Varios escritores homenajean al autor de El ruido y la furia en el cincuentenario de su muerte Siguiendo la mirada poliédrica de Faulkner descifran algunos de los aspectos clave de su obra Matute, Moix, Giralt Torrente, Landero, Vásquez y Marías se adentran en la obra Se trata de uno de los escritores más innovadores del siglo XX
El escritor estadounidense William Faulkner (1897-1962).fotos.fuente:elpais.com |
Ese hombre con el pelo blanco y bigote entrecano vestido con camisa
blanca de algodón un poco arrugada y corbata a rayas que teclea una
máquina de escribir en su estudio rodeado de libros, es el mismo hombre
que está sentado en una terraza bajo la luz de California con gafas de
sol, exhibiendo su piel bronceada sin camisa, bermudas blancas y zapatos
con calcetines, inclinado frente a otra máquina de escribir. Dos
imágenes distintas de un mismo autor que escribió por placer y por
dinero pero con la misma entrega caudalosa de palabras al servicio de
historias insólitas que iluminan sombras de la naturaleza humana. Se
llama William Faulkner y es uno de los escritores a quien más deben los autores de la segunda mitad del siglo XX.
Los ecos de su torrente literario, aunque han pasado por diferentes decibelios en estas décadas,
estos días suenan con fuerza con motivo del cincuentenario de su
muerte, 6 de julio de 1962, a la edad de 64 años. Fue el creador de un
calculado universo caótico reflejado en su nombre laberíntico:
Yoknapatawpha. Un territorio ficticio inspirado en el condado de
Lafayette (Misisipí) y el sur de Estados Unidos, en su época de derrota y
abandono y donde el Tiempo tiene vida propia para que Faulkner
lo muestre no solo oxidado o lento, a veces, sino también con un
movimiento de electrón. Allí suelen transcurrir la mayoría de sus
historias innovadoras en forma y fondo a la que tanto deben escritores
de todas partes del mundo, especialmente, latinoamericanos que van desde
Alejo Carpentier y Juan Rulfo, hasta Gabriel García Márquez y Mario
Vargas Llosa pasando por Juan Carlos Onetti y Guillermo Cabrera Infante
quienes siempre reconocieron su influencia por obras como El ruido y la furia, Mientras agonizo, Santuario, Luz de agosto, ¡Absalón, Absalón!, Las palmeras salvajes…
…Historias faulknerianas
que zigzaguean y penetran en las zonas de penumbra y oscuras de las
emociones y los sentimientos y la razón y los instintos del ser humano
en una maraña perfecta donde el tiempo, el espacio y la acción están
concebidas solo para ese mundo y no para otro.
En un homenaje a la mirada poliédrica de Faulkner
(premio Nobel de 1949), seis escritores se adentran en sus predios para
tratar de descifrar la riqueza de su universo en expansión que se
presta a tantas interpretaciones:
EL LADO OSCURO
Ana María Matute
Más allá del mal emponzoñado que se percibe en las narraciones, para
Ana María Matute es el mejor escritor que ha sabido imbricar una
atmósfera especial con los odios y amores familiares, sentimientos
anudados cuyo influjo contamina todo a su alrededor. “Describe como
nadie el lado oscuro del ser humano, lo turbio e inquietante que puede
haber en él”, arrostrado con un lenguaje “inconfundible por su fuerza y
con un torrente que parece que no se acaba nunca”. Para Matute, el
escritor ejerce una especie de embrujo sobre el lector al saber mezclar
el misterio y la realidad sin llegar a ser fantástico, incluso con las
acciones en apariencia vulgares pero que va desvelando poco a poco. Una
de sus obras preferidas es Luz de agosto.
LA ATMÓSFERA
Ana María Moix
La comunión del entorno con los personajes y los hechos acaecidos,
sospechados y futuros crean, para Ana María Moix, un personaje esencial e
irrepetible: la atmósfera. Todo, dice, tan aparentemente suelto en un
ambiente donde el clima y el tiempo parecen complementar los sucesos.
“Aunque nada tan medido como sus relatos con una trama argumental
realzada por la fuerza de la prosa que se desborda. Es la fuerza del
estilo sobre el argumento que lo controla todo para crear un ambiente y
una atmósfera donde todo fluye y encaja”. Y se aprecia en Luz de agosto, que es, para Moix, una de las novelas que más le gusta.
