El año pasado, en esta misma fecha, @hectorabadf consignó en su cuenta Twitter: “No voy a celebrar ni a execrar (¡en español!) el 12 de octubre. Somos el puñal y la herida; los nietos del violador y de la violada”
Ilustración/Internet./elespectador.com |
Por su parte @luisharistizbal habló de “Cristóbal Colón, inventor de
la colonoscopia de los europeos a los americanos”, y según Ricardo
Ostuni, un historiador argentino, Colón se dijo: “¿A dónde carajo habré
llegado que aquí todos me reciben en bolas?”. Alguien citó a Rodrigo de
Triana: “Qué ¡Tierra! ni qué ¡Tierra!, joder, lo que grité cuando vide
aquesas mozas en pelotas fue ¡Indias!”, y a @animesa, Speedy Manizales,
le confirmé que en el Puerto de Palos sabemos desde 1492 que Rodrigo de
Triana, al ver cuer[p]os tan gentiles, vociferó “¡Indiaaaaaaaaas!”. Un
tuitero español recordó que “a estas horas en 1492 estábamos
descubriendo a los sudacas”, y @MissDislexia recomendó ver en Youtube la
Cantata del adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, de Les Luthiers:
“Nos descubrieron, ¡por fin nos descubrieron!”.
Implacable en el
humor negro fue @eldiosquenoreza: “Hoy no hemos tenido clase. Muchas
gracias a todos los indígenas asesinados”; @Joansinmiedo relató desde
Cataluña haber visto en México “soldados chamaquitos que desfilan para
celebrar cómo exterminamos a sus ancestros”; y @ChumelTorres aseguró que
“si a Colón le hubiesen advertido de Arjona, se daba la media vuelta y
cancelaba todo”.
Y para terminar el cuento, creo que debo narrar
una anécdota que viene hoy como yelito al güisqui. En 1991 me llamó
desde Lausana (Suiza), una buena amiga, la escritora Helena Araújo,
colombiana a carta cabal. Estábamos en vísperas del fementido V
Centenario, y Helena, que es de armas tomar (no en vano su padre fue
ministro de las Fuerzas Armadas), me contactó para que yo colaborase en
unos actos contra semejante mascarada. Por supuesto, yo compartía sus
puntos de vista, pero no podía ignorar lo que Helena sí estaba ignorando
en base a puros plurales donde me implicaba, algo que a fin de cuentas
volvería surrealista mi intervención en tales actos. De manera que tuve
que decirle: “Estoy de acuerdo, Helena, pero me parece contraproducente
que yo participe. Fíjate que al incluirme en esos plurales
latinoamericanos te estás olvidando de que yo soy español”. Se produjo
un silencio al otro lado de la línea, y al cabo me llegó la inapelable
sentencia. Helena me ordenó: “Te lo prohibo”. Y así es: lo queramos o
no, ustedes y yo, soy su compatriota, y me siento arrechamente,
berraquísimamente orgulloso de serlo. ¡Pues eso, joder! [con un fuerte
acento peninsular que nunca tuve].
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