Los poemas dedicados a Juan Gelman por Jacques Ancet, su traductor al
francés, fueron escritos entre el 13 y el 30 de enero de 2014,
inequívocamente ligados al impacto por la noticia de su muerte, de la
que acaba de cumplirse el primer aniversario
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Jacques Ancet, traductor de la poesía de Juan Gelman al francés./pagina12.com.ar |
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por Alción, Las cenizas y la luz –y publicado también en París por
Caractères, bajo el título de La lumière et les cendres– cuenta con
traducción y prólogo de Rodolfo Alonso. Todas formas de un duelo que a
partir de una amistad de voces, no excluyen la felicidad del trabajo con
la palabra, la rigurosidad, la alegría y la convocatoria de la luz.
La primera
noticia que Jacques Ancet –poeta, ensayista y traductor francés nacido
en Lyon– tuvo de la poesía de Juan Gelman fue en los años setenta
mediante las grabaciones del Cuarteto Cedrón. En la década siguiente, el
poeta español José Angel Valente, que figura en la lista de quienes
fueron sucesivamente traducidos por Ancet (no sólo autores del siglo XX y
contemporáneos como Vicente Aleixandre, Jorge Luis Borges, Luis
Cernuda, Antonio Gamoneda, Ramón Gómez de la Serna, Roberto Juarroz,
Alejandra Pizarnik, Xavier Villaurrutia, María Zambrano; sino también
clásicos del Siglo de Oro: San Juan de la Cruz, Quevedo, Góngora), le
dio a leer Citas y comentarios. El libro deslumbró a Ancet tanto por las
referencias a los místicos españoles (interés y admiración que
compartía con Gelman y Valente) como por todo lo que allí había en
cuanto al diestro manejo de la lengua castellana en diversas vertientes
–idioma en formación, lengua barroca, habla rioplatense– configurando
esa expresión poética que indagaba en los meandros de historia del
idioma en busca de la palabra sustraída y silenciada para convertirla en
asilo y reconocimiento, en el lugar del antiexilio rescatando todas las
voces, y entre ellas, como el propio Gelman dijo, las zonas exiliadas
del idioma.
Pudo ver Ancet de qué modo Gelman recuperaba e integraba a su propia
escritura desde lo que aparece como el nacimiento de nuestra lengua
castellana –lo que se vería luego profundamente marcado en Dibaxu– y
devenir, en esas voces múltiples que atestiguan el espesor temporal de
las palabras y sus tránsitos espaciales, en un movimiento que va contra
el olvido, resucitando sentidos. Ancet recurre para definir estos
procedimientos a una expresión de José Lezama Lima, “poesía para la
resurrección”.
Citas y comentarios fue para Ancet “una poesía de una intensidad
impresionante y, sobre todo, un trabajo de referencias a los místicos de
los cuales me ocupaba al mismo tiempo que traducía a Valente, quien
recoge también esa herencia”. Una genealogía que no le era desconocida a
Ancet dada su especialización en el castellano como lector y profesor
en la Universidad de Sevilla. A lo que cabe agregar que, además de su
empeñada tarea de traductor es autor de numerosos libros de poesía,
narrativa y ensayo, que fue publicando sin solución de continuidad desde
los años setenta a la actualidad.
Poco antes de la oportunidad de encarar Citas y Comentarios, Ancet
había estado trabajando en la traducción de San Juan de la Cruz, y según
su experiencia, el pasaje de un poeta al otro –de San Juan a Juan
Gelman– o, en sus palabras, “del místico revolucionario” al
“revolucionario místico” se dio “naturalmente”, como declara para
señalar una suerte de nexo que reafirma la propuesta planteada por
Gelman respecto de los poetas que incluye en sus Citas, o sea, el
establecimiento de un diálogo posible, de una continuidad marcada por la
palabra y la experiencia vital. Pero, además, Ancet va a evidenciar una
común sensibilidad que lo acerca a Gelman: sus definidas posturas
respecto de la violencia dictatorial. Así, puede reconocer que “para
todo el sufrimiento y la violencia que son el telón de fondo de este
libro y de otros de Juan Gelman, yo estaba, en cierto modo, preparado
para experimentarlo íntimamente, porque acababa de escribir entre los
años ’80 y ’82 un libro terrible, El silencio de los perros, hoy
reeditado con un largo prólogo, inspirado directamente en los
testimonios de torturas padecidas durante la dictadura argentina”.
