10.1.15

Mundo raro

Recientemente galardonado en México, donde reside desde hace décadas, con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014, el antropólogo y filósofo argentino Néstor García Canclini acaba de publicar El mundo entero como lugar extraño, un ensayo que también recurre a la ficción para repasar los temas que viene recorriendo sin pausa, como la cultura popular de América Latina, los consumos en la globalización y la modernidad desigual
 
Néstor García Canclini, investigador social argentino galardonado en México donde reside./pagina12.com.ar
En esta entrevista, García Canclini reflexiona sobre estos aspectos de su obra, y además sobre los temas más acuciantes de la realidad política y social mexicana, reconfigurada a partir del asesinato de los jóvenes normalistas y las masivas protestas que se desataron.
El reconocido crítico cultural Néstor García Canclini, filósofo y antropólogo argentino que reside desde hace décadas en México, acaba de recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014 en el área de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía que ese país otorga a destacadas figuras de la cultura. Nos encontramos para esta charla en su casa del Barrio de San Angel, en el Distrito Federal, una casa acogedora en la que el arte es una presencia más que una mera decoración. Nos reúne no sólo la noticia del premio sino la reciente aparición de su último libro, cuyo título, El mundo entero como lugar extraño, convoca raudamente al diálogo y la conversación. Este título es una cita de Hugo de Saint-Victor que es citada a su vez por Edward Said para dar cuenta del carácter nómade y dislocado del sujeto moderno y su forma de estar en el mundo. Después del libro Culturas híbridas, de 1990, en el que proponía estrategias “para entrar y salir de la modernidad” y después del libro de 2010 en el que se constataba que había quedado La sociedad sin relato, ahora el mundo entero (sin perder, como vemos, su clave de globalización) se ha tornado un lugar de inquietante extrañeza. Este es un libro de ensayo en el que García Canclini incorpora la ficción y con ella una serie de “enunciadores” que componen una polifonía de personajes que, al tomar la palabra, desbaratan en alguna medida la voz autoral única. El marco ficcional de este ensayo se basa en la escenificación de una instancia perfectamente reconocible: el congreso académico como reunión científica de expertos o especialistas –ya sea en el ámbito de la ciencias sociales, ya sea en el de la literatura–, una coartada que permite un conjunto de observaciones entre irónicas y paródicas y que dan pie a una visión plural, a un auténtico almácigo de puntos de vista que muestran la complejidad implícita en el arte de mirar.
El mundo entero como lugar extraño se inscribe en la larga tradición del ensayismo latinoamericano que apela al relato enmarcado como un modo de no quedarse afuera de la literatura y hacerle un lugar dentro de ella. Recordemos entre tantos ejemplos el Ariel (1900), de José Enrique Rodó, que precisamente introduce en un marco narrativo al personaje de Próspero de La tempestad de Shakespeare, pero esta vez como un maestro que está a punto de dar una clase magistral a una elite de estudiantes en el Cono Sur (el recurso consiste en que todo el ensayo de Rodó equivaldría a la clase que dicta ex catedra este Próspero rioplatense). Ahora, lo que se enmarca en la ficción para dar rienda suelta a la configuración del ensayo de García Canclini es la puesta en escena de los congresos académicos, multitudinarios y babélicos. Si en Rodó la academia era todavía el lugar del saber, custodiado bajo el aura arielista de la levedad, en García Canclini la academia aparece como el blanco de un proceso de ironización mediante el cual se perciben pliegues menos auráticos en su conflictiva manera de insertarse en la época que le toca vivir, en la que el capitalismo es más feroz y el consumo de los bienes simbólicos de la cultura se vuelve más difícil (¿más heroico en un punto que antes?) si de lo que se trata es de salvaguardarlos del arrasamiento voraz del neoliberalismo del presente.
Ya en el “Prefacio” a su libro Conflictos interculturales, que reedita un Coloquio que tuvo lugar en México en 2007, García Canclini analizaba los alcances de la necesidad de “lo transdisciplinario”. Esta pluralidad de enfoques busca rescatar y defender el poner en práctica “miradas complejas” que puedan iluminar los no menos complejos fenómenos interculturales, una manera de comprensión etnográfica de las diversas culturas que componen nuestras sociedades en la era de la globalización. Sin embargo, en aquel momento García Canclini escribía que “tal vez la risa no sea suficiente, o siempre practicable, y tengamos que desarrollar buenas traducciones interculturales”. Ahora sí la risa puede ingresar de par en par en este nuevo libro donde el mundo entero deviene un lugar extraño: no hay una mirada apocalíptica sino una que ironiza y deja ver el absurdo y el “sinsentido” que parece acuciar al mundo hasta en los detalles más ridículos que pueden detectarse en los congresos científicos, esos “supermercados de papers”, tal como llega a parodiarlos a través de lo que en un tramo del ensayo se denomina la “Interdisciplinaria Errorista”, una conjunción bastante chistosa pero no menos sutil y sarcástica respecto de los procesos de burocratización de las instituciones. O a través de la carcajada que suscita el episodio del joven doctorando sin tema de doctorado cuando éste aborda a su posible director de tesis en una típica escena barroca del mundo puesto al revés, y que hace que el lector tenga la sospecha de que el tesista impenitente parece estar más ubicado y ser mucho más competente que el mismísimo tutor.

