29.6.12

Wylie: "Los editores han de poner coto a las cadenas como Amazon"

"Si los editores no se plantan, sólo quedará el negocio de los distribuidores", afirma Andrew Wylie, agente literario de Nueva York

Andrew Wylie, 63 años, agente literario, agresivo, que se planta frente a las grandes cadenas editoriales,considera que si no se ponen las pilas los editores, los bestsellers eclipsarán a los grandes escritores. foto.fuente:lavanguardia.com

Andrew Wylie es una de las diez personas que mejor conoce los entresijos de la edición mundial. Al poco tiempo de hablar con él uno se da cuenta de que su vestimenta atildada y su mirada de halcón es un truco que cultiva para que su fama de implacable le facilite las negociaciones en defensa de los 850 autores que representa: Nabokov, Philip Roth, Rushdie, Borges, Calvino, Burroughs, Ginsberg, Hunter S. Thompson, Bolaño, Bellow, Susan Sontag, Kawabata... Wylie reúne las dos ramas de su familia de la aristocracia bostoniana: banqueros y editores. Es un enamorado de la gran literatura que ha aprendido a nadar rodeado de los tiburones de las grandes corporaciones –ICM, William Morris, Curtis Brown, United Agents– y las gigantescas cadenas de editoriales-librerías, físicas como Barnes and Nobles o virtuales como Amazon. Ayer cerró el máster de edición que dirige Javier Aparicio en la Universitat Pompeu Fabra. Poca gente del mundillo editorial catalán faltó a su conferencia.
La imagen que se ha vendido de usted en España es la de un agresivo deprededor, como el personaje de Geko que encarnaba Michael Douglas. ¿Cómo llegó a la literatura?
Mi padre era editor en Houghton Mifflin y vivíamos en una casa construida por Ralph Adams Cram, el arquitecto de la catedral de San Juan El Divino de Nueva York. Me pasaba horas leyendo en una biblioteca enorme con miles de libros, incluyendo las obras completas de Voltaire, Era fresca en verano y cálida en invierno. Es así como entiendo la literatura, una casa, un espacio para vivir.
¿Voltaire? ¿Viene usted de la Ilustración?
 De Cándido y de don Quijote, que creen vivir en el mejor de los mundos posibles … siempre desde una perspectiva razonable.
Fue un estudiante rebelde, vendía alcohol ilegal...
 Bueno, yo actuaba en una obra de teatro y al volver a mi residencia, me asaltaron, me taparon los ojos y una voz me dijo que me iban a retorcerme la oreja hasta ponerla como una colifor y que me quedaría media cara cosida a cicatrices. No podía abrir los ojos, llenos de sangre seca y tuve un accidente de coche terrible. Me quedé inconsciente, me llevaron al hospital local. Me rescató mi padre y me operaron en un hospital de Massachussets. Aún me queda una cicatriz enorme. Como no podía hacer deporte, me puse a jugar a billar. Y ya se sabe que en los billares se conoce a gente poco recomendable, Me hice amigo de un taxista ex boxeador profesional. Llenábamos el coche de alcohol y yo me encargaba de enviarlo a mis compañeros de clase y firmar por ellos las asistencias obligatorias de mis amigos a las comidas y cenas de Harvard. Pero aquello no terminó lo bien que yo hubiera deseado. Una noche, en una estación de tren, creí ver a lo lejos unas luces. “¿Será la policía?, pensé. Efectivamente, era la policía. Me puse a correr como un loco, pero al ver que apresaban a mi amigo ex boxeador, volví. Ahí acabó todo. Me expulsaron del colegio pero logré entrar en Harvard.
Pudo ser catedrático o escritor. Usted escribió un libro de poemas
 Hice los cuatro cursos de Harvard en tres años. Literatura francesa, italiana, griega, filosofía presocrática. Después de graduarme magnum cum laude, marché a Nueva York. Allí monté una especie de librería para vender mis libros de la universidad, pero ¿quién quería aquellos libros académicos?. Cuando cerraba la librería, iba a un restaurante donde daban pollo gratis a las cuatro de la tarde, mi única comida del día. A veces, volvía por la noche y me daban entonces garbanzos, también gratis. Estaba de moda en aquel tiempo el bar Max’s Kansas City. En la trastienda conocí a Andy Warhol. Se puede decir que durante un año y medio “estudié” Warhol y llegué a conocerlo tan bien que aún ahora soy capaz de imitarlo a la perfección.
