Un avance en primicia el primer capítulo de las esperadas memorias de Salman Rushdie: Joseph Anton. Memorias del tiempo de la fatua
Portada que hoy invade las librearías del mundo. fotos. fuente:elpais.com |
A Salman Rushdie no le atrajo nunca la idea de ser un cautivo. Pero
lo fue. De una manera extraña. Víctima de un odio furibundo a causa de una
condena poco acorde con los tiempos pero que se repite y se repite en los
últimos tiempos. De Rushdie a Theo Van Gogh, el cineasta asesinado por la ira
de un devoto de Mahoma y ahora a La inocencia de los musulmanes, la mecha que
ha prendido una película a todas luces absurda, la batalla contra la
intolerancia cobró un día sentido en un hombre que tras escribir su novela
Versos satánicos se vio obligado a vivir
escondido. Debía burlar, saltando de
casa en casa, la fatua lanzada por Jomeini en 1989, en la que se instaba
a cualquier
musulmán a matarlo si se lo encontraba a su paso. Aunque el gobierno de
Irán ya no lo persigue, fanáticos islamistas lo buscan aún.
La memoria de aquel tiempo y más, la íntima, la vital, la feliz y
la traumática, queda contada por el escritor nacido en Bombay hace 65 años en Joseph Anton. Memorias del tiempo de la fatua (Mondadori), que
sale hoy a la venta en todo el mundo.
Portada de la versión original. foto.fuente:elpais.com |
Tuvo sus ventajas aquella experiencia. Entre la depresión
y la introspección, entre el temor y el convencimiento de que emprendía una
batalla necesaria, Rushdie se convirtió en un símbolo y un enigma. En el hombre
mejor protegido –junto a la reina y el primer ministro- del Reino Unido y
también en una piedra en el zapato para los gobiernos occidentales que se
movían entre la tibieza y la espera a ver qué hacían otros para actuar.
En medio de todo, Rushdie quiso ser Conrad y Chéjov. Por eso eligió
los nombres de pila de ambos para el pseudónimo que le pidieron utilizar en
clave. Unas memorias esperadas y que se han guardado con todo secreto hasta
hoy, la fecha de su lanzamiento internacional.
En el libro, Rushdie también habla de su infancia y su traslado a un
colegio de Inglaterra; de sus años universitarios en Cambridge; de las
tensas relaciones con su padre alcohólico; de los problemas vividos a
través de sus cuatro divorcios, de la relación con su primogénito cuando
se le dictó la fatua y de la permanente sensación de extranjero en que
vive.
PUEDES LEER AQUÍ EL PRIMER CAPÍTULO DE JOSEPH ANTON: Un contrato fáustico a la inversa.
Las memorias empiezan así:
"Cuando era niño, su padre le contaba, a la hora de acostarse, los
grandes y prodigiosos cuentos de Oriente; se los contaba y recontaba y
recreaba y reinventaba a su manera: los relatos de Scherezade en Las mil y una noches,
relatos contados contra la muerte que demostraban la capacidad de los
relatos para civilizar e imponerse incluso a los tiranos más mortíferos;
y las fábulas de animales del Panchatantra; y las maravillas que se vertían como una cascada del Kathasaritsagara,
el «Océano de las Corrientes de Historias», el inmenso lago de
historias creado en Cachemira, donde habían nacido sus antepasados, y
los cuentos de poderosos héroes reunidos en el Hamzanama y las Aventuras de Hatim Tai
(esto fue también una película, cuyos muchos aderezos respecto a los
cuentos originales fueron añadidos y aumentados en aquellas
renarraciones a la hora de acostarse). Crecer inmerso en estas
narraciones fue aprender dos lecciones inolvidables: primero, que los
relatos no eran verdad (no había genios «reales» en botellas ni
alfombras voladoras ni lámparas maravillosas), pero, sin ser verdad, lo
llevaban a sentir y conocer verdades que la verdad no podía
revelarle..."
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