El premio Nobel Orhan Pamuk habla de su propia presencia en sus novelas: “El modo en el que yo aparezco en mis libros es un modo modesto; no es metafísico o filosófico como en Borges. Borges escribió un ensayo maravilloso, ‘Borges y yo’, que cuando uno lo lee tiene esa sensación metafísica que confunde un poco pero que gusta. Mi aparición en mis novelas es más al estilo en el que Hitchcock aparece en sus películas, como una especie de firma modesta. Pero también uso mi presencia en las historias como la voz de alguien que termina las novelas. Cuando casi todos los personajes mueren y quedan cosas inconclusas, cuando la historia se termina, necesito una voz que diga: ‘Han pasado veinte años…’ Ahí me hace falta Orhan. Porque el lector se podría preguntar: ‘¿Quién es el que dice eso?’. La presencia del escritor que comanda y ve los detalles de todo es necesaria para mis ficciones. Es la voz que tiene bajo control todo el texto, da información de un modo veloz y desaparece. Es también un viejo método a lo Bertolt Brecht de recordar a los lectores: ‘Ojo que esto es una novela’”.
Minutos antes, el escritor turco ya había hablado de
Borges: “Todas mis novelas son un proyecto diverso. Por ejemplo, en
Museo de la inocencia , la intención era conjugar una novela en el
formato de un catálogo de museo. Pero cuando estaba terminando de
escribirla decidí no hacerla parecer un catálogo sino una novela
antigua. En ese tiempo deseaba ser original y moderno o posmoderno.
Borges dijo alguna vez que la actitud más dañina que un joven escritor
se puede imponer a sí mismo es el deseo de querer ser moderno. Es algo
que siempre tengo presente. Trato de estimular mi imaginación creativa y
de disfrutar la escritura y por eso cada libro mío es diferente”.
Borges
aparece como un referente en su vida. Junto a Nabokov, es el autor que
más ha nombrado en esta charla. ¿Cuál es el libro de Borges que más le
gustó?
El Aleph.
“Sin duda. Fue importante para mí”, agrega Pamuk mientras firma en automático la primera página de un libro –una de sus novelas, damos por descontado– que un brazo anónimo le acerca sin decirle ni media palabra.
El Aleph.
“Sin duda. Fue importante para mí”, agrega Pamuk mientras firma en automático la primera página de un libro –una de sus novelas, damos por descontado– que un brazo anónimo le acerca sin decirle ni media palabra.
/ Revista Ñ
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