La escritora argentina, que recibirá en Londres el Premio Hans Christian Andersen, el más importante de la literatura para niños, habla aquí de su voluntad de escribir sin predeterminar la edad de sus lectores
María Teresa Andruetto, autora argentina de literatura infantil recibe el Premio Hans Cristian Andersen, el Nobel infantil. foto: Ricardo Pristupluk.fuente:adncultura.com |
María Teresa Andruetto vive en un pueblo de Córdoba,
junto a un bosquecito de algarrobos y espinillos. Tiene una huerta y
algunos animales domésticos. Cuando se le pregunta si este entorno es
importante para su escritura, responde que no, que es importante para su
vida. En marzo de este año el jurado del premio Hans Christian Andersen
destacó su capacidad para crear libros sensibles, profundos y poéticos,
fuertemente centrados en la estética, y le otorgó uno de los
reconocimientos más importantes que puede recibir un autor cuya obra
haya enriquecido la literatura infantil y juvenil. La escritora recibirá
el premio en Londres, mañana.
"Siempre luché contra los encasillamientos", dice esta
narradora que se ha dedicado a escribir sin fijarse en la edad de sus
lectores; que publicó en colecciones para adultos, jóvenes y niños; que
no cree en la literatura compartimentada y considera que muchos de sus
libros pueden ser leídos indistintamente por jóvenes y adultos. "He
tenido una ambición de escritura total, en el sentido de explorar en
distintos géneros, en distintas zonas de lectores. Mi búsqueda ha roto
mis propios encasillamientos", afirma. Su obra habla de la construcción
de la identidad individual y social, de las secuelas de la dictadura,
del universo femenino, de los migrantes y del desarraigo, entre otros
temas. Algunos de sus títulos para niños y jóvenes más destacados son El incendio (distinguido por la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina), Veladuras (recomendado por el Banco del Libro de Caracas) y Stefano (Mención Especial White Ravens). Entre su obra para adultos figura Lengua madre (finalista del Premio Rómulo Gallegos), La mujer en cuestión (Premio Fondo Nacional de las Artes) y Tama (Premio Municipal Luis de Tejeda). Ha publicado en las editoriales más importantes y también en pequeños sellos independientes.
-Alguna vez dijiste que escribir es un modo de mirar muy intenso. ¿Cuáles son los temas que miraste?
-Son muchos. Casi siempre tienen que ver con las
mujeres, con un deseo de comprender la subjetividad femenina, la mía y
la de otras, sobre todo la diversidad que puede tener.
-En tus novelas suelen aparecer los viajes, las familias separadas por la distancia y la construcción de la identidad.
-Sí. Creo que todo converge. Yo he entendido la
escritura como un camino de conocimiento. Cada libro por el que he
transitado ha sido un camino de conocimiento de un modo de ser y estar
en el mundo de un personaje, de un narrador y demás. Me ha aparecido
mucho la relación entre madre e hija. Son cosas que yo veo hoy, a la
distancia, que se han repetido.
-En Veladuras construís una voz del norte, de una joven que habla de su pasado familiar.
-Es una metaforización de un lenguaje del noroeste, que
no es exactamente el lenguaje de La Rioja o de Jujuy. A mí me apareció
una voz, escuché una frase.
-¿Cuál fue esa frase?
-La primera del libro. Escuché en mí una voz que decía
esas primeras dos líneas del libro. Eso me ha pasado mucho con los
poemas. Imágenes que me interrogan, me aparecen todo el tiempo. Algunas
se van perdiendo, otras se quedan. Antes yo las perseguía un poco. Tengo
cuadernos donde las anotaba para no perderlas. Lo que pasó fue que,
como son muchas, he terminado escribiendo sobre las que se quedan.
Pienso que por algo se me quedan, porque después descubro que eso que
escribo tiene algo que ver con mi historia. Y en el caso de Veladuras , el origen, muy alejado del proceso de escritura, fue una persona que necesitaba hacerme algunas preguntas sobre Stefano
por un trabajo para la universidad. Nos citamos en un bar en Córdoba.
