Día Internacional del Libro
Una idea nacida en la mente de un autor viaje a otra mente, la del lector, sufriendo significativas y enriquecedoras transformaciones. Este tipo de telepatía se hace mediante un objeto, generalmente de papel, denominado libro
Imagen de una imprenta. foto: Mané Espinosa.fuente:lavanguardia.com |
Hoy, Sant Jordi, es la fase final de un largo viaje que implica centenares de personas, a través de varios países, en un complejo proceso que dura años y que hace que una idea nacida en la mente de un autor viaje a otra mente, la del lector, sufriendo significativas y enriquecedoras transformaciones. Este tipo de telepatía se hace mediante un objeto, generalmente de papel, denominado libro.
Todo empieza en el magín de un autor, como Imma Monsó (Lleida, 1959), que presenta este año La dona veloç, último premio Ramon Llull. Escribir -explica- es un proceso muy solitario, no lo haces para nadie. El origen de una novela es siempre una atmósfera o, a veces, una imagen que te viene a la cabeza. En esta última, fue un ritmo de vida, una velocidad. Es la historia de una psiquiatra de 48 años que tiene una percepción distorsionada del tiempo: quiere hacerlo todo cuanto antes".
Cuando el autor ha terminado el libro, lo da a leer a un lector de confianza, que le sugerirá algunos cambios. Desde hace diez años, en la agencia Balcells, en una sala blanca donde no parece poder entrar ningún ruido, hace su discreto trabajo como lector y editor de mesa Jorge Manzanilla (Tarragona, 1977). Lo hemos sacado del anonimato porque recientemente autores como Mario Vargas Llosa o Isabel Allende le han agradecido públicamente la ayuda. Él se quita mérito: "Sólo soy como un maquillador que trabajara con el actor más fotogénico de Hollywood, casi no hay que hacer nada". Ejemplos: "Este final no funciona, el personaje lleva bigote en la página 40 y en la 53 ya no"... Aunque confiesa que aún le tiemblan las manos cuando coge el teléfono para llamar a según quién, su sorpresa ha sido que "como mayor es el autor, menos le molestan las observaciones. Y, evidentemente, al final hacen lo que quieren".
Cuando el texto es definitivo, el autor lo tiene que llevar a una editorial. A menudo por medio de un agente, como Cristina Mora, que representa novelistas como Jaume Cabré, Sebastià Alzamora o Maria Barbal. Ella es la responsable de conseguirles un buen contrato y muchas traducciones y admite que la crisis le afecta porque "las editoriales han reducido el número de títulos y títulos ya programados han visto retrasada la publicación. También se arriesga menos en la contratación de desconocidos".
El editor es quien se encarga de publicar el libro. Jaume Vallcorba, propietario de Quaderns Crema y Acantilado, dice que "en mi catálogo llegan nuevos libros a dialogar con los antiguos. Yo me voy a dormir y, cuando me despierto, los libros se han movido, porque han estado hablando los unos con los otros. Eso es un editor, un marco: Simenon era considerado un autor policíaco, de género, hasta que lo publicó La Pléiade, y eso le confirió el status de clásico".
Los editores envían los libros a ser imprimidos. La mayor imprenta de Catalunya es Cayfosa, en Santa Perpètua de Mogoda. Con más de 400 trabajadores, tiene como clientes los grandes grupos (Planeta, Random House, Santillana...) y muchas otras editoriales, incluso francesas y alemanas. Mientras nos enseña todo el proceso mecánico, Ismael Fàbregas, el director comercial, explica que "la madera de donde sale el papel viene, sobre todo, de los bosques del norte de Europa, Suecia, Noruega, Holanda... Las máquinas funcionan las 24 horas. Hay dos puntas de trabajo para los libros en tapa dura: antes de Sant Jordi y Navidad, mientras que el bolsillo (tapa blanda) sube a inicios de año y antes del verano".
Una vez hecho el libro, la distribuidora lo carga en camiones y lo reparte por todos los puntos de venta. Oriol Serrano, de Les Punxes, distribuye una treintena de editoriales -Tusquets, La Campana, Galaxia Gutenberg, Blackie Books- y asegura que trabaja "con los libros que me gustan, no lo cogemos todo, nos tenemos que identificar con el proyecto. No somos una máquina de repartir libros, también informamos a los libreros de los contenidos, aconsejamos a los editores sobre cuántos ejemplares tienen que imprimir o sobre la fecha más idónea para sacar una novedad concreta".
