10.8.11

Vinculan a la KGB con la muerte de Albert Camus

Una hipótesis aventura que el coche con el que encontró la muerte fue manipulado
Retrato del escritor y dramaturgo francés -nacido en Argelia-, a los 41 años.foto.fuente:lavanguardia.com

Un violento discurso contra la invasión soviética de Hungría, pronunciado en 1957 en la Salle Wagram, de París, habría costado la vida al escritor Albert Camus. El más joven premio Nobel de literatura –en 1957, a sus 44 años– murió cuando el Facel Vega que lo llevaba a París, el 4 de enero de 1960, se estrelló contra un plátano.

¿Accidente o ejecución organizada por el KGB? La duda fue planteada por el Corriere della Sera el pasado día 1, testigo de una conversación entre el universitario italiano Giovanni Catelli, experto en literatura de la antigua Checoslovaquia, y Maria Zabanova, viuda del poeta y traductor Jan Zabrana, sorprendidos porque la traducción italiana de Toda una vida, memorias póstumas de Zabrana, omitían un significativo pasaje.

"Un hombre que sabe mucho, relacionado con la inteligencia soviética –escribe Zabrana– me aseguró en 1980 que un neumático del coche en el que murió Camus fue saboteado por medio de un instrumento que, al aumentar la velocidad, lo desinflaba bruscamente".

¿Quien era el enterado? La viuda, tras eliminar nombres, se queda con un muerto –"George Gibian, checoslovaco nacionalizado norteamericano, profesor de la Cornell University, viajero habitual entre Moscú y Praga en los años sesenta"– y Jiri Zuzanek, catedrático en Canadá. Y apunta que "sin haber pisado jamás París, aquel hombre conocía la enorme repercusión que tuvieron las acusaciones de Camus".

Aquel discurso, reproducido por otra parte en la revista Le Franc-Tireur, personalizaba la represión de Budapest en el poderoso ministro de Interior soviético, Shepilov, quien habría orquestado su desaparición.

Pero aún con el respeto debido al talento de los espías soviéticos, ¿cómo podían saber que Camus montaría en ese coche, si tenía su billete para regresar a París en tren? En efecto, fue sólo para continuar la conversación con su amigo y editor Michel Gallimard, sobrino del legendario Gaston, que montó a su lado, en el que sería una vez más el asiento del muerto.

Lo recuerda el filósofo Michel Onfray, cuya biografía de Camus, seguramente polémica, saldrá el próximo enero.

"Es probable que los soviéticos quisieran quitarse de encima a Camus, pero el argumento del sabotaje no se tiene en pie. Según los expertos, el accidente se debió a la falta de estabilidad del Facel Vega".

Olivier Todd, ex corresponsal de la BBC en París y biógrafo de Camus (Albert Camus: une vie), asegura que en los archivos soviéticos, a los que tuvo acceso, "no hay un sólo dato que convalide la suposición de Zabrana".

¿Y los archivos de la StB, la policía secreta comunista checa? Vojtech Ripka, del Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios con sede en Praga, niega que se pueda hallar nada, "pero no porque nada haya habido, sino porque todo lo que averiguaba la StB volaba directamente a Moscú. Y los rusos son tan discretos como lo eran los soviéticos".

El coche deportivo y la velocidad eran por otra parte un fetiche de los jóvenes escritores franceses de aquellos años. Y si Françoise Sagan, pie descalzo en el acelerador, los destrozaba sin morir, Roger Nimier, novelista por entonces célebre y guionista del nuevo cine francés, se mató al volante de su Aston Martin, a los 37 años, en 1962, cuando Louis Malle lo esperaba para escribir los diálogos de Fuego fatuo.

Para hipótesis improbables, entonces, más divertida es la que divulgó el sitio Le Post, en febrero pasado. Aquel mismo frío y brumoso 4 de enero, otro conductor perdió la vida contra el mismo plátano que detuvo al coche en el que viajaba Camus. Los dos muertos no se conocían, pero eran vecinos en Lourmarin, el pueblo provenzal en el que Camus tenía su torre.

"Hay allí un castillo –escribió Le Post, a partir de Histoire inconnue des hommes depuis cent mille ans, de Robert Charroux (1963)– habitado en los años veinte por gitanos. Cuando los desalojaron, maldijeron a todos aquellos que un día restauraran o habitaran el edificio. Entre 1925 y 1959, la maldición se había cobrado doce víctimas. Camus fue la número 13".

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