Luisgé Martín explora en La misma ciudad la búsqueda de segundas oportunidades tras el 11-S
El escritor Luisgé Martín. /Carlos Rosillo/elpais.com |
¿Se ha encontrado alguna vez en su vida con la oportunidad de
cambiarlo todo, de partir de cero, de reconstruirse desde los
cimientos—entiéndanse como tales solo su propio cuerpo, sin más, sin ni
siquiera el nombre que le dieron sus padres—? Luisgé Martín
(Madrid 1962) analiza esta posibilidad con la historia de Brandon Moy,
un personaje que disfruta de una vida plena, al menos, como se concibe
desde la superficie: buen trabajo, buena relación con su mujer, un hijo,
una buena casa. Su nueva novela, La misma ciudad (Anagrama), que sucede a los libros de relatos Los oscuros (1990) y El alma del erizo (2002); las novelas La dulce ira (1995), La muerte de Tadzio (2000), Los amores confiados (2005) y Las manos cortadas (2009) y La mujer de sombra (2012), entre otros, plantea el 11-S en Nueva York como escenario de un renacimiento.
¿Por qué Nueva York y los atentados del 11-S como posibilidad para el protagonista de La misma ciudad?
Es uno de esos momentos que forma parte
de la historia, con mayúsculas, algo atroz y ejemplarizante. Se juntó
entonces, en los comienzos del siglo XXI, el integrismo más fanático y
demencial y la tecnología. Eso provocó un espectáculo teatral, dicho sea
esto con toda la morbosidad del mundo. Además, había leído un ensayo
sobre el 11-S y pensé que era el marco literario que deseaba.
En la novela se habla de una crisis, la de un
hombre que ya está en la mitad de su vida. ¿Qué tipo de ecos, de
resonancias piensa que tiene ese punto de partida?
No he querido hacer un libro sobre una crisis de
la mediana edad. Pero es cierto que a cierta edad la persona puede hacer
un cálculo matemático de que hay sueños que ya no se pueden realizar,
bien por falta de energía, de belleza… Es ese momento muy elocuente, que
pone al insatisfecho en un disparadero. Aunque la insatisfacción se
puede dar también con veinte años.
Hablemos de los temas que aparecen en su novela.
La insatisfacción del ser humano, que se
convierte en algo perpetuo porque se prolonga conforme se van cumpliendo
los diversos objetivos. Los sueños que solemos concebir son muchísimo
más grandes que la vida que podemos llevar, al menos, para las personas
con una cierta ambición, que desean vivir con intensidad. En La misma ciudad,
elegí un protagonista que no tuviera una existencia desastrosa. He
recibido comentarios de lectores supuestamente felices que se sienten
identificados, se han visto conmovidos… Siempre deseamos tocar cosas que
están más allá del horizonte.
¿Nos acompaña siempre la misma ciudad? ¿Qué cabida cree que hay para reinventarse?
Poca. La identidad ya está formada a partir de
una cierta edad, con su miseria y con su grandeza. Esto no quiere decir
que no se pueda cambiar de trabajo, etc., pero se trata de otro nivel.
Por eso la ciudad que habitamos nos acompaña siempre… Como en el poema de Cavafis: “La ciudad irá en ti siempre”.
¿Cómo trata de resolver en su novela la insatisfacción?
La única cura es aprender a aceptar lo que se es y al disfrute de los pequeños momentos, ya una felicidad con minúsculas.
No sabemos de qué seríamos capaces si se ofrecieran las circunstancias, si nos pusieran en el disparadero
En la novela la metaficción, pero también la literatura tienen una presencia fuerte.
Ahí sí, Brandon Moy soy yo. Cavafis en concreto
fue uno de los autores que me cambió la vida. La literatura se convirtió
en una especie de sustancia oscura que me permitía entender mejor la
vida, ayudar a ordenar el mundo y contarlo, lamer las heridas.
Una forma de amor calmado ahora le acompaña en su narrativa. ¿Por qué lo defiende?
En este tema he pasado de 0 a 100 desde mis principios como escritor. Me instalé ya en ese tipo de amor desde Los amores confiados.
Un amor permanentemente sublime sería agotador. Después de dos o tres
años, queda compartir una vida y un proyecto, que no es poco. Una forma
de estar en el mundo. A veces echamos de menos ese estado de intensidad y
por eso hay rupturas y hay adulterios.
¿Y la convivencia entre la normalidad y la monstruosidad? Esto aparece en La misma ciudad como en otras novelas suyas.
No sabemos de qué seríamos capaces si se
ofrecieran las circunstancias, si nos pusieran en el disparadero. Nunca
me acaba de interesar nadie que sea normal, y, en cualquier caso, todos
tenemos nuestro lado oscuro. El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde ha sido una gran referencia en mi obra.
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