Frutos extraños es la primera antología que se publica en España de la argentina, referente del actual periodismo narrativo hispanoamericano
La periodista argentina Leila Guerriero./Diego Sampere. /abc.es |
Desde que tenía siete años, Leila Guerriero
(Argentina, 1967) jamás sale de casa sin un libro en la mano. Esa
voracidad lectora, unida al «monstruito insaciable» que es su curiosidad
y a una profesionalidad tan envidiable como incuestionable, la han
convertido en uno de los máximos referentes del periodismo narrativo hispanoamericano. «Frutos extraños» (Alfaguara)
es la primera antología que se publica en España de sus trabajos, una
suerte de manual del perfecto «plumilla» que empuja al que lo lee a
salir a la calle a hacer buen periodismo.
ABC tuvo
ocasión de hablar con Guerriero durante su estancia en Madrid con motivo
de la presentación del libro. Durante la charla, tan intensa y
anecdótica como sus crónicas, la autora argentina hizo un repaso por el estado actual de la cuestión periodística
(vertiente digital incluida), habló de sus referentes narrativos y dio
una lección de humildad y saber hacer en una profesión que no atraviesa
sus mejores momentos... ¿o sí?
«La idea de que el periodismo se acaba es insólita y peregrina»
- ¿Son estos «Frutos extraños» la prueba de que mientras hay vida hay esperanza, pero aplicado al periodismo?
-
Soy estúpidamente optimista en términos de pensar en el periodismo.
Creo profundamente en que la idea de que el periodismo se acaba es muy
insólita y peregrina. El periodismo siempre ha sido el lugar desde el
que se cuentan historias y se construye democracia. Eso de que ahora
cualquiera que tiene un blog y un móvil puede hacer periodismo es como
pensar que cualquiera puede operar a un enfermo de apendicitis. El
periodismo es un oficio que se aprende. Si la aparición de unos textos
así sirve para que nosotros, los periodistas, pensemos un poco en
términos de qué es lo que queremos contarle a la gente (que, en
definitiva, se trata de eso), perfecto. El periodismo se trata siempre
de contarle algo a gente que no estuvo allí para verlo, y si este libro
sirve para eso, bienvenido sea.
- ¿Qué es lo que usted quiere contarle a la gente?
-
A veces pienso por qué escribo y pienso que lo hago para, en algún
punto, explicarme el mundo, organizarme un mundo muy complejo con cosas
muy confusas. Partiendo de esa base, intento abordar situaciones sobre
personas que me producen mucha curiosidad, y trato de contarle a la
gente qué es lo que yo comprendo de esa circunstancia. En ese mundo hay
cosas muy disímiles, desde cuestiones relacionadas con la vida cultural,
política, económica... por eso es difícil ver si hay un denominador
común en los temas que trato... Más bien creo que no, que mi curiosidad
se despierta en algún momento por alguna situación e intento seguirla
hasta las últimas consecuencias, hasta creer que entendí algo.
«El periodismo siempre ha sido el lugar desde el que se construye democracia»
- Y siempre tiene en mente al lector, algo que no hacemos todos los periodistas.
-
Hay mayores y menores grados de conciencia. No me gusta generalizar,
porque creo que hay gente que sí lo hace muy bien. Coincido en que a
veces se olvida que estamos escribiendo para alguien y, entonces, se
producen esas crónicas ombliguistas, en las que el yo del periodista
está demasiado presente y se olvida de que está contando una historia.
Cuando digo que yo pienso en un lector, no tengo una masa lectora
presente todo el tiempo, sino que, cuando escribo un texto, mi lector es
el editor para el que escribo. Siempre tengo en cuenta que hay alguien
que va a leer eso y cuando escribo no doy por sentado nada, no doy por
sentado que el lector sabe de una circunstancia determinada, ni tampoco
que es estúpido. A lo mejor eso es algo que te da el hecho de escribir
para varios medios de distintos países. También es una herencia muy
tradicional del periodismo, que viene de un periodista perfilado en este
libro: Homero Alsina Thevenet;
él siempre decía que la prosa no era de él, la prosa era del lector. Yo
sigo ese camino, trato de aparecer poco en los textos, producir un
texto claro, que se preocupe porque el otro comprenda lo que estoy
intentando contarle, que no tenga que ir 20 veces a «googlear» los
nombres. Me encanta la idea de un tipo que se acerca a leer una de mis
crónicas sin sentir ninguna curiosidad por lo que quiero contar, pero de
repente se engancha, lo descubre y se queda metido allí.
«Cuando escribo no doy por sentado que el lector sabe algo, ni que es estúpido»
- ¿Cree que tanto ego ha perjudicado a la profesión?