Los camiones llegan a la librería, donde les recibe Antonio Ramírez, de La Central. "Ningún otro sector -dice- tiene una fecha punta tan extraordinaria. Los intentos de copiar esta festividad en otras ciudades de Europa no han salido bien. Nadie conoce la fórmula".
Y finalmente el lector, que utiliza cada vez más las redes sociales -Goodreads, Lecturalia, Entreelectoras... - para ejercer un rol activo y transformarse en uno de los prescriptores con más peso. Todo este proceso se ha hecho para él.
Todo empieza en el magín de un autor, como Imma Monsó (Lleida, 1959), que presenta este año La dona veloç, último premio Ramon Llull. Escribir -explica- es un proceso muy solitario, no lo haces para nadie. El origen de una novela es siempre una atmósfera o, a veces, una imagen que te viene a la cabeza. En esta última, fue un ritmo de vida, una velocidad. Es la historia de una psiquiatra de 48 años que tiene una percepción distorsionada del tiempo: quiere hacerlo todo cuanto antes".
Cuando el autor ha terminado el libro, lo da a leer a un lector de confianza, que le sugerirá algunos cambios. Desde hace diez años, en la agencia Balcells, en una sala blanca donde no parece poder entrar ningún ruido, hace su discreto trabajo como lector y editor de mesa Jorge Manzanilla (Tarragona, 1977). Lo hemos sacado del anonimato porque recientemente autores como Mario Vargas Llosa o Isabel Allende le han agradecido públicamente la ayuda. Él se quita mérito: "Sólo soy como un maquillador que trabajara con el actor más fotogénico de Hollywood, casi no hay que hacer nada". Ejemplos: "Este final no funciona, el personaje lleva bigote en la página 40 y en la 53 ya no"... Aunque confiesa que aún le tiemblan las manos cuando coge el teléfono para llamar a según quién, su sorpresa ha sido que "como mayor es el autor, menos le molestan las observaciones. Y, evidentemente, al final hacen lo que quieren".
Cuando el texto es definitivo, el autor lo tiene que llevar a una editorial. A menudo por medio de un agente, como Cristina Mora, que representa novelistas como Jaume Cabré, Sebastià Alzamora o Maria Barbal. Ella es la responsable de conseguirles un buen contrato y muchas traducciones y admite que la crisis le afecta porque "las editoriales han reducido el número de títulos y títulos ya programados han visto retrasada la publicación. También se arriesga menos en la contratación de desconocidos".
El editor es quien se encarga de publicar el libro. Jaume Vallcorba, propietario de Quaderns Crema y Acantilado, dice que "en mi catálogo llegan nuevos libros a dialogar con los antiguos. Yo me voy a dormir y, cuando me despierto, los libros se han movido, porque han estado hablando los unos con los otros. Eso es un editor, un marco: Simenon era considerado un autor policíaco, de género, hasta que lo publicó La Pléiade, y eso le confirió el status de clásico".
Los editores envían los libros a ser imprimidos. La mayor imprenta de Catalunya es Cayfosa, en Santa Perpètua de Mogoda. Con más de 400 trabajadores, tiene como clientes los grandes grupos (Planeta, Random House, Santillana...) y muchas otras editoriales, incluso francesas y alemanas. Mientras nos enseña todo el proceso mecánico, Ismael Fàbregas, el director comercial, explica que "la madera de donde sale el papel viene, sobre todo, de los bosques del norte de Europa, Suecia, Noruega, Holanda... Las máquinas funcionan las 24 horas. Hay dos puntas de trabajo para los libros en tapa dura: antes de Sant Jordi y Navidad, mientras que el bolsillo (tapa blanda) sube a inicios de año y antes del verano".
Una vez hecho el libro, la distribuidora lo carga en camiones y lo reparte por todos los puntos de venta. Oriol Serrano, de Les Punxes, distribuye una treintena de editoriales -Tusquets, La Campana, Galaxia Gutenberg, Blackie Books- y asegura que trabaja "con los libros que me gustan, no lo cogemos todo, nos tenemos que identificar con el proyecto. No somos una máquina de repartir libros, también informamos a los libreros de los contenidos, aconsejamos a los editores sobre cuántos ejemplares tienen que imprimir o sobre la fecha más idónea para sacar una novedad concreta".
