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Néstor García Canclini, investigador social argentino galardonado en México donde reside./pagina12.com.ar |
En esta entrevista, García
Canclini reflexiona sobre estos aspectos de su obra, y además sobre los
temas más acuciantes de la realidad política y social mexicana,
reconfigurada a partir del asesinato de los jóvenes normalistas y las
masivas protestas que se desataron.
El reconocido crítico cultural Néstor García Canclini, filósofo y
antropólogo argentino que reside desde hace décadas en México, acaba de
recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014 en el área de
Historia, Ciencias Sociales y Filosofía que ese país otorga a destacadas
figuras de la cultura. Nos encontramos para esta charla en su casa del
Barrio de San Angel, en el Distrito Federal, una casa acogedora en la
que el arte es una presencia más que una mera decoración. Nos reúne no
sólo la noticia del premio sino la reciente aparición de su último
libro, cuyo título, El mundo entero como lugar extraño, convoca
raudamente al diálogo y la conversación. Este título es una cita de Hugo
de Saint-Victor que es citada a su vez por Edward Said para dar cuenta
del carácter nómade y dislocado del sujeto moderno y su forma de estar
en el mundo. Después del libro Culturas híbridas, de 1990, en el que
proponía estrategias “para entrar y salir de la modernidad” y después
del libro de 2010 en el que se constataba que había quedado La sociedad
sin relato, ahora el mundo entero (sin perder, como vemos, su clave de
globalización) se ha tornado un lugar de inquietante extrañeza. Este es
un libro de ensayo en el que García Canclini incorpora la ficción y con
ella una serie de “enunciadores” que componen una polifonía de
personajes que, al tomar la palabra, desbaratan en alguna medida la voz
autoral única. El marco ficcional de este ensayo se basa en la
escenificación de una instancia perfectamente reconocible: el congreso
académico como reunión científica de expertos o especialistas –ya sea en
el ámbito de la ciencias sociales, ya sea en el de la literatura–, una
coartada que permite un conjunto de observaciones entre irónicas y
paródicas y que dan pie a una visión plural, a un auténtico almácigo de
puntos de vista que muestran la complejidad implícita en el arte de
mirar.
El mundo entero como lugar extraño se inscribe en la larga tradición
del ensayismo latinoamericano que apela al relato enmarcado como un
modo de no quedarse afuera de la literatura y hacerle un lugar dentro de
ella. Recordemos entre tantos ejemplos el Ariel (1900), de José Enrique
Rodó, que precisamente introduce en un marco narrativo al personaje de
Próspero de La tempestad de Shakespeare, pero esta vez como un maestro
que está a punto de dar una clase magistral a una elite de estudiantes
en el Cono Sur (el recurso consiste en que todo el ensayo de Rodó
equivaldría a la clase que dicta ex catedra este Próspero rioplatense).
Ahora, lo que se enmarca en la ficción para dar rienda suelta a la
configuración del ensayo de García Canclini es la puesta en escena de
los congresos académicos, multitudinarios y babélicos. Si en Rodó la
academia era todavía el lugar del saber, custodiado bajo el aura
arielista de la levedad, en García Canclini la academia aparece como el
blanco de un proceso de ironización mediante el cual se perciben
pliegues menos auráticos en su conflictiva manera de insertarse en la
época que le toca vivir, en la que el capitalismo es más feroz y el
consumo de los bienes simbólicos de la cultura se vuelve más difícil
(¿más heroico en un punto que antes?) si de lo que se trata es de
salvaguardarlos del arrasamiento voraz del neoliberalismo del presente.
Ya en el “Prefacio” a su libro Conflictos interculturales, que
reedita un Coloquio que tuvo lugar en México en 2007, García Canclini
analizaba los alcances de la necesidad de “lo transdisciplinario”. Esta
pluralidad de enfoques busca rescatar y defender el poner en práctica
“miradas complejas” que puedan iluminar los no menos complejos fenómenos
interculturales, una manera de comprensión etnográfica de las diversas
culturas que componen nuestras sociedades en la era de la globalización.
