28.2.15

El Nobel de Literatura 2015 cuenta con 198 candidatos al premio

Un total de 198 escritores aspiran este año a ganar el Nobel de Literatura, anunció este jueves la Academia Sueca, la institución que otorga el premio
Patrick Modiano, ganador el año pasado por su "arte de la memoria"./elcolombiano.com
De los aspirantes a suceder en el palmarés del galardón al francés Patrick Modiano, ganador el año pasado por su “arte de la memoria”, 36 han sido incluidos por primera vez en la lista de candidatos, que a finales de mayo deberá quedar reducida a cinco nombres, de los que saldrá el ganador definitivo.
La Academia Sueca envía cada año en septiembre entre 600 y 700 formularios de nominación a personas e instituciones cualificadas para proponer candidatos al premio.
Entre quienes pueden nominar a candidatos figuran los miembros de la Academia Sueca o de otras organizaciones similares, profesores de Literatura y Lingüística de universidades, anteriores premiados y presidentes de sociedades de autores representativas en sus países.
En un comunicado difundido en su blog, el secretario permanente de la Academia, Peter Englund, mostró su “irritación” porque cada año haya nominadores que revelen al público a quién han propuesto y avisó de que eso va “contra las reglas”.
“En realidad tenemos la posibilidad de anular la nominación en cuestión, y no es imposible que ocurra con alguna propuesta en el futuro”, afirmó Englund.

Cuatro cuentos

Así reconozca que he escrito una docena larga de cuentos capaces de dibujar una sonrisa en los labios de Dios, prefiero leer cuentos ajenos, una labor mucho más grata y descansada, más civil, menos pedante. "Que otros se jacten de los cuentos que han escrito…"
 
Jorge Luis Borges, autor argentino de Tlön Uqbar, Orbis Tertius.


Julio Cortázar, autor argentino de Continuidad de los parques

Augusto Monterroso, autor guatemalteco de El eclipse.

Juan José Arreola, autor mexicano de En verdad os digo./elespectador.com

Dicho lo anterior, declaro sin vacilaciones que los cuatro mejores cuentos latinoamericanos son, a saber:
Tlön, Uqbar, orbis tertius de Jorge Luis Borges. Un grupo de millonarios excéntricos decide crear un mundo minucioso, con sus mapas y barajas, con sus lenguas y matemáticas, con su historia y mitologías, con sus pájaros, flores y piedras, con su filatelia y numismática, y emprenden la redacción de la Enciclopedia de Tlön, una obra de once tomos pesados. Todo fue bizarro e inofensivo hasta cuando empezaron a aparecer, primero en el bolsillo de un borracho y luego en todas partes, objetos de Tlön. El primero fue un cono metálico, pequeño como un dedal y pesado como una máquina de escribir, que dejaba una sensación repugnante en la mano.
Continuidad de los parques de Julio Cortázar. Un hombre está leyendo una novela en un salón en un sillón verde, de espaldas a la puerta para evitar distracciones. La novela cuenta el encuentro de una mujer y su amante en una cabaña para tramar un crimen. Luego el amante corre por un bosque y entra en una casa cuyas puertas están abiertas, como prometió la mujer, empuña el cuchillo, entra en un salón y avanza hacia el respaldo de un sillón verde donde un hombre lee una novela.
En verdad os digo de Juan José Arreola. Un físico de partículas emprende un día el proyecto de desintegrar un camello, convertirlo en un hilo finísimo —un haz fotónico—, pasarlo por el ojo de una aguja y reconfigurarlo al otro lado, con su pelo y su mugre, sus grandes ojos tristes y sus elásticas cervices. Como ven, la idea de este físico piadoso es sencilla y casi que peca de científica. El fin, asaz noble: rectificar la parábola que Jesús dejó caer un día, a lo mejor sin mala intención: "Primero pasa un camello por el ojo de una aguja que un rico por la Puerta del Reino de los Cielos".
El eclipse de Augusto Monterroso. Un fraile español es capturado por soldados mayas y llevado a la piedra de sacrificios. De repente, el fraile recuerda la fecha y un cálculo de Aristóteles y predice un eclipse que ocurrirá dentro de dos horas exactas si no es liberado de inmediato.
"Dos horas después el corazón del fraile chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de la voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, prodigios que los astrónomos mayas habían previsto y anotado sin el valioso concurso de Aristóteles".
En el primer cuento, Borges traslapa dos planos narrativos con una prosa de alta precisión, moviéndose como un gato en ese ámbito que conocía mejor que nadie, el libresco.
En el segundo cuento, Cortázar replica el método de Borges y funde limpiamente el plano de la novela y el plano del cuento. El tino de este empalme puede explicar por qué Gabo y millones de ojos queremos tanto a Julio.
Los dos cuentos siguientes no operan por traslapes sino por oposiciones. Arreola enfrenta en tono de parodia el mundo delirante de la ciencia ficción con el mundo fantástico de Las Escrituras.
Monterroso sigue los pasos del mejicano y contrapone, a la brillante y previsible astronomía europea, la sorpresiva y brillante astronomía maya.
Son cuatro milagros distintos y una sola felicidad verdadera, el cuento perfecto. Estos resúmenes precipitados son, por supuesto, pálidas sombras de los originales.

