El retrato de Terence Moix escrito por Juan Bonilla revive una narrativa gay que bebía de revistas de culturismo y otras fuentes bastardísimas
Ilustración: Luis Sánchez Parejo.fuente:elmundo.es |
Cuando un malintencionado Peter Graves enseña la cabina del piloto a
un niño en la desternillante comedia 'Aterriza como puedas', le espeta
'¿No has visto nunca a un hombre adulto desnudo?', '¿Te gustan las
películas de gladiadores?' y '¿Has estado alguna vez en una prisión
turca?'.
Preguntas, las dos últimas, que entroncan con la iconografía gay (y
'kitsch') que, cómo no, marcó a Terenci Moix, según recuerda Juan
Bonilla en 'El tiempo es un sueño pop'.
El colaborador de El Mundo reivindica al fallecido autor catalán como
una figura literaria adelantada a su tiempo, sin duda influido por sus
viajes de ida y vuelta a Londres o París. Sus aparentes delirios
homosexuales, como la extravagante novela 'Mundo macho' (1971),
escondían un bagaje heterodoxo que logró burlar la censura franquista
con un barniz de fantasías eróticas irreales.
Pero eran muy reales. Esa obra ambientada en un país imaginario
habitado sólo por hombres, cual traslación de 'Conan el bárbaro' a un
universo desbocado, encierra el culmen de la estética gay: la
masculinidad llevada a la desmesura.
De ahí que los 'magazines' de culturistas salgan también a colación
en el atractivo libro de Juan Bonilla. Las mismas fuentes que salpican a
escritores anglosajones como David Leavitt o Dennis Cooper, cuya
histriónica 'Chapero' tradujo en su día el propio Bonilla.
En los cines de ligue entre homosexuales, como el histórico Carretas
madrileño o el Arenas barcelonés, se glorificaban los 'peplums',
aquellas epopeyas de rudos romanos que antecedieron al clásico
'Espartaco' de Stanley Kubrick. Y hoy arrasan las camisas de cuadros,
las barbas y las barrigas de la tribu de los 'osos'. Siempre el hombre
en estado puro.
Revisar a Terenci Moix vía Juan Bonilla supone una excelente forma de rememorarlo.
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