. Así que Mel mantiene también al novio.

—Marjorie es alérgica a las abejas —contó Mel—. Cuando no rezo para que vuelva a casarse, rezo para que se le eche encima un maldito enjambre de abejas y la mate a aguijonazos.

—Qué vergüenza —dijo Laura.

—Bzzzzz —susurró Mel, convirtiendo sus dedos en abejas y haciéndolas zumbar en dirección a la garganta de Terri. Después dejó caer las manos a ambos lados.

Es perversa —dijo Mel—. A veces se me ocurre ir a su casa vestido de apicultor. Ya sabes: esa especie de yelmo con la plancha que te tapa la cara, los grandes guantes y el traje acolchado. Llamo a la puerta y suelto el enjambre dentro de la casa. Pero antes tendría que asegurarme de que no estuvieran los chicos, por supuesto.

Cruzó las piernas. Le llevó su tiempo hacerlo. Luego puso ambos pies en el suelo y se inclinó hacia adelante, con los codos sobre la mesa y la barbilla en el hueco de las manos.

—Puede que no llame a mis hijos. Puede que no fuera tan buena idea. Puede que lo que hagamos sea irnos a cenar. ¿Qué os parece?

—A mí me parece bien —asentí—. Comer o no comer. O seguir bebiendo. Yo podría seguir hasta que anochezca.

—¿Qué quieres decir, cariño? —preguntó Laura.

—Exactamente lo que he dicho —respondí—. Que po­dría seguir. Eso es todo lo que he dicho.

—Pues yo comería algo —confesó Laura—. Creo que no he tenido tanta hambre en mi vida. ¿Hay algo para picar?

—Sacaré queso y galletas —dijo Terri.

Pero Terri siguió sentada. No se levantó ni trajo nada.

Mel volcó su vaso. Lo derramó sobre la mesa.

—Se acabó la ginebra —anunció.

—¿Y ahora qué? —dijo Terri.

Oía los latidos de mi corazón. Oía el corazón de los demás. Oía el ruido humano que hacíamos allí sentados, sin movernos, ninguno lo más mínimo, ni siquiera cuan­do la cocina quedó a oscuras.

Raymond Clevie Carver, Jr. (25 de mayo de 19382 de agosto de 1988), escritor estadounidense adscrito al llamado realismo sucio.

Carver nació en Clatskanie, Oregón y creció en Yakima, Washington. Su padre trabajaba en un aserradero y era alcohólico. Su madre trabajaba como camarera y vendedora. Tuvo un único hermano llamado James Franklyn Carver que nació en 1943.

Durante algún tiempo, Carver estudió bajo la tutela del escritor John Gardner, en el Chico State College, en Chico, California. Publicó un sinnúmero de relatos en revistas y periódicos, incluyendo el New Yorker y Esquire, que en su mayoría narran la vida de obreros y gente de las clases desfavorecidas de la sociedad estadounidense. Sus historias han sido incluidas en algunas de las más prestigiosas compilaciones estadounidenses: Best American Short Stories y el Premio O. Henry de relatos cortos.

Carver estuvo casado dos veces. Su segunda esposa fue la poetisa Tess Galagher. Alcohólico, cuyos efectos se manifiestan en algunos de sus personajes, Carver permaneció sobrio los últimos diez años de su vida. Era un gran amigo de Tobias Wolff y de Richard Ford, escritores también del realismo sucio.

En 1988, fue investido por la Academia Americana de Artes y Letras.

Los críticos asocian los escritos de Carver al minimalismo y le consideran el padre de la citada corriente del realismo sucio. En la época de su muerte Carver era considerado un escritor de moda, un icono que América "no podría darse el lujo de perder", según Richar Gottlieb, entonces editor de New Yorker. Sin duda era su mejor cuentista, quizá el mejor del siglo junto a Chéjov, en palabras del escritor chileno Roberto Bolaño. Al hilo de esta idea cabe destacar un soberbio cuento dedicado a los últimos días del referido escritor ruso de nombre "Tres rosas amarillas".

Su editor en Esquire, Gordon Lish, desempeñó un papel decisivo en concebir el estilo de la prosa de Carver. Por ejemplo, donde Gardner recomendaba a Carver usar 15 palabras en lugar de 25, Lish le instaba a usar 5 en lugar de 15. Durante este tiempo, Carver también envió su poesía a James Dickey, entonces editor de poesía de Esquire.

Carver murió en Port Angeles, Washington, de cáncer de pulmón, a los 50 años de edad.

En 1998, diez años después de la muerte de Carver, un artículo en la revista New York Times Magazine suscitó polémica al alegar que su editor Gordon Lish no sólo dio consejos a Carver, sino que reescribió párrafos enteros de sus cuentos, hasta el punto de cambiar el final innumerables veces. En el caso de los relatos del libro De qué hablamos cuando hablamos de amor, Lish llegó a reducir a la mitad el número de palabras originales y reescribió 10 de los 13 finales de los cuentos del libro. Por ejemplo, el cuento "Diles a las mujeres que nos vamos" ("Tell The Women We're Going") gana una dimensión más abstracta en manos de Lish, que suprime las relaciones de causa y efecto que llevan a dos adultos a matar a dos adolescentes, y añade torpeza, profundidad y silencio donde antes había — según D.T.Max, autor del artículo— demasiadas palabras.

Es notable también el caso de "Parece una tontería" ("A Good Thing, Small Thing"), con el que Carver ganó el premio O. Henry en 1983. La versión original del relato sobre un niño en coma se ve reducida a la mitad, tiene el título cambiado a "El baño" ("The Bath") y la muerte del niño al final de la versión de Carver se convierte en un final abierto, donde el lector no sabe si el niño vive o no. "El baño" fue publicado en De qué hablamos cuando hablamos de amor (What We Talk About When We Talk About Love) (1981) y "Parece una tontería" vio la luz posteriormente en Catedral (Cathedral) (1983).

Según el escritor Alessandro Baricco, quien revisó los manuscritos anotados que sirvieran de base para el artículo del New York Times (véase este artículo publicado en La Repubblica), Carver «construía paisajes de hielo pero luego los veteaba de sentimientos, como si tuviera necesidad de convencerse de que, a pesar de todo aquel hielo, eran habitables.» La opinión de Baricco es que las versiones de Carver —en un momento u otro edulcoradas por emociones que Lish sistemáticamente suprimía— añadían humanidad a los personajes y permitían vislumbrar en Carver algo «terrible pero también fascinante.»


Foto:elmalpensante.com.Semblanza biográfica:Wikipedia. Texto:quedelibros.com