Experiencias asombrosas

Se trata de un ensayo que indaga, revisando con humor e ironía, aquellos tópicos que García Canclini ha venido trabajando en las últimas décadas –las culturas populares, la interculturalidad, ciudadanías y consumos en la era de la globalización, la modernidad desigual, la estética de la inminencia y el valor del relato, las nuevas tecnologías, entre otros–. Sin perder precisión ni capacidad de observación, el filósofo y el antropólogo confluyen ahora en la figura del narrador, a quien el crítico presta, además, su no complacencia con el objeto de su mirada. El narrador se revela ahora eficaz sobre todo en el rol de enunciador de otros sujetos que asumen la voz para informar y contar (y no menos para analizar e interpretar) el relato de la sociedad extendida ahora al “mundo entero”: “Hacemos experiencias fronterizas permaneciendo en nuestro lugar natal”, leemos en este libro.
¿Qué relación se establece en este ensayo con la figura del autor? Hay varias voces en el libro y se tiene la impresión de estar frente a una auténtica polifonía en el interior de la escritura ensayística.
–A mí me parece que hay una correlación entre la posición teórica y epistemológica del texto y el intento de buscar una forma abierta y polifónica, como vos decís, de escritura. El libro plantea la caducidad de las teorías de ciencias sociales e incluso el agotamiento de las narrativas que pretenden dar cuenta de una organización del mundo, por lo tanto, no puede haber un solo enunciador. El libro juega a deconstruir las preguntas habituales y ver si se puede elaborar otras. Y entonces es necesario imaginar varios sujetos de enunciación que pongan en tensión preguntas diferentes, por eso a veces la forma que se elige es la de la entrevista o el uso de mi asociación, llamada la “Interdisciplinaria Errorista”, porque se necesita desafiar a las preguntas que intentan ocupar un lugar en el saber. Me pareció por un lado que la forma Congreso de Ciencias Sociales o Congreso de Literatura era una puesta en escena apropiada para hacer jugar esa tensión entre preguntas irresueltas. Y por supuesto, de acuerdo con mi vocación antropológica, me divertí bastante haciendo etnografía de los congresos, mezclando observaciones que he hecho en muchos congresos internacionales en Estados Unidos, Europa, en México, en Argentina.
Parece irrumpir un narrador a quien le interesa no sólo narrar sino también describir. Un narrador que parece fluctuar entre el realismo y el fantástico.
–Sí, mi intención más que incurrir en lo fantástico era enfatizar el absurdo, mostrar por la vía irónica el sentido escondido de esos congresos de 3000 o 5000 ponentes donde incluso no alcanza el programa de varios días y mesas simultáneas y aparecen estas otras figuras que verdaderamente existen, que son los “ponentes-poster”.
¿Cómo se relaciona con esta sarta de escenas absurdas y hasta cómicas el título del libro? ¿Por qué el mundo entero es un lugar extraño? ¿De dónde proviene la idea de extrañeza para describir el estado del mundo?
–Por una parte hay una herencia filosófica, que va desde Platón a Karl Jaspers o Bruno Latour, para quienes el asombro es el origen de la filosofía, y en el caso de Latour la extrañeza es el desencadenante de la experiencia antropológica. No podemos conocer lo diferente sin romper con lo habitual, con los preconceptos, que nos lleva a identificarnos sólo con algunos rasgos. Y por supuesto se refiere al mundo contemporáneo, donde la pérdida de los relatos organizadores de la interculturalidad y de la complejidad nos deja en esta sensación de extrañeza muy extrema.
A la vez, en referencia a esta idea de extrañeza, una de las cuestiones que más impactan a mi modo de ver en este libro es la noción de extranjería, a la que das una vuelta de tuerca, ya que se trata de sentirse extranjero en el propio lugar de pertenencia. Por eso te pregunto si esta imagen se vincula con la extrañeza del mundo que aparece en el título del libro y que irrumpe a partir de algunas reflexiones que hacés sobre John Berger.
–Tiene varios lados, está bien que cites a John Berger, porque para mí es uno de los autores más representativos de esa manera de mirar el mundo desde varias disciplinas y saliéndose de la disciplina de formación original. Yo cito en varios lugares del libro a Berger que se propone estudios visuales de historia de arte; luego esa mirada le sirve para mirar de modo distinto un zoológico, los animales, o movimientos políticos. Otro caso es Richard Sennet, también él desplazándose por varias disciplinas para poder hacer una obra que busca la multiplicidad de perspectivas. Por eso parte del extrañamiento deriva de esta necesidad de transdisciplina, de estar moviéndose entre disciplinas que han organizado la mirada sobre el mundo, recortándola y, por lo tanto, impidiéndose la mirada otra, la que desafía, la que cuestiona las hipótesis con las que miramos y organizamos lo que miramos.
Dijiste algo que me interesó a propósito de John Berger, la incursión en varias disciplinas tiene como contrapartida paradójica salirse de la propia. ¿Habría por lo tanto la necesidad de desmarcarse de la disciplina de formación original como el modo de acceder a una mirada capaz de captar un nuevo punto de avistaje?
–Sí, pero conviene aclarar antes una cosa, porque ha habido muchos debates a fines del siglo XX sobre los estudios culturales y el sentido de la interdisciplinariedad. Para mí, no es deseable cancelar la existencia de disciplinas. Y es más: alguna vez he afirmado que me interesaba la búsqueda de lo transdisciplinario de los estudios culturales, pero que tenía que darse como formación de posgrado. Es mejor formarse primero en una disciplina o en dos y después desmarcarse de aquello que sí se conoce. Las ciencias sociales son limitantes pero no son enteramente arbitrarias, resultan de las constitución de saberes que se han organizado durante siglos. Lo indeseable es la academización, la escolastización de estos saberes porque dificultan el cuestionarse a sí mismos y me parece que una diferencia de las ciencias sociales respecto de otros discursos, como el discurso político o el moral, es que no sólo hace afirmaciones sobre las conductas humanas sino también genera procedimientos de autocuestionamiento. Por eso el primer capítulo del libro se titula “Lugar a dudas”.

