Más de ochenta escritores de todo el mundo analizaron los problemas de la literatura y también se divirtieron
Ganador. El argentino Eduardo Berti fue uno de los protagonistas del festival y recibió el Premio Internacional de las Américas por “El país imaginado”./Revista Ñ |
“La tensión entre el poder de la lengua y la lengua del poder se
siente con toda su fuerza en Puerto Rico: nos aferramos al español, que
es la lengua de nuestra historia y de nuestra tradición, mientras que
desde el poder intentan meternos el inglés, que es el idioma del poder”.
Esto se dijo ayer por la mañana en una de las docenas de mesas,
debates, charlas magistrales, conferencias y lecturas que formaron parte
del Festival de la Palabra de Puerto Rico, un encuentro entre 80
escritores llegados de toda América latina, el Caribe, Europa, Africa y
Oriente Próximo que ya va por su tercera edición y cuya idea es,
justamente, establecer un puente entre autores y lectores que se intuyen
o se conocen a lo lejos, pero que a partir de este vínculo entre unos y
otros acercan literaturas distantes y narrativas que, durante cuatro
días y para siempre, dejan de ser exóticas.
Por azar o guiño del
destino, el arranque del Festival y su broche de oro tuvieron color
argentino. Luego de la ceremonia de inauguración el jueves último por la
mañana, la primera actividad estuvo a cargo de Betina González,
ganadora del Premio Clarín de Novela en 2006, en el marco del encuentro
“Yo también soy lector”, destinado a poner a los autores en contacto con
el público más joven. La mayoría de los escritores se sometieron a los
cuestionarios adolescentes, a veces tan inteligentes como inesperados.
Guillermo Martínez, otro de los argentinos que dijeron presente, tuvo
que responder que él también leía en el baño, ante la decidida intriga
de una quinceañera. El broche de oro tuvo que ver con otro de los puntos
fuertes del Festival: la entrega del Premio Internacional de las
Américas a la mejor novela publicada el último año. Se trata de un
galardón entre pares, dado por escritores a un escritor, y esta vez fue
para E l país imaginado de Eduardo Berti.
Las actividades
se llevaron a cabo en la sede del Museo de Arte de Puerto Rico, y
reunieron a figuras como los españoles Manuel Rivas, Almudena Grandes y
José Ovejero, los mexicanos Jorge Volpi y Guillermo Arriaga, las
chilenas Diamela Eltit y Alejandra Costamagna y el guatemalteco Rodrigo
Rey Rosa, entre muchos otros. Todos, juntos o por separado, hablaron de
los sueños, los problemas y cambios que atraviesa la literatura en esta
primera década del siglo e intentaron contestar: ¿desde qué voz se
escribe hoy? ¿Desde el origen, el desarraigo o el exilio? ¿Cómo
subsiste la diversidad cultural y literaria en la era de los mercados?
¿En qué posición se encuentra hoy el español en el contexto de la
narrativa mundial?
Sin duda, el Festival de la Palabra tuvo como
protagonista el intercambio de ideas, la pluralidad, el deseo de
convivir y reconocerse más allá de las geografías. “Las modas y
polémicas saltan las fronteras vertiginosamente. Y en el medio del
torbellino el ser humano necesita como nunca hallar formas de verdadera
comunicación, aquella que se basa en el conocimiento y la comprensión de
los otros y de sí mismo. Necesita más que nunca de las palabras”, dijo
el español José Manuel Fajardo, director de Programación del Festival,
quien junto a la puertorriqueña Mayra Santos Febres, su directora
ejecutiva, más un ejército de voluntarios nuevos y reincidentes, tiñen
al encuentro del mejor espíritu del Caribe.
Por eso también hubo
música, poesía, charlas en escuelas, talleres y sobre todo, muchas
anécdotas. Vaya un pequeño muestrario: la escritora cubana Wendy Guerra
estuvo retenida en el aeropuerto durante horas por portación de
nacionalidad (para ingresar a Puerto Rico se necesita la visa
estadounidense), pero peor la pasó el chileno Alejandro Zambra, a quien
primero le cancelaron un vuelo, luego le perdieron las valijas y
finalmente quedó afónico, con lo que no pudo participar en casi ninguna
de las mesas que tenía asignadas. El comentario con más rating entre los
escritores tuvo que ver con la sorpresa por el Premio de la FIL de Guadalajara a Alfredo Bryce Echenique, después del escándalo por plagio
en sus columnas periodísticas, que obligó a los dos miembros del jurado
que se lo concedió, aquí presentes –Volpi y Mayra Santos Febres-, a
defender su decisión. Pero el hallazgo más sorprendente fue ver cómo
Guillermo Martínez, matemático al fin, demostró en la mesa de ruleta de
un casino una teoría que combinando cálculos, estadísticas y
probabilidades, le hizo ganar siete apuestas seguidas. Pronto se corrió
la voz y muchos le andan pidiendo la fórmula. Porque de esas voces, así
como de las palabras dichas o narradas, se construye también la ficción
que hasta anoche tuvo momentos de gloria en San Juan de Puerto Rico.
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