"Sola. Estoy sola. Siempre estoy sola. Sea como sea". Los versos de la mujer más triste del mundo, escritos en uno de sus cuadernos rescatados hace apenas dos años, desnudan a una Marilyn Monroe insegura; asustada
Con James Dougherty, el 19 de junio de 1942. Archivo |
El día de su boda con Joe DiMaggio, en 1954. Gtres |
Trabajando con Yves Montand en 1960. Gtres |
El día de su boda con Arthur Miller, en 1956. Gtres |
Marilyn Monroe en una fiesta con Tony Curtis en 1955. fotos:Gtres.fuente:elmundo.es |
Siempre lo fue: la mujer más deseada de Hollywood nunca se quiso y buscó el consuelo en multitud de hombres. Pero no logró sacudirse la sensación de abandono.
Ni sus tres maridos ni sus múltiples amantes —de los hermanos Kennedy a
Elia Kazan pasando por Tony Curtis y Marlon Brando— lograron que fuese
feliz.
Marilyn buscaba la autoestima en otros. Quizás su
complicada infancia, con un padre ausente, una madre desequilibrada,
hogares de acogida y agresiones varias, hizo que el mito anhelase el
abrazo protector de un hombre. Apenas tenía 16 años cuando se casó por primera vez. Era 1942 y el elegido, un obrero aspirante a policía llamado James Dougherty. Ex capitán de fútbol y delegado de clase, tenía 20 años cuando empezó a salir con Norma Jean Baker.
No conoció a Marilyn Monroe. Su familia había sido vecina de Grace
Goddard, amiga de la madre de Norma Jean, que vivía entonces con ellos.
«Iban a mudarse y decidimos casarnos para impedir que volviese a una
casa de acogida. Estábamos enamorados», recordaría más tarde Dougherty.
Así, el gran mito sexual se convirtió en ama de casa en una relación que, en apariencia, funcionaba, aunque algunas de sus cartas dejaron ver después que su marido era infiel.
Dougherty fue reclutado para la II Guerra Mundial y en su ausencia, la joven se convirtió en una modelo cotizada en Los Ángeles. Y buscó la compañía de otros hombres para mitigar la soledad que le angustiaba. Hollywood pronto la reclamó y ella tramitó un divorcio
que se concretó en septiembre de 1946. Habían estado juntos cuatro
años. Al volver a casa, Dougherty intentó convencerla de que volviese,
pero ella se negó. Iba a convertirse en Marilyn. «Quería firmar un
contrato con la 20th Century Fox en el que decía que no podía estar
casada», contó Dougherty en 1984.
Su segundo gran hombre fue Joe DiMaggio, el jugador de béisbol con el que se casó cumpliendo el sueño americano de ver juntos a dos de sus mitos: el ídolo de los Yankees con la diva de Hollywood. Se casaron en 1954 —antes, el escritor Robert Slatzer
asegura haber sido su esposo durante una semana en 1952, aunque no hay
pruebas de ello—, pero el compromiso duró sólo nueve meses, pese a que
siguieron viéndose durante años. El deportista, muy conservador, era incapaz de adaptarse a la vida de la estrella. Le parecía una ofensa que la deseasen más hombres y vivió históricos ataques de celos.
Quería apartarla del espectáculo y guardarse toda su explosividad para
él, pero ella no cedió. Que la amó lo demuestra el hecho de que durante los 20 años que siguieron a su muerte, envió un ramo de flores a su tumba tres veces por semana. La Parisien Florist, de Hollywood, tenía el emotivo encargo.
A Arthur Miller, el intelectual, el judío, le vio
por primera vez en 1951, cuando ella tenía 25 años y él, diez más. Se
casaron cinco años después —cuando aún se especulaba con una
reconciliación con DiMaggio—, en una ceremonia en la que Marilyn se convirtió al judaísmo.
Por aquel entonces, los medios ya habían creado una Marilyn
superficial, adicta, sexy a rabiar, pero problemática y depresiva. El dramaturgo, ganador de un Pulitzer, quiso salvarla. Parecían felices, pero apenas tres años después el matrimonio encallaba y en 1960, Marilyn tuvo una sonada aventura con el francés Yves Montand cuando rodaban 'El multimillonario'
Marilyn Monroe y Arthur Miller estuvieron juntos hasta 1961.
Fue quizás el hombre que mejor pudo entender el vacío que la asfixiaba,
el más capaz de valorar su talento y hacérselo creer a ella, pero acabó agotado de esa personalidad enfermiza y la abandonó para marcharse con la fotógrafa Inge Morath,
a la que conoció en el rodaje de 'Vidas rebeldes'. Paradojas de la
vida, Miller había escrito para Marilyn esa historia en la que intentaba
explicar sus contradicciones. «¿Puede un hombre sonreír cuando
contempla a la mujer más triste del mundo?», le hizo decirle en la
ficción a Gable.
La lista de amantes de Marilyn fue interminable. Como Elia Kazan,
descrito así en las cartas que escribió a su psiquiatra, el doctor
Ralph Greensom, en 1961: «Me quiso durante un año, y una vez me acunó
cuando tenía una angustia muy grande. Y me sugirió que me
psicoanalizara». También Marlon Brando quiso cuidarla.
Le conoció antes de que fuesen estrellas y mantuvieron una relación
intermitente durante años. Quizás fue siempre más amigo que amante y la
defendió a muerte cuando la industria empezó a rechazarla por el
suplicio que suponía trabajar con el huracán autodestructivo hacia el
que derivaba.
Con Tony Curtis también tuvo una historia que iba y venía. Durante ocho años. Y según el propio actor, incluyó un aborto involuntario.
La relación comenzó en 1950 y se reactivó en el rodaje de 'Con faldas y
a lo loco'. Marilyn estaba casada con Miller y Curtis con Janet Leigh
—la actriz asesinada en 'Psicosis'—, que estaba además embarazada, pero
eso no impidió que Tony y Marilyn 'recayesen'. Según ha contado Curtis
en sus memorias, ella se quedó embarazada y perdió el bebé poco después
de reunirle en una habitación con su marido para contárselo. «Me quedé
ahí petrificado. Se hizo el silencio y podía oír el ruido de las ruedas
de los coches chirriando en Santa Mónica», describió. Aunque no se ha
confirmado, lo cierto es que el actor nunca ha sido cariñoso con la
memoria de Marilyn y ha aireado sin pudor intimidades.
Ríos de especulación ha desatado también las aventuras que mantuvo con los Kennedy, John y Robert; documentada en los archivos del FBI y la CIA,
preocupados por la amistad de Marilyn con comunistas de Hollywood y por
los secretos que pudiese saber del presidente. Existe un informe de
1965 que habla de «fiestas sexuales» con los Kennedy, Monroe, Sammy
Davis Jr. y Frank Sinatra, otro de sus amantes fieles
durante años. De su relación con el entonces presidente de los EEUU hay
pocas pistas. Algunas voces cuentan que él no paró hasta tenerla en su
cama y después se desentendió, mientras las más conspirativas añaden que
los servicios secretos y los propios Kennedy se encargaron de borrar
las pistas. Hay todo tipo de versiones de esta relación, pero no hay
testigos. Lo que sí hemos visto todos, y no olvidamos, es ese cumpleaños feliz en el Madison Square Garden, el 19 de mayo de 1962. Tres meses más tarde la diva fallecía en California.
Marilyn sufrió sola y sufrió junto a sus hombres. Ella misma dijo que
una estrella era un objeto. Y detestó serlo. Sola. Siempre se sintió
sola. Hasta su trágica muerte.
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