LOS PERSONAJES
Marcos Giralt Torrente
El sino de los personajes de Faulkner se siente y se vive,
desvalidos, solitarios, criminales, inocentes, marginales, corruptos…
Para entenderlos, Marcos Giralt Torrente sugiere imaginar por un momento
que Dios existe y que conoce el desino de todas sus criaturas. Los
personajes de Faulkner, dice el escritor, están predestinados de la
misma manera: “su pasado o el grupo social al que pertenecen dictan su
futuro, pero, como la mayoría ni siquiera es conscientes de ello, la
aparente pasividad con que lo aceptan no es elegida, sino apenas una
huida hacia adelante (una huida solo de vida) que resulta especialmente
fértil a la hora de poner en un primer plano las aristas de la condición
humana”. Dos de sus novelas preferidas son El ruido y la furia y Mientras agonizo.
LA MUJER
Luis Landero
Una criatura clave en este mundo literario es la mujer por todo lo
que la envuelve en lo terrenal e imaginario. Luis Landero dice que la
mujer joven en Faulkner es casi siempre el desencadenante de un proceso
trágico. “Es la hembra que, sin quererlo, sin ánimo de seducción, atrae
mortalmente al macho y lo somete a las leyes ciegas de la naturaleza.
Ella es la depositaria del honor y la encargada de velar por la
perpetuación de la especie”. Para Landero, el poder de ella es tan
inocente y primario como inmenso y fatal. Por eso, “el hombre, el macho,
intentará en vano huir de ella, pero acabará sucumbiendo a su
implacable canto de sirena. El hombre, que aspiraba a la pureza o a la
libertad, jamás le perdonará la esclavitud a que lo ha sometido la
hembra con la fatalidad de sus encantos. La castigará o la despreciará
por ello”. En cambio, añade, la mujer mayor, ya no fértil, “suele
desempeñar el humilde papel de moderar, y sufrir, las fantasías épicas
de los hombres”. Y Luz de agosto es, otra vez, nombrada como la novela favorita, seguida de Mientras agonizo.
LA HISTORIA
Juan Gabriel Vásquez
Tiempo, espacio y acciones de criaturas, predestinadas o no, pero
hijas de la Historia. “Ayer no terminará sino mañana', escribe Faulkner
en Intruso en el polvo, 'y mañana comenzó hace diez mil años”, recuerda
Juan Gabriel Vásquez, que tiene una relación especial con el escritor
estadounidense. Algo que para él es una “peligrosa obsesión (la idea de
que somos el producto indirecto de varias generaciones, de que nuestras
tristezas y nuestra bienaventuranza son el resultado de una conspiración
antigua) que ha moldeado mi ficción y es, creo, la manera más rica en
que puedo leer a Faulkner”. Reconoce, entonces, que, tal vez por eso ¡Absalón, Absalón!
le sigue sorprendiendo: “pocas novelas han explorado de manera tan rica
el carácter inasible de la historia, su terrible ambigüedad y nuestra
incapacidad para dar una versión única y confiable de ella. Contar una
historia, nos dice esa novela, contar nuestro pasado, es modificarlo: no
hay relato puro. 'Tal vez no hay nada que suceda una vez y se termine',
dice o intuye Quentin. Lo que hay es hechos con consecuencias
interminables y que, para rizar el rizo, son distintos según quien los
cuente”.
EL ESTILO
Javier Marías
La fuerza extraordinaria de Faulkner está en su estilo, afirma Javier
Marías. Un estilo que, agrega, lo emparenta con Proust, que ha sido una
de sus influencias, y con Henry James. Lo que lo distingue de ambos
“son sus párrafos largos, como si surgiera a borbotones hasta el punto
de que es menos respetuoso con la sintaxis que ellos; como si a veces
dijera: 'la sintaxis no me importa'. Incluso lo llegó a decir: 'Si meto
tanto en un solo párrafo es porque no sé si voy a llegar vivir al
siguiente'. Esa exuberancia borbotónica da a su estilo una fuerza que
atrapa y convierte cada página en una suerte de oleada que atrapa al
lector y que nadie jamás, ni antes ni después de él, se aproxima a esa
prosa”. Para Marías, se trata de un autor más rupturista que el propio
Joyce, “que es más deliberadamente rupturista, en Faulkner todo parece
más natural”. ¿Una obra? Las palmeras salvajes.
Seis voces como cerillas sobre el universo faulkneriano. Y una más: la del propio Faulkner que, cual demiurgo, entreabre la puerta de su creación en una frase de El ruido y la furia: “Jason escupió al fuego. El fuego silbó, se desenroscó, se volvió negro. Luego se puso gris. Luego se fue”.
Cartas escogidas. Edición y selección de Joseph Blotner. Traducción de Alfred Sargatal y Alicia Ramón. La mansión. Traducción de José Luis López Muñoz (ambas en Alfaguara). Miss Zilphia Gant. Traducción de Juan Sebastián Cárdenas (Nórdica).
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