El sirio Jaled Jalifa, autor de Elogio del odio, describe la vida bajo el régimen de Damasco “Vivir es más importante que escribir”, admite
Jaled Jalifa exhibe el brazo que le rompió la policía en una manifestación en Damasco. La foto fue tomada esta semana en Madrid. foto: Cristóbal Manuel. fuente:elpais.com |
Jaled Jalifa fuma Gitanes con la mano derecha. Parte de la izquierda
la tiene escayolada hasta el codo porque un agente de los servicios
secretos sirios le dio una paliza y le partió el brazo. Fue en Damasco,
en el transcurso de un funeral que se convirtió en una manifestación
espontánea contra el régimen de Bachar el Asad. “Me golpearon con palos,
pensé que todo había acabado, nunca había sentido esa brutalidad tan
cerca”, explica a regañadientes. Insiste en que ese incidente es muy
pequeño “en comparación con los sacrificios de otras personas en Siria” y
en que no ha venido a Madrid a hablar de su brazo. Pero el caso es que
el brazo de este escritor nacido en la ciudad de Alepo hace 48 años
habla mínima aunque elocuentemente de la brutalidad con la que El Asad
machaca desde hace más de un año a los sirios. Una violencia que ha
causado al menos 10.000 muertos.
Jalifa es el autor de Elogio del odio, una novela que ahora
publica en castellano Lumen y que está censurada en Siria desde que
salió por primera vez, en 2006. Prohibida porque la narración transcurre
durante uno de los episodios más sucios de la historia reciente del
país, el aplastamiento de la insurrección del ala armada de los Hermanos
Musulmanes sirios y la aniquilación de la ciudad de Hama en febrero de
1982 perpetrada por el padre de Bachar el Asad, Hafez. Allí murieron al
menos 20.000 personas. Después, el régimen sirio echó toneladas de
silencio sobre lo ocurrido aquel día.
Vestido con bermudas, camiseta y chanclas, Jalifa habla con
entusiasmo de la revolución, que ha inundado su vida de escritor y
guionista de series y telenovelas. “No soy un activista en sentido
literal. Pero yo quería participar en estas manifestaciones, expuesto a
los disparos, rozando la muerte. Uno se siente ahí como en los inicios
de su primer amor. Salir a la calle con la multitud es una sensación
rara y maravillosa a la vez”, cuenta. Cree que ahora se puede hacer
periodismo, pero no novelas. “La revolución no es un buen momento para
escribir. Tienes que hablar del amor una vez acabado el amor y no
durante el amor, porque mientras estás viviendo una experiencia profunda
no necesitas escribirla. Ahora pasa lo mismo, yo vivo profundamente la
revolución. Creo que el hecho de vivir es más importante que el hecho de
escribir”.
La narradora de la novela, de la que no se sabe el nombre, describe
el ambiente opresivo de la casa en la que vive con sus tías y un
sirviente ciego, de la que apenas salen, siempre bajo un velo negro. Los
olores, las comidas, las texturas y las imágenes de los sueños
impregnan el libro igual que el odio crece dentro de la adolescente no
solo hacia el régimen, sino también hacia las mujeres que no se cubren
lo suficiente y hacia todo lo que no sea puro fanatismo religioso. Eso
le lleva a entrar en una célula radical y sueña con el martirio hasta
que es encarcelada durante siete años y torturada. Cuando sale, empieza a
ensayar otra vida. “En los ochenta, en Siria, había una lucha armada
entre dos fundamentalismos”, explica Jalifa, “el del régimen y el de los
islamistas radicales. Ahora hay una revolución de un pueblo entero que
quiere vivir dignamente, formar parte del futuro y recuperar su país,
que ha sido secuestrado por un régimen estancado del todo en el pasado”.
Jalifa cuenta que ahora en Damasco hay dos escenarios: “el de los
suburbios, castigados y bombardeados”, y el del centro, donde él vive,
“que tampoco es ya totalmente seguro desde hace tres meses. Hay
controles, explosiones, enfrentamientos...”. Sin embargo, dice haber
observado que la vida “produce formas para convivir con ese peligro.
Ahora contactamos unos con otros cuando ha habido un bombardeo en alguna
ciudad. Tienes que tranquilizarte, hablar con los amigos, la familia...
pero exactamente igual que hablamos de la muerte, también lo hacemos de
la vida, de cuándo quedamos a cenar o de quién está enamorado de
quién... llevamos una vida normal pero conviviendo con el peligro. En
eso consiste la fuerza del ser humano”.
Jaled Jalifa cree que el movimiento social acabará triunfando en su
país. Pero tampoco oculta su preocupación: “Esta puede convertirse en la
historia más triste de las revoluciones árabes, pero también en la más
valiente. Lo que temo es que se convierta en la vergüenza del mundo, que
ha dejado solos a los sirios ante la barbarie”.
La tradición siria de perseguir escritores
La prohibición de la novela Elogio del odio es una muestra de las censuras, persecuciones e intentos de amordazar a los escritores
en todo el mundo. Una práctica que teje buena parte del mosaico de la
creación universal en las diferentes manifestaciones artísticas.
“Crea en su sueño / un modelo de revolución rebelde / que abraza el
creciente futuro. / Despierta de su sueño / y sus días se convierten /
en anhelos / que lloran la noche pasada / y su quimera perdida”. Son los
versos de Adonis que resuenan a través del tiempo y los lugares sin perder vigencia y que tituló El sueño y el despertar.
Sabe él de la rebeldía y del silencio y la soledad impuestas porque
forma parte de una nómina de escritores sirios que han sido perseguidos
en su país en los últimos sesenta años. Como Osman Sabri, Cankurd y Nizar Qabbani.
Es conocido un episodio de Adonis. Por pertenecer al Partido Social
Nacionalista Sirio fue encarcelado cuando tenía 25 años (1955). Fueron
seis meses que le sirvieron de inspiración y para abrirse a nuevos
derroteros. El periodismo fue uno de ellos. Emigró a Beirut donde fundó
la revista Shi’r (Poesía), junto al poeta y crítico Yasuf al-Khal.
Con el tiempo, viviendo entre Líbano y Francia, Adonis se convertiría
en uno de los grandes poetas y eterno candidato al Nobel.
Experiencias parecidas vivieron Osman Sabri (1905-1993) y Cankurd (1948). El primero fue por la revuelta de Shaikh Said Piran,
mientras que años después el Imperio Británico lo encarceló en Mosul y
Bagdad por intervenir en las revueltas de proclamación de la República
de Ararat. El activismo político de Cankurd lo llevó a la cárcel varias
veces, hasta el punto de que debió emigrar a Alemania en 1979.
Los tres vivieron escenas como las descritas por Khaled Khalifa:
“Los soldados de las Brigadas de la Muerte paseaban sus siluetas
atléticas por toda la ciudad y sembraban de terror con sus metralletas y
su temeridad ante la muerte. Nos llegaban órdenes a diario; recorríamos
las callejuelas como el aire, como si voláramos, entrábamos en las
casas, donde las mujeres rezaban por nuestros hombres y lloraban al
pensar en los peligros a que nos exponíamos…”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario