¿Ver una película, por ejemplo en un teléfono inteligente, es cine? La historia de este medio da algunas pistas para una respuesta
Antes que la pantalla grande hiciera del cine un evento social, las películas se veían por mirillas de kinetoscopios. /Revista Ñ |
A principios de la historia de la pantallagrande, allá por la década de
1890, no encontrará pantalla alguna. La observación más temprana de
imágenes en movimiento era una experiencia solitaria. Uno veía a través
de una mirilla en un kinetoscopio, una caja que llegaba hasta la cintura
en la que una luz iluminaba los cuadros de un rollo continuo de
película. Una lupa estaba fija a la mirilla, pero las imágenes seguían
siendo diminutas.
Cuando arribó la proyección, las imágenes de película pudieron hacerse más grandes que en la vida real, en una pantalla grande acompañada de un gran sonido. Ver una película se convirtió no sólo en una experiencia de inmersión, sino también una experiencia social, con los miembros del público sentados juntos en la oscuridad, riendo y llorando.
Hoy, ver una película es, nuevamente, una actividad solitaria, que involucra pequeñas imágenes en una laptop, una tableta y, aún más minúsculo, un teléfono celular. La conveniencia tiene un precio: la experiencia de inmersión cinematográfica se ha perdido.
Los títulos más recientes están disponibles a través de Apple o Google por una renta económica en la pantalla chica. (Apple puso a disposición la renta de películas para teléfonos en 2008, y Net-flix, líder en la descarga en torrente de títulos cinematográficos más antiguos, introdujo una aplicación para smartphone, en 2010).
Los propietarios de teléfonos celulares pueden rentar "Hugo", ganador del Óscar a la Mejor Cinematografía en 2012, por 3,99 dólares y verla en una pantalla cuyo tamaño no es mucho más grande que la imagen vista a través de la mirilla del kinetoscopio.
Cuando una película online es vista en casa en una pantalla plana gigante y se escucha a través de un costoso sistema de sonido, la experiencia sensorial sin duda rebasa lo que podría obtenerse en un ruinoso complejo de cines.
Sin embargo, las películas vistas en dispositivos móviles no le van a brindar mucha estimulación al centro sensorial del cerebro.
"Si hay una proyección nítida y sonido de seis pistas, ir al cine es una experiencia sensual", externa John Belton, catedrático de inglés y cine en la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey. "Ésa es una experiencia muy diferente que verla en un iPad".
En un viejo teatro cinematográfico que podría dar cabida a 5 mil personas, una pantalla podría haber sido de sólo 4,50 metros de ancho.
Pero las imágenes se volvieron más grandes más o menos en la época en que arribó el sonido, en los 30.
Posteriormente, en los 50, cuando Hollywood se encontró en competencia con la televisión, utilizó lentes especiales para crear películas para pantallas de anchura aumentada, de hasta 19,50 metros. Esto fue, dice Belton, parte de la campaña de Hollywood "para mostrar las limitaciones de la televisión". Más tarde, Hollywood revirtió el curso y comenzó a venderle a la televisión, aunque eso significó recortar sus cintas para que pudieran caber en una pantalla pequeña.
El intento más glorioso de involucrar completamente los sentidos del espectador de cine fue Cinerama, introducido en 1952. Filmado con tres cámaras equipadas con objetivos gran angular, utilizaba tres pantallas anchas, integradas en un suntuoso casi semicírculo de 146 grados.
Cinerama fue el punto culminante en la inmersión sensorial. Los kinetoscopios de ayer y las pantallas de smartphone de hoy, son los puntos bajos.
"Si ves los grandes clásicos de Hollywood en los 30 y 40, verás muchas tomas maestras anchas y un uso moderado de los acercamientos", externa el cinematógrafo John Bailey. "Sin embargo, con la llegada de la televisión y ahora también con las pantallas más pequeñas, vemos más acercamientos".