Ceremonias en torno de una mesa

Disciplina y creación. Desde el reino mágico de Toni Morrison hasta la dieta de estragos del pintor Francis Bacon, las fórmulas de los artistas para aislarse del mundo –y adentrarse en otro
Caos. Fogwill en el escritorio del último departamento donde vivió, en la calle Salguero. Sus computadoras siempre eran una especie de Frankenstein adaptado a sus necesidades, llenas de chocolate, yerba y otras sustancias./revista Ñ

Mecánico. Es conocida la anécdota de García Márquez, que para escribir siempre vestía un mameluco para sentirse "cerca del pueblo".

Diarios. Así se conoce la serie de obras del argentino Guillermo Kuitca. Son dieciocho “pinturas” que en realidad son las telas que fueron cubriendo su mesa redonda de trabajo entre 1994 y enero de 2000. Expuestas permiten observar una especie de work in progress: garabatos, manchas, anotaciones, dibujos e información diversa. “Tienen mucho de casuales –señaló el artista–. Son algo así como diarios involuntarios.”

Disciplinado. Henry Miller, en su estudio, consideraba que dos o tres horas de escritura eran suficientes para él, pero entendía que para sostener esos auténticos momentos de lucidez debía ser muy disciplinado.

Soldado. J. D. Salinger durante la II Guerra Mundial, con páginas de su novela El guardián entre el centeno.

Letras francesas. Simone de Beauvoir escribía en los cafés de París junto a Jean- Paul Sartre, pero en los últimos años de su vida trabajó en su estudio, después de tomar su té a las diez de la mañana.

No es casual que en su extraordinaria biografía sobre Rimbaud, Enid Starkie dedique uno de sus capítulos al estudio de la alquimia y la magia que, siendo muy joven, el poeta realizó en sus visitas a la Biblioteca Municipal de Charleville. Lector y discípulo de Michelet, Rimbaud habría entendido en el capítulo sobre la Edad Media de la Historia de Francia , el destacado papel de brujas y hechiceros en la liberación del espíritu y de la mente humana. Estos fueron los primeros doctores perseguidos por sus descubrimientos, ya que por entonces se pensaba que Dios enviaba la enfermedad, la ignorancia y la suciedad para probar al hombre. La magia había sido uno de los estudios en los que se sumergió Rimbaud para alcanzar el ansiado “desarreglo de los sentidos”, punto central de su doctrina estética. Su propósito, como escribió en Una temporada en el infierno , fue ayudar a los demás a liberarse. El alquimista, explica Starkie, recibe el fruto del árbol eterno para compartirlo y tratar de resolver la cuestión de la sustancia preciosa. Su meta no es lograr la perfección moral para sí mismo sino procurarse la esencia misteriosa y crear lo incorruptible. Todo creador podría probarse el atuendo del alquimista: aquel que convierte el barro en oro y mezcla sustancias tóxicas en busca de belleza.
Sin embargo, no hay pruebas de que Rimbaud se entregara a los experimentos de la magia negra: ni demonología ni aquelarres ni ceremonias obscenas. Parece que a Rimbaud le atrajo menos el rito en sí que el discurso hermético y las imágenes que descubría en sus libros. Esa falta de pruebas desecha una imagen posible del artista: la del alquimista, la del mago. ¿O acaso no podría pensarse como un ritual cuasi satánico el que llevaba a cabo Salinger todos los días en la cabaña que se construyó cerca de su casa para evadirse del mundo ordinario de su familia y abandonarse al universo de amor y sordidez de la familia Glass? Esa imagen del proceso de creación del artista como rito satánico tiene una escena ya mitológica: la del pacto con el diablo. Desde Estanislao del Campo hasta Thomas Mann retomaron la leyenda, porque resulta fascinante convertirse en voyeur del instante epifánico en que el artista pacta con el diablo para ser invadido por el genio. En la historia del arte, la iconografía preferida del cristianismo muta al demonio en ángel y es éste quien dicta a los apóstoles la palabra de Dios. Caravaggio lo compuso en su pintura San Mateo y el ángel . Esa iconografía es la variación de una misma idea: la de la voz. Fogwill, en medio del caos de su escritorio, repleto de cables y cigarrillos y rastros de chocolate y páginas sueltas de poemas que le fascinaban, escribía al dictado de una voz, quizás la misma “voz extraña” que escucha Fabián Casas o las voces que decía escuchar Faulkner al trabajar en Mientras agonizo . El lugar común habla de musas y son ellas, representadas del modo que sea, las que se instalan alrededor del escritorio o son convocadas en el atelier, para que el hombre común en una suerte de trance se convierta en el héroe que intentará atrapar “el gran pez dorado” al que se refiere el director David Lynch.