La democracia canalla

En relación con el presente político de México, leyendo una de las teorías del ensayo consistente en la teoría de la simulación, pareciera que los gobiernos ya no están tan interesados en la democracia. ¿Cuál es la causa de este presunto desplazamiento del rol fundamental que cumplía el Estado en el mundo global que habitamos?
–Es un personaje del libro el que afirma esa teoría, a raíz de la observación de los comportamientos nacionales e internacionales de las potencias económicas políticamente más fuertes. No hay muchos elementos para pensar que la democracia les interese. Me parece que es difícil refutarlo a ese personaje. Porque si uno mira a EE.UU. o Rusia o China o muchos países europeos u otras regiones con fuerte presencia internacional, es evidente que sus comportamientos no están regidos ni interna ni externamente por la búsqueda de desarrollos democráticos sino por la acumulación de poder, de riqueza, por la concentración de fuerza militar, por alianzas oportunistas con otras potencias. Es lo que en el libro se denomina “la democracia canalla” y que se comprende a partir de la idea de informalidad. Es algo que me preocupa desde hace mucho tiempo: cómo entender el avance de la ilegalidad de las mafias que ocupan cada vez más territorios y que han distorsionado los objetivos de la globalización como posibilidades democráticas e interculturales. Y me parece que la informalidad está en la base de ese proceso. La informalidad no es lo mismo que ilegalidad; desde hace más de medio siglo la podemos observar en las relaciones laborales no formalizadas, pero se fue extendiendo a zonas políticas, a la gestión urbana, a las relaciones internacionales. Una especie de antiprincipio general por el cual, más que organizarse según reglas formales, era conveniente hacer arreglos informales. En este sentido veo la informalidad como sustento y fuente de la ilegalidad, en el avance de las mafias por el control de la vida urbana, en las organizaciones políticas.
¿Cómo ves lo que está pasando ahora en México, cuando el episodio de los 43 normalistas desaparecidos parece amalgamar todo el cúmulo de impunidad que esta azotando a la sociedad mexicana: narco, crimen organizado, represión? ¿Qué posibilidades políticas existirían a partir de los movimientos de protesta?
–Es muy difícil responder. Lo primero que hay que decir es que los dos escándalos más recientes respecto de la inseguridad y las masacres, esto es, los 43 normalistas asesinados en Ayotzinapa y los ejecutados aparentemente por el ejército en Tlaltaya son la culminación de una larga historia en los avances del control mafioso el territorio (algunos expertos dicen que el 70 por ciento de los municipios de México están controlados por el narcotráfico) y al mismo tiempo el fracaso de las políticas de represión en parte porque, como se ha visto en Ayotzinapa, están confundidos los poderes públicos con la mafia. Un hecho que les da una especial gravedad a los acontecimientos de Ayotzinapa es que tanto el alcalde de esa ciudad como el gobernador de ese estado fueron elegidos dentro de la listas del PRD, el Partido de la Revolución Democrática. Por lo cual si sumamos el desprestigio que tenían tanto el PRI como el Partido Acción Nacional encontramos tanto que el partido oficial del presente y el anterior, como el partido que hasta ahora se presentaba como oposición, están implicados con los grupos ilegales. El otro movimiento de izquierda –me refiero a Morena, encabezado por López Obrador– también se ha