Sin embargo, en aquel momento García Canclini escribía que “tal vez la
risa no sea suficiente, o siempre practicable, y tengamos que
desarrollar buenas traducciones interculturales”. Ahora sí la risa puede
ingresar de par en par en este nuevo libro donde el mundo entero
deviene un lugar extraño: no hay una mirada apocalíptica sino una que
ironiza y deja ver el absurdo y el “sinsentido” que parece acuciar al
mundo hasta en los detalles más ridículos que pueden detectarse en los
congresos científicos, esos “supermercados de papers”, tal como llega a
parodiarlos a través de lo que en un tramo del ensayo se denomina la
“Interdisciplinaria Errorista”, una conjunción bastante chistosa pero no
menos sutil y sarcástica respecto de los procesos de burocratización de
las instituciones. O a través de la carcajada que suscita el episodio
del joven doctorando sin tema de doctorado cuando éste aborda a su
posible director de tesis en una típica escena barroca del mundo puesto
al revés, y que hace que el lector tenga la sospecha de que el tesista
impenitente parece estar más ubicado y ser mucho más competente que el
mismísimo tutor.
Experiencias asombrosas
Se trata de un ensayo que indaga, revisando con humor e ironía,
aquellos tópicos que García Canclini ha venido trabajando en las últimas
décadas –las culturas populares, la interculturalidad, ciudadanías y
consumos en la era de la globalización, la modernidad desigual, la
estética de la inminencia y el valor del relato, las nuevas tecnologías,
entre otros–. Sin perder precisión ni capacidad de observación, el
filósofo y el antropólogo confluyen ahora en la figura del narrador, a
quien el crítico presta, además, su no complacencia con el objeto de su
mirada. El narrador se revela ahora eficaz sobre todo en el rol de
enunciador de otros sujetos que asumen la voz para informar y contar (y
no menos para analizar e interpretar) el relato de la sociedad extendida
ahora al “mundo entero”: “Hacemos experiencias fronterizas
permaneciendo en nuestro lugar natal”, leemos en este libro.
¿Qué relación se establece en este ensayo con la figura del
autor? Hay varias voces en el libro y se tiene la impresión de estar
frente a una auténtica polifonía en el interior de la escritura
ensayística.
–A mí me parece que hay una correlación entre la posición teórica y
epistemológica del texto y el intento de buscar una forma abierta y
polifónica, como vos decís, de escritura. El libro plantea la caducidad
de las teorías de ciencias sociales e incluso el agotamiento de las
narrativas que pretenden dar cuenta de una organización del mundo, por
lo tanto, no puede haber un solo enunciador. El libro juega a
deconstruir las preguntas habituales y ver si se puede elaborar otras. Y
entonces es necesario imaginar varios sujetos de enunciación que pongan
en tensión preguntas diferentes, por eso a veces la forma que se elige
es la de la entrevista o el uso de mi asociación, llamada la
“Interdisciplinaria Errorista”, porque se necesita desafiar a las
preguntas que intentan ocupar un lugar en el saber. Me pareció por un
lado que la forma Congreso de Ciencias Sociales o Congreso de Literatura
era una puesta en escena apropiada para hacer jugar esa tensión entre
preguntas irresueltas. Y por supuesto, de acuerdo con mi vocación
antropológica, me divertí bastante haciendo etnografía de los congresos,
mezclando observaciones que he hecho en muchos congresos
internacionales en Estados Unidos, Europa, en México, en Argentina.
Parece irrumpir un narrador a quien le interesa no sólo
narrar sino también describir. Un narrador que parece fluctuar entre el
realismo y el fantástico.
–Sí, mi intención más que incurrir en lo fantástico era enfatizar el
absurdo, mostrar por la vía irónica el sentido escondido de esos
congresos de 3000 o 5000 ponentes donde incluso no alcanza el programa
de varios días y mesas simultáneas y aparecen estas otras figuras que
verdaderamente existen, que son los “ponentes-poster”.
¿Cómo se relaciona con esta sarta de escenas absurdas y
hasta cómicas el título del libro? ¿Por qué el mundo entero es un lugar
extraño? ¿De dónde proviene la idea de extrañeza para describir el
estado del mundo?
–Por una parte hay una herencia filosófica, que va desde Platón a
Karl Jaspers o Bruno Latour, para quienes el asombro es el origen de la
filosofía, y en el caso de Latour la extrañeza es el desencadenante de
la experiencia antropológica. No podemos conocer lo diferente sin romper
con lo habitual, con los preconceptos, que nos lleva a identificarnos
sólo con algunos rasgos. Y por supuesto se refiere al mundo
contemporáneo, donde la pérdida de los relatos organizadores de la
interculturalidad y de la complejidad nos deja en esta sensación de
extrañeza muy extrema.
A la vez, en referencia a esta idea de extrañeza, una de las
cuestiones que más impactan a mi modo de ver en este libro es la noción
de extranjería, a la que das una vuelta de tuerca, ya que se trata de
sentirse extranjero en el propio lugar de pertenencia. Por eso te
pregunto si esta imagen se vincula con la extrañeza del mundo que
aparece en el título del libro y que irrumpe a partir de algunas
reflexiones que hacés sobre John Berger.
