Asistentes a la Feria del Libro de Bogotá, que este año se prolonga hasta el 1 de mayo. |
especial filbo 2012
La cita del libro de Bogotá celebra sus 25 ediciones. Confirma la vitalidad y necesidad de estos eventos en un mundo cada vez más virtual
Entre tanto augurio apocalíptico para el libro en papel, las ferias
del libro, sin embargo, pugnan con vitalidad por reinventarse. ¿Cómo?
Convertidas en oasis literarios para lectores, escritores, agentes o
editores en un mundo que vive entre la paradoja de la hipercomunicación
virtual y la amenaza de naufragio de las relaciones humanas de carne y
hueso. La Feria del Libro de Bogotá,
que ayer inauguró su edición 25ª es una buena muestra de ello. Es una
de las más importantes de América Latina, así como un ejemplo de la
necesidad e importancia de estos acontecimientos. “La gran aportación de
una feria es la vida social, el trato real que requieren... y del que
carece Internet y las recomendaciones de los periódicos”, asegura la
escritora Rosa Montero, que ha ido en tres ocasiones a la Filbo, como
llaman los colombianos al evento. La peculiaridad de esta cita, agrega
Montero, “es ese trato íntimo y familiar que la hace especial. Tiene una
afluencia increíble, una tradición arraigada”.
Esta primavera, periodo de florecimiento de estos encuentros en todo
el mundo, servirá de termómetro sobre el futuro y el sentido de estas
citas; acaban de terminar el Salón de París y la Feria de Londres y hoy abre sus puertas la de Buenos Aires.
Y todos juegan con, más o menos, las mismas armas. Son eventos que
convocan a jóvenes autores y a consagrados; a editoriales establecidas y
a nuevos intermediarios que tiran de la autoedición; a profesionales y a
lectores, que de eso se trata.
Sin perder de vista las bondades digitales, Fernando Valverde, presidente de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros,
(CEGAL), asegura que “es justo en estos momentos cuando el espacio
físico recobra todo el sentido”. “Y cobra más fuerza el hecho de poder
encontrarnos, escucharnos e intercambiar opiniones sobre nuestras
lecturas”, añade.
Estos certámenes también han alentado un fenómeno reciente, pero que
podría contribuir a su mismo futuro: la conversión de los escritores en
ídolos. Los autores, en muchos sentidos, han pasado a ser también
celebridades y este tipo de citas, el escenario perfecto para el
encuentro con los practicantes de sus religiones. El público hace colas
para conocerlos y poder dialogar con ellos. De eso sabe mucho Nubia
Macías, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara
(México), para quien, además, “las ferias literarias tienen que ser
eventos de promoción de la lectura, estar organizadas al margen de los
programas profesionales y de negocios, y concentrar todos sus esfuerzos
en crear lectores”.
Porque las ferias exclusivamente profesionales, como las de
Fráncfort, según el crítico Manuel Rodríguez Rivero, “para lo único que
sirven es para poner cara a aquellos con quien negocias”. Ver y dejarse
ver, “cada día tiene menos sentido, porque la edición se ha globalizado y
las ferias se vuelven demasiado caras”.
Las que convocan al personal que vive alrededor del libro y la
lectura parecen tener otro destino. La de Bogotá, de momento, no
presenta síntomas de fatiga: espera una asistencia de 400.000 visitas,
hasta el 1 de mayo que cierra sus puertas. Ocupará todos los 58.000
metros cuadrados del Centro Internacional de Negocios y Exposiciones de
Bogotá, donde estarán más de 500 expositores y un centenar de escritores
en conferencias, mesas redondas y lecturas públicas.
Este año entre los principales invitados figuran el escritor
estadounidense Jonathan Safran Foer y el legendario periodista Gay
Talese. Junto a ellos, nombres clave de la literatura, el pensamiento y,
por qué no, la narrativa comercial en español como Laura Restrepo,
Santiago Gamboa, Javier Moro y Enrique Krauze.
El narrador y poeta Darío Jaramillo, que no se ha perdido ninguna
edición de la Filbo, asegura que la oferta de libros ha aumentado: “Eso
es muy atractivo para las bibliotecas, pero lo más importante de esta
feria es la cantidad de gente que acude. Y no hay que olvidar que hay un
público que compra libros solo estos días”.
La Filbo celebra sus 25 años con Brasil como invitado: “Es una gran
oportunidad para intercambiar conocimientos de derechos de autor y
traducciones del portugués al español y viceversa, aprovechando que el
español acaba de ser declarado la segunda lengua oficial en las escuelas
brasileñas”, explica Amalia de Pombo, directora de la feria.
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