Tics, sudor y lágrimas

Cuando a Norman Mailer le preguntaban de qué dependía su trabajo respondía con una palabra que él consideraba desdichada: resistencia. “Convertirse en escritor profesional es tan difícil como convertirse en atleta. A menudo depende de la capacidad de mantener la fe en uno mismo”. No se escribe novela dedicándole dos horas brillantes por semana, decía Mailer. No se escribe una novela si se pierde demasiadas mañanas y demasiadas tardes en una resaca. Cómo se escribe, entonces, es una de las obsesiones de aquellos que ocupan los días en esa faena. Todo escritor tiene sus rituales. Lo supo Francesco Piccolo cuando recababa anécdotas para su libro Escribir es un tic (Ariel). Amparado en los ritos, entiende Piccolo, el escritor puede trabajar con serenidad pero, más que nada, crear un simbolismo por el que cada cual siente un apego especial, hasta el extremo de construir un ambiente mágico para volcar en él su energía creativa. Esta idea es literal en Toni Morrison. La habitación donde escribe la premio Nobel está llena de duendes y espíritus mágicos y no permite que nadie ingrese en ella por miedo a que estas figuras se escapen si ven a un extraño. Encontramos ritos algo más mundanos. La botella de whisky de Marguerite Duras, el mameluco de mecánico que vestía García Márquez, el café en la famosa cafetera de porcelana de Balzac.
No hay obra que refleje más un modo de trabajo como la serie “Diarios”, de Guillermo Kuitca. Se trata de enormes telas circulares con las que el artista cubría la mesa de trabajo de su taller: manchas de pintura, anotaciones de ocasión y una dirección de correo pueden funcionar como testimonio y huella de un proceso. Otro caso singular es el de Friedrich Nietzsche. Siendo profesor de filología en la Universidad de Basilea, Nietzsche padecía migrañas que lo dejaban postrado durante días con náuseas que lo hacían retorcerse de dolor. En el año 1879 presentó su renuncia. Como cuenta Frédéric Gros en su ensayo Andar, una filosofía (Taurus) es en esta época que Nietzsche se traslada a la aldea de Sils-Maria, donde el aire era transparente, el viento fresco y la luz resplandeciente, y se convierte en caminante. “Trabaja andando” hasta ocho horas por día y escribe El paseante y su sombra : “Exceptuando algunas líneas, todo ha sido pensado y esbozado a lápiz en seis pequeños cuadernos mientras caminaba”, confesó el filósofo. “En diez años –cuenta Gros– habrá escrito sus más grandes obras, desde Aurora hasta La genealogía de la moral , desde La gaya ciencia hasta Más allá del bien y del mal , sin olvidar Así habló Zaratustra .
La cuestión seguirá siendo siempre la misma: ¿de qué manera se escribe (o se pinta o se compone)? ¿Cómo crear algo que valga la pena mientras se gana la vida como empleado de un banco? ¿Acaso es mejor dedicarse por completo a un proyecto? ¿Se puede escribir con una vida caótica, con una vida displicente? ¿Se puede crear teniendo cuarenta años, un empleo mediocre y una madre que te regaña? Algunas de estas cuestiones intenta responderlas Mason Currey en un libro reciente: Rituales cotidianos (Turner). Surgido del blog Daily Routines, esta serie de instantáneas apuntan a mostrar cómo las grandes visiones creativas se traducen en una suma de hábitos cotidianos que, a la vez, pueden influir en la obra misma. Voluntad, autodisciplina y optimismo se conjugan en sus páginas. Es cierto que el libro de Currey parece enfocarse en métodos de artistas para brindar fórmulas a empresarios que intentan exprimir su lado creativo, sin embargo el volumen compila escenas mínimas, manías extrañas pero más que nada una serie de ejemplos sobre la fuerza de voluntad aplicada por escritores, artistas, compositores o filósofos de diferentes épocas, tanto europeos como estadounidenses. El crítico y escritor V. S. Pritchett se dio cuenta de que todos los grandes hombres se parecen en un punto: nunca paran de trabajar. “Es muy deprimente”, señaló.