¿Cómo se hizo agente?
Al principio busqué trabajo como editor. Pasé dos semanas visitando editoriales , pero cuando pedía trabajo y me preguntaban qué leía y les decía que Tucídides, me miraban como si hubiera pisado una mierda. “Si quieres ser editor –me decían- has de leer a James Michener o a John Clavell. El editor de Truman Capote me quiso coger para hacer de chico de los recados y también en William Morris. Dije que no y me establecí por mi cuenta en 1980. Me paso cinco años pensando qué hacer y 28 llevándolo a cabo.
¿Qué relación tiene con sus autores?
 Disfruto tanto hablando con ellos, con su inteligencia y su trabajo que yo, que carezco de personalidad, al final, pienso y hablo como ellos, Soy 850 personas en una.Para ellos soy un empleado que intenta rendirles el mejor servicio.
¿Y no hace contratos? ¿Vale la palabra?
Sí. Ya me llevé una decepción en Inglaterra. En 1986, vendí la mitad de mi agencia a un a una agencia británica y para ello pedí un préstamo de 100.000 dólares, avalado por mi madre. Acabó costándome 350.000. La razón fue que mi socio y yo habíamos acordado repartir la sociedad al 50 %, pero cuando fui a reclamarlo, mi socio se negó a reconocerlo. “¡Pero si lo pactamos con un apretón de mano!”, le dije. Y la respuesta de mi socio fue: “pues no lo voy a hacer”. Me pasó algo parecido en España. He aprendido que cuando en España te dicen que hace un día soleado y un cielo azul ¡apresúrate a coger el chubasquero y el paraguas!
¿Da detalles?
 Este es el detalle: si te dicen que hace sol, coge el chubasquero.
¿Qué exige a un autor joven para representarlo?
Calidad literaria. No busco dinero. Sólo me involucro cuando veo que es un buen escritor y siempre he apostado a largo plazo. No quiero a Danielle Steel, sino a Phillip Roth. Al final, los buenos escritores acabarán vendiendo sus libros.
¿Cuál es el logro del que se siente más orgulloso?
Además del respeto al fondo, no a la novedad, que todos mis autores reciban el 50 % de sus ingresos en sus países, y el otro 50 % en el resto del mundo. Su internacionalización. Para eso viajo constantemente de Shanghai a Londres, París, Munich, Barcelona o Nueva York.
¿Y en español?¿Le parece poco tener a Borges, Bolaño, Muñoz Molina....?
¿Cree que el mundo va hacia la desculturización?
Ya lo decía Shakespeare: negro, blanco, lectores estúpidos, vulgarización de la cultura...
¿Es decir, que todas las épocas tienen una percepción pesimista?
El problema específico de nuestra época es la distribución. Los editores han de ser fuertes ante las cadenas de librerías, Amazon... Se han dejado llevar como se lleva a los asnos por la argolla del hocico. Tienen que ser más tajantes, más duros y más disciplinados. Si no, el único negocio será el suyo y los bestsellers eclipsarán a los grandes escritores.

La odisea digital

Después, en la conferencia que pronunció en la Pompeu Fabra Wylie, que fundó su agencia en 1980, contó que vio primero cómo las grandes cadenas de editoriales-librerías (en EE.UU y Gran Bretaña no hay precio fijo del libro) arrasaban las librerías independientes e imponían los bestséllers y las novedades, arrinconando las obras del fondo y forzando rebajas insostenibles para los editores. Después, comprobó cómo las expectativas puestas en Amazon quedaron frustradas al imitar las mismas prácticas. Y luego vio cómo los editores no tenían en cuenta los derechos digitales de autor, a pesar de ahorrarse los costes de producción del libro impreso. Wylie decidió crear su propia editorial digital, Odissey, en Amazon, que le valió el boicot de Random House. Logró normalizar los derechos digitales de sus autores con Random, pero fue entonces cuando Amazon le quiso enviar al infierno.
Wylie comparaba aquella biblioteca familiar, la casa de la literatura donde vivir con los libros que uno le gustan, con una escultura de Giacometti, El palacio a las 4 de la madrugada, dedicada a su obsesión por su amada Denise. Ahora la ve amenazada y pide a los editores que sean fuertes y resistan las presiones de las grandes cadenas.

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