14.4.12

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Ceferino, el detective que une a Pepe Carvalho y Panero Jr., regresa Tiene dos misiones: salvar a Angela Merkel y pagar la cuenta del chino
Eduardo Mendoza, en Bilbao, en 2010. foto: Iñaki Andrés. fuente:elmundo.es

Ceferino, o quien un día se presentara falsamente al mundo como Ceferino, el detective chiflado que más ha hecho por lograr un 'cocktail' entre lo 'negro' y lo humorístico, ese reverso desternillante y luminoso de Pepe Carvalho en cruce con Leopoldo María Panero, adicto a la Pepsi-Cola e imán de todo problema que pueda cruzarse en su camino (el tipo es un sudoku andante), vuelve a nuestras grises vidas lectoras. Y lo hace regentando aún aquella peluquería femenina, El Tocador de Señoras, cuya gestión le cedió su cuñado Viriato.

Ceferino es un investigador público, lunático, indolente e impúdico. Una joya cuyo padre putativo, Eduardo Mendoza Garriga, 'satirónico' confeso y uno de los nuestros, no podía faltar en este humilde rincón dedicado a glosar la actualidad 'negropoliciaca'. Envejece bien el buen Ceferino, como también lo hace su autor. No han perdido ambos ni un gramo de coña desde que se instalasen en nuestras vidas semiperdidos en laberintos aceitunados y en busca de criptas embrujadas. La lástima es que no contemos con muchos más Ceferinos (¡una legión de ellos!) para salir de las crisis 'economicosentimentales'.

En 13 palabras, ahí va el argumento de 'El enredo de la bolsa o la vida', que así se llama la novela: el terrorista internacional Alí Aarón Pilila planea matar a Angela Merkel en Barcelona. Y a punto de conseguirlo está, su plan es casi perfecto, hasta el momento en que sus criminales pasos se cruzan con los del mítico Ceferino, quien, como de costumbre, no se encuentra solo en su investigación.

Con una pandilla así, cuyo centro de operaciones es un restaurante llamado Se Vende Perro, el despipote está más que servido

Acompañan al héroe 'menorista', por riguroso orden de aparición, una adolescente apodada La Quesito, Pollo Morgan (ex loco, ex estafador y actual estatua viviente caracterizado de doña Leonor de Portugal), El Juli (inmigrante subsahariano albino y estatua viviente caracterizado de Ramón y Cajal), La Moski (acordeonista ambulante oriunda de Europa del este y de ideología marxista-leninista), falsos indios, una tropa de chinos vestidos de tiroleses y aguerridos pizzeros. Una cosa está clara: con una pandilla así, cuyo centro de operaciones es un restaurante llamado Se Vende Perro, el despipote está más que servido. La novela tiene trazas del mejor Mendoza. Precisión, ritmo y lucidez.

Ceferino es un peón más en esta crisis interminable. "Estar sin blanca no me preocupaba", confiesa en un momento del relato, "siendo en mi caso una situación crónica, pero no estaba acostumbrado a tener deudas ni a presupuestar el futuro a la baja. Mi posición financiera era abisal: al margen del crédito de La Caixa, les venía debiendo a mi cuñado y al señor Siau; la cuenta del restaurante iba en aumento, al igual que la nómina, y aquella misma noche había de pagar 60 euros contra la entrega de las fotos".

Solo una cosa se puede añadir, más allá de comunicar la buena nueva, cuando se habla de una nueva entrega de la saga de Eduardo Mendoza: ¡leedlo!

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