–Tiene varios lados, está bien que cites a John Berger, porque para
mí es uno de los autores más representativos de esa manera de mirar el
mundo desde varias disciplinas y saliéndose de la disciplina de
formación original. Yo cito en varios lugares del libro a Berger que se
propone estudios visuales de historia de arte; luego esa mirada le sirve
para mirar de modo distinto un zoológico, los animales, o movimientos
políticos. Otro caso es Richard Sennet, también él desplazándose por
varias disciplinas para poder hacer una obra que busca la multiplicidad
de perspectivas. Por eso parte del extrañamiento deriva de esta
necesidad de transdisciplina, de estar moviéndose entre disciplinas que
han organizado la mirada sobre el mundo, recortándola y, por lo tanto,
impidiéndose la mirada otra, la que desafía, la que cuestiona las
hipótesis con las que miramos y organizamos lo que miramos.
Dijiste algo que me interesó a propósito de John Berger, la
incursión en varias disciplinas tiene como contrapartida paradójica
salirse de la propia. ¿Habría por lo tanto la necesidad de desmarcarse
de la disciplina de formación original como el modo de acceder a una
mirada capaz de captar un nuevo punto de avistaje?
–Sí, pero conviene aclarar antes una cosa, porque ha habido muchos
debates a fines del siglo XX sobre los estudios culturales y el sentido
de la interdisciplinariedad. Para mí, no es deseable cancelar la
existencia de disciplinas. Y es más: alguna vez he afirmado que me
interesaba la búsqueda de lo transdisciplinario de los estudios
culturales, pero que tenía que darse como formación de posgrado. Es
mejor formarse primero en una disciplina o en dos y después desmarcarse
de aquello que sí se conoce. Las ciencias sociales son limitantes pero
no son enteramente arbitrarias, resultan de las constitución de saberes
que se han organizado durante siglos. Lo indeseable es la academización,
la escolastización de estos saberes porque dificultan el cuestionarse a
sí mismos y me parece que una diferencia de las ciencias sociales
respecto de otros discursos, como el discurso político o el moral, es
que no sólo hace afirmaciones sobre las conductas humanas sino también
genera procedimientos de autocuestionamiento. Por eso el primer capítulo
del libro se titula “Lugar a dudas”.
La democracia canalla
En relación con el presente político de México, leyendo una
de las teorías del ensayo consistente en la teoría de la simulación,
pareciera que los gobiernos ya no están tan interesados en la
democracia. ¿Cuál es la causa de este presunto desplazamiento del rol
fundamental que cumplía el Estado en el mundo global que habitamos?
–Es un personaje del libro el que afirma esa teoría, a raíz de la
observación de los comportamientos nacionales e internacionales de las
potencias económicas políticamente más fuertes. No hay muchos elementos
para pensar que la democracia les interese. Me parece que es difícil
refutarlo a ese personaje. Porque si uno mira a EE.UU. o Rusia o China o
muchos países europeos u otras regiones con fuerte presencia
internacional, es evidente que sus comportamientos no están regidos ni
interna ni externamente por la búsqueda de desarrollos democráticos sino
por la acumulación de poder, de riqueza, por la concentración de fuerza
militar, por alianzas oportunistas con otras potencias. Es lo que en el
libro se denomina “la democracia canalla” y que se comprende a partir
de la idea de informalidad. Es algo que me preocupa desde hace mucho
tiempo: cómo entender el avance de la ilegalidad de las mafias que
ocupan cada vez más territorios y que han distorsionado los objetivos de
la globalización como posibilidades democráticas e interculturales. Y
me parece que la informalidad está en la base de ese proceso. La
informalidad no es lo mismo que ilegalidad; desde hace más de medio
siglo la podemos observar en las relaciones laborales no formalizadas,
pero se fue extendiendo a zonas políticas, a la gestión urbana, a las
relaciones internacionales. Una especie de antiprincipio general por el
cual, más que organizarse según reglas formales, era conveniente hacer
arreglos informales. En este sentido veo la informalidad como sustento y
fuente de la ilegalidad, en el avance de las mafias por el control de
la vida urbana, en las organizaciones políticas.
¿Cómo ves lo que está pasando ahora en México, cuando el
episodio de los 43 normalistas desaparecidos parece amalgamar todo el
cúmulo de impunidad que esta azotando a la sociedad mexicana: narco,
crimen organizado, represión? ¿Qué posibilidades políticas existirían a
partir de los movimientos de protesta?
