Vida digital habla de un hombre nacido antes de las redes sociales y atrapado en ellas en una era más compleja, en la que “hemos perdido la inocencia” y ya no nos creemos todo (casi nada) de lo que flota en la red
El escritor mexicano Fabrizio Mejía. foto: Pep Companys. fuente:elpais.com |
“Una computadora apagada es, si acaso, un mal espejo”, comienza el último libro de Fabrizio Mejía Madrid (México, 1968), Vida digital.
La computadora encendida es, por el contrario, “la posibilidad de no
pensar en ti mismo e inventarte una vida aparte”, agrega en esta
entrevista el escritor y periodista, que ha pasado de firmar la
biografía novelada del expresidente de México Gustavo Díaz Ordaz (Disparos en la oscuridad, 2011) a destripar en su última novela esas noches de insomnio saltando de página a página de Internet.
A eso se dedica el protagonista de su novela, que no tiene nombre y
que emplea las horas en buscarse a sí mismo en ensoñaciones y perfiles
ajenos en Facebook. El propio Mejía reconoce pasar “muchas horas al día”
conectado. Tiene más de 11.000 seguidores en Twitter.
La idea de Vida digital
llegó por medio de un amigo que cada cierto tiempo escribía biografías
falsas en Wikipedia, explica A Mejía se le ocurrió buscar la definición
de ‘felicidad’ en la enciclopedia online e idear (que no colgar) su
versión sarcástica. Le intrigaba “la creación de la identidad construida
y de las comunidades virtuales” en una “vida digital que está
interpuesta con la real, no superpuesta”. Como dice el narrador del
libro: “No somos los navegantes sino los peces atrapados. El agua es la
vida, la red es la vida digital; te sales de una para entrar en la otra y
están conectadas por agujeros”.
Vida digital habla de un hombre nacido antes de las redes
sociales (cuando Internet “servía para correos y porno”) y atrapado en
ellas en una era más compleja, en la que “hemos perdido la inocencia” y
ya no nos creemos todo (casi nada) de lo que flota en la red.
Tras la simpleza de los correos y el porno, ahora el ordenador
permite escapar de uno mismo. Y saberlo todo. “Si pierdes la memoria
puedes encender una computadora y parte de tu memoria está ahí dentro,
en la nube, que no es ningún lugar. Tener Alzheimer no será problema en
el futuro”, bromea Mejía.
Internet funciona para más cosas. Como el activismo político. Mejía
ha estado extremadamente activo y combativo en las acusaciones de fraude
electoral contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y en las
de manipulación informativa contra la cadena Televisa. La compañía
“nunca entendió que el movimiento 132 era digital, no analógico”,
y que salía de los ordenadores y los móviles para manifestarse en las
calles. Y, según Mejía, las masivas movilizaciones antes y después de
los comicios se deben a que “en Twitter no importan cuantos te sigan,
sino cuántos te retuitean. El asunto es persuadir, no es una cuestión de
rating. Televisa nunca lo entendió: ¿Cómo es posible que tengamos a las afueras de la televisora un campamento
que se hizo de Twitter, con la audiencia que tenemos?”. “En Internet
todos somos iguales”, opina, “valen todas las opiniones. Casi…”, ríe
(cuando murió la cantante Chavela Vargas, él osó decir en Twitter que no
le gustaba cómo cantaba).
Mejía habla de Internet con ironía, pero también con fervor. Las
comunidades del futuro, cree, no estarán basadas en la geografía ni en
la vecindad, sino en otro tipo de valores que tienen que ver con la
opinión. “En una comunidad de fans de Justin Bieber, lo que menos
importa es el imbécil de Justin Bieber. Importa cómo se crea la
comunidad a partir de ese nombre, como si fuera el jefe de la tribu, el
dios”. Y en el futuro, la única diferencia entre la vida virtual y la
real será el poder tocar a quien sí existe en tres dimensiones. “Vivimos
una vida textual. Nunca antes habíamos escrito tanto y con tan mala
ortografía”, reflexiona entre risas.
En esta realidad de pocas certezas, el tacto es la única, cree, junto
a “que te vas a morir solo”. Las bondades y las trampas virtuales están
reflejadas en la portada de Vida digital: una fotografía de la mexicana Daniela Edburg titulada Muerte por algodón de azúcar
y que sugirió un internauta cuando el escritor pidió ideas a través de
Twitter. “Algo dulce pero amenazante”, describe Mejía. Como Internet y
esos perfiles de desconocidas en Facebook.
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