El problema, agrega, es que "si utilizas los acercamientos excesivamente, entonces cuando necesitas hacer un punto más dramático, no tienes otra opción sino utilizar acercamientos extremos".
Los productores cinematográficos probablemente seguirán haciendo adecuaciones, alterando las películas ellos mismos para que se vean mejor en una pantalla diminuta. "Puedes decir que es ’ver una película’", dice Belton. "Sin embargo, no es cine".
Cuando arribó la proyección, las imágenes de película pudieron hacerse más grandes que en la vida real, en una pantalla grande acompañada de un gran sonido. Ver una película se convirtió no sólo en una experiencia de inmersión, sino también una experiencia social, con los miembros del público sentados juntos en la oscuridad, riendo y llorando.
Hoy, ver una película es, nuevamente, una actividad solitaria, que involucra pequeñas imágenes en una laptop, una tableta y, aún más minúsculo, un teléfono celular. La conveniencia tiene un precio: la experiencia de inmersión cinematográfica se ha perdido.
Los títulos más recientes están disponibles a través de Apple o Google por una renta económica en la pantalla chica. (Apple puso a disposición la renta de películas para teléfonos en 2008, y Net-flix, líder en la descarga en torrente de títulos cinematográficos más antiguos, introdujo una aplicación para smartphone, en 2010).
Los propietarios de teléfonos celulares pueden rentar "Hugo", ganador del Óscar a la Mejor Cinematografía en 2012, por 3,99 dólares y verla en una pantalla cuyo tamaño no es mucho más grande que la imagen vista a través de la mirilla del kinetoscopio.
Cuando una película online es vista en casa en una pantalla plana gigante y se escucha a través de un costoso sistema de sonido, la experiencia sensorial sin duda rebasa lo que podría obtenerse en un ruinoso complejo de cines.
Sin embargo, las películas vistas en dispositivos móviles no le van a brindar mucha estimulación al centro sensorial del cerebro.
"Si hay una proyección nítida y sonido de seis pistas, ir al cine es una experiencia sensual", externa John Belton, catedrático de inglés y cine en la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey. "Ésa es una experiencia muy diferente que verla en un iPad".
En un viejo teatro cinematográfico que podría dar cabida a 5 mil personas, una pantalla podría haber sido de sólo 4,50 metros de ancho.
Pero las imágenes se volvieron más grandes más o menos en la época en que arribó el sonido, en los 30.
Posteriormente, en los 50, cuando Hollywood se encontró en competencia con la televisión, utilizó lentes especiales para crear películas para pantallas de anchura aumentada, de hasta 19,50 metros. Esto fue, dice Belton, parte de la campaña de Hollywood "para mostrar las limitaciones de la televisión". Más tarde, Hollywood revirtió el curso y comenzó a venderle a la televisión, aunque eso significó recortar sus cintas para que pudieran caber en una pantalla pequeña.
El intento más glorioso de involucrar completamente los sentidos del espectador de cine fue Cinerama, introducido en 1952. Filmado con tres cámaras equipadas con objetivos gran angular, utilizaba tres pantallas anchas, integradas en un suntuoso casi semicírculo de 146 grados.
Cinerama fue el punto culminante en la inmersión sensorial. Los kinetoscopios de ayer y las pantallas de smartphone de hoy, son los puntos bajos.
"Si ves los grandes clásicos de Hollywood en los 30 y 40, verás muchas tomas maestras anchas y un uso moderado de los acercamientos", externa el cinematógrafo John Bailey. "Sin embargo, con la llegada de la televisión y ahora también con las pantallas más pequeñas, vemos más acercamientos".
El problema, agrega, es que "si utilizas los acercamientos excesivamente, entonces cuando necesitas hacer un punto más dramático, no tienes otra opción sino utilizar acercamientos extremos".
Los productores cinematográficos probablemente seguirán haciendo adecuaciones, alterando las películas ellos mismos para que se vean mejor en una pantalla diminuta. "Puedes decir que es ’ver una película’", dice Belton. "Sin embargo, no es cine".
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