29.10.12

Juan Gustavo Cobo Borda

Poesía de la A a la Z

Juan Gustavo Cobo Borda. / Daniel Mordzinski./elpais.com

La musa inclemente

Aprendí contigo
que todo acto
se torna irrisorio
sobre el telón de la distancia
Aprendí contigo
que cualquier ímpetu
naufraga
ante las atareadas murallas
de lo razonable
Aprendí contigo
a volver mudo el lenguaje
para medir así
el vacío que pule las aristas
y ahoga su secreta resonancia
Aprendí contigo
lo vano del entusiasmo.
Lo pueril de una carta.
Lo cotidiano de la muerte
y sus desengaños.

En este poema habita Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948). Estos versos vislumbran y muestran el universo poético de este escritor colombiano que ha seducido a los lectores desde la serenidad de sus sentimientos y pensamientos, y a través del ímpetu de sus reflexiones emotivas. Su concepción de una vida rodeada y esparcida de sentimientos, de una mirada que va atrás y adelante al mismo tiempo, que evoca y contempla y piensa, que calla y que habla. Con ironía, agradecimiento o sinceridad, pero siempre bajo la sombra del amor en sus múltiples estirpes. Álvaro Mutis dijo: "Cobo Borda se interna por las regiones del corazón, del placer y del olvido. Allí es un maestro".
Todo eso se puede ver en el libro Poesía reunida que acaba de publicar Tusquets. Allí están sus títulos de El animal que duerme en cada uno, La musa inclemente, Los poetas mienten y Cuando papá perdió la guerra, más algunos poemas inéditos. Veamos a donde nos lleva Cobo Borda en los siguientes poemas:

Tierra caliente

Como la canción de la radio
también aquí,
en una pequeña ciudad de provincia,
la noche es tibia y callada.
Música de mecedora que cruje
se enciende y se apaga una luciérnaga.
Vaho de la tierra: hondo tu cuerpo.
El oscuro roce de una mano
es ese astro que arde.
Bocanada tras bocanada, aspiro tu piel.
Al desnudarte, el cielo se rasga:
tormenta de verano.

Combate

Las palabras no sirven
si no te traen enseguida.
Las palabras son vanas
si no restituyen
tu calor y tu encanto.
Las palabras resultan inútiles
si no me permiten coger este mundo
en el puño
y ponerlo a tus pies.
Las palabras se vuelven despreciables
si no disuelven
el fantasma de los celos
y al hombre con quien vives
y que quizá también te ama.
Las palabras son superfluas
si no curan la impaciencia
y me llevan a instalarme en tu alma.
Las palabras son estériles
si no te cubren de gloria
y te hacen aún más bella
que el desenfrenado júbilo
con que te canto.
Las palabras son innecesarias
si no desvían un avión
en Mejorada del Campo
o recrean una memoria
que se apaga.
Ah, las pobres palabras:
suficientes penas
para decirte que te amo.
Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948) es un animal literario que vive entre los veinte mil volúmenes de su biblioteca. Un “hábitat” que no le es ajeno porque hace casi medio siglo comenzó a ir todos los días a la avenida Jiménez de Quesada con la Carrera Octava, en pleno centro de la capital colombiana, para ponerse al frente de una librería de siete pisos. Luego fue editor, enseguida subdirector de la Biblioteca Nacional de su país y durante una década dirigió la revista literaria ECO. Pero de manera paralela, expresa él mismo, ha cultivado “el fervor y la pasión por un arte anacrónico y feliz”: la poesía. “Que ahora, en 2012, Beatriz de Moura reúna Poesía reunida, 1972-2002,  todos mis poemas, en la colección Nuevos textos sagrados, de Tusquets, cierra mágicamente un ciclo”.
Son cuatro libros y siete Nuevos Poemas que, en conjunto, dibujan el “mundo equilibrado” del autor: amor y lucidez, furia y compasión, gozo y encanto, emotividad y dicha, fracaso e ironía. “Porque nos morimos día a día y siempre subsiste lo inalcanzable: “El reino que estaba para mí", escribe por correo electrónico desde Bogotá. Pero es fascinante intentarlo. Además, añade: "¿Cómo no ironizar sobre un país que tiene más próceres que héroes y donde el eterno retorno del anacronismo nos aflige cada día? Fracaso e ironía: la pareja perfecta”.
Para escribir un poema, Cobo Borda permanece en estado de alerta y se fija en cosas que, en apariencia, no tienen nada que ver. Entonces, de repente, le llega la inspiración. “Viene sola, se concede, asoma y guiña el ojo. Miro no para ver, sino para contemplar apenas. Y quizá de allí surge el poema”. Tacha, corrige y “castiga” lo que escribe. “El exceso de rigor permite que brote más fresca y renovada esa parcela de paraíso”. Así se esfuerza por alcanzar el ritmo musical, el rigor conceptual y las imágenes luminosas que luego ofrece al lector.
"¿Cómo no ironizar sobre un país que tiene más próceres que héroes y donde el eterno retorno del anacronismo nos aflige cada día? Fracaso e ironía: la pareja perfecta"
Pero todo esto no le sería posible sin nutrirse de “lecturas maliciosas” de escritores como Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes. O José Bianco, Alejandro Rossi y Sergio Pitol. “Una confirmación de que el pasado está más vivo que este escuálido presente y de que hay que leer con malicia para detectar lo que subsiste”. Tampoco sin ir al cine o contemplar calles y paisajes, sin compartir vinos y pescados y sin “querer a distancia y amar con profunda y decantada rabia”. O sin “matar” a sus “padres literarios.” Por ejemplo, a Eduardo Carranza. “Por su grande elocuencia, retórica bolivariana e hispanismo trasnochado. Con el tiempo aislé varios poemas suyos. Pero cuando lo leí por primera vez, a los 16 años, qué fastidio y qué ganas de jugarle una mala pasada”.
Juan Gustavo Cobo Borda dice que no tuvo infancia porque su padre fue un republicano español partidario de Manuel Azaña y perdió la guerra y no hablaba mucho de ello, “como debe ser”. “Por eso tuve que inventarlo todo y convertirme en un simulador que fingía conocer libros que no entendía y escribía seudo poemas que eran flagrantes plagios de, juzgue usted, Pablo Neruda y sus Veinte poemas de amor. En esa esquizofrenia perdí la infancia que ahora recobro con gran alborozo y dicha. Comienzo a entender lo que mal leí”.
Este poeta, que también es ensayista y editor, se autodefine como un “lector impertinente.” Lo ha sido siempre, pero cuando dirigía ECO se especializó en confeccionar lo mejor de los principales autores latinoamericanos. Recibía cartas desde La Habana con poemas de Lezama Lima. O desde París, con textos de Julio Cortázar. O desde Caracas con ensayos de Guillermo Sucre. Así hizo 272 números de la revista. Ahora, además de escribir poemas, alimenta su propio magazín en Internet con lo que siente y le conmueve. “Una revista es eso: el diario de nuestra vida”.  

* Poesía reunida. Juan Gustavo Cobo Borda. Editorial Tusquets. 324 páginas.

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