La periodista y escritora Elena Poniatowska celebra su 80 cumpleaños. La UNAM le rindió un homenaje
Elena Poniatowska durante el homenaje por su 80 cumpleaños. foto: Barry Domínguez / UNAM.fuente:elpais.com |
Elena Poniatowska siempre quiso estudiar en la UNAM. Cuando era joven lo intentó, pero le exigían repetir la secundaria, que ella había cursado en EE UU. Así que esta mexicana —aunque nació en París y no se cambió de continente hasta los ocho años— se compró un título falso que le sirviera como llave a la prestigiosa universidad. El pasado lunes, las puertas de la UNAM volvieron a abrirse de par en par para la escritora y periodista como hace un año cuando la nombraron Doctora Honoris Causa, esta vez para celebrar su 80 cumpleaños con amigos, académicos y alumnos que corearon “¡Elenita, Elenita, Elenita!” cuando apareció sobre el escenario.
“80 años no son muchos, me quedan al menos nueve libros por escribir
para poder dedicarle uno a cada uno de mis nietos”, asegura Poniatowska,
a quien las ocho décadas que cumplirá el 19 de mayo no le han restado
un ápice de energía ni de lucidez. Cronista incansable de la historia de
México —cubrió acontecimientos como el gran terremoto de 1985—, símbolo
del pensamiento de izquierdas del país, feminista y defensora de los
menos afortunados, en este momento lo que más se considera Elena
Poniatowska es madre y abuela. Su familia también estuvo presente en el
acto en el que intervinieron amigos como el escritor Juan Villoro, la
antropóloga Marta Lamas, el rector de la UNAM José Narro Robles, el
humorista gráfico de La Jornada Javier Barajas El fisgón o el escritor y crítico de cine Carlos Bonfil. Poniatowska es autora de libros como Hasta no verte, Jesús mío, La piel del cielo (Premio Alfaguara 2001) y Leonora (premio Seix Barral, 2011)
Dice Elena Poniatowska
que no se puede ser feliz todo el tiempo, que en sus 80 años ella lo ha
sido “a ratitos” y que el homenaje le ha emocionado mucho. También
asegura que nunca ha decidido nada en la vida y que todo le ha venido
por casualidad. Ese destino la llevó de ser la hija del príncipe
heredero de Polonia (es descendiente directa de Estanislao II
Poniatowski, último rey del país) a defender los derechos de las
mujeres, los indígenas y los más pobres en México, el que considera su
país aunque no hubiera escuchado hablar de él hasta que su familia tuvo
que huir de Europa. Un país “al que ahora todo le duele”, según la
escritora.
Es imposible pensar en el legado de Elena Poniatowska y no recordar uno de los puntos más oscuros de la historia del país. Su relato de la matanza de Tlatelolco (La noche de Tlatelolco)
de octubre 1968 sigue acompañando a la escritora a través de los años
como recordaron todos los participantes en el homenaje. “En esos
momentos no sabíamos lo que sucedía y muchos no lo entendimos hasta que
leímos su libro. Lo que se sepa del México de estos tiempos tendrá mucho
que ver con lo que ha contado Elena”, dijo el escritor Juan Villoro.
Pero Elena Poniatowska quiere mirar al futuro aunque no le gusta del
todo lo que ve: está preocupada por la juventud mexicana, esa que llenó
la sala donde se celebró el homenaje, incluso muchos se quedaron sin
entrar. Se entiende con ellos a pesar de las generaciones que los
separan y consigue que el público que llena el auditorio acabe coreando
el ‘Goya’, grito de los Pumas, el equipo de fútbol de la universidad. No
para de sonreír mostrando esos “preciosos dientes de conejo”, como dice
‘El fisgón’ en su intervención. Los piropos no cesan, también por parte
del público.
Elenita, como la llaman con cariño sus amigos, habla de la
falta de oportunidades para los jóvenes, a los que considera su “fuerza,
admiración y orgullo. Sin ellos no tendría sentido teclear un día sí y
otro también desde 1953 hasta ahora”. “¿Y qué opina sobre los
‘indignados’?” “Pues que en México también existen jóvenes en
condiciones de lucha en la calle y que tienen que ser tomados en cuenta.
Los muchachos la tienen difícil pero ellos son la fuerza de este país”.
Aunque en sus obras rinda homenaje a las mujeres y sea “santa patrona
de las feministas”, como recuerda Marta Lamas, asegura que no le
gustaría que escribieran un libro sobre su vida. En jubilarse ni piensa,
dice que aún tiene mucho que devolverle a México y por eso trabaja en
una fundación que lleva su nombre y forma parte del equipo de asesores
de Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la izquierda.
“Poniatowska se avergonzó de sus privilegios y se convirtió en altavoz
de las causas silenciadas”, asegura Lamas. Dejó de formar parte de la
aristocracia europea para convertirse en la más mexicana, meterse en las
cárceles, hablar con los zapatistas y convertirse, como dice la canción
que le dedicó Liliana Felipe, en “la princesa del jitomate, emperatriz
del maguey”.
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