Lea los adelantos de Más afuera, testimonios sobre David Foster Wallace que escribe su amigo Jonathan Franzen
Jonathan Franzen (izquierda.) y David Foster Wallace (derecha.). foto.fuente:elmundo.es |
Cuando David Foster Wallace
se ahorcó en el patio de su casa en Claremont, su viejo amigo y colega
Jonathan Franzen reaccionó de una manera extraña. En lugar de entregarse
al desconsuelo, se cerró en su propia ira. Comenzó a mascar tabaco, al
igual el autor de 'La broma infinita' (1996), y se puso a trabajar obsesivamente,
aislado y sin conexión a internet, nueve horas al día, siete días a la
semana. De esa disciplina monacal surgiría poco después el primer
borrador de 'Libertad' (2010), el descarnado fresco de la sociedad
desquiciada nacida tras el 11-S por la que la revista 'Time' le dedicó
una portada y la crítica se rindió en bloque reflotando el viejo mito de
la gran novela americana.
Ahora Jonathan Franzen rompe el aislamiento al que lo condenó la
desaparición de "la mente más brillante de su generación", como se suele
citar a Foster Wallace en referencia al Aullido de Allen Ginsberg, y se enfrenta a su postergado luto con 'Más afuera'.
Un implacable ajuste de cuentas a su amigo fallecido con el que
desahoga todo el cabreo acumulado que le provocó su "último gran golpe".
Salamadra publicará la obra, con traducción de Isabel Ferrer, el 8 de
noviembre.
Continuando las tres primeras entregas realizadas en la edición
impresa esta semana, elmundo.es le ofrece éstas en versión online y, en
exclusiva, las siguientes cuatro partes que completan el largo capítulo que da título al libro. Sobre él giran, como si de un punto ciego se tratara, los 21 textos que lo componen, entre ensayos, artículos y conferencias.
Más Afuera es la antigua denominación de la isla Alexander Selkirk,
nombre del marinero escocés en cuya experiencia se basó Daniel Defoe
para su Robinson Crusoe. Hacía allí se dirigió a comienzos de 2011
Jonathan Franzen, aficionado desde siempre a las aves.
En realidad se trataba de una paradójica fuga de su aislamiento hacia
la isla desierta por antonomasia porque, además del ultramoderno
avituallamiento de supervivencia, llevaba en su mochila una parte de las cenizas de Wallace en una pequeña caja de madera que le había entregado Karen, la viuda del escritor, para que las esparciera allí.
"Creo que a la gente que no está familiarizada con la competición les cuesta comprender cómo puedes querer a alguien y al mismo tiempo mantener una batalla con esa persona", reconocía Franzen poco después de la muerte de su amigo en una entrevista.
Lo cierto es que Franzen también da rienda suelta a su rabia contenida y ajusta las tuercas con rudeza a su amigo.
Desmonta de un plumazo el mito del artista mártir y dibuja el contorno
de una personalidad compleja de dudosa moralidad. Sugiere que entre las
causas de su suicidio, como de sus adicciones, pesó más el aburrimiento
–el tema de 'El rey pálido'– y su patológico solipsismo que la
depresión.
LEA EL ADELANTO EN EXCLUSIVA
- En el Pacífico Sur, a ochocientos kilómetros... (I)
- Mi primer contacto con Robinson Crusoe... (II)
- A medida que me acercaba en el barco... (III)
- Salvo por el zumbido de las moscas...(IV)
- En plena noche me despertó...(V)
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