Hace un siglo Franz Kafka convirtió a Gregor Samsa
en un bicho raro, para demostrar que era un insecto antes de la
metamorfosis
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Ilustración de La metamorfosis de Paco Roca, en la edición de Astiberri./elconfidencial.com |
Pero eso no justificaba que la portada del relato del
insecto humano –con sus innumerables patitas escuálidas y su caparazón
duro– fuera ilustrado con uno. “¡Eso de ninguna manera, por favor!”, escribe el autor al joven editor Kurt Wolff un año antes de que apareciese publicada La metamorfosis.
Kafka llevaba una década escribiendo, no había publicado nada, pero no
desatendía la edición de sus trabajos, se preocupaba por el correcto
encaje de todos los elementos, tipografía y cuerpo de letra incluidos.
“No
pretendo coartar su libertad de expresión, sino que se lo pido desde mi
condición de obviamente mejor conocedor de la historia. El insecto en sí no puede ser dibujado. Ahora bien, ni siquiera puede mostrarse desde cierta distancia”, puede leerse en el libro Autores, libros, aventuras,
publicado por Acantilado, sobre los recuerdos y correspondencia del
gran editor europeo con uno de los autores decisivos en la literatura
universal.
Franz Kafka consideraba el relato más conocido de su producción como algo espeluznante
Kafka
prefería una visión de los padres ante la puerta cerrada del cuarto de
Samsa. Si en algo ha coincidido la Humanidad en estos últimos cien años
de guerras y conflictos, de desacuerdos y tortazos, ha sido en empotrar un parásito en la carátula de cada nueva edición del mítico escrito y traicionar la voluntad del autor. Wolff debió ser el único editor que tuvo en cuenta las súplicas.
También
fue el único que tuvo que mandar ejemplares de la edición a Kafka para
que regalase entre sus amigos, porque no vendía ni uno. La liquidación
de las ventas de 1922 y 1923 era tan insignificante que prefirió no
comunicarle la ridícula cantidad. “A modo de compensación, le haremos llegar un envío de libros en los próximos días”, que “tal vez le resulten de utilidad para regalar”. Kafka muere un año después, sin ni siquiera haber recibido el paquete.
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Página de la vida de Kafka dibujada por Robert Crump publicada por la Cupula |
Como explica Isabel Hernández, traductora de la nueva edición de La metamorfosis que publicará la editorial Nórdica en marzo –con prólogo de Juanjo Millás–,
la peculiaridad de su obra no es más que una consecuencia de las
condiciones tan poco favorables en las que se desarrolló su vida.
Kafka escribe en sus diarios que debía atrofiar todos sus aspectos vitales para centrar sus escasas energías en escribir
Y
cita la entrada del 3 de enero de 1912 en su diario, para argumentarlo:
“Cuando en mi organismo se hizo evidente que la literatura era la manifestación más productiva de mi personalidad,
todo tendió a ella y dejó vacías todas las facultades que se orientaban
hacia los placeres del sexo, de la comida, de la bebida, de la
meditación filosófica, y principalmente de la música. Me atrofié en todos los aspectos.
Esto fue necesario, porque mis energías, en su totalidad, eran tan
escasas que únicamente reunidas podían ser medianamente utilizables para
la finalidad de escribir”.
Miedo al futuro
Es
el relato más largo de todos los que escribió y su propósito, recuerda
Isabel Hernández, era hacer algo breve que le liberara del atasco al que
había llegado en la composición de una novela: América. “Su transformación viene propiciada por la intransigencia del mundo laboral, por las carencias del sistema familiar, por su inconformidad con el destino y por su terrible miedo al futuro. O lo que es lo mismo, por la problemática de un yo escindido y de su integración en la sociedad”, asegura la traductora.
La primera alusión que tenemos a la creación de La metamorfosis
asoma el 17 de noviembre de 1912, cuando escribe a Felice Bauer una
carta, que no será la única que le escriba ese día, a pesar de que tiene
que escribir “un cuento que me ha venido a la mente en la cama, en
plena aflicción, y que me asedia desde lo más hondo de mí mismo”.
Cinco días más tarde ya tiene el título del relato y prácticamente
cerrado, pero no quiere dárselo a leer a su amada, prefiere leérselo él.
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Otra página de la vida de Kafka dibujada por Robert Crump. |
“Verme obligado a tener tu mano en la mía, pues la historia es un poco terrorífica. Se llama La metamorfosis, te daría un miedo espeluznante, pero tú a lo mejor sentías agradecimiento, pues miedo es, por desgracia, lo que te debo de estar dando todos los días con mis cartas”,
podemos leer en la edición de las cartas que Kafka manda a Felice,
entre 1912 y 1917, publicado también por Nórdica. El 5 de diciembre de
1912 escribe de nuevo para comunicarle que el héroe de su cuento ha
muerto. "Si ello te consuela, te diré que ha muerto bastante apaciblemente y reconciliado con todos".
El uno de marzo de 1913 lee La metamorfosis en casa de Max Brod. El cuento se publica en octubre de 1915, en la revista mensual Die Weissen Blätter.
En diciembre del mismo año, en libro. Cien años después de que la
familia se santiguara y diera gracias a dios ante el cadáver de su hijo
insecto, al que golpearon, maltrataron y abandonaron, el bicho raro de Kafka continúa entre nosotros, cada vez que despertamos de “un sueño intranquilo”.
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