Material sensible
Al promediar los ochenta, en una lectura de poesía compartida en el
Palais de Chaillot, finalmente Ancet pudo encontrarse personalmente con
Gelman y le preguntó si aceptaría que tradujese Citas y comentarios al
francés. Luego de algunos inconvenientes (supuestamente ya había otro
traductor), el pedido fue aceptado y sorteando demoras de edición, se
concretó el proyecto en la década siguiente, y con no poca intervención
de Ancet respecto del título más apropiado en la versión francesa,
apareció como L’ opération d’amour. Para Ancet, “operación de amor” fue
la imagen capaz de condensar todo lo que Gelman había puesto allí, su
posibilidad de convertir –sin menoscabar ni diluir– el dolor en la
ternura que impregna todo el libro, como afirma Ancet cuando ve una
“verdadera transmutación en el sentido alquímico del término, desde las
tinieblas a la luz, del horror al amor”. No poca huella quedaría para el
poeta francés de esa contraposición, como iba a mostrar luego en su
libro de luz y ceniza.
Si Citas y comentarios no habría sido el mejor título para el
público francés, Ancet hizo surgir el suyo a partir de uno de los poemas
de Gelman, la cita XXIX (Santa Teresa): “Amor particular muy tierno que
// agranda la alma no cobarde/ como // desolación de vos/ fiebre de vos
// silencio de vos lleno de tus voces // aprietamiento mío que va a dar
// a alma llena de sol/ como después // de tempestades que callaron/
niños // que desollaron su penar/ o penas // que perdieron su nombre por
desear // sabrosísimamente heridas de // tu operación de amor/ fuego
encendido // como dolor ya no dolor”. Vale aclarar que las barras dobles
indican el final de los versos mientras que las otras, a las que muchas
veces recurrió Gelman, marcan precisos cortes en la sucesión de las
palabras, estableciendo un ritmo, pausas y tonos que destacan la herida,
la no juntura, lo lacerado, al tiempo que sostienen el esfuerzo por
sostener el impulso a seguir nombrando.
La “amistad de voces”, según Ancet, quien así tituló uno de sus
ensayos sobre poesía, continuó a partir de allí y se expandió en las
traducciones de Hacia el Sur y Carta Abierta. Además de encuentros
personales, como en ocasión del reportaje compartido en 2012 en Radio
France Culture, según atestiguó el mismo Ancet, no fueron pocos los
intercambios de correos electrónicos, muchos de ellos relativos a
consultas y dudas del traductor frente a esos textos de los cuales, en
su extremada pericia, Ancet fue capaz de enumerar, en lo que tuvo que
afrontar como traductor, rasgos que hacen a la compleja escritura de
Gelman: sus citas explícitas o no, el uso de las barras en el interior
de los versos, las expresiones coloquiales, las derivas de palabras, los
neologismos, las múltiples referencias al ámbito e idioma porteños. En
definitiva, todo aquello que hace al estilo inconfundible de una de las
figuras centrales de la poesía castellana.
Cuando aconteció la muerte de Gelman, además de una sucesión de
notas que iban desde evocar al poeta en los diversos momentos de su
trayectoria, de testimonios y memorias, hubo también una serie de
homenajes viabilizados en poemas por parte de quienes fueron
interlocutores más o menos directos, como por quienes a partir de la
lectura de su obra, no dejaron de testimoniar el reconocimiento a esa
voz que de algún modo los había apelado, a la cual un conjunto de poetas
latinoamericanos quiso citar y evocar en poemas alejados de la retórica
del epitafio, para en contrapartida mostrar la incidente presencia de
la poesía de Gelman, inclyendo a quienes, como Ancet, aunó su condición
de poeta y traductor.
Las cenizas y la luz o La lumiére et les cendres
Ancet escribe su poemario de homenaje a Gelman en medio del dolor,
quizá como una suerte de duelo. Menos que una elegía se ve un
contrapunto, no sólo entre dos lenguas, lo cual, por otra parte, estaría
afirmando la cercanía entre traductor y traducido, sino sobre todo en
ese territorio común de la escritura poética. Los poemas de Ancet
trasuntan un motivo que evidentemente ya venía manifestándose en la
labor diaria de diálogo y coincidencias –poéticas, ideológicas– cifrados
en la visible presencia de los restos y su contrapartida: de lo que
apagado arde (las cenizas) y de aquello que no sólo las hace visibles,
sino que también anida en los poemas aun más oscuros, luz. De ahí ese
texto La lumière et les cendres, que, por consideraciones rítmicas, se
tradujo como Las cenizas y la luz. Anverso y reverso, en todo caso de un
ritmo que pone en escena la fluencia de la escritura, capaz de
revolverse, avanzar, replegarse sobre sí y aun andar. Los poemas,
sucesivos, breves, condensados, parecen sondear al ausente, cada uno
como una fragmentaria entrevisión tendida entre lo que fue vida y la
sombra ardiente que de ella queda: “Existía en su palabra/ el resplandor
de un desgarro/ se lo oía sin saber/ de dónde venía tal luz...” (XII).
“la claridad se retira/ se le ve todavía un poco/ alza la mano la agita/
tiene todavía un rostro/ pero es una mancha negra/ sólo su voz sigue
clara/ morir desmorir dice ella” (XXXIII).