Nos vimos esa sola vez. Hablamos un poco de mi libro y después ella me
contó de su papá. Sentía por su padre una fascinación adolescente, y a
su madre le reprochaba que él no había podido realizarse porque ella no
lo había comprendido. Había una idea de un triángulo amoroso también, o
algo así, o es lo que me quedó. No sé exactamente porque después yo fui
fabulando en torno a eso a lo largo del tiempo. Yo tenía a mis hijas
adolescentes, algo de eso evidentemente resonó ahí, en ese momento de la
adolescencia en que la hija ama y defiende al padre contra la madre
para poder construirse. Algo de eso resonó por mucho tiempo. Lo que no
tenía era cómo contarlo. Yo no empiezo a escribir si no tengo el
narrador. La escritura es el lento proceso de escucha de lo que ese
narrador puede decir.
-¿Dónde escribís?
-Yo me aquerencio con un lugar, donde visualizo la
escritura es ahí. Lo que más me gusta es escribir en casa, en mi
escritorio, en una computadora fija. Hay una rutina que me parece que es
buena para mi escritura. Ahora ya es poco el tiempo, tengo una novela
suspendida, pero la tengo en mi cabeza, ya sé que la estoy haciendo
aunque no escriba una línea desde marzo, cuando anunciaron los
resultados del premio, y quizá no escriba más hasta noviembre. Ya de por
sí escribo más en el verano. Entonces es cuando hago los borradores.
Después pulo en el invierno. No es que esté escribiendo todo el tiempo.
Contesto notas, hago una columna, un prólogo para alguien, soy muy
activa, pero lo último que escribí de literatura fue en el verano. No me
angustia pasar un año sin avanzar con la novela. Ese no ir, el tiempo
en que no estoy en eso y después vuelvo, forma parte de mi proceso de
escritura. Escribo mucho por capas. Hasta un punto y después a lo mejor
lo suspendo.
-¿Cómo es escribir por capas? ¿Corregís mucho?
-Sí, mucho, corregir por supuesto que es algo que se
hace por capas. Es el proceso más lindo para mí, me gusta mucho esa cosa
más fina, cuando ya lo voy teniendo. Pero las capas son también para la
escritura misma. Yo conozco algunos puntos flacos míos. Uno de ellos es
mi excesiva demanda de corrección. Corregir antes de tiempo puede
abortar un proyecto. Tengo algunas estrategias para que no se me agoten
los proyectos por hipercorrección. Porque la corrección es fundamental,
pero si viene después.
-¿Cómo es tu día?
-Me levanto, desayunamos y les damos de comer a los
animales. Tenemos una huerta, unas ovejas, dos caballos y gallinas.
Muchas veces camino una hora, después vengo y abro la máquina, porque ya
estoy sola en la casa. Entro a leer los mails, respondo? Lo que hacemos
todos. Ahora contesto notas o le mando alguna cosa a alguien que me
pide, preparo mi columna, dirijo una colección de narradoras... Una vez
por mes hago una entrada para un blog de narradoras, y los deberes que
tengo que me ordenan. El tiempo que me queda libre es el de escritura.
Yo lo busco y a la vez lo obstaculizo, porque me pongo otras tareas.
Todos hacemos lo mismo, ¿no?
-¿A la literatura llegás por la tarde?
-No, si estoy muy entusiasmada, arranco por ahí, porque
también eso es algo que aprendí conmigo: que si abro los mails ya soné.
Pero en el verano, por ejemplo, hago muchos borradores, avanzo mucho
porque baja todo lo otro, porque yo me considero de vacaciones.
-¿Te considerás de vacaciones y por eso escribís más?
-Hasta hace pocos años, cuando tenía que llenar un
papel con mi profesión, ponía "docente". Escribir era mi recreo y mi
fiesta. Y aunque ahora todo lo que hago tiene que ver con la escritura y
pongo "escritora", porque me invitan como escritora y ya no estoy dando
clases, escribir sigue teniendo eso de fiesta, de cosa libre. Por eso
nunca vendo trabajos por anticipado, me han ofrecido contratos para
terminar cosas en cierta cantidad de tiempo. Pero no, no quiero, no me
funciona, me quita el gusto.