Los camiones llegan a la librería, donde les recibe Antonio Ramírez, de La Central. "Ningún otro sector -dice- tiene una fecha punta tan extraordinaria. Los intentos de copiar esta festividad en otras ciudades de Europa no han salido bien. Nadie conoce la fórmula".
Y finalmente el lector, que utiliza cada vez más las redes sociales -Goodreads, Lecturalia, Entreelectoras... - para ejercer un rol activo y transformarse en uno de los prescriptores con más peso. Todo este proceso se ha hecho para él.
Los personajes reales de una novela
1.- El autor piensa y escribe la historia
Imma Monsó habría preferido "tener el don de la narrativa oral pero la voz me viene de manera silenciosa, escribiendo sé decir cosas que nunca diré hablando. Es un talante, que tiene que ver con una manera de ir por la vida, abstraída, captando unas cosas y rechazando otras. Una vez impreso, me desvinculo del todo del libro, lo que haga aquella historia con un lector, mezclándose con su experiencia, será muy diferente a lo que yo he vivido. Me gusta firmar libros míos antiguos, indica que el lector sigue tu trayectoria, no que ha sido atraído por un éxito. El éxito perturba más que cualquier otra cosa".
Imma Monsó habría preferido "tener el don de la narrativa oral pero la voz me viene de manera silenciosa, escribiendo sé decir cosas que nunca diré hablando. Es un talante, que tiene que ver con una manera de ir por la vida, abstraída, captando unas cosas y rechazando otras. Una vez impreso, me desvinculo del todo del libro, lo que haga aquella historia con un lector, mezclándose con su experiencia, será muy diferente a lo que yo he vivido. Me gusta firmar libros míos antiguos, indica que el lector sigue tu trayectoria, no que ha sido atraído por un éxito. El éxito perturba más que cualquier otra cosa".
2.- El editor de mesa revisa el texto y propone cambios
Jorge Manzanilla, de la agencia Balcells, es el primer lector de autores como Vargas Llosa, García Márquez o Isabel Allende. "Mi lectura es el primer feedback con que se encuentran una vez acabada la obra, y permite un intercambio de impresiones de tú a tú. Es una lectura crítica a todos los niveles, tanto formales como de contenido, y de comprobación de posibles errores. Propongo cambios al autor por dos motivos: porque, a mi juicio, mejoran la novela, y en segundo lugar porque, si acaba siendo un éxito, puedo comentar en pequeño comité que en gran medida ha sido por mi contribución", dice con una sonrisa tímida.
Jorge Manzanilla, de la agencia Balcells, es el primer lector de autores como Vargas Llosa, García Márquez o Isabel Allende. "Mi lectura es el primer feedback con que se encuentran una vez acabada la obra, y permite un intercambio de impresiones de tú a tú. Es una lectura crítica a todos los niveles, tanto formales como de contenido, y de comprobación de posibles errores. Propongo cambios al autor por dos motivos: porque, a mi juicio, mejoran la novela, y en segundo lugar porque, si acaba siendo un éxito, puedo comentar en pequeño comité que en gran medida ha sido por mi contribución", dice con una sonrisa tímida.
3.- El agente literario busca editorial
Los agentes literarios son los mánagers de los escritores. Cristina Mora, que representa a autores como Jaume Cabré o Sebastià Alzamora, explica que su trabajo es "acompañar al autor desde el inicio; una vez él considera que la obra ya se puede leer, el agente la lee y acaba de trabajar el texto con él antes de enviarla a la editorial. Después hace toda la negociación, contratación, velando por los derechos del autor, pacta qué promoción se hará... Y prepara el salto al extranjero. Una vez publicado el libro, el agente le sigue la vida, intentando conseguir que el libro siga vivo en los catálogos el máximo tiempo posible".
Los agentes literarios son los mánagers de los escritores. Cristina Mora, que representa a autores como Jaume Cabré o Sebastià Alzamora, explica que su trabajo es "acompañar al autor desde el inicio; una vez él considera que la obra ya se puede leer, el agente la lee y acaba de trabajar el texto con él antes de enviarla a la editorial. Después hace toda la negociación, contratación, velando por los derechos del autor, pacta qué promoción se hará... Y prepara el salto al extranjero. Una vez publicado el libro, el agente le sigue la vida, intentando conseguir que el libro siga vivo en los catálogos el máximo tiempo posible".