–Es muy difícil responder. Lo primero que hay que decir es que los
dos escándalos más recientes respecto de la inseguridad y las masacres,
esto es, los 43 normalistas asesinados en Ayotzinapa y los ejecutados
aparentemente por el ejército en Tlaltaya son la culminación de una
larga historia en los avances del control mafioso el territorio (algunos
expertos dicen que el 70 por ciento de los municipios de México están
controlados por el narcotráfico) y al mismo tiempo el fracaso de las
políticas de represión en parte porque, como se ha visto en Ayotzinapa,
están confundidos los poderes públicos con la mafia. Un hecho que les da
una especial gravedad a los acontecimientos de Ayotzinapa es que tanto
el alcalde de esa ciudad como el gobernador de ese estado fueron
elegidos dentro de la listas del PRD, el Partido de la Revolución
Democrática. Por lo cual si sumamos el desprestigio que tenían tanto el
PRI como el Partido Acción Nacional encontramos tanto que el partido
oficial del presente y el anterior, como el partido que hasta ahora se
presentaba como oposición, están implicados con los grupos ilegales. El
otro movimiento de izquierda –me refiero a Morena, encabezado por López
Obrador– también se ha mostrado muy ambiguo. Ante estos evidentes
procesos de descomposición política hay indicadores de que había
alianzas con políticos del PDR y con el movimiento Morena, ya que éste
había promovido, a través de uno de los secretarios del gabinete del
gobernador, la figura de José Luis Abarca, exalcalde de la ciudad de
Iguala, ahora procesado por ligas con el narcotráfico. Todo esto compone
un proceso de descomposición del conjunto del sistema político y esto
es lo que ha generado manifestaciones con índices muy altos de
participación, de más de 200.000 manifestantes sólo en la Ciudad de
México, ya durante varias semanas repetidas y con muchas dificultades
para buscar una alternativa en vistas del conjunto político, el cual
está atravesado por esta corrupción.
A raíz de los muchachos normalistas desaparecidos, y viendo
la cantidad de jóvenes que participaron en la manifestación del jueves,
no puedo dejar de relacionar el rol importante que en tu libro cumplen
precisamente los jóvenes. ¿Considerás que los jóvenes en el México
actual juegan un rol protagónico en las manifestaciones políticas?
–Sí, son mayoría en las manifestaciones, especialmente los
estudiantes, aunque también participan movimientos de vecinos, grupos
políticos de una izquierda más independiente, pero en buena medida este
movimiento conjunto continúa los dos movimientos más importantes que ha
habido en los últimos años en México: uno es el Yo soy 132 y otro el
movimiento en favor de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico
que encabezó Javier Sicilia, poeta y líder del Movimiento Nacional por
la Paz con Justicia y Dignidad. Estos dos movimientos estaban
semiagotados, pero el malestar agravado en los últimos meses los ha
reactivado y sumado muchos otros, dando cauce a una indignación muy
extendida en todo el país. Es de muy difícil pronóstico qué va a
ocurrir, porque en la experiencia internacional estos movimientos no
partidarios son de alta intensidad y corta duración.
También, y para no crear falsas expectativas, las crisis de
los partidos políticos tradicionales tienen como contrapartida
pronunciamientos de este tipo, o manifestaciones multitudinarias como la
que acaba de ocurrir, y con las que es inevitable abrigar la esperanza
de que algo ocurra o que suscite algún tipo de alternativa en el plano
de lo político.
–Sí. Hay varios ejemplos. Una carta de Boaventura de Sousa Santos
analiza varios movimientos que comenzaron en algunos países siendo de
irrupción y de protesta, como El 15 M en España, y que parecían haberse
agotado, generan ahora un partido político como Podemos bastante
atípico, de futuro aún poco definido pero que, en principio, celebramos
porque deconstruye la alianza cómplice entre los dos partidos políticos
mayoritarios de España, que son los responsables de la catástrofe
económica y social de ese país. Para las Ciencias Sociales, estos
procesos son de muy difícil análisis por varias razones: su
inestabilidad, sus puntos de partida, y en algunos casos muy novedosos
su difícil inserción en las estructuras para transformarlas. Por eso, me
pareció que el análisis que podemos hacer ahora está más centrado en la
pertinencia de las preguntas que en el apuro por llegar a las
respuestas. Ciertos recursos como la narración, el diálogo, la
teatralización de las incertidumbres y los enfrentamientos conceptuales
son necesarios para elaborar expresivamente lo que apenas comienza a ser
disonante en el capitalismo contemporáneo.
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