Orden y progreso

W. H. Auden tenía una frase: “La rutina, en un hombre inteligente, es signo de ambición”. Como un estoico moderno, Auden sabía que el camino más seguro para disciplinar la pasión pasaba por disciplinar el tiempo. Era ordenado, riguroso y cronometraba cada momento de su día. Al parecer era el opuesto perfecto del pintor Francis Bacon, en cuyo taller reinaba absolutamente el caos (papeles y libros tirados en el suelo, muebles rotos, desechos por doquier). En ese escenario pintaba Bacon hasta que salía con sus amigos a beber, comer y bailar, desde la tarde hasta bien entrada la madrugada, y a pesar de esta rutina hedonista siempre se levantaba temprano, aunque hubiese dormido sólo dos horas, para ponerse a pintar. Le gustaba trabajar con resaca. “Porque mi mente chisporrotea de energía y logro pensar con mucha claridad”, solía decir. Auden y Bacon representan dos formas opuestas del mismo estoicismo. Auden desdeñaba a los noctámbulos, pero Toulouse-Lautrec, por ejemplo, pintaba por las noches en los burdeles; Samuel Johnson empezaba a escribir mientras Londres dormía, a la luz de las velas, y la artista Louise Bourgeois, al padecer insomnio, supo aprovechar ese tiempo acostada en la cama con su cuaderno de dibujos. Henry Miller también trabajaba por las noches hasta que se dio cuenta de que rendía mejor por las mañanas. Agatha Christie, que durante mucho tiempo se consideraba ama de casa, escribía a cualquier hora, en cualquier parte, en la mesa del comedor o en el lavadero, no importaba: siempre que tuviera un rato y una mesa fuerte se lo dedicaba a planificar asesinatos. Y mientras Goethe aconsejaba no forzar nada si es que no se podía escribir y que era mejor desperdiciar las horas o pasar los días durmiendo, Updike nunca creyó que debía esperar a estar inspirado para trabajar porque entendía que los placeres de no escribir son tan grandes que si uno empieza a entregarse a ellos jamás volverá a hacerlo. “La rutina es una condición de supervivencia”, escribió en una carta Flannery O’Connor. Salinger de algún modo lo ratifica: compuso El guardián entre el centeno mientras sobrevivía a las bombas de la Segunda Guerra Mundial.

¿El trabajo dignifica?


A ciertos artistas tener empleo los hacía sentir desdichados. A otros, en cambio, les otorgaba tranquilidad y una disciplina necesaria para el espacio creativo. Wallace Stevens, que desde 1916 trabajó como abogado en la Hartford Accident and Indemnity Company, decía que tener un trabajo fue una de las mejores cosas que le pudieron pasar. “Introduce disciplina y regularidad en nuestra vida. Soy todo lo libre que deseo ser y por supuesto no tengo ninguna preocupación en cuanto al dinero.” Otro caso es el de Joseph Cornell que a los 31 años consiguió un trabajo de nueve de la mañana a cinco de la tarde en la división de artículos domésticos de un estudio textil en Manhattan. Aunque era tedioso y mal remunerado, Cornell se sentía obligado a mantener su hogar, donde vivía con su madre, que lo retaba por acumular basura en la cocina, y un hermano minusválido. Sus extrañas “cajas”, confeccionadas con lo que su madre llamaba basura, todavía no se habían hecho célebres en el mundo del arte. Y cuando ocurrió, tuvo el valor para renunciar y dedicarse completamente a sus obras, pero al poco tiempo descubrió que sin trabajar no conseguía adquirir una rutina. Otro poeta, T. S. Eliot, fue maestro de escuela hasta que consiguió trabajo en la banca Lloyds de Londres. Aunque pudiera resultar deprimente esa perspectiva, Eliot estuvo agradecido de ese trabajo porque ganaba mucho mejor que un maestro y además era menos cansador. Permaneció allí ocho años.