4.- El editor revisa y publica el libro
Jaume Vallcorba (Acantilado/Quaderns Crema) dice que es editor "por casualidad": "Era profesor en Burdeos, y Antoni Bosch me llamó para dirigir una colección. No fue bien y, en vez de una indemnización, le pedí quedarme a los autores. La gente cree que un editor mete un manuscrito por un tubo y sale el libro por el otro lado. Y no. Mi trabajo no es vender, yo dejo de publicar libros que se habrían vendido mucho. Un editor da forma a aquello que llega y lo contextualiza en su catálogo, porque un pollo asado no tiene el mismo sabor en un plato de plástico que en una de porcelana".
Jaume Vallcorba (Acantilado/Quaderns Crema) dice que es editor "por casualidad": "Era profesor en Burdeos, y Antoni Bosch me llamó para dirigir una colección. No fue bien y, en vez de una indemnización, le pedí quedarme a los autores. La gente cree que un editor mete un manuscrito por un tubo y sale el libro por el otro lado. Y no. Mi trabajo no es vender, yo dejo de publicar libros que se habrían vendido mucho. Un editor da forma a aquello que llega y lo contextualiza en su catálogo, porque un pollo asado no tiene el mismo sabor en un plato de plástico que en una de porcelana".
5.- El impresor hace del libro un objeto de papelIsmael Fàbregas, director comercial de Cayfosa, la mayor imprenta de libros de Catalunya, informa de que la crisis ha afectado al número de los pedidos pero que Sant Jordi sigue provocando un montón de trabajo "hasta las dos o tres semanas antes del 23 de abril". Aquí, en este polígono del Vallès, se han imprimido las novelas de Harry Potter o el último Ruiz Zafón, libros-fenómeno que requieren un trato especial: "Para evitar filtraciones o pirateos, firmamos un contrato de confidencialidad y tenemos cámaras de vídeo para comprobar que no fallamos a nuestro compromiso de custodia del secreto".
6.- El distribuidor reparte los libros en las libreríasOriol Serrano, con su socia Margarita Lömker, dirige la distribuidora Les Punxes, creada en 1968 en ambientes progresistas de Barcelona y que hoy reparte tres millones y medio libros –20.000 títulos largos– por toda España. Con más de 60 trabajadores, admite que "Sant Jordi es solo un día, pero a nosotros nos supone dos meses de trabajo", incluyendo las temidas devoluciones de los libros no vendidos. La ilusión es muy grande porque "sobre todo las pequeñas librerías dependen de este día para salvar el año". Hace una predicción: "Este año será mejor que el pasado, que cayó en Sábado Santo, pero no que el 2010".
7.- El librero ofrece el libro al lector
Antonio Ramírez, de La Central, vive un periodo expansivo –abrirá librería de 1.200 metros cuadrados en Madrid en septiembre– y recuerda que, aunque ya lo había hecho en México, "empecé el Sant Jordi de 1986, cuando la librería Leviatán, de la calle Santa Anna, me fichó como refuerzo". "En un día hacemos el 7,5% de las ventas del año", apunta, y recuerda que La Central también empezó un Sant Jordi (1996): "Éramos muy novatos, se llenó de gente y se nos fundieron los plomos". Hoy serán 130 personas y, quién sabe, quizás alguno de los refuerzos que ha contratado para un día le hace, en el futuro, la competencia.
Antonio Ramírez, de La Central, vive un periodo expansivo –abrirá librería de 1.200 metros cuadrados en Madrid en septiembre– y recuerda que, aunque ya lo había hecho en México, "empecé el Sant Jordi de 1986, cuando la librería Leviatán, de la calle Santa Anna, me fichó como refuerzo". "En un día hacemos el 7,5% de las ventas del año", apunta, y recuerda que La Central también empezó un Sant Jordi (1996): "Éramos muy novatos, se llenó de gente y se nos fundieron los plomos". Hoy serán 130 personas y, quién sabe, quizás alguno de los refuerzos que ha contratado para un día le hace, en el futuro, la competencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario