Justicia, prudencia, fortaleza y templanza eran las virtudes que definían la excelencia en la antigua Grecia. "El capitalismo debe convivir con el cooperativismo", señala Norbert Bilbeny, catedrático de Ética
"Dicen que soy buena persona para desprestigiarme". Victoria Camps, catedrática de Ética, citaba un chiste de El Roto
durante la conferencia que impartió recientemente sobre los valores
después de la crisis en la que retrató una sociedad atomizada, sin
cohesión y sin visión del bien común. “Valores”. La palabra suena por todas partes en estos tiempos difíciles pero esto no quiere decir que esté llena de contenido. El desastre económico no es ajeno, según coinciden los expertos, a la crisis ética que arrancó en los años ochenta. La cuestión ahora es si empieza a haber respuestas al “vacío moral” que denunciaba Camps.
El punto de partida, según el análisis que realizan los profesores
universitarios consultados, es que no hay que inventar nada nuevo sino
desempolvar los viejos valores –entendidos en un abanico muy amplio–
abandonados en los trasteros durante décadas. “Sí que observo una
resensibilización, cuestiones como la solidaridad, la justicia y la
democracia han vuelto a la palestra, son los viejos valores que
regresan”, señala Norbert Bilbeny, catedrático de Ética
(Universitat de Barcelona). Bilbeny considera que con el reaganismo y
el thatcherismo se inició un proceso de individualización masiva, el
paso de la economía a lo que califica como “egonomía”.
Esta mirada hacia atrás, hacia los clásicos, es la que propugna
Victoria Camps (Universitat Autònoma de Barcelona), en un reivindicación
de la esencia de la ética. “Lo que necesitamos son valores éticos
prioritarios, hay valores sociales, económicos, deportivos... pero lo
principal son los éticos”, señalaba en un acto de la Diputación de
Barcelona. Desde los griegos, explicaba, está todo inventado, “es la
ética de las virtudes”, que hacen referencia a la excelencia de la
persona.
Pero antes de proseguir con la definición de las virtudes, Camps
también relaciona crisis económica y crisis moral al entender que el
pensamiento liberal y neoliberal ha ido acompañado de un dejar hacer que
ha acentuado lo que “nunca” debe ser prioritario: egoísmo, consumismo,
individualismo, corporativismo... La enfatización de estos “ismos” ha
hecho que se diluya la idea del “bien común”, entendida como el interés
general que beneficia a todos y especialmente a los más débiles.
Pero no todo es mirar hacia los demás y buscar chivos expiatorios.
Hay coincidencia a la hora de señalar que para salir del erial definido
la sociedad, cada uno, debe saber que es responsable del futuro, de su
futuro, aunque la gente esté harta, con razón, de las clases dirigentes.
“Todos tenemos la sensación de que en muchos aspectos hemos hecho
trampas. En el ámbito del sistema democrático, de las empresas y también
de las personas individualmente, a las que nos ha faltado contención”,
indica Àngel Castiñeira, director de la cátedra de Liderazgos y
Gobernanza Democrática (Esade).
Más allá del diagnóstico, la cuestión es así desempolvar y
redimensionar algunos conceptos, según señalan los profesores
consultados, sin caer en moralismos y entendiendo que se trata de un
retrato muy general de la sociedad, que tiene sus excepciones. Para
empezar y desde una perspectiva ética general, Camps recuerda “la
actualidad” de las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza. La justicia entendida como equidad; la fortaleza,
como la capacidad de tomar decisiones; la templanza, como el control
personal; la austeridad y la prudencia no como miedo sino como
reflexión. Estas eran las virtudes que conformaban “la excelencia”
ciudadana y política en la Grecia clásica y sobre las que Camps propone
una reflexión. Una reflexión que, dice, debe de llevar a recuperar “la
responsabilidad moral”, es decir, asumir unos valores y que cada uno se
haga responsable de ellos.
Bilbeny considera que es necesario restablecer un orden de
prioridades, tergiversado por la doctrina hedonista y el hiperconsumismo
–que el impacto de la crisis ha frenado– pero sin caer en lo que
considera la “versión merkeliana del capitalismo”: una idea del
esfuerzo, la austeridad y la disciplina vinculadas a la culpa, a una
“moral calvinista, de la predestinación”. En una visión general, este
catedrático de Ética considera que hay que caminar hacia una sociedad y
una política más pluralista, en los que convivan el cooperativismo y el
colectivismo con el capitalismo.
Y señala los tres ámbitos sobre los que cree que debe asentarse la
sociedad. En primer lugar, la revalorización de la familia –de cualquier
modelo de familia– como factor socializador y con una mayor relación
entre padres e hijos. Asimismo, subraya el papel de la educación, con
una reconsideración de la figura del maestro. Las familias, dice, han
perdido el respeto a los profesores y esto ha repercutido en el concepto
de la disciplina. Por último, destaca el valor de la solidaridad al
entender que se está demostrando en esta crisis que la gente quiere
ayudar. “Hacer personas, hacer hogar, hacer sociedad. Este –explica– es
el vademécum”.
En las reflexiones sobre el futuro buscando un escenario poscrisis,
economía y ética van –sobre el papel– de la mano. El filósofo Daniel
Innerarity señalaba el pasado mayo en La Vanguardia la necesidad de
regresar a una concepción como la que tuvieron los grandes economistas,
“que fueron también grandes políticos y hombres de letras (Keynes,
Marshall, Marx, Adam Smith..), en la cual la economía es concebida como
un todo en el que intervienen también criterios políticos, éticos,
medioambientales...”.
El profesor Castiñeira está poniendo negro sobre blanco una reflexión
sobre los valores en el liderazgo empresarial (véase información
adjunta) y apuesta por la transformación de un modelo que, dice, ha
llegado a su fin, pese a que muchos se resistirán al cambio. “No podemos
continuar con la economía especulativa, ni las finanzas especulativas,
ni el modelo constructivo, ni apostar por Eurovegas. La vía de la
economía productiva es más lenta, pero dará más resultados”, señala.
Las reflexiones están sobre la mesa, algunos caminos se atisban,
aunque haya mil motivos para pensar que los valores seguirán en el
desván.
Las cinco actitudes del liderazgo
Àngel Castiñeira y Joaquim Lozano, profesores de
Esade, acaban de poner punto final a un nuevo libro en el que definen
cinco actitudes vinculadas a cinco tipos de valores para desarrollar un
liderazgo empresarial (y no sólo empresarial) válido y ético en tiempos
de crisis. El libro, que les ha sido encargado por la Confederación
Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) apuesta por la “resiliencia”,
como la capacidad para afrontar situaciones difíciles, la “adaptación”
en el sentido de aprender de la crisis y defiende también la capacidad
de “anticipación” para saber leer el signo de los tiempos. Pero, sobre
todo, aboga por la creación de un liderazgo “transformador”, capaz de
poner fin a las economías especulativas y a las muchas resistencias que
va a haber para lograr este cambio de modelo que se considera ya
finiquitado. Asimismo, y según explica Castiñeira, será muy importante
la aparición del liderazgos “regenerativos”. “Una de las labores
regeneracionistas –señala– será volver a dar vida a los tejidos
muertos”. Esto, prosigue, es lo que se espera de los líderes. “Sólo con
la indignación no iremos hacia adelante”, subraya. Las cinco actitudes
descritas, señala, tienen un potencial constructor que en estos momentos
es básico.
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