El subtítulo “Milonga para Juan Gelman”, supone en el autor francés
un más que probado conocimiento de los intersticios e historia de formas
castellanas en sintonía con el interés por presentificar la densidad de
la lengua a partir de la poesía de Gelman. Una suerte de empatía con
ella por parte de Ancet posibilita ahondar en una labor de traducción
(en la composición de los poemas) que rebasa lo lingüístico porque se
trata, en ese movimiento traslaticio de una lengua a otra, de preservar
lo que se comparte: continua indagación al entorno, a los otros, a sí
mismo, mediante esa exploración peculiar que posibilita el lenguaje
poético, atento siempre a aquello que simultáneamente se dice y se calla
en sintonía con el contexto en que surge, se desarrolla y cambia,
movimientos que Juan Gelman toma y expande en sus composiciones, citas y
comentarios, como denominó a varios de sus textos, erigidos en
constante oposición a las formas de cese de la palabra: exilio,
distancia, silencio, muerte. Asordinado, el movimiento de Ancet aparece
como eco de eso que fue extremo en Gelman. Ancet compuso treinta y cinco
poemas breves en francés, que en esta edición aparecen enfrentados a la
traducción castellana de Rodolfo Alonso. Las fechas no dejan dudas,
entre el 13 y 30 de enero de 2014, como escritos al pie de la noticia.
IX
lo vemos en la humareda
blanca entre las ramas negras
se lo ve desperdigarse
perderse entre las hojas
deshacerse rehacerse
se lo ve como ella sin
verlo allí estar no estar
X
él podría estar muy cerca
tan cerca que no sabríamos
qué sabemos es que tiene
como una voz que murmura
pero que no es una voz
nos gustaría saber
qué es quisiéramos mucho
XII
existía en su palabra
el resplandor de un desgarro
se lo oía sin saber
de dónde venía tal luz
pronto parecían las cosas
nacer se extraviaba uno
no hallaba el día su nombre
XIV
se aleja se intenta ver
él es como ese que va
en la neblina una forma
sin forma una sombra inmóvil
que se agita no sabemos
a veces con una lumbre
silencio pleno de vos
Una escritura a seis manos
“Componiendo a cuatro manos”, dice Rodolfo Alonso (el traductor al
castellano de los poemas del traductor de Gelman al francés) al
referirse a esos poemas que Ancet le envió para de algún modo compartir
el dolor por la ausencia de Gelman y a la vez reponerlo en un trabajo
que a ambos (y también a Gelman) les fue destinado, esto es, la
traducción. “Con Juan, sin Juan” se titula el prólogo que Alonso escribe
al poemario de Ancet, cuya versión castellana fueron elaborando Alonso y
Ancet hasta notar que una tercera voz intervenía. El concierto a
“cuatro manos” (Ancet/ Alonso) donde los intérpretes ensamblan una
partitura, fue una actividad febril entre ambos, discutiendo vocablos,
ritmos, métrica, etc., pero tomó un rumbo particular porque, dice
Alonso, “fue como un descubrirse componiendo a cuatro manos que de
pronto se volvieron seis”. No eran sólo las dos del autor francés junto a
las otras dos del que las iba a pasar al castellano, sino más, la otra
voz, como una tercera dimensión, porque aquellos versos de Gelman
encriptados en los poemas de Ancet, tejidos en la Milonga, merecían ser,
según el criterio de Alonso, vueltos a su referencia. De ahí la
reposición, por parte de Alonso de las “citas” que Ancet entreteje en
sus poemas o Alonso incorpora a su traducción. Por eso el libro incluye
un “Listado de citas originales de Juan Gelman”, las que vale la pena
leer en contrapunto con los poemas de Ancet y las versiones de Alonso.
Así, por ejemplo:
XXII (Ancet)
del todo abran las ventanas
para hacer entrar al cielo
caballos del mundo ardiendo
amigos de bocas llenas
de naranjos compañeros
que entre la tortolica
con alas llenas de sangre
Hacia el sur (Gelman)
abren la ventana
para que entren los caballos del mundo/
el caballo encendido del sur/
Nidos.
Los compañeros que desembarcaron en la muerte
Tienen la boca llena de naranjos
La tortolica herida de amor hacía nido en sus tiros
XXXII (Ancet)
tengo decías dos llantos/
tuyo/ el de nacer/ el otro/
si te vas están allí
en tu aliento vos decías
me pisoteó el jabalí
del monte en este exilio
soy yo mismo una bestia
XXXII (Gelman)
com/ posiciones
Los dos llantos
tu corazón oye dos llantos/
el tuyo/ de nacer/
el otro/ si te vas
La puerta
el jabalí del monte me pisoteó/
...
en esta medianoche del exilio/
soy yo mismo una bestia/
Los poemas de Ancet se erigen como palabra en movimiento, capaz de
citar y comentar una voz como la de Gelman, pero emplazando su propia
condición, su tiempo y lugar, según los ritmos cambiantes de lo que
solemos llamar realidad.
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