26.8.11

Cortázar versus Borges o dos maneras de entender la literatura fantástica

La doble efemérides obliga. Jorge Luis Borges nació un 24 de agosto. Julio Cortázar, un 26 de dicho mes
Cronopio Mayor, el escritor Julio Cortázar. foto:Efe.fuente:aviondepapel.tv

Saúl Yurkievich comparó a Julio Cortázar con Jorge Luis Borges en un ensayo sobre la vida y obra del creador de `Rayuela´. Ambos escritores argentinos sólo tenían en común un género al que fueron afines: el relato fantástico.

La doble efeméride obliga. Jorge Luis Borges nació un 24 de agosto. Julio Cortázar, un 26 de dicho mes. Prodigaron una literatura breve y escorada al género fantástico. Poco más tenían en común. Eran escritores de generaciones diferentes.

Ni Cortázar ni Borges convergieron ni en lo político ni en su estilo literario. Cortázar jugaba con el lenguaje, como un niño con la tiza de una rayuela. Borges cultivaba el adjetivo certero en la frase quimérica, breve, erudita.

Quizás el ensayo que mejor muestra la diferencia entre ambos mitos literarios argentinos sea el que publicó el fallecido Saúl Yurkievich, íntimo y albacea de Cortázar. Su libro Julio Cortázar: mundos y mitos ahonda en lo cortazariano, su vida, su obra y sus influencias. No obstante, en uno de sus capítulos, también emerge la figura de Borges.

Así, Yurkievich explica que Julio Cortázar apostó por el hecho fantástico desde lo cotidiano. Mientras, Jorge Luis Borges, desde lo mítico.

"Borges se remite a los arquetipos de la fantasía, al acervo universal de leyendas, a las fábulas fundadores de todo relato, al gran museo de los modelos del cuento literario", explicaba Yurkievich.

"Cortázar representa lo fantástico psicológico, las fisuras de lo normal /natural que permiten dimensiones ocultas", añadía en su ensayo.

No en vano, en muchos de sus relatos, Cortázar nos ubica en la cotidianidad para enviarnos hacia una frontera insólita. Los personajes cortazarianos serían algo así como nuestros semejantes, vecinos, amigos, protagonistas que podríamos ser –incluso- nosotros mismos.

En Borges, no. Borges alude a lo prodigioso, a espacios como los laberintos o el ajedrez, a libros apócrifos o a Las mil y una noches, a la cábala, a lo sagrado, a la filosofía o a sí mismo (Yo, Borges). No hay más que releer, por ejemplo, su cuento El jardín de senderos que se bifurcan.

"Borges evita toda pretensión de realismo, toda confusión entre literatura y realidad", escribía Yurkievich. El autor también reiteraba que el vocablo certero borgiano contrastaba con el juego lingüístico de Cortázar en cada relato.

Buen ejemplo es el cuento, ya clásico, de Continuidad en los parques. Julio Cortázar nos narra cómo un hombre sentado en un sofá lee una novela. Sus dos protagonistas son dos amantes que emprenden el asesinato del marido. En un punto de giro de este brevísimo relato, el lector descubre que el marido es el mismísimo hombre que lee la novela.

¿Cómo hubiera resuelto un relato así Borges? No lo sabremos nunca. Quizás ni lo hubiera abordado. ¿Para qué?

"Todo hombre es otro (todo hombre, en el momento de leer a Jorge Luis Borges, es Jorge Luis Borges), todo hombre es todos los hombres, que es lo mismo que decir ninguno", exponía Saúl Yurkievich en su ensayo sobre Cortázar.

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