mostrado muy ambiguo. Ante estos evidentes procesos de descomposición política hay indicadores de que había alianzas con políticos del PDR y con el movimiento Morena, ya que éste había promovido, a través de uno de los secretarios del gabinete del gobernador, la figura de José Luis Abarca, exalcalde de la ciudad de Iguala, ahora procesado por ligas con el narcotráfico. Todo esto compone un proceso de descomposición del conjunto del sistema político y esto es lo que ha generado manifestaciones con índices muy altos de participación, de más de 200.000 manifestantes sólo en la Ciudad de México, ya durante varias semanas repetidas y con muchas dificultades para buscar una alternativa en vistas del conjunto político, el cual está atravesado por esta corrupción.
A raíz de los muchachos normalistas desaparecidos, y viendo la cantidad de jóvenes que participaron en la manifestación del jueves, no puedo dejar de relacionar el rol importante que en tu libro cumplen precisamente los jóvenes. ¿Considerás que los jóvenes en el México actual juegan un rol protagónico en las manifestaciones políticas?
–Sí, son mayoría en las manifestaciones, especialmente los estudiantes, aunque también participan movimientos de vecinos, grupos políticos de una izquierda más independiente, pero en buena medida este movimiento conjunto continúa los dos movimientos más importantes que ha habido en los últimos años en México: uno es el Yo soy 132 y otro el movimiento en favor de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico que encabezó Javier Sicilia, poeta y líder del Movimiento Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad. Estos dos movimientos estaban semiagotados, pero el malestar agravado en los últimos meses los ha reactivado y sumado muchos otros, dando cauce a una indignación muy extendida en todo el país. Es de muy difícil pronóstico qué va a ocurrir, porque en la experiencia internacional estos movimientos no partidarios son de alta intensidad y corta duración.
También, y para no crear falsas expectativas, las crisis de los partidos políticos tradicionales tienen como contrapartida pronunciamientos de este tipo, o manifestaciones multitudinarias como la que acaba de ocurrir, y con las que es inevitable abrigar la esperanza de que algo ocurra o que suscite algún tipo de alternativa en el plano de lo político.
–Sí. Hay varios ejemplos. Una carta de Boaventura de Sousa Santos analiza varios movimientos que comenzaron en algunos países siendo de irrupción y de protesta, como El 15 M en España, y que parecían haberse agotado, generan ahora un partido político como Podemos bastante atípico, de futuro aún poco definido pero que, en principio, celebramos porque deconstruye la alianza cómplice entre los dos partidos políticos mayoritarios de España, que son los responsables de la catástrofe económica y social de ese país. Para las Ciencias Sociales, estos procesos son de muy difícil análisis por varias razones: su inestabilidad, sus puntos de partida, y en algunos casos muy novedosos su difícil inserción en las estructuras para transformarlas. Por eso, me pareció que el análisis que podemos hacer ahora está más centrado en la pertinencia de las preguntas que en el apuro por llegar a las respuestas. Ciertos recursos como la narración, el diálogo, la teatralización de las incertidumbres y los enfrentamientos conceptuales son necesarios para elaborar expresivamente lo que apenas comienza a ser disonante en el capitalismo contemporáneo.

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