-
No, no lo creo. Las cosas que han quemado el periodismo tienen que ver
con periodistas que no se han formado en la calle, que se han
acostumbrado a hacer las cosas por teléfono, que confían en que Twitter o Facebook
son una gran fuente de información. Hay periodistas a los que las cosas
les suceden a la vuelta de su trabajo y no se toman la molestia de
salir a la calle. Pero esto es un vicio promovido, también, por cierta
manera de trabajar que han establecido los medios en los últimos
tiempos. No quiero cargar contra los periodistas. Me parece que en ese
afán de hacerlo corto, rápido, ya, también se ha cultivado esa forma de
trabajo en la que da lo mismo ir a ver a una persona, o llamarla, o
«googlearla». Eso tiene que ver con el reporterismo, que es el alma del
periodismo. Sin reporterismo no hay historia, no existe la historia. Ha
pasado más bien por eso, y por esta idea de que hoy en día un periodista
tiene que salir a la calle con una cámara de fotos, un móvil, una
grabadora, hacer la foto, el vídeo, poner vínculos en su página... En
ese sentido se ha precarizado la profesión y se ha olvidado cuál es el
movimiento primigenio que hace el periodista. Un periodista es una
cámara con sus ojos, alguien que sale de su lugar de comodidad para
ponerse incómodo, y va a buscar y vuelve para contarlo. Ese movimiento
está en la base de la cosa periodística, por lo menos desde hace treinta
años para acá. La historia del periodismo es la historia de ir, ver, y
volver para contarlo. Me parece que ese ir se ha mutilado, pero no
necesariamente porque los periodistas sean perezosos, sino porque la
misma estructura de trabajo les ha ido llevando por ese camino.
«La historia del periodismo es ir, ver, y volver para contarlo, pero ese ir se ha mutilado»
- Estamos convirtiendo a los nuevos periodistas en funcionarios...
-
De todos modos, eso va a caer por su propio peso. En algún momento se
van a dar cuenta y se va a volver a la base de todo. Tengo mucha
esperanza. En Latinoamérica hay mucha gente que está abriendo revistas
de periodismo narrativo, capacitándose, tomando talleres... y me cuesta
mucho trabajo creer que toda esa gente esté perdiendo su dinero y su
trabajo en algo que no va a existir en el futuro. Los tipos que ahora se
están formando van a ser los editores de mañana, con lo cual algo va a
suceder. Por otra parte, no veo que este nuevo modelo esté dando
ventajas, no veo que a los grandes medios les esté yendo
florecientemente bien aplicando esa técnica de dejar a los periodistas
encerrados en la redacción. Con lo cual, cualquiera que lo mire desde
fuera podrá pensar: un empresario al que la fórmula no le funciona, la
tendrá que cambiar, aunque solo sea por lógica empresarial.
- ¿Es clave ese posible cambio para la supervivencia del periodismo?
- Yo no creo estar dedicándome a algo que va a desaparecer o a algo que está en vías de extinción.
- Y esa creencia, ¿depende en parte del fracaso del nuevo modelo?
-
No, no. Siempre he creído que la humanidad necesita que todos contemos
historias, contamos historias desde la cuna, contar historias reales o
ficticias está en el ADN y la gente siempre va a necesitar saber lo que
sucede. Daniel Samper
ha llegado a decir que el periodismo ciudadano es lo mismo que la
medicina ciudadana; el periodismo sigue siendo un oficio, no una
profesión, y tiene que estar hecho por gente que esté capacitada para
evaluar una realidad y contar lo que merece ser destacado. Hay oficio
para rato.
«Lo único que el periodismo narrativo no tiene permitido es inventar»
- ¿Qué ingredientes debe tener una buena crónica?
-
Cuando yo empecé en el periodismo, no le decíamos crónica, ni
periodismo narrativo, ni nada. Eran artículos. Ahora, a esto que hemos
llamado crónica, que a mí me gusta más llamarlo periodismo narrativo, es
una pieza de periodismo que usa en la forma algunas técnicas de la
literatura de ficción: giros narrativos, metáforas, adjetivos, suspense,
tensión... cuestiones que no necesariamente están relacionadas con el
periodismo más puro, cotidiano y urgente. Lo único que el periodismo
narrativo no tiene permitido es inventar.
- ¿Qué crónica se muere por escribir?
-
Todas las que aún no escribí, que por suerte son muchas. Yo nunca he
perdido el hambre de escribir, de contar, y ojalá no lo pierda nunca. No
quiero contar la elegía de la periodista entusiasmada con todas y cada
una de las letras que escribe, pero no está muy lejos de eso. Aún tengo
muchas historias por contar y todas me van a captar en su momento y me
van a provocar esa especie de obsesión temática que me hace que me
centre en eso. Cuando estoy demasiado tiempo de viaje empiezo a sentir
esa especie de abstinencia, el mono de la escritura...
«Nunca he perdido el hambre de escribir y ojalá no lo pierda nunca»
- ¿Es posible hacer buena literatura de la realidad?
-
Yo creo que sí. Yo no hice una carrera de Periodismo. No sé si me salió
bien o mal, pero lo poco que yo sé es por haber leído a tipos que me
formaron, como Martín Caparrós, Capote, Gay Talese... Uno aspira a escribir tomando las voces que a uno lo han alimentado como lector. Yo leía un libro de Scott Fitzgerald y una crónica de Talese, y a mí me parecía que estaban escritos con la misma contundencia literaria y narrativa.
