La lista entera gravita alrededor de dos polos antagónicos, ocupados por David Foster Wallace y Jonathan Franzen
Jonathan Franzen y Davi Foster Wallace: ¿Polos opuestos? foto:archivo.fuente:elpais.com |
Algunos novelistas norteamericanos de relieve nacidos a lo largo de
la década de los setenta: Nicole Krauss, Dave Eggers, Nathan Englander,
Gary Shteyngart, Teju Cole, Jonathan Safran Foer. Década de los sesenta
(el cómputo se amplía considerablemente): Jeffrey Eugenides, A. M.
Homes, Rick Moody, Chuck Palahniuk, David Foster Wallace, Jennifer Egan,
Michael Chabon, Jonathan Lethem, Joseph O’Neill, Aleksandar Hemon,
Colum McCann, Chang Rae Lee, Sherman Alexie, Junot Díaz, Colson
Whitehead. Si queremos entender bien el estado de la cuestión en el
panorama novelístico actual de los Estados Unidos conviene añadir los
nombres de William Vollmann y Jonathan Franzen, ambos nacidos en 1959.
La lista entera gravita alrededor de dos polos antagónicos, ocupados por
David Foster Wallace y Jonathan Franzen.
El primero representa una indagación rigurosa en torno al arte de
novelar. En cuanto a Franzen, simboliza el triunfo de un modelo
convencional de narrar. Su mérito, extraordinario, consiste en mantener
el pulso firme mientras avanza, entre las Escila y Caribdis
representadas de un lado por la ley del mercado y de otro, por la
vulnerabilidad del lector.
Entre uno y otro extremo hay toda una gradación. Un grupo aparte lo
constituyen los narradores cuya obra se ancla en la afirmación de su
identidad (Alexie, Díaz, Rae-Lee, Whitehead). Otros (Eggers, Homes,
McCann, Egan, Moody, Cole) han demostrado ampliamente su talento en
obras de considerable audacia, envergadura y honestidad. En realidad,
esto se puede afirmar de buena parte de los integrantes de la lista, con
un matiz: en muchos casos, estamos ante trayectorias desiguales, con
altibajos a veces vertiginosos (Safran Foer). Otros autores suponen un enigma, como Chabon, que tras varios aciertos y decepciones acaba de publicar su mejor libro (Telegraph Avenue). En realidad es normal: todos estos escritores se encuentran a mitad de carrera y no es posible saber qué pueden dar de sí.
En el fondo, se trata de calibrar la relación entre talento y
autenticidad, algo que no permite muchas florituras. A la hora de
enfrentarse a su imaginación, los escritores solo tienen dos
posibilidades: arriesgar o jugar sobre seguro. El asunto lo vio bien
desde la otra orilla del Atlántico la británica Zadie Smith
(1975). Novelista y ensayista de talento, y admiradora profesa de
Foster Wallace, de quien afirma sin ambages que fue un genio, Smith
publicó en 2010 un acerado ensayo sobre el futuro de la ficción en
lengua inglesa, Los dos caminos de la novela. El ensayo llamó la atención por la virulencia con que arremetía contra Netherland, novela de gran éxito, escrita por uno de los autores de nuestra lista, el irlandés-americano Joseph O’Neill.
Lo interesante de la argumentación de Zadie Smith es que es
perfectamente aplicable a no pocos de los escritores antes mencionados.
Según la novelista, la trampa que tiende O’Neill consiste en propiciar
una acomodaticia estética del adormecimiento, gracias a la hábil
manipulación de las carencias psicológicas del lector, a quien se
proporciona un blando consuelo emocional y estético. Smith caracteriza
el taimado sentimentalismo practicado por O’Neill como “realismo
lírico”. Resulta refrescante leer un comentario sólidamente argumentado
que sirve para contrarrestar los criterios tanto de cierta crítica como
de la insidiosa retórica del marketing. Huelga decir que no estamos ante
un ataque ad hominem. En realidad Netherland opera como síntoma. A modo de antídoto, Smith propone la lectura de Residuos
(2005), del inglés Tom McCarthy, una novela fascinante. La cuestión es
demasiado compleja como para abordarla aquí, pero conviene no perder de
vista una denuncia tan lúcida como la que hace Smith, una denuncia que a
fin de cuentas no viene sino a ser una encendida defensa de los
derechos del lector.
¿Qué lugar ocuparía Nicole Krauss en esta gradación? La propia Zadie
Smith fue objeto de una rigurosa descalificación por parte de James
Wood, uno de los críticos más solventes de Estados Unidos, quien tildó
su forma de novelar de “realismo histérico”. El universo de Krauss no
está demasiado alejado del de O’Neill, pero ello no quiere decir que la
poética de estos dos novelistas, sea o no sentimental, no sea una opción
perfectamente válida.
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