Algunos escritores, además de todoterreno, son en sí mismos una geografía en continua expansión. Umberto Eco acaba de cumplir 83 años y, como si las fechas no contaran, se apresta a publicar en Italia una nueva novela
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Umberto Eco escribe suelto, denso y prolífico: publicará una novela sobre el periodismo italiano./adncultura.com |
Que sea la séptima de su carrera es anecdótico: lo destacable es que, al menos para sus lectores más constantes, significará un volantazo inesperado. No estará en primer plano la vasta erudición que desplegó en obras como El péndulo de Foucault (1989), Baudolino (2002) o El misterioso caso de la Reina Loana (2005), aquel singular homenaje a los cómics de su infancia. Número cero tiene como ámbito principal, según se anuncia, la redacción de un periódico ficticio y transcurre en los ajetreados tiempos de Mani Pulite, la famosa investigación sobre corrupción que allá por 1992 arrasó el sistema político italiano para, más temprano que tarde, dejarle la vía abierta a la era Berlusconi. El diario imaginado por Eco apunta a desinformar, chantajear, difamar y un sinnúmero de verbos de la misma ralea. La logia masónica de Licio Gelli, la P2, tiene un lugar estelar en la trama que, contó Eco en un diálogo con el periodista y escritor Roberto Saviano (el autor de Camorra y Cero Cero Cero), no busca explorar tanto el mal periodismo como los límites de la información, "cómo funciona una máquina de embarrar".
Marcado por la notoriedad inesperada de El nombre de la Rosa (1983), aquel libro que no despreciaba largos párrafos en latín y producía la ilusión intelectual de que Borges podría haber escrito una novela, Eco se volvió una figura en apariencia fácil de etiquetar. Su voraz y modernísimo renacentismo, nutrido en los claustros académicos, lo convirtió en sinónimo de divulgación y le dio una permanente exposición pública. La realidad era más compleja. Para aquel policial ambientado en la Edad Media, el italiano había aprovechado sus excelsos conocimientos como medievalista, especialidad en la que había publicado, entre otros, Arte y belleza en la estética medieval (1959). Los tempranos trabajos semiológicos, los estudios sobre cultura popular y medios de comunicación (Apocalípticos e integrados), el fundamental Opera aperta (de allí viene el hoy trillado término "obra abierta"), los libros sobre el arte de la lectura (Lector in Fabula), lo habían convertido, durante los años sesenta y setenta, en una luminaria intelectual. Su conversión en novelista fue parcial. Nunca descuidó su campo de acción teórico y especulativo, pero su bibliografía se amplió además con libros en que su precisión se aliaba con la exquisitez editorial: escribió una historia de la belleza, pero también otra de la fealdad ; un volumen sobre la pasión por las listas y otro, bien reciente, sobre lugares legendarios.
Suena irrespetuoso sugerir que Eco tenía una cuenta pendiente: la de combinar su capacidad ficcional con su talento semiológico y la realidad político-cultural que explora en sus artículos de prensa. Pero la intriga está. ¿Cuál será el resultado de esa combustión? Es de esperar que, más que grandes verdades, el sagaz autor detrás del intelectual haya seguido la senda de ¡Noticia bomba! (Scoop), de Evelyn Waugh, la mejor sátira del periodismo de la que se tenga información.
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