HOMENAJE. Artefacto de Nicanor Parra dedicado a Roberto Bolaño, con versos de Shakespeare y una sesión de fotos de Revista Paula. Octubre, 2006. foto.fuente:Revista ÑRoberto Bolaño admiraba a Nicanor Parra y hace más de una década, después de su sonado regreso a Chile, le dio impulso a la publicación de Las Obras completas del antipoeta. Hoy, el crítico Ignacio Echevarría, testigo de sus encuentros, planea un libro sobre Bolaño con eje la amistad entre estos dos personajes de la literatura chilena
Se conocieron en 1998 en Las Cruces, ese balneario chileno rodeado de bosques y cerros donde vive Nicanor Parra. Para describir la influencia que tenía en su trabajo y en una muestra de ferviente admiración, Roberto Bolaño había afirmado: "Todo se lo debo a Parra". Aunque aquel encuentro promovió una amistad que siguió tejiéndose a la distancia, la relación del autor de Los detectives salvajes con su país fue otra cosa: había vuelto a Chile después de 25 años de ausencia y el regreso le provocó un cúmulo de sentimientos contradictorios.
Ignacio Echevarría, crítico literario y promotor de algunas ediciones póstumas de Bolaño, revivió hace algunos días, en una conferencia en la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile, el momento de aquel viaje en que el escritor fue homenajeado por personajes de la izquierda y la derecha: Roberto Bolaño se veía callado, amable y medio ausente. Luego escribió "Fragmentos de un regreso al país natal", una crónica sobre sus primeras impresiones que publicó en la revista Paula. Hablaba de la cordillera vista desde el aire y de los periodistas chilenos, en términos cordiales.
Meses después, cuando ya había masticado mejor las sensaciones de la primera visita, en la desaparecida revista española Ajo blanco se publicó "El pasillo sin salida aparente", donde asomó su esencia… Y la historia ya es conocida: la cena en la casa de Diamela Eltit y los disparos contra los escritores, esos que quieren ser escritores y la facilidad con la que se monta un taller literario en Chile. Esa casta amiga de las instituciones que buscaba la respetabilidad: la nueva narrativa chilena. "No hay carne. Alguien en la casa es vegetariano y presumiblemente ha impuesto su dieta sobre los demás […]. A un escritor le basta publicar un libro de cuentos en una editorial de ínfima categoría para a continuación poner un anuncio en el periódico o en una revista y que de la nada surja otro taller literario más".
Comenzaban a aparecer las ronchas. En su segundo viaje a Chile y durante la Feria del libro de 1999, Bolaño fue declarado algo más que persona non grata. Incluso la prensa lo ignoró. Al año siguiente se editaba Nocturno de Chile, con personajes como Sebastián Urrutia Lacroix (un cura del Opus Dei y crítico literario) y María Canales (alter ego de Mariana Callejas, una agente de la DINA que organizaba fiestas en su casa). El libro iba a titularse "Tormenta de mierda", pero finalmente Bolaño aceptó cambiarlo, a raíz de un sueño en el que se veía a sí mismo regresando en tren hasta la Estación Mapocho, y al bajarse se daba cuenta que no tenía ni pasaje de vuelta, ni dinero; llovía y él andaba en ropa de verano. Una sensación parecida a la que debe haber experimentado en la Feria del Libro, que todos los años se realiza en la Estación Mapocho, el paraje de su pesadilla. Nicanor Parra lo acompañó en aquella tormenta, o por aquel pasillo: en medio de esos episodios la amistad entre ambos crecía.
Echevarría presenció dos de sus encuentros, uno en la casa de Parra y otro en Madrid en 2001. El año pasado terminó como editor del segundo y último tomo de las Obras completas de Parra y, aunque no lo afirma del todo, estaría trabajando en un libro sobre la vida y obra del autor de 2666, y sería ésta una de las razones de su visita a Chile: además viajó a encontrase con el antipoeta. El cruce de ambos personajes podría ser una de las hebras de la historia. "Creo que, como suele ocurrir con los grandes talentos, Parra y Bolaño se reconocieron, de algún modo, a primera vista. Y Bolaño, que ya admiraba a Parra de mucho antes, lo colocó a partir de entonces en el centro de su santoral privado", dijo el crítico literario a Ñ.
En noviembre de 1999, Echevarría y Bolaño volvían a Santiago desde la casa de Parra que da al Pacífico. Habían almorzado y alargado la sobremesa con risas y poesía. Bolaño aún estaba agitado por el encuentro y mientras fumaba un cigarrillo, lanzó la pregunta: "¿Por qué no intentas hacer las obras completas de Parra?".
-En su opinión, ¿qué es la antipoesía en la vocación de Bolaño?
-Un referente decisivo. Sobre todo en lo relativo a la forma en que orientar una vocación literaria presidida por el rechazo a toda institucionalidad, por cierta insobornabilidad, por la búsqueda de cierta radicalidad en la forma de entender la literatura.
-¿Podemos decir que si Bolaño no hubiera entrado en escena, Parra jamás hubiera recibido el Premio Cervantes?
-Es muy aventurado decir eso. Basta con señalar una cierta relación de causa-efecto entre la fortuna internacional de Bolaño y la creciente atención que en los últimos años ha suscitado la figura de Parra. Si bien esto último puede atribuirse, sin más, a la prolongada y profunda onda expansiva de la antipoesía, muy afín al espíritu de los tiempos. Ha sido el propio Parra, en cualquier caso, quien ha dicho, con motivo de haber obtenido el Cervantes, que fue Bolaño quien volvió a ponerlo en onda. Y algo hay de verdad en ello. Sin ir más lejos, las Obras completas de Parra no se hubieran emprendido sin el acicate de Bolaño.
-Se dice que estaría escribiendo un libro sobre el Bolaño. ¿Tiene alguna fecha tentativa para su publicación?
-Ese libro está todavía en estado embrionario, es sólo un proyecto que no sé aún si emprenderé finalmente. Si algún día lo acometo, pienso que la relación entre Parra y Bolaño puede ser unos de los hilos con que trenzar mi aproximación a la figura de Bolaño, que nunca tendría pretensiones de biografía.
Marcada por el carácter testarudo de Parra continuó la historia. Costó convencerlo del nuevo proyecto; Echevarría trabajaba entonces con la editorial Galaxia Gutenberg y llevó la idea de las Obras completas. En 2001, durante una visita a Madrid y en medio de una exposición de sus Artefactos Visuales en el edificio de Telefónica, Parra discutía los términos del contrato con el sello. Después de una comida, Echevarría le convertía la cifra de euros a dólares y Bolaño se equivocaba y ponía ceros de más, la anécdota aún hace reír a Echevarría… Pero el poeta, haciendo gala a su tozudez, comenzó a rehuir el tema y los acuerdos no llegaban a buen puerto.
En septiembre de 2003, dos meses después de la muerte de Bolaño, Echevarría fue a visitar a Parra, y cuando se estaba despidiendo en Las Cruces, el antipoeta dejó escapar un: "A Roberto le hubiera gustado, entonces hagámoslo". Como un homenaje a su amigo, se gestaron las Obras completas & algo + (I y II).
En la Universidad Diego Portales, Echevarría dice que Bolaño admiraba del antipoeta que no buscara la "respetabilidad", esa que él criticaba y que ya empezaba a escocerle de sí mismo: después de todo, estaba en la vereda de los escritores. Quizás seguía sintiéndose como el chico que huyó de Chile en 1973, soñando escribir poesía. Una rabia que tenía un poco de sabor a la derrota de un ideal… Y a resignación.
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