4.6.13

Nettel: "La belleza es el premio de consolación de la tristeza"

La escritora mexicana aborda el desamor en El matrimonio de los peces rojos

Guadalupe Nettel, autora de El matrimonio de los peces rojos/Daniel Mordzinsky./elmundo.es

La mexicana Guadalupe Nettel escribe en voz baja y ha comido grillos. Los personajes de sus cuentos hablan sin estridencias y son capaces de comer cucarachas para acabar con las cucarachas. Duelos de especies, de clases sociales; duelos, sobre todo de pareja, que la autora retrata en El matrimonio de los peces rojos' (Páginas de Espuma). Un libro donde, precisamente, esos peces, una gata en celo, una colonia de hongos, una víbora y hasta los insectos, se convierten en depositarios de los deseos ocultos que los protagonistas no aciertan a poner en práctica en su vida. Desencuentros tocados por la belleza mística del sufrimiento. Nettel presentará su nueva obra el 9 de junio en la Feria del Libro de Madrid (Carpa Carmen Martín Gaite, 13.00 horas).
Tenía curiosidad por escuchar su voz. Sus cuentos están escritos en voz baja. ¿Grita alguna vez?
Escribir es una forma de gritar.
Y para gritar de alegría, los 50.000 euros del III Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero que ha recibido por este libro.
Sí. Ahí sí.
"¿Miedo en mis personajes? los veo angustiados, tristes, ¿pero temerosos? Tal vez tengan miedo a equivocarse."
Muchos animales en sus historias.
Desde pequeña he visto similitudes entre los animales y las personas. Hace poco me enteré de que las hormigas pueden ser parasitadas por un hongo y se convierten en zombis que sólo reaccionan a los deseos del hongo. Cuando veo esas cosas empiezo a analizar cómo nos comportamos los seres humanos. Hay momentos de nuestra vida en que parecemos parasitados por algo.
Un amigo mío tiene un perro que se cree persona y que sólo se encuentra a gusto en los bares. Este perro tiene miedo a los espacios abiertos ¿De qué tienen miedo tus personajes?
[Después de unos segundos de silencio] ¿Sí? ¿Le parece que hay miedo?
Algo.
Yo los veo angustiados, tristes, ¿pero temerosos? Tal vez tengan miedo a equivocarse.
"Yo no creo en la normalidad. Yo nací con un ojo que no veía, y desde siempre, he estado confrontándome con los otros. Yo era la diferente. Me muevo diferente, tengo hábitos que a la gente incluso le resultan incómodos".
O a decidir.
Mi idea es que hay grandes decisiones que uno toma o no toma. Siempre se toman decisiones aunque sea pasivamente. Se van urdiendo por debajo del agua. Nosotros somos conscientes de los movimientos de nuestra vida, pero sólo en la superficie. Por dentro hay cambios, emociones, pulsiones inconscientes que nos van determinando hasta que nos damos cuenta de que ya pasó.
Y lo que 'ya pasó' es aceptado por sus personajes con tremenda elegancia. "Hace más de dos años que asumí esta condición de ser invisible", dice una de sus protagonistas. ¿La belleza puede justificar la tristeza?
La belleza es el premio de consolación. Estas historias fueron escritas en un periodo muy concreto y este libro es mi premio de consuelo. Lo que espero es que al menos sea bello porque si realmente hubiera podido elegir entre no pasar por todo eso o no escribirlo, es muy posible que hubiera decidido no pasar por todo eso.
Sin embargo su escritura no es arrebatada. Está medida, es eficaz, sobria, hay un empeño por depurar, por eliminar los obstáculos al lector.
Es lo que trato, que sea muy inmediata.
Y honesta.
Ésa es la magia de la lectura. Esa comunicación de subjetividad a subjetividad. De experiencia a experiencia.
Enrique Vila-Matas dice que 'El matrimonio de los peces rojos' contiene atmósferas en que lo anómalo se aposenta en lo cotidiano. Lo comprendí de inmediato cuando una de sus protagonistas se acuesta con un estudiante de Antropología vasco. ¿Conoce la frase hecha, "los vascos no follan"?
No, no sabía eso. Entonces sí que he escrito un cuento fantástico. [Risas]. Tuve un compañero de piso vasco, con el que no pasó nada, que era muy bello. Alto, longilíneo, con los ojos verdes. Como un atlante. Aunque lo cierto es que yo no busco la anomalía.
¿No?
No, porque yo no creo en la normalidad. Yo nací con un ojo que no veía, y desde siempre, he estado confrontándome con los otros. Yo era la diferente. Me muevo diferente, tengo hábitos que a la gente incluso le resultan incómodos.
¿Por ejemplo?
Me acerco mucho al papel o leo de lado o miro de lado. Esas cosas. Siempre he estado luchando entre los normales y yo. Y resulta que todos tenemos manías, obsesiones. La belleza está ahí, pero la gente trata de ocultar todo el tiempo quién es.
No entiendo muy bien el título de su cuento 'Guerra en los basureros'.
En ese cuento hablo de la sociedad mexicana. De esas clases acomodadas rodeadas de sirvientes. Una de esas casas sufre la invasión de las cucarachas. La guerra es contra las cucarachas, pero en realidad la casa es también un basurero.
Y deciden comérselas para acabar con ellas. ¿Qué bicho se comería usted?
He comido grillos y larvas de hormiga. No me apetece probar otra cosa.
Sus cuentos se sitúan en lo real, pero sus ambientes tiene algo de onírico. A menudo por una indefinición extraña. Sus personajes se levantan temprano, pero no dicen a qué hora; la clínica está situada a unas cuadras, pero no sabemos a cuántas. ¿Por qué?
Soy muy despistada. Tal vez son atmósfera de Míster Magoo.
La precisión se la guarda para las emociones.
Sí, es que yo tiendo mucho a racionalizar. A tratar de entender, a categorizar las emociones porque me rebasan completamente. Es mi manera de asirlas y de poder sobrevivir a ellas. En este libro incluso hago una taxonomía de todos los tipos de enamoramientos.
Una abogada, un oficinista, un biólogo, pero también muchos artistas: escritores, músicos, actores. ¿Los artistas son distintos de la gente que se dedica a oficios más comunes?
No, no creo. A lo mejor están más discapacitados para vivir.
Hablando de parejas y de animales, dígame, ¿con qué animal encerraría en un cuarto a David Bowie?
Con un pájaro.
¿A Dios?
Con toda su creación
¿A Cortázar?
Con un gato, sin duda.
¿A Guadalupe Nettel?
No la encerraría. Yo me veo arriba de un caballo, galopando.
¿A Paulo Coelho?
Estaría muy interesante encerrarlo con un animal muy venenoso a ver cómo lo llevaba.

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