Ellos eran muchos caballos, se publica en Colombia bajo el sello editorial de Rey Naranjo Editores, un libro imperdible del autor brasileño Luiz Ruffato
Portada Ellos eran muchos caballos, del brasileño Luiz Ruffato. Edición de Rey Naranjo Editores./elespectador.com |
Hay voces. Muchas voces. Hablan varios,
todos. No monólogo, aunque hay un poco de eso. También de narrador en
tercera persona. Hay prosa. Verso. Caligrafía. Una página con un
recuadro negro.
‘Ellos eran muchos caballos’ parece una revista
militar para conmemorar con solemnidad una carnicería hecha en pro de la
historia. Pero es mucho más que despliegue, que el solo desfile de
posibilidades narrativas.
Detrás del amplio número de recursos hay
una ambición que se vale de las formas para encauzar un quejido común,
aunque desconectado: una suerte de radiografía de la calle, la mirada en
el nivel del pavimento.
Lo que propuso Luiz Ruffato en su libro
parece ser más que un experimento. Es juego, tal vez, pero también
resulta un vehículo efectivo para montar la violencia, la desilusión, la
tristeza, la angustia, el abandono de toda esperanza.
Un hombre
llama. Un contestador automático se enciende. Una mujer habla en la
grabación. Deja tu mensaje, por favor. “¡Yegua! ¡Puta! ¡Perra!
¡Desgraciada! ¡Zorra! ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta!”.
Las páginas se
van demasiado rápido y todos mueren y sufren y lloran las penas como
para andar de románticos. Puede que haya amor. Pero primero está la
lujuria, la gana muy humana de poseer.
Son esas las voces que
parecen ladrar en ‘Ellos eran muchos caballos’. Un clamor desesperado
que resulta ser lo único cierto cuando el barniz de la civilización
comienza a despegarse.
Hay velocidad, incluso vértigo, en las
páginas de Ruffato, pero no por eso hay imprecisión, aunque sí
incertidumbre. “La tarde es el ruido de un ventilador de pie zumbando
dentro de un local improvisado con guacamayos de alambre y estanterías
de metal colmadas de mallas: mallas enterizas, bikinis, bombachas,
camisas, camisetas, pijamas, calzoncillos, baberos, shorts, bermudas,
enterizos, camperas, sombreritos para bebés, gorritas”.
Un azar preciso, si la contradicción de términos es permitida.
¿Es posible ser un escritor por accidente? ¿Todo está predestinado? ¿El encuentro siempre es vocación, un llamado a?
Los
padres de Ruffato, semianalfabetas. El escritor mismo fue un trabajador
desde los seis años. Oficios varios. Periodismo al final y después la
escritura. Una convicción, más no una ideología, dice él: escribir
porque nadie le da voz a las clases más bajas; la novela suele
encargarse de las historias de la burguesía y así no es la cosa.
Literatura de los olvidados ¿Cómo habla quien no posee nada? ¿Cómo hablar de quien ya está perdido?
“esa
mujer que se arrastra espantapájaros por callesavenidas de morumbi
cabellos como clavados en la inmundicia ojos así perturbados piel parda
agitadas piernas brazos lastimados uñas negras vestido desgarrado esa
mujer que se arrastra espantapájaros por callesavenidas de morumbino era
así no:
Se hizo así un día, llegó la hora, la hoja de once años no llegó de la escuela, el rostro jadeante en la cocina, ¡madre!, la noche, la madrugada, la colcha las sábanas planchadas, al día siguiente tampoco, ni al siguiente, nada nada nada y se humilló en comisarías hospitales reformatorios guardias Instituto Médico Legal deambuló en el trayecto casa-escuela-escuela-casa preguntando de puerta en puerta pistas indicios instituciones”.
Se hizo así un día, llegó la hora, la hoja de once años no llegó de la escuela, el rostro jadeante en la cocina, ¡madre!, la noche, la madrugada, la colcha las sábanas planchadas, al día siguiente tampoco, ni al siguiente, nada nada nada y se humilló en comisarías hospitales reformatorios guardias Instituto Médico Legal deambuló en el trayecto casa-escuela-escuela-casa preguntando de puerta en puerta pistas indicios instituciones”.
‘Ellos eran muchos caballos’ son
68 capítulos. Relatos sin aparente conexión, aunque anudados todos en la
misma frecuencia, el ruido ambiente de muchas calles, los sonidos de un
cuerpo que se desploma en una esquina, un perro que aúlla con una
patada frente a un bar, una pareja que termina sus asuntos detrás de una
ventanería barata. ‘Podríamos haber sido grandes amigos’, se llama uno;
‘Al intendente no le gusta que lo miren a los ojos’, ‘Lo que quiere una
mujer’, otros.
¿Qué quiere una mujer? “…claro tú tienes muchas
cualidades eres fiel honesto trabajador pero una mujer una mujer
necesita mucho más que eso mucho más”.
Eso, una mujer. Esto, un
hombre. “Pensión, pago al día, responsable por la cuota del colegio más
mensualidad, de modo que aun queriendo no podría casarme de nuevo; no
sobra un puto peso. Por eso, a las mujeres les ofrezco sólo una buena
charla y una tirada honesta; relación costo-beneficio ok”.
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