Juan José Gaviria y Simón Ospina narran una historia real en la que retratan la Medellín después de la caída del cartel
Simón Ospina y Juan José Gaviria, coautores de la no ficción Para matar un amigo.foto: Luis Ángel. fuente:elespectador.com |
No es un libro sobre el narcotráfico o la Medellín
de la mafia o el horror que la riqueza inmediata instaló para siempre en
un país con una pirámide social demasiado alta. Hay cierto terror. Hay
armas. Hay muertos. Hay un asesino, un hombre que mata a un amigo.
Para cuando el telón de esta historia se abre, Pablo Escobar
lleva ya más de media década muerto. El cartel también se fue a la
tumba con él. Pero las grietas quedaron ahí: la violencia como hombría,
el homicidio como justicia.
El bus escolar baja por una avenida del barrio El Poblado.
Un carro lo adelanta y lo cierra. Un hombre se baja y armado intimida
al conductor. No busca dinero, tan sólo un poco de humillación. El
conductor desciende del bus y ofrece disculpas por cualquier cosa. El
hombre, con la pistola guardada, entra al carro. Del bus baja un niño y
le grita: “¡El revólver se saca prendido, fantoche!”.
“En Medellín,
un joven de clase alta, nieto de un exgobernador, asesinó a tres
personas. El caso revela, de un lado, el drama de una aristocracia en
decadencia y de una generación cercada por el narcotráfico”. La noticia,
escrita por Alonso Salazar, y publicada en este diario el 30 de julio
del 2000, resume brevemente el argumento sobre el cual se construye la
novela.
Esta no es la historia del crimen engendrado por la
pobreza, la desigualdad como combustible social de la guerra. Es la
narración de un asesinato con vista desde el barrio El Poblado, además de un retrato de la ciudad de Escobar después de Escobar.
“Ese
Medellín, del cual este caso era una alegoría, era la misma ciudad
nuestra: por donde pasábamos todo el tiempo, en donde vivíamos, las
calles que tomábamos para ir a estudiar. Lo que nos sorprendía de este
caso es que había muchos rumores alrededor de los hechos. Y nadie de
nuestra generación se había apropiado de esta historia ni sentido la
necesidad de contarla y, a la vez, de retratar esa ciudad de nuestra
generación”, cuentan Juan José Gaviria y Simón Ospina, los autores.
Los hechos reales tomaron forma el Viernes Santo de 1999, cuando Juan Carlos Echavarría Uribe, alias Míler o Milicio,
entró en una vivienda de El Poblado y asesinó a Gloria Valencia y a
Camilo Restrepo, hijo de la primera y amigo del asesino. Luego de salir
del edificio, Echavarría se quitó la camiseta, se calzó unos guantes y
repitió la operación con Noé, el vigilante del lugar.
Desde ahí, el exesposo de Valencia (y padre de Restrepo)
emprendió una suerte de cruzada para obtener justicia sin tener que
empuñar un arma. En su esfuerzo colaboraron un fiscal y un amigo de las
víctimas, así como otros personajes.
La novela se instala en estos
hechos para relatar la cacería y reconstruir el crimen, claro, pero
también para dibujar el perfil del homicida: un hombre con medios y
prestigio, un hijo de la fortuna. El asesino de clase alta. La bestia ya
no se devora desde las entrañas, sino que comienza por tragarse los
anillos.
Típicamente, el narcotráfico es un fenómeno que la
bibliografía sobre el tema explica como un asunto de dinero contra
miseria, aspiraciones sociales contra realidades sociales: unos muchos
que quieren entrar al club de campo, así sea para montar a caballo y
disparar mientras tanto.
Esta narración implica un cambio de visión, en cierto sentido similar al ofrecido por Cartas cruzadas, de Darío Jaramillo Agudelo,
libro en el cual un profesor universitario (hombre ilustrado, modesto)
termina siendo consumido por la mafia. En ese texto se lee: “Hay rapiña
de todos por negociar con los contrabandistas de cocaína. Su capacidad
para absorber empleos está impregnando la sociedad entera y es difícil
encontrar una familia en donde no haya alguien, así sea un pariente
colateral, que no esté metido en negocios sucios”.
Lo descrito por Jaramillo Agudelo es
cierto de los personajes de Para matar a un amigo. Al menos en parte.
“No queremos explicar cuál fue la influencia del narcotráfico en
Medellín. Eso es algo que nadie entiende completamente. Muchos de los
términos que tratan de explicar el fenómeno son simplificaciones de una
cosa más compleja que aparece en algunos personajes del libro. Algunos
de los personajes toman cosas prestadas de la mafia, pero no son
mafiosos”, explican Gaviria y Ospina.
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