-¿Te quita el gusto que te corten tu ritmo?
-No, lo que ocurre es tengo que ver la obra terminada y
que me guste para entregársela a alguien. Cuando algo está encargado,
no tiene esa emoción, está la cabeza, lo racional; entonces se aleja de
lo que yo busco para la escritura. No es que me ponga en moralista, es
mi forma, siempre he cuidado mi deseo porque escribir es una de las
cosas que más me gusta hacer.
-En El taller de literatura creativa en la escuela, la biblioteca, el club
, considerás, junto con Lilia Lardone, que el taller es un espacio en
el que los niños pueden encontrar el sitio que les corresponde en el
mundo.
-Me parece interesante producir en la escuela un
espacio de autoconocimiento y de encuentro con una palabra propia. No se
debe confundir con formación de escritores o con un taller privado de
adultos adonde va una persona que está escribiendo para revisar sus
textos. A veces hay gente que dice: "Mi hijo escribe, ¿cómo hago para
que alguien lo publique?". A lo mejor hasta va a una imprenta y lo
imprime. Yo pienso en un espacio liberado de todo eso. Un lugar de
encuentro con la palabra que un coordinador puede favorecer con ciertas
provocaciones y lecturas, de modo que cada uno busque en sí mismo una
palabra que no es la que debiera ser, el uso correcto del lenguaje, sino
ese sentido más desacatado de las palabras que lo habitan a uno cuando
se busca en el interior. Porque un escritor recorre un camino diferente
de un profesor de lengua o un investigador de la lengua, incluso de un
crítico. Un escritor recorre un espacio más salvaje del lenguaje en la
búsqueda de una palabra propia en la que a veces cierta leve
incorrección, un desacato de la norma, genera un sentido inesperado y da
luz a algo. Es interesante que suceda en la escuela porque esta
institución es, todavía y más que nunca, un espacio de democratización
del conocimiento, el más democrático que tenemos porque a la escuela
vamos todos. Es un lugar que puede achicar la brecha entre los que
provienen de hogares no lectores y los que vienen de hogares con libros.
-También decís que el taller rompe el espacio homogeneizador de la clase de lengua.
-La escuela es un espacio muy importante de acceso al
conocimiento, pero también es un espacio ordenador de nuestras vidas, de
catalogación del saber, en algún punto conservador del lenguaje porque
nos enseña a escribir de la forma correcta, a usar el lenguaje de todos,
sin lo cual no nos podemos mover en la vida cotidiana. Pero un escritor
es alguien que con el lenguaje de todos construye una lengua propia,
única, privada. El taller debe estar dentro de la escuela para que todos
tengan acceso, pero a la vez lo pienso diferenciado de la clase
tradicional, en el sentido de un espacio de ruptura en el encuentro con
la palabra. Permite un perfil más salvaje, menos obediente de la
palabra, más desacatado del lenguaje, más lleno de grietas por donde
entrar en lo propio, y lo permite a la vez en un espacio democrático por
el que pasamos todos.
-Algo así contabas recién sobre tu propio proceso de escritura, que una corrección prematura puede abortar tu trabajo.
-Claro. Siempre la lucha entre la pasión y la norma, lo
que debiera ser y lo que es, como una especie de relámpago. Porque,
¿qué quiere la escritura? Captar algo de lo fugaz de la vida.
Adn Andruetto
Arroyo Cabral, Córdoba, 1954
Arroyo Cabral, Córdoba, 1954
Estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba y
ejerció la docencia, además de coordinar talleres de escritura. Publicó
narrativa, poesía y teatro para adultos. Su obra literaria para niños y
jóvenes incluye, entre otros títulos, La niña, el corazón y la casa
(Sudamericana), Stefano (Sudamericana), El caballo de Chuang Tzu
(Comunicarte), Trenes (Alfaguara) y El incendio (Ediciones del Eclipse).
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