En los cuentos de La legión extranjera, protagonizados generalmente por
mujeres, la brasileña Clarice Lispector se revela así misma por medio
de sus curiosos personajes
Clarice Lispector, antes de morir en un incendio que ella descuidadamente provocó al quedarse dormida con el cigarrillo encendido, entendió que escribir era su destino. foto.fuente:adncultura.com |
Hija de ucranianos judíos, criada en Recife. Huérfana
de una madre paralítica poco antes de cumplir los nueve años. Lectora
voraz de las fábulas de Monteiro Lobato. Clarice Lispector (Tchechelnik,
1920-Río de Janeiro, 1977) supo desde temprano cuál sería su lugar en
el mundo: "Cuando era pequeña pensaba que el libro era una cosa como un
árbol, como una mesa, como la comida. Cuando descubrí que también tenía
un autor, yo dije? Eso quiero ser'". A pesar de que sus primeros cuentos
fueron rechazados en la sección de contribuciones infantiles del Diario
de Pernambuco, por narrar sensaciones en lugar de una trama, la
escritora permaneció fiel a su estilo. Es que como lo sintetizó con un
neologismo João Guimarães Rosa -el otro gran renovador de la literatura
brasileña del siglo XX-, Lispector "descrevive", suerte de fusión entre
el describir y el vivir, algo muy propio de los escritores malditos y de
los santos.
La legión extranjera , segundo volumen de
relatos de la autora publicado originalmente en 1964, puede ser leído
hoy como si hubiese sido escrito ayer. Ocurre que lo que importa en
Lispector no pasa por capturar lo comarcal o el espíritu de una época.
Pasa por el costado más intuitivo y hasta supersticioso del ser, por la
tornadiza dialéctica de las relaciones humanas y sobre todo por la
convivencia díscola de uno consigo mismo. "Monja alegre y monstruosa,
pobre de mí", se lamenta, lejos del amparo de su pupitre, la
protagonista de "Los desastres de Sofía".
Los personajes de Lispector son en su mayoría mujeres.
Heroínas de mil rostros con una única voz. Pitonisas paganas que saben
de antemano que no existe un grial pero que tampoco pueden evitar salir a
su encuentro. Niñas de escuela primaria que sueñan con sus maestros
mientras duermen "enroscadas", como acusa la empleada de Sofía en el
cuento inaugural de La legión extranjera , adolescentes
baudelerianas ávidas de estrenar su angustia ("El mensaje"), o mujeres
adultas capaces de dejarse intimidar por "los ocho años altivos y bien
vividos" de una vecinita trigueña, como se evidencia en el duelo verbal
librado entre la escritora -álter ego de la autora- y la Ofelia del
cuento que presta título a este libro. No es casual que heroínas como
las de Lispector, que saben -como las de Marguerite Duras- lo que
significa habitar un espacio, en silencio, apropiándoselo, sepan también
cómo habitar a los otros, o en los otros, como por telepatía. Quizás
ésta haya sido una de las razones por la cual Lispector fue invitada al
Primer Congreso de Brujería llevado a cabo en Bogotá en 1975. Un convite
que no declinó y en el que decidió leer "El huevo y la gallina", uno de
los relatos más herméticos de esta compilación.
Los animales en la literatura de Lispector son un buen
contrapunto para comprender aquello que los hombres no son. Algo
compacto, sin fisuras. El miedo puro del pollito de "La legión
extranjera" no puede competir con los vaivenes anímicos de la escritora
protagonista de ese cuento. La indiferencia perfecta del basset de pelo
rojizo en "Tentación" tampoco es comparable a la mezcla de desazón y
sorpresa que experimenta la jovencísima pelirroja con hipo, que ve
alejarse al perro con la sospecha de que se trataba de "su otra mitad en
este mundo". Por otra parte, la relación de Lispector con los objetos
-tal como ella lo expresó en una entrevista que, extrañamente, la
encontró en Buenos Aires en marzo de 1976 para participar de la Feria
del Libro- intenta asemejarse a la comunicación que Van Gogh establecía
con sus muebles, sus zapatos. Es decir, un vínculo en el que las cosas,
al igual que las personas, estén investidas de un "áurea" que roce lo
espiritual.
Si bien las narraciones de corte surrealista -"Monos"- no están ausentes en La legión extranjera
, como tampoco ciertos cuentos de apariencia liviana que cortejan el
ejercicio literario -"La quinta historia"- o encumbran un suceso banal
-"Tentación"-, lo que prima en el conjunto es el registro trágico. Cada
drama está considerado desde la perspectiva del que lo sufre y no desde
lejos, distanciado. En otras palabras, el narrador en tercera persona es
empático, maternal, ágil para ponerse en el lugar del otro y adoptar su
escala de valores. Hay en Lispector una obsesión por puntualizar la
edad de sus personajes, y un talento extraordinario para escribir desde
esa edad. Como si no hubiera enfermedad pequeña, cada cuento de
Lispector invita a que el lector se sienta dentro de un cuadro del vía
crucis. Sus soliloquios en primera persona son intensos, crudos,
certeros. Suerte de radiografías magnificadas del dolor en las cuales
ninguna terminación nerviosa escapa a la lupa de su hiperpercepción.
Lispector es diestra a la hora de fabricar personajes que se creen
sobrevivientes del apocalipsis, aunque la única baja en sus vidas, y en
el texto, haya sido la de un ave de corral. Pese a su origen semita, el
imaginario cristiano es recurrente en el interior de sus relatos, en los
títulos de sus cuentos y de sus libros, como es el caso de La pasión según G. H. o El vía crucis del cuerpo
, de reciente publicación en la misma colección de esta editorial en la
que los textos críticos ocupan cerca de la mitad de cada volumen. No
obstante, las más de las veces, este imaginario católico es empleado
como mera matriz para secularizar lo bíblico o, en su defecto, expandir
sus fronteras.
Escritora incontestable, Lispector no se conforma con
el cliché del bien decir, o con decir de menos por temor a equivocarse.
Prefiere ir hasta el fondo, pecar por exceso -"una alfombra está hecha
de tantos hilos que no puedo resignarme a seguir un único hilo; mi
enredo viene de que un relato está hecho de muchos relatos"- y dejarse
vencer por el lenguaje -"las palabras me anteceden y me sobrepasan, me
tientan y me modifican, y si no me cuido será demasiado tarde: las cosas
se dirán sin que yo las haya dicho"-, tal como lo confiesa la narradora
de "Los desastres de Sofía", acaso una escritora futura. No
profesional, amateur , libre, como se define la propia
Lispector, y como son las escritoras que pueblan con insistencia sus
textos. Como si Clarice Lispector no pudiera haber sido otra cosa, no
pudiera haber sido, tampoco en la ficción, más que sí misma..
La legión extranjera
Clarice Lispector
Corregidor Trad.: Paloma Vidal
193 páginas
No hay comentarios:
Publicar un comentario