2.4.12

Un escritor del siglo XXI: entre la academia y la globalización

El peruano Carlos Yushimito, elegido por Granta como una de las promesas entre jóvenes narradores, "Intento no estar metido en los circuitos literarios", dice
Carlos Yushimito llegó a Buenos Aries para presentar su colección de cuentos, "Lecciones para un niño que llega tarde". foto.fuente:Revista Ñ

Carlos Yushimito, además de ser elegido por Granta como uno de los mejores narradores jóvenes en español, es también un ejemplar del escritor de la globalización. No es que la globalización sea el tema sobre cual escribe, pero fíjense las circunstancias de su vida: nacido en 1977 en Lima, Perú; su abuelo por el lado paterno es japonés; actualmente vive en Providence, Rhode Island (un estado sobre la costa Atlántica entre Nueva York y Massachusetts) donde esta estudiando en la universidad de Brown para un doctorado en Estudios Hispánicos; y muchísimos de sus cuentos están situados en favelas brasileñas, aunque Yushimito nunca visitó ese país. Una mezcolanza Siglo XXI.

En estos días, junto con Yushimito ha llegado a las librerías de Buenos Aires su última colección de cuentos, Lecciones para un niño que llega tarde. Se trata de una compilación de dos previas colecciones (Las islas y Lecciones para un niño que llega tarde). Sobre ellos el critico Rodrigo Pinto dijo: "Los cuentos de Carlos Yushimito son una genuina sorpresa. Desgajados de un lugar específico, tanto desde la geografía como desde las tradicionales categorías a las que se apela para clasificar, parecen brotar desde un territorio nuevo, desde una zona fronteriza que siempre está más allá, en otro lado, bañada por otra luz. Yushimito habla desde otro lugar."

Yushimito habló con Ñ digital en el improvisado lobby del primer piso de una pensión escondida dentro del Centro Cultural Recoleta. Ha venido a Buenos Aires para participar en el la serie de conferencias titulada La ciudad contada, Buenos Aires en la mirada de la nueva narrativa hispanoamericana. Sobre el antebrazo derecho tiene un gran tatuaje del ideograma en japonés que significa "El que tiene suerte." También es el nombre de su abuelo, a quien nunca conoció, porque murió antes de que él naciera.

Muchos de estos cuentos son de 2005 y anteriores: ¿Cómo se siente leyéndolos ahora?

Como es un compilado de dos libros previos no pienso a este libro como una construcción orgánica. Yo lo veo como una unión de dos libros independientes cada cual, que si tenía una estructura que los unía. En Las islas, suele girar en torno un espacio geográfico que es imaginario. Y Lecciones para un niño que llega tarde se une por una temática que gira alrededor de las relaciones filiales, y sobretodo relaciones con el padre simbólico.

¿Y cómo nacen los cuentos? ¿Hay una imagen, una idea, una frase?

En general yo compongo a partir de imágenes. No siempre tengo un argumento en la cabeza. Y luego, suelo escribir mucho, pero corrijo demasiado. Soy muy autocrítico con respecto a lo que se va a publicar… Voy almacenando también anécdotas muy desordenadamente. No tengo una disciplina muy concreta… Siempre dejo y retomo los cuentos. Y a menudo los abandono. Es interesante el proceso cuando lo veo en perspectiva porque hay muchos cuentos que abandoné y después los releo… Y allí hay como una posición esquizofrénica con relación al quien escribe. Porque yo los leo y me parece a veces interesante – y esa es la situación en cual los termino. Me hace falta siempre ese distanciamiento crítico con respecto a lo que escribo. Si pasa esa etapa de cómo censura previa, entonces siento que tiene valor y lo puedo terminar.

¿Cuál fue su motivación para estudiar literatura a nivel doctoral? ¿Y cómo influyen esos estudios a su proceso creativo?

Yo decidí estudiar literatura muy temprano, porque hice el pregrado en Lima. Y luego lo abandoné, porque luego cuando uno termina los estudios de literatura en Lima se encuentra que no hay espacio en la academia para la inserción laboral. Entonces me dediqué a edición, periodismo y cosas de ese estilo. Y luego, cuando publiqué el libro en el 2006, surgió la posibilidad de hacer una maestría en los Estados Unidos, lo cual me pareció una forma de volver a lo que yo consideraba que era mi vocación. Y una vez que entras allí encuentras que tienes que asumir una posición de desdoblamiento. Porque tienes que ejercer muy mecánicamente, muy formalmente la critica; que, por otra parte, a mi me parece interesante… te organiza las lecturas… Es valioso como experiencia para mí porque como lector siempre fui desordenado. Me organizó. Como lector lo agradezco, pero del punto de vista creativo y en el ejercicio de la escritura, en ese punto hay esta posición de desdoblamiento que te obliga repensar y organizar. Pero lo bueno de la academia en los Estados Unidos es que te da mucho tiempo libre. Si te organizas bien puedes tener tres meses libres al año.

¿Cuan importante fue lo de Granta para usted?

Yo intento pensar Granta como una anécdota más, pero lo cierto es que, por razones concretas, no se puede negar que tuvo un impacto sobre la divulgación de lo que yo he escrito. Yo siempre publicaba en ediciones muy pequeñas y locales. Granta supone entonces una apertura al mercado. Pero me lo he tomado muy deportivamente… Encima yo intento no estar metido en los circuitos literarios. Mi vida gira más alrededor de la academia.

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