- Eso son sus referentes pero, ¿cuáles serían los de alguien que sale ahora de la facultad? ¿No cree que andamos algo huérfanos?
-
No, no, no andamos nada huérfanos. Esos mismos escritores que he
mencionado siguen produciendo. Lo que hay es una enorme carencia de
lectura. No hay ninguna facultad de Periodismo que yo conozca que tenga
un plan de lectura de ficción tan serio como el de no ficción. Un
periodista no puede alimentar su prosa solo de leer a otros periodistas.
De hecho, todos esos referentes consumían masivamente literatura, iban
al cine, al teatro... Lo único que tiene un periodista como arma de
trabajo es su cabeza, pero su cabeza debe estar bien amueblada. Siento
que los periodistas, lamentablemente, leen súper poco. Hay periodistas
que creen que leyendo un diario van a poder producir una pieza
impresionante. No puedes escribir un artículo impresionante si no lees a
Richard Ford, si no sabes quién es Lorrie Moore, John Irving... ¿Alguien sabe quién es Michael Ondaatje o Flannery O'Connor? Son nombres súper obvios, autores contemporáneos cuya prosa debe alimentar la narrativa periodística.
«El periodista solo tiene como arma su cabeza, pero debe estar bien amueblada»
- ¿Y qué me dice del no-lector al que se refiere Martín Caparrós?
-
Esa gente la hubo siempre. Es muy difícil evaluar qué va a pasar con
internet dentro de 20 años, con esa gente que ahora solo puede leer de
corrido un tuit. Yo nunca salgo sin un libro en el bolso, y esa es una
costumbre mía desde que era chica, pero no tengo el recuerdo de haberme
cruzado con un solo compañero con el que hubiera tenido una
conversación. Si comparo eso con lo que pasa ahora, hasta debería ser
optimista, porque ahora al menos leen Harry Potter. Hasta la mala
literatura te sirve para introducirte en el mundo de la lectura.
Escribir 140 caracteres no es lo mismo que escribir «Pedro Páramo». Hay
una mentira muy demagógica en hacerle creer a la gente que está
escribiendo grandes cosas porque pone «Hola, qué tal» en Twitter. Si la
gente tiene cosas interesantes para leer, va a leer. Pero si se
encuentra con un periódico que le cuenta todos los días lo mismo, y
descubre intereses espúreos, y unas manipulaciones raras, y además está
mal escrito... claro, pierde el lector. Pero cuando a la gente le
ofreces buen contenido, lo lee.
«Haberle puesto el apellido digital le ha hecho mucho daño al periodismo»
- Después de esta conversación, estoy convencida de que cree en el periodismo, pero ¿qué me dice del periodismo digital?
-
Para mí no hay diferencia. Yo creo en el periodismo. El hecho de
haberle puesto el apellido digital le ha hecho un gran daño porque nos
ha hecho perder de vista qué queremos contar, la conversación se escapa
hacia el lugar del soporte y no del contenido. Toda esa parafernalia
tecnológica tiene que estar al servicio del lector, no puede tapar la
historia. Muchas veces siento que cuando se discute el periodismo
digital, precisamente se deja de discutir de periodismo y se discute
solo de digital. Yo sí creo que si el texto está bien, el lector se lo
va a leer en una lata de Coca-Cola, en la suela de un zapato, proyectado
en un intrachip dentro de su cerebro o en la web. Además, me parece un
pensamiento muy arcaico, porque el periodismo digital es una cosa de
ayer, ya está, ya llegó, ya pasó. Nunca como en esta época hemos vivido
tan convencidos de que hemos llegado al futuro, como si mañana no
hubiera, como si ya hubiéramos alcanzado el colmo de la expresión de la
especie, como si internet fuera el no va más de todo el desarrollo
tecnológico. Cuando no existía internet, creo que teníamos más
imaginación para imaginar el futuro. No hay un lenguaje nuevo,
inventado, pero tenemos el convencimiento de que sí, que el futuro es
esto. No somos capaces de levantar la vista y darnos cuenta de que va a
venir algo después de internet que nos va a dar la vuelta por completo y
va a modificar el acto de leer y escribir.
- ¿Qué consejo le daría a un recién licenciado en Periodismo?
-
La verdad es que no me gusta dar consejos porque creo que la fórmula le
sirve a cada uno. Lo contrario puede producir en el otro una idea
anuladora y así se han reventado contra la pared muchos talentos. De
todos modos, no creo que se pueda ser un buen periodista si uno no lee,
si uno no alimenta su prosa, si no va al cine, si no alimenta su manera
de ver el mundo. Un periodista es, ante todo, alguien que tiene una
mirada; si no tienes una mirada, no tienes nada. Uno no es periodista
por un lado y persona por el otro, uno lleva puesto lo que es todo el
tiempo, sobre todo en una profesión así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario