19.4.12

Las mujeres del Boom

De las tres conferencias previstas, la que pone el dedo en la llaga es la dedicada a Clarice Lispector. La extraordinaria autora brasileña merecía largamente formar parte del Boom
Clarice Lispector. Escritora brasileña, a quien se le rinde homenaje en la FILbo 2012. foto: Michelle Cunha.fuente:elpais.com

Este 23 de Abril en Casa de América se reunirán Rodrigo Fresán, Edmundo Paz Soldán y Jorge Volpi en un ciclo literario denominado "Los olvidados del Boom". Fresán hablará de Juan Carlos Onetti, Volpi de Jorge Ibargüengoitia y Paz Soldán de Clarice Lispector. Aunque es cierto que el Boom, propiamente dicho, incluye solo a cuatro autores (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y Fuentes), en realidad su radio abarca una circunferencia más extensa, que contiene a precursores y autores posteriores. Sin duda, Juan Carlos Onetti pertenece al grupo de los precursores, como Alejo Carpentier, Ernesto Sabato o Juan Rulfo. No es un olvidado sino, como dice Fresán, más bien un "olvidadizo" o un escurridizo que nunca hizo suya la agenda del Boom y la novela total. El caso de Jorge Ibargüengoitia es distinto. Simplemente, no le alcanzó la obra, la suerte o las ganas, como le sucedió a tantos (pienso en Julio Ramón Ribeyro). Murió en el célebre accidente aéreo en Madrid en 1983, rumbo a un encuentro de escritores en Colombia, antes de cumplir los 60 años. En ese avión también viajaba otro eterno aspirante al Boom, el escritor peruano Manuel Scorza. Considerando el año de su muerte, es obvio que Ibargüengoitia (así como Scorza) no podía ya aspirar a pertenecer al Boom, aunque vivía en la periferia de este. Autores como Manuel Puig, José Donoso, Guillermo Cabrera Infante o Alfredo Bryce Echenique consiguieron un resquicio para introducirse y sentarse al lado de los 4FAB, pero a inicios de los 80 ese espacio se había cerrado definitivamente e Ibargüengoitia no logró cupo pese a que sus novelas compartían muchos de los rasgos del llamado post-boom.

De las tres conferencias previstas, la que pone el dedo en la llaga es la dedicada a Clarice Lispector. La extraordinaria autora brasileña merecía largamente formar parte del Boom. Sin embargo, no sucedió y la única explicación posible es que el Boom fue siempre un club donde no se admitían mujeres. En realidad, sí, se permitían, pero como esposas, agentes literarias, lectoras, estudiosas, gruppies o secretarias. Pero como escritoras, jamás. Tal parece que una cualidad de la ambición totalizante era la virilidad. Cuando Julio Cortázar acuñó el inadecuado término de "Lector Hembra" para aquellos lectores pasivos y convencionales que no aceptaban los retos literarios ¿fue un lapsus personal o estaba delatando una mentalidad machista compartida por los demás?

Recuerdo unas líneas que la biógrafa Stacy Schiff le dedica a Vera, la esposa de Vladímir Nabokov: "A partir de las muchas cosas que Nabokov se jactaba de no haber aprendido jamás -escribir a máquina, conducir, hablar alemán, encontrar un objeto perdido, cerrar un paraguas, contestar el teléfono, cortar las páginas de un libro o dar la hora a un ignorante-, resulta fácil deducir a qué dedicó Vera su vida." La cita me conduce al emotivo agradecimiento público que hizo Vargas Llosa a su esposa Patricia, la que incluso al reprenderlo por su inutilidad para la vida práctica lo alaba diciéndole "tú solo sirves para escribir". Cuando nos referimos a las mujeres del Boom, más allá de Carmen Balcells, no debemos olvidar el aporte de las esposas de los 4FAB. Aunque ellas, como la misma Vera Nabokov (quien se negó a dar entrevistas y demandó a Martin Amis por fingir una crónica sobre ella), prefieren pasar desapercibidas, su presencia invisible queda grabada como marca de agua en las páginas de los libros de sus esposos. La única que rompió el pacto silencioso fue Pilar, la esposa de Donoso, autora de un entretenido texto llamado El Boom doméstico, que al sumarse al libro que escribió la hija adoptiva de ambos, recientemente fallecida, Correr el tupido velo, traza una trayectoria tan desgraciada que nos advierte que aquella frase de Tolstoi sobre las familias (en la felicidad idénticas, pero infelices cada una a su manera) puede encajar en la vida de los demás autores del Boom.

Esta semana en el FB de Andrea Jeftanovic, estupenda escritora chilena, se discutió el tema. Ella, además del nombre de Clarice Lispector, soltó el de la mexicana Elena Garro como otra olvidada del Boom. Sostuvo además que "siempre hay redes de poder en la legitimación y visibilidad" cuando se elabora un canon. Y por supuesto, el Boom es un canon absolutamente masculino por más que sus autores (pienso en las colaboraciones de Julio Cortázar con Carol Dunlop o en la admiración que siente Vargas Llosa por Nélida Piñón, a quien le dedicó La guerra del fin del mundo) no desprecien necesariamente a las escritoras. Más que el machismo de los autores, la ausencia de mujeres en el Boom es producto de la ideología de esos años en los que la escritura femenina ocupaba en América Latina un lugar marginal y opacado por una imagen del escritor masculino, comprometido, seguro de sí mismo, hegemónico. Cuando veo la serie Mad Men identifico a Don Draper con la imagen del escritor latinoamericano del Boom, exitoso, convincente, trajeado y encorbatado, fumando o bebiendo whisky, hablando de negocios, de arte o de política, mientras a su alrededor orbitan mujeres vulnerables.

El Boom fue un fenómeno comercial y un hito histórico instalado en su tiempo. Pero ajeno a este, la literatura latinoamericana permanece en movimiento y en discusión constante. Una prueba innegable de ello es la importancia que ha adquirido un autor que logró ingresar al Boom, aunque nunca fue muy bien considerado por sus pares, como Manuel Puig, quien en las últimas décadas se ha convertido en el principal referente de la literatura latinoamericana. El brillo de algunos nombre y libros concretos del Boom, en cambio, ha ido desluciéndose con el paso de los años. Todo puede ser replanteado a través de nuevas lecturas y, en especial, siguiendo el rastro que los escritores dejan en la obra de los autores posteriores. Por ello, Clarice Lispector (como quizá algún día Elena Garro) ocupa hoy un lugar excepcional en la literatura latinoamericana, más allá del detalle anecdótico de si perteneció o no al Boom.

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