3.8.12

De aquellos hippies, estos narcos

La precuela de Salvajes llega a las librerías en septiembre para contar los orígenes de los jóvenes traficantes que la protagonizan

El escritor Don Winslow, autor de la celebradísima El poder del perro, prepara Los reyes de lo cool que llega en septiembre. foto:archivo.fuente:elmundo.es

De Don Winslow, a quien guardamos gratitud inextinguible por ese novelón titulado El poder del perro, sabíamos últimamente que andaba abducido por Hollywood. Primero tuvimos noticia del proyecto de adaptación de El invierno de Frankie Machine, una excelente historia crepuscular que pudimos leer hace un par de años y que al parecer iba a rodar Robert de Niro (pero no hemos sabido más, y es una pena, porque el personaje y la historia le iban a Bob como anillo al dedo).
Luego nos enteramos de que Oliver Stone se había fijado en Salvajes, una novela que apareció el año pasado en español. El tema volvía a ser la frontera y la fallida guerra de EEUU contra las drogas, con México como monstruoso daño colateral, esto es, el eje central de El poder del perro, pero en este caso narrado desde el punto de vista de unos jóvenes traficantes yanquis, uno de ellos ex soldado en Afganistán, que mantienen unas turbulentas relaciones con los cárteles que mueven el cotarro al sur del Río Grande.
Ya en su día tuvimos ocasión de comentar el libro. De la película, con guión del propio Winslow en colaboración con Shane Salerno, y protagonizada por Blake Lively, Taylor Kitsch y Aaron Taylor-Johnson (con apariciones estelares de Benicio del Toro, Salma Hayek y John Travolta), podemos decir que se estrenó a comienzos de julio en Estados Unidos, con un moderado éxito. Aquí podremos verla el próximo 28 de septiembre.
Entre tanto, Winslow nos ofrece una nueva novela. Llegará a las librerías españolas en septiembre, aunque ya puede comprarse en preventa. Se titula, no sé si muy acertadamente, Los reyes de lo cool, y tiene la peculiaridad de que es una 'precuela' de la anterior, o lo que es lo mismo: nos cuenta qué pasó con esos jóvenes traficantes, incluidos sus orígenes familiares, antes de los hechos que ya nos se nos narraron en Salvajes. Si se tiene en cuenta que Salvajes es una historia más bien compleja, y que se resuelve de forma apocalíptica y demoledora, el ejercicio de reconstrucción hacia atrás que plantea 'Los reyes de lo cool' roza por momentos el virtuosismo narrativo, al hacer encajar una multitud de piezas que parece imposible que el autor no tuviera en la cabeza cuando escribió la novela anterior, y de las que sin embargo no nos dejó entrever apenas nada entonces.
En resumen muy grueso, venimos a saber que esos jóvenes e implacables traficantes de la primera década del siglo XXI, que no creen en nada y han elegido ganarse la vida con uno de los negocios más peligrosos del mundo (en especial, allí donde ellos lo desarrollan), son hijos, incluso biológicos, de aquellos hippies que en los 70 predicaban la paz, el amor y la marihuana. Surferos rebosantes de buen rollo que en el tránsito de los 80 a los 90 cambiaron sus ansias de redención universal por planes concretos de redención individual en los que no hacían ascos, si la ganancia lo justificaba, a contemporizar con el crimen.
Tiene Winslow, en este aspecto, un olfato innegable para construir historias que resultan mordazmente simbólicas, tanto de su país como de los que de uno u otro modo vamos a remolque de él, imitando sus hábitos, sus modas, incluso secundándolo en sus campañas bélicas. De los hippies y agitadores del 68 se sirvió a placer el capitalismo rampante de los 90, tras la caída del Muro de Berlín. De su imperio indiscutido, partiendo cuentas y dividendos con el crimen organizado global, a través de los paraísos fiscales, el blanqueo de dinero y otras prestidigitaciones, proviene esta era de nihilismo y desencanto planetario.
Con esa carga simbólica es con lo que se queda este lector de 'Los reyes de lo cool', más allá de una historia que está construida con la profesionalidad, el rigor y la habilidad que son del caso (no en vano estamos ante un novelista norteamericano experimentado, esto es, ante un impecable profesional), pero que quizá resulta algo alambicada y en definitiva no viene a sumar mucho a lo que ya quedó contado, sobre los personajes y su carácter, en la novela anterior (o posterior, según se mire).
Todo está bien ensamblado y resuelto, salvo quizá alguna precipitación en el tramo final y algún esquematismo excesivo en otros pasajes (en los que Winslow, como ya hizo en 'Salvajes', intercala escenas escritas en formato de guión cinematográfico). Y sin embargo, no es eso lo que resulta más memorable de este libro. Puestos a elegir un pasaje, permítaseme elegir una reflexión que entre el ruido de los tiros, el fragor de la venganza y el horror de las traiciones que son moneda corriente entre quienes viven en el lado oscuro, viene a leerse como una epifanía. Se la lanza John, un traficante recién salido de la cárcel, a Roger, el banquero al que le ha encargado que vele por sus ahorros:
Hemos metido dinero hasta en el último banco de Newport, Laguna, Dana Point, donde quieras. Joder, tenía quince años cuando empecé a entregarles bolsas llenas de efectivo a gilipollas como tú. Nadie se quejó nunca. Si no hubiera sido por nosotros, jamás habríais tenido fondos para los préstamos. Nosotros levantamos esta ciudad con mierda y rock-and-roll. Un buen pedazo de Laguna se construyó gracias a la droga. Efectivo que entraba en los bancos y salía como hipotecas para casas, tiendas, negocios.
¿Alguien más ha pensado al leerlo que estaba hablando de algo más que una pequeña ciudad de California?

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