En mayo de 1992 Cormac McCarthy publicó All the Pretty Horses. En ese momento, con 59 años de edad, era un autor desconocido. Hoy es candidato para el Nobel y uno de los novelistas favoritos de Hollywood. ¿Por qué esta novela le abrió McCarthy a un público masivo? Y ¿Qué significa esta novela hoy, a veinte años de su edición?
Cormac McCarthy versión en blanco y negro de sus 59 años |
Cormac McCarthy versión actualizada y en colores. foto:archivo. fuente: Revista Ñ |
Hace 20 años este mes se publicó en los Estados Unidos la novela Todos los hermosos caballos
(All the Pretty Horses) de Cormac McCarthy. McCarthy era un autor
totalmente marginal. Tenía 59 años de edad y había publicado cinco
novelas pero ninguna de ellas había vendido más de 5.000 ejemplares. Era
lo que se llama “un escritor de escritores.” Hoy en día, con 79 años de
edad McCarthy es considerado un tesoro viviente de las letras
estadounidenses. Ha ganado los premios más importantes de su país para
un autor de ficción. Además, es un favorito de Hollywood. La adaptación
de su novela No es país para viejos por los hermanos Cohen, por ejemplo, ganó un Oscar por mejor película en el 2007. Este año un guión original de McCarthy será filmado por Ridley Scott. Sólo se le esquiva el Nobel, para el cual es un firme candidato. Pero el punto de infección en la carrera de McCarthy fue Todos los hermosos caballos.
El 19 de abril de 1992 salió un largo perfil de Cormac McCarthy en la revista del domingo de The New York Times.
Parecía mentira. Según la nota uno de los autores más importantes de
los Estados Unidos era un desconocido, casi ermitaño –apenas leído— que
vivía en El Paso, Texas. Un hijo literario de Herman Melville y William
Faulkner, nunca había dado una entrevista en su vida. Cortaba su propio
pelo. Había dejado de beber hace unos diez años. Escribía sus libros con una Olivetti manual en
hoteles de mala muerte. Le interesaba más la ciencia que la literatura
pero su gran ambición –por más que no lo declarara directamente- era ser
el gran escritor del mito del suroeste de los Estados Unidos.
Próximamente se publicaba una nueva novela con un curioso titulo que
contaba la odisea de dos adolescentes tejanos en 1950 que viajan a
México a caballo. Parecía mentira. O sino, una operación mediática.
Aunque
no había sido premeditado, el éxito de McCarthy se debió a esta curiosa
circunstancia: que era un autor nuevo, pero viejo. Que era un novelista
que era una novedad absoluta, pero con una importante obra ya escrita. Todos los hermosos caballos
es una bisagra en su carrera porque trata de todas sus obsesiones, pero
en una forma menos cruda que sus previos libros: la violencia; el
desarraigo del hombre por el avance de la civilización altamente
tecnológica; la naturaleza de la maldad; la relación entre los hombres y
los animales; el arquetipo del viaje hacía lo desconocido. Y marcó el
camino para las novelas de la segunda etapa de su vida, incluyendo La Carretera, que ganó un Pulitzer en el 2007.
El mejor homenaje que puede recibir un artista es de otro artista, no de un académico o crítico profesional. En un programa de radio de ciencia en abril del año pasado
de la cadena estadounidense NPR, Cormac McCarthy estuvo reunido con el
cineasta alemán Werner Herzog para hablar sobre las conexiones entre la
ciencia y el arte. Al fin de ese programa Herzog se adueño del micrófono
y se puso a leer de las últimas páginas de Todos los hermosos caballos.
Antes de leer, Herzog dijo de McCarthy: “Inventa paisajes enteros.
Inventa caballos, los describe de una manera que nunca hemos visto
antes. Por mera declaración, Cormac McCarthy crea paisajes enteramente
nuevos que han sido desconocidos para nosotros; aunque pareciera haber
existido, como Faulkner inventó y describió es sur profundo; o como
Joseph Conrad describió las junglas y los misterios… No hay nada mejor. Y
por décadas no hemos tenido un lenguaje como este en la literatura
americana.”
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