Cada día, cada hora, una ópera prima que ha conseguido ser la historia del año en veintiocho países, llega a la península
Natasa Dragnic, en su casa de Berlín. foto: Mirko Waltermann. fuente:hoy.es |
Afincada en Alemania desde 1994, el nombre de esta autora
titulada en Diplomacia en Zagreb y Berlín ya estaba en boca de algunos
expertos en la anterior Feria del Libro de Madrid. No se equivocaron al
augurar su éxito, que viene de la mano de Luka y Dora, dos amantes que,
desde niños, saben que lo son todo el uno para el otro. Pero el destino
se empeñará en separarles y unirles en diferentes encuentros fugaces a
lo largo de sus vidas.
Ahora, y tras dos años de andadura, 'Cada día, cada
noche' llega por fin a las librerías españolas. Una historia que, en
palabras de su autora, 'es la de todos y cada uno de nosotros'.
-¿Cómo le hace sentir su más que sorprendente debut?
-Hace casi dos años que todo comenzó y desde entonces
busco una palabra para definir cómo me siento. Es un poco como estar
enamorado, y a veces incluso mejor.
-Nunca es fácil llegar tan alto, ¿cómo fueron sus comienzos?
-Es una historia muy larga... En los años en los que viví
en Croacia escribí mucho, pero solamente para mí. Nadie leyó mis
textos, que fueron como un diario literario y se quedaron en un cajón.
Después me mudé a Alemania y comencé a escribir, pero tras un intento
aficionado de publicar una novela sin éxito abandoné la idea.
-Hasta que llegaron Dora y Luka, los protagonistas de 'Cada día, cada hora'.
-Efectivamente, cuando inicié la historia de esta pareja
tomé una decisión: esta vez lo haría bien. Así que me informé sobre las
editoriales, sus programas, etcétera. Empecé a desarrollar mi
'net-working', encontré a mi agente literario y...¡el resto se parece ya
a una película de Hollywood!
-Asistimos en su novela a todo un homenaje a Pablo Neruda. Algo significará, ¿no?
-Eso tiene mucho de autobiográfico porque sus 'Cien
sonetos de amor' fue el primer libro que yo compré con la paga que me
daban mis padres cada mes. Sentí entonces como si él los hubiera escrito
para mí: una chica siempre enamorada y nunca correspondida. Sus versos
fueron un bálsamo para mi corazón herido.
-¿También vivió la guerra, como le sucede a Luka?
-Sí, pero tuve mucha suerte porque no perdí nada ni a
nadie. Viví los bombardeos en Zagreb trabajando en una escuela. Era
difícil a veces por los niños, pero todo el tiempo tuve la sensación de
que era algo irreal. Creo que quizá por eso no lo siento como parte de
mi vida.
-Casi tres años 'conviviendo' con unos personajes creados por usted, ¿cómo se sintió al acabar la novela?
-La primera reacción después del punto final fue llorar.
Me sentí vacía y desorientada. Es como perder a tus mejores amigos, a
tus hijos. No fue un sentimiento agradable, pero imagino que es normal.
¡Tanta energía compartida y de repente tan sola!
-Al menos, siempre le quedará ese amor. ¿Imagino que para usted es importante?
-El amor es la vida misma y sin él no hay vida. El que
viven Dora y Luka es el eterno, sin barreras ni fronteras temporales o
espaciales. Ese amor es un anhelo, el más primitivo y el más natural, el
que todo ser humano busca a lo largo de su vida.
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