ACAPULCO. Dos víctimas de las guerras entre carteles del narcotráfico mexicano.foto.fuente:Revista ÑLa investigadora Gabriela Polit se refirió en un seminario a las marcas literarias que deja el narcotráfico en México y Colombia. Escritores y artistas retratan la barbarie diaria
Ya nada será igual en el horizonte centroamericano esquilmado por el narcotráfico y su guerra. La más cruel por las formas despiadadas que revistió el asesinato y porque la vida es apenas una moneda de cambio. La literatura, la plástica, el ensayo no han podido evadir el fenómeno y lo han devuelto con imágenes elocuentes.
En 2011, estuvo en Buenos Aires Gabriela Polit Dueñas invitada por el programa Lectura Mundi de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) para participar de un seminario que se dictaba en el campus universitario dictado por el periodista Cristian Alarcón, autor de la novela de no ficción Si me querés, queréme transa.
Polit vino a mostrar su trabajo sobre las representaciones culturales del narcotráfico en Latinoamérica, volcado en su libro Meanings of Violence in Contemporary Latin America. Allí se plantea algunas preguntas de diferentes y posibles respuestas en el contexto de una sociedad atravesada cotidianamente por violencias simbólicas y físicas: ¿cómo se construye y lee el narcotráfico? ¿Qué se dice cuando se habla de narcos? Polit nació en Ecuador, es crítica literaria, estudió Filosofía, Ciencias Políticas y Literatura. Ahora vive en Texas y da clases en la Universidad de Austin. Sus incursiones por Medellín (Colombia) y Culiacán (capital de Sinaloa, México), y también La Paz (Bolivia), le sirvieron y sirven de fondo para interpretar y narrar la producción cultural, y social, del "narco", con toda la carga de conflicto que ello implica.
Los alumnos que participaron del seminario de la UNSAM leyeron sus ensayos: "Sicarios, delirantes y los efectos del narcotráfico en la literatura colombiana" y "La persuasiva escritura del crimen: literatura y narcotráfico". En ambos, la autora toma algunas novelas para diseccionar como La Virgen de los Sicarios del colombiano (nacionalizado mexicano) Fernando Vallejo; Entre Perros, del periodista mexicano Alejandro Almazán; Jonás y la ballena rosada, del boliviano Wolfgango Montes o Delirio de la colombiana Laura Restrepo.
En Culiacán, Medellín y La Paz entrevistó escritores, artistas, editores, gestores culturales y analizó sus obras. El resultado formó parte de un libro inédito que se llamará Narrar lo narco. Esa cosmogonía está compuesta por "lo que he venido leyendo en el último tiempo, la forma cómo se representa, la manera de evitar clichés o de reproducirlos, lecturas no solamente de novelas, sino de todo aquello que nos arma cierto mapa cultural de las ciudades que visité entre el campo cultural local y las novelas; y también la forma en que se representa de esa manera. Lo mío implica una investigación social, económica, política, mirar el campo, hacer entrevistas y después leer, y comparar", detalla la investigadora.
En el texto "Sicarios, delirantes..." Polit trabaja sobre las novelas de Vallejo y de Restrepo: "la de Vallejo porque es la novela más representativa de la sicaresca en Medellín, lo que él llamó la sicaresca en Medellín o Antioquia; no se refería él con la sicaresca a toda Colombia, estaba hablando del fenómeno de Antioquia. Y es una novela que yo vengo enseñando en la academia americana hace muchos años que tuvo un éxito brutal entre los estudiantes y colegas. Fue la primera novela que yo analicé cuando todavía estaba metiéndome sobre el tema del narcotráfico. Y la novela de Laura Restrepo que era la primera que ponía a narrar el narco de Colombia sin el estigma del sicario. Eso era algo que intuitivamente veía en ese momento, y que después trabajé en más novelas. Por otro lado Restrepo habla sobre una clase alta bogotana cómplice, que usufructuó de ese primer boom del dinero caliente que traía Pablo Escobar. Había una crisis económica muy fuerte como en muchos países de América Latina en los 80 y él empieza a inyectar plata a esta elite, es lo que cuenta la novela al menos. El texto era original en su manera de no mirar al pobre de la comuna asesino, violento, sino otras cosas que pasaban en otros lugares".
De todos modos, en estas narraciones aparece un personaje inquietante: el sicario. "El asesino a sueldo estaba en Colombia y la novela de violencia en Colombia tiene una tradición larga por la dolorosa historia de violencia en ese país. El sicario se asocia más con una violencia del narco y una violencia urbana, los otros asesinos a sueldo o las otras novelas narraban la violencia que era peor en los centros rurales. Y después el sicario se volvió un personaje muy glamoroso, encarna todos los vicios y a la vez es un niño ingenuo, es un material. Pero es doloroso que estos muchachos jóvenes se vuelvan asesinos a sueldo, que se transformen en material de la producción cultural sin entender un marco más grande".
Polit no analizó Colombia en su totalidad sino que acotó su observación a Bogotá. Allí habló con agentes culturales: escritores, poetas, dramaturgos, y analizó la repercusión de estas representaciones del narco en este universo. Del mismo modo actuó en Culiacán. Lo que surge inmediatamente como apreciación interesante es el contraste de estas dos ciudades que han sido emblemáticas del desarrollo del narcotráfico en América hispana. Tanto en las costumbres del narcotráfico como en su reflejo cultural que va más allá de la literatura y hunde un ancla en el arte.
Polit sigue su ruta. En La Paz, está realizando un relevamiento con escritores y artistas plásticos para dar cuenta del fenómeno del narco con sus particularidades. Otro territorio, el mismo cielo.
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