La diferencia entre un libro y un e-book no solo es el formato; también cambia el concepto de propiedad. Cuando un lector compra una novela en una librería, siempre tiene el derecho de prestarla a cuantos amigos desee durante el tiempo que le plazca, con el único riesgo de que no se la devuelvan
Amazon apuesta por mejorar su lector de libros electrónicos Kindle. foto.fuente:Lainformacion.com |
La compra de un libro electrónico no significa adquirirlo en propiedad,
sino que se paga por el acceso a su lectura. Por tanto, el lector no
tiene el derecho absoluto de prestar su biblioteca digital las veces que
quiera y a cuantas personas desee. Tiene que cumplir unas estrictas
condiciones. Amazon, por ejemplo, permite en Estados Unidos prestar un único libro electrónico y a una sola persona durante 14 días.
La diferencia entre un libro y un e-book no solo es el
formato; también cambia el concepto de propiedad. Cuando un lector
compra una novela en una librería, siempre tiene el derecho de prestarla
a cuantos amigos desee durante el tiempo que le plazca, con el único
riesgo de que no se la devuelvan.
Sin embargo, cuando el libro es electrónico, el paradigma cambia. Muchos lectores presuponen que lo han adquirido en propiedad. Piensan que tienen el mismo derecho de prestarlo las veces que quieran y sin fecha de retorno. Craso error.
“Es que compras un servicio de acceso a la lectura y no un archivo. Las librerías online
deberían dejar este aspecto mucho más visible en sus condiciones de
compra. Sobre ello, existe un gran debate en Estados Unidos”, explica
Javier Celaya, socio fundador de Dosdoce.com.
No en vano, dos gigantes como Amazon y Barnes & Noble ya están apostando por servicios de préstamo de e-books, pero con unos límites bastante restrictivos.
Amazon, por ejemplo, dispone de dicho servicio para sus dispositivos
Kindle, pero solo desde su plataforma web de Estados Unidos. Allí,
muchas editoriales permiten esta cesión temporal de todo o parte de su
catálogo.
Y cuando un gigante como Amazon marca la jugada, el resto del mercado acepta las reglas. En España,
dicho servicio aún no está operativo, aunque su réplica no se estima
muy diferente en condiciones, si se implanta en nuestro país.
Así, un lector que haya adquirido un título para su Kindle, puede cederlo; pero siempre bajo cláusulas infranqueables. El préstamo que autoriza Amazon funciona así.
El lector solo puede prestar un único e-book de la
biblioteca digital que ha comprado y a una sola persona durante el plazo
improrrogable de 14 días. Mientras el libro está en préstamo, no lo
puede releer. Cuando venzan los 14 días, el acceso de lectura regresa al
propietario inicial y su derecho de prestarlo se agota.
“Cuando compras un libro en papel, también adquieres un objeto, una
copia de la obra, y no la propiedad. El libro es siempre del autor y
cuentas con límites casi similares. Si lo prestas, ni lo tienes ni lo
puedes releer”, explica Ignacio Latasa, de la editorial Leer-e.es.
Esta editorial es una de las que apuesta en España por el préstamo de e-books, bajo acuerdo con varias bibliotecas públicas. Es una muestra que el préstamo de libros electrónicos sí se abre camino
en nuestro país, pero solo en el ámbito bibliotecario. No obstante, aún
existen muchísimas barreras para lograr un derecho pleno de prestar el
contenido digital para los particulares.
En España, por ejemplo, muy pocas editoriales son proclives a ceder
los derechos de préstamo de libros electrónicos, aunque Amazon ya se los
está solicitando para las últimas novedades tanto a autores, agentes y
editores; pero, obviamente, para ofrecerlo dentro de su servicio
limitado –un e-book, una persona, 14 días-.
“Las grandes empresas intentan construir jardines vallados, pero
internet siempre los elude con nuevos negocios. El ejemplo más claro lo
tenemos lo que sucedió en la industria musical. Ya no se quiere tener un
disco, sino pagar por acceder a toda la música en la nube”, añade Pepe
Cerezo, socio director de RocaSalvatella.
Este experto asegura que el préstamo de e-books es algo tan
incipiente y disruptivo que solo despuntará cuando aparezcan nuevas
empresas que vean ahí un negocio o bien cuando exista una alta demanda
de lectores que presione para que las editoriales fomenten estos
servicios.
Lendle, por ejemplo, es una plataforma social que paga medio dólar a aquellos lectores que presten un e-book
en el ecosistema Kindle. Cuando el saldo de los préstamos alcanza los
10 dólares, les regala un vale de compra para Amazon por dicho importe.
“Si miramos el camino que lleva hoy el préstamo de e-books,
nos damos cuenta que existen avances. Soy optimista. Creo que todo lo
que rodea hoy al libro en papel (préstamo, derechos, etc.), pronto será
superado por el e-book. Solo hace falta tiempo”, afirma Ignacio Latasa.
Así, queda por ver si el préstamo de libros electrónicos se enmarca
como un servicio bibliotecario más, un negocio restringido en las
grandes plataformas online o bien avanza como derecho total para los particulares.
Muchos lectores así lo esperan. Y el debate está abierto. No sea que
su biblioteca digital quede congelada y sin posibilidad de prestarla,
regalarla o cederla como legado, en el terrible caso de defunción, por
ejemplo.
“Lo bueno que tiene el actual sistema de préstamo de e-books
es que la tecnología te permite recuperar el acceso a su lectura.
Antes, con los libros de papel que prestabas, los amigos nunca te los
devolvían”, bromea Javier Celaya.
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