Sólo para mujeres reúne las columnas escritas con seudónimo por Clarice Lispector para periódicos de Río de Janeiro
Clarice Lispector tenía una visión de lo cotidiano, más allá de lo denominado femenino y que apunta más al universalismo del ser humano. foto.fuente: Revista Ñ |
En 1959 Clarice Lispector se separó de su marido, el diplomático
Maury Gurguel Valente, con quien había vivido en el exterior durante
casi dieciséis años. Regresó a Brasil con sus dos hijos: no tenía casa
ni trabajo. Como le resultaba imposible vivir de la literatura, se
dedicó a buscar colaboraciones en los periódicos de Río de Janeiro.
Consiguió una columna en el Correo da Manha, “Correo femenino-Diario de
utilidades”, que firmaba como Helen Palmer, y otra en el Diário da
Noite, “Sólo para mujeres”, que firmaba como la famosa actriz y modelo
Ilka Soares. Ya había tenido una experiencia similar en Comício, en
1952. Publicó la primera entre 1959 y 1961, y la segunda desde 1960 a
1961. Ambas columnas apuntaban al público que hoy en día siguen
imaginando las revistas femeninas: mujeres cuya preocupación principal
oscila entre la cosmética, la moda y el hogar. Según cuenta Nádia
Battela Gotlib en Clarice. Una vida que se cuenta , es
probable que durante este periodo Lispector haya también escrito para el
departamento de publicidad de Pond’s. Lejos (lejísimo) de las
discusiones que se han dado a lo largo del siglo XX en torno a lo
femenino y el feminismo, la editorial Siruela reunió estos textos y los
publicó en un volumen con el título Sólo para mujeres .
Primer problema: este libro no es un libro, a pesar de su bella
encuadernación y su papel suntuoso. Segundo problema: este libro no lo
escribió Clarice Lispector.
Hay una razón por la cual Lispector
publicó estas columnas bajo seudónimo, más allá de los pedidos
específicos de sus editores de turno y del márketing: la voz (si es que
podemos llamarla voz) que aparece allí no es la suya. Los temas que se
tocan en estos textos no son los de la escritora, que más tarde se probó
como una cronista excepcional y sensible, cuando publicó sus columnas
semanales en el Jornal do Brasil, ahora sí firmadas con su nombre
verdadero. En Sólo para mujeres hay recetas de cocina y
de cuidado personal, soluciones a problemas domésticos, consejos
sentimentales, apreciaciones machistas por doquier: “La mujer casada
prefiere quedarse en casa, cuidando del hogar y de los suyos”. Algunos
de los títulos son “Para que lo lea tu marido”, “Mascarilla de tomate”,
“Transpiración en los pies”, “La necesidad de dieta”: es como si los
hubiese escrito la Betty Draper de las primeras temporadas de Mad Men
. Lispector hace su trabajo y cumple amoldándose a un discurso sobre lo
femenino que ella no comparte. No hay nada de lo anómalo que suelen
tener los cuentos y las novelas –incluso las crónicas– de una las voces
más interesantes de la literatura brasileña.
Al tedioso conjunto
de columnas (leer una es leer todas) lo acompaña un irritante epílogo a
cargo de Aparecida Maria Nunes, que intenta sacar agua de donde no la
hay. Los esfuerzos de Nunes por demostrar que hay elementos literarios
en estos textos son enormes, pero infructuosos, porque no convencen a
nadie. Dice que Lispector intentó “iniciar a sus lectoras en la esfera
embriagadora de lo cotidiano”, como si tal cosa existiera. En realidad,
Lispector había vivido muchos años en Estados Unidos y conocía al
dedillo la retórica de revistas como Vogue.
En la contratapa
leemos que “la escritora nos muestra que, a pesar de las conquistas
actuales de la mujer, la esencia femenina permanece siempre igual”.
Mejor dicho: a las mujeres de hoy y de siempre, por naturaleza, sólo les
interesa ser coquetas, vestirse bien y que sus maridos estén contentos. El segundo sexo de Simone de Beauvoir se publicó en 1949. ¿Es posible que los editores de Sólo para mujeres se hayan perdido esta novedad?
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