No hay magia en la creación

“Escribir no es un trabajo duro, es una pesadilla”, señaló Philip Roth en 1987. “Con la escritura siempre se está volviendo a comenzar. Dado nuestro temperamento, necesitamos esa novedad. Hay mucho de repetición en este trabajo. De hecho, una habilidad que todo escritor necesita es la capacidad de permanecer inmóvil en esta ocupación profundamente desprovista de acontecimientos”. Hay una escena de la novela La visita al maestro que se acerca a lo que plantea Roth como pesadilla de repetición. Es un momento en el que el anciano E. I. Lonoff le describe al joven Nathan Zuckerman su rutina: “Doy vuelta a las frases. Esa es mi vida. Escribo una frase y luego le doy la vuelta. Después la contemplo y le doy otra vez la vuelta. Luego voy a comer. Después me instalo de nuevo y escribo otra frase. Luego tomo té y le doy la vuelta a la nueva frase. Luego releo las dos frases y les doy la vuelta a ambas. Después me acuesto en mi sofá y pienso. Luego me levanto y las tiro a la papelera y empiezo desde el principio otra vez. Y si me aparto aunque sólo sea durante un día entero de esta rutina, me siento frenético de aburrimiento y de una sensación de estar desperdiciándome”. En su poema “La dispersión”, Joaquín Giannuzzi capturó con acierto una imagen posible de la angustia del proceso creativo: “Sobre esta mesa he apoyado los brazos y la cabeza./ Piedad y desprecio por mi mundo. Los lugares comunes/ de la materia que me rodea. Un lápiz, una caja/ de fósforos, una taza de café, ceniza/ de cigarrillos sobre un desorden de papeles./ Cuánta desesperanza de poesía sin porvenir./ Y de pronto la certeza de que morir es apartarse de la mesa,/ la noción de que todo se perderá./ Cada cosa se ausentará de la otra,/ los objetos de quienes soy el centro dejarán de amarse./ Yo mismo, agonía volcada, volumen apretado al planeta/ me veré arrojado por la ventana,/ pedazo a pedazo, a trozos que se odian/ hacia la fría unidad de la noche”. Algo entendió Giannuzzi aquí: morir no es otra cosa que apartarse de la mesa.

Buenos Aires lee: es la ciudad del mundo con más librerías

Hay 25 por cada cien mil personas; le siguen Hong Kong y Madrid
El Ateneo Gran Splendid, una de las librerías más impactantes de la ciudad. / Santiago Filipuzzi./lanacion.com

Buenos Aires tiene otro motivo para sentirse orgullosa: ocupa el primer lugar en el mundo en cantidad de librerías por habitante, según el estudio World Cities Culture Forum 2014. Tiene 467, aunque su distribución territorial es muy desigual: en algunos barrios se concentran grandes cantidades, y en otros directamente no hay ninguna.
En el ranking internacional, que incluye otras 25 grandes urbes, Buenos Aires figura con 25 librerías cada 100.000 habitantes; la escolta Hong Kong, con 22; Madrid, con 16, y Shanghai, con 15. Los últimos lugares los ocupan Singapur y Estambul, con 3.
De la información publicada por el sitio oficial Buenos Aires Data se desprende que San Nicolás, en el microcentro, es el barrio porteño que más librerías tiene: 121. Recoleta tiene 57 y Balvanera, 46. En cambio, en Villa Soldati y en Barracas, entre otros, no hay ninguna.
La categoría "librería" incluye a todos los lugares de venta de libros a la calle.
La concentración de los lugares en los que se pueden comprar libros es muy marcada y diversa. En el microcentro hay una gran densidad: en San Nicolás son 242 habitantes por librería; en San Telmo, 1278, y en Caballito, 10.357.
En zonas más alejadas o hacia el Sur, la realidad es distinta. En toda la comuna 8, por caso, no hay ni una. Los barrios en los que no figura librería alguna son catorce.
Consultado por LA NACION, el vicepresidente de la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina (Alada) y dueño de la librería Fernández Blanco, Lucio Aquilanti, explicó: "Históricamente, se fundaron las librerías en el centro, en el barrio de San Nicolás. Se abrieron un montón de librerías, que están desde hace muchos años y que siguen porque la gente continúa comprando libros".
Las estadísticas publicadas por la Cámara Argentina del Libro (CAL) muestran que desde 2002 hasta 2013 el número de libros publicados creció de manera sostenida. La jefa de prensa de la división argentina del grupo Penguin Random House, Florencia Ure, ratificó esta información. "En los últimos años se expandió la cantidad de títulos, ya que crece y se diversifica el público, y entonces se diversifican los intereses y las categorías", dijo.
Aquilanti explicó que el atractivo de las librerías radica en que "la gente entra allí buscando algo que digitalmente no va a encontrar: conectarse con el librero, con el libro, con el papel, con los otros clientes". Cerca del 80% de la comercialización actual de libros en la Argentina se realiza a través de librerías.
Además, según la Encuesta a Librerías de la Ciudad de Buenos Aires (ENLI), durante el segundo trimestre de 2014 la facturación aumentó un 23,5% respecto del mismo período del año anterior, como consecuencia de un incremento interanual del precio promedio de los libros del 29,5%. Por otra parte, la apertura de dos nuevos locales en el período se vio reflejada en una pequeña mejora en el nivel de empleo.
La Capital no sólo lidera el ranking internacional, sino que contiene importantes librerías que enriquecen su acervo cultural. En pleno casco histórico porteño puede visitarse, entre otras, la casi bicentenaria librería Ávila, ubicada en Alsina al 500. Otra de las joyas entre las librerías del mundo es la librería Ateneo Gran Splendid. Construida en 1903 como teatro y utilizada hasta el año 2000 como sala de cine, funciona desde hace quince años como tienda de libros. Es la librería más grande de América del Sur y, según el diario británico The Guardian, la segunda entre las más bellas, detrás de la curiosa Boekhandel Selexyz Dominicanen, en Maastrich (Holanda), que ocupa una antigua iglesia de 800 años.

