especial filbo 2012
Rubem Fonseca es considerado uno de los máximos representantes de la novela negra brasileña
Rubem Fonseca es un clásico contemporáneo.foto.fuente:eltiempo.com
1963: el escritor brasileño Rubem Fonseca publica su primer libro de cuentos, Os prisioneiros. Tiene 38 años. Ha trabajado como vendedor de corbatas, comisario de Policía, abogado, administrador de empresas y crítico de cine. Comprende que la fama puede ser una amenaza.
Defiende su tiempo de la prensa, los reporteros y la crítica, alejándose de ellos como Greta Garbo, la estrella que decidió estar sola a los 36 años de edad, 15 de ellos aguantando a Hollywood.
El ejemplo de la diva será beneficioso para el tiempo del autor que ha podido trabajar sin que nadie lo interrumpa. Veintitrés libros después -repartidos entre novelas, cuentos y un libro de crónicas, La novela murió (2007), en el que Fonseca pregunta: "¿Murió la novela?", respondiendo entre líneas que su muerte es imposible y que quizás, antes de que la novela muera, se morirán los lectores, pero no los escritores-, sus historias permanecen por el mapa que dibujan de un Brasil diferente al que pueden proponer el turismo y sus lugares comunes, haciendo de su geografía una tarjeta postal.
Ficciones que se interesan en el abismo del crimen y en su violencia diversa. Advirtiéndole al lector de manera descarnada quién lo rodea y de qué forma.
Demostrándose en sus libros lo que intentó Georges Surbled -el moralista católico que estudió los mecanismos sexuales a principios del siglo XX, citado de manera irónica en la primera novela que publicó Fonseca, O caso morel (1973)-: escribir con un criterio moral.
Aprovechando el modelo del género policíaco, que nos recuerda la muerte como una experiencia extrema de la corrupción. El universo Fonseca Se formó como abogado y administrador en universidades de Río de Janeiro, Nueva York y Boston, aunque su gran pasión han sido siempre las letras. Es autor de 'Los prisioneros' (1963), 'El collar de perro' (1965), 'El caso Morel' (1973), 'El gran arte' (1983), 'Bufo & Spallanzani' (1986), 'Vastas emociones y pensamientos imperfectos' (1988), 'Agosto' (1990), 'Romance negro y otras historias' (1995), 'Lucía McCartney' (1967), 'El cobrador' (1970), 'Feliz año nuevo' (1976) y 'El gran arte'. Ha sido merecedor de los premios literarios Juan Rulfo y Camoes.
Rubem Fonseca (Juiz de Fora, Minas Gerais 1925-)
Haciendo de Mandrake o del comisario Mattos versiones cariocas de otros detectives célebres: Sam Spade y Philip Marlowe.
Aventurando en El enfermo Molière (2000) una solución al acertijo: ¿Quién asesinó a Molière? ¿La envidia? ¿El odio? ¿Los rencores insaciables que abundan entre escritores? El "único personaje ficticio" que hay en esta novela, un marqués anónimo que redacta sus memorias, recuerda a través de Fonseca las intrigas de la corte, "la influencia perniciosa del clero y de otras instituciones", el combate vanidoso que enfrenta a los artistas, los demonios de una época, repetidos con el tiempo según la esencia invariable que define al ser humano, hecho de algunas virtudes y de una mezquindad sin límites.
Una actitud que no cesa en distintos escenarios con los mismos resultados: la persecución del hombre en contra del hombre. Más allá de las fronteras o del calendario, dándole al color local un tinte universal, en los libros de Fonseca el mundo parece un rompecabezas que logra ensamblar sus piezas por el azar de la muerte.
Un escenario donde la incoherencia que contrasta al ser humano nos recuerda que en el siglo XIX Walt Whitman publicó Hojas de hierba y un diputado alegó que "el terror a la muerte" dominaría en Brasil a dos millones de esclavos.
El asesinato y las bondades del arte como hechos simultáneos rompen la burbuja en la que pueden vivir ciertos escritores, sin lograrlo del todo, cuando la ruindad del mundo se burla de su vanidad.
Historias que hacen del cuerpo -erótico, doloroso, sensorial, torturado- el lugar donde se expresa el malestar de la especie; salvado por la imaginación que conjura la inteligencia brutal del poder y su riqueza en contra de los que están al margen de su barbarie y se vengan sin piedad; surgiendo al final de todo la atmósfera fatigada de un carnaval que termina, descrito por Rubem Fonseca en La novela murió ("José: Una historia en cinco capítulos"), con un aire de resaca que muestra por las aceras "personas extrañas, feas y sin alma", fantasmas de fotos antiguas que al verlas "resucitan fugazmente", como sucede en sus libros, donde siempre, la excepción, importa más que la norma.
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