La muerte de Carlos Fuentes
Muriera donde muriera, el mexicano Carlos Fuentes dejó instrucciones precisas de que lo enterraran en el cementerio de Montparnasse, "cerca de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir"
Héctor Abad Faciolince arremete contra Carlos Fuentes, quien en vida estuvo más preocupado por la imagen mediática del escritor que de la calidad de su literatura.foto:archivo.fuente:elespectador.com |
Mientras cargan para allá con sus restos, me acordé de la voz de Jorge Negrete cantando un corrido de su país: “México lindo y querido / si muero lejos de ti / que digan que estoy dormido / y que me traigan aquí”. Aquí lo pueden oír: http://bit.ly/rz5N1I y aprovechen para fijarse en la imagen de Jorge Negrete. Su estampa fue el modelo de belleza para los latin lovers: moreno, delgado, mero macho, peinadísimo, de corbata, con bigotico negro muy cuidado. ¿A quién se parece mucho? Pues nada menos que a Carlos Fuentes.
Fuentes,
desde hace decenios, se paseaba por el mundo entero como una especie de
embajador de la literatura, perfectamente ataviado como Jorge Negrete,
dando discursos en los que pontificaba sobre todo lo divino y humano: no
solamente sobre quiénes eran sus herederos legítimos en la literatura
latinoamericana, sino sobre cualquier tema de sociedad o política
internacional. Al mismo tiempo, casi cada año presentaba nuevos libros,
lo cual habla muy bien de su capacidad de trabajo, pero que comparados
con sus grandes primeras obras (La muerte de Artemio Cruz, Aura, La
región más transparente) parecían escritos por un aprendiz. Son ensayos y
novelas descuidados, precipitados, como si hubieran sido escritos en
hoteles y aeropuertos, cuando las recepciones y los agasajos dejan un
espacio en la vida. Los libros de madurez de Fuentes eran dignos, aunque
muy abundantes. Una vez Monsiváis declaró que si a Fuentes le habían
dado una beca de dos años para escribir Terra Nostra, a él deberían
darle otra para leerlo. Pero el personaje Fuentes acabó dándole un golpe
de estado al escritor Fuentes. Cuanto más crecía el primero, menos bien
escribía el segundo.
En la ‘cultura del espectáculo’ de la que
habla Vargas Llosa en su último libro, el escritor contemporáneo corre
un grave riesgo: que su imagen se lleve por delante su obra. Que la
permanente exposición al mundo aniquile su concentración como artista.
Al conocer a Fuentes había algo que llamaba la atención y que José
Saramago registró con agudeza: “No soy persona que pueda ser fácilmente
intimidada, pero mis primeros contactos con Carlos Fuentes, en todo caso
siempre cordiales (…), no fueron fáciles, no por su culpa, sino por una
especie de resistencia que me impedía aceptar con naturalidad lo que en
Carlos Fuentes era naturalísimo, y que no es otra cosa que su forma de
vestir. Todos sabemos que Fuentes viste bien, con elegancia y buen
gusto, la camisa sin una arruga, los pantalones con la raya perfecta,
pero, por ignotas razones, pensaba yo que un escritor, especialmente si
pertenecía a esa parte del mundo, no debería vestir así. Gran
equivocación mía. Al final, Carlos Fuentes hizo compatible la mayor
exigencia crítica, el mayor rigor ético, que son los suyos, con una
corbata bien elegida. No es pequeña cosa, créanme”.
Concuerdo con
la primera observación de Saramago; menos con el matiz que luego le da. A
Carlos Fuentes le gustaba hacer un permanente monumento de sí mismo,
empezando por el exagerado atavío. Le gustaba oírse hablar, oírse
caminar. Le gustaba su imagen de Negrete en los espejos. Se sentía
cómodo en su papel de pontífice de las letras. Era tieso, solemne. Y su
último acto fue prepararse la tumba en París, cerca de quienes él
consideraba sus pares. Dijo en una de sus últimas entrevistas: “Tengo un
monumento muy bonito esperándome; se acerca el momento de ir a
ocuparlo”. Dentro de poco estará ahí, en su automonumento. Para algunos
escritores este es “un modelo de intelectual”. Para otros, entre quienes
me cuento, es el antimodelo: exactamente eso a lo que nunca quisiéramos
parecernos. ¿Se imaginan a Coetzee, a Philip Roth o a García Márquez
mandándose a hacer un monumento? No lo necesitan: su único y verdadero
monumento son sus libros.
1 comentario:
En desacuerdo tota, Marcelo. Se entierra en Montmatre junto a sus dos hijos. Su familia tiene lazos con Francia. Revisa tus notas sobre su vida.
Me parece, Marcelo, que debes repasar la bibliografía de Carlos Fuentes,¿es que sus cuentos, crítica y artículos periodísticos no te parecen válidos?
Si es cierto que Terra Nostra es difícil y hermética entonces ¿cancela esta novela todo lo demás?
De ninguna manera.
Carlos Fuentes es Carlos Fuentes así se entierre en la Luna.
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