El distrito sin libros

En la comuna 8 de la ciudad, en cambio, no se registra ninguna librería, pero esos barrios no son los únicos en esta situación. Tampoco hay librerías en Barracas, Parque Chacabuco, Coghlan, Parque Avellaneda, Monte Castro, Vélez Sarsfield, Villa Luro, Villa Real, Santa Rita, Villa Pueyrredón, Villa Crespo y Villa Ortúzar.
En conversación con LA NACION, vecinos de Villa Soldati se quejaron de esta carencia. Explicaron que deben irse hasta otros barrios para conseguir libros.
"Si quiero un libro, tengo que ir a la avenida Corrientes, a parque Rivadavia", expresó Marcelo, de 44 años. Y dijo que la falta de librerías "es una ausencia importante".
"No tenemos cómo acceder: tenemos que salir a buscar a [Nueva] Pompeya, a Flores", contó Marta, de 63. Y ejemplificó: "Cuando quiero ayudar a mi nieta con su tarea y tiene que buscar información, no tengo cómo hacerlo. Porque no sé usar la computadora y tampoco tengo un libro o diccionario en el que esté lo que buscamos".
La mayoría de los consultados dijo que los libros que tenían en sus casas eran heredados o que se los había proveído la escuela. "Fuera del libro escolar, no tenés otra cosa", afirmó Vanina, de 31 años. "Si yo quiero comprarles un libro de cuentos a mis hijos, no tengo dónde hacerlo, no hay un lugar acá en donde se vendan."
Mónica, de 50 años, resumió lo que sienten los vecinos al expresar: "Estaría bueno, al menos, que hubiera una librería de libros usados".

El cerebro humano es una máquina hecha con piezas recicladas

La evolución ha reutilizado capacidades surgidas en la sabana africana para adaptarse a actividades modernas como la lectura
El cerebro es capaz de reutilizar para usos modernos circuitos cerebrales surgidos por motivaciones antiguas. / Museo del Neandertal./elpais.com
La evolución actúa como MacGyver, un tipo capaz de construir artefactos con los que derrotar a un ejército aprovechando los adminículos que se pueden encontrar en una ferretería de pueblo. Como el agente especial que protagonizaba la serie de los ochenta, la selección natural toma las herramientas que tiene a mano y les da nuevos usos. Un ejemplo son las plumas, que funcionaban como un sistema de climatización para los dinosaurios y acabaron sirviendo para volar. Otra muestra de la forma de operar de la naturaleza son las manos humanas. Con un pulgar enfrentado al resto de dedos, permiten manejar con precisión desde puntas de lanza hasta pinceles y se consideran un paso fundamental en el proceso de humanización. Sin embargo, como mostraba un estudio reciente, nuestros ancestros tenían manos modernas mucho antes de que sus cerebros fuesen capaces de utilizarlas para crear tecnología. Es posible que aquellas herramientas resultasen ya útiles para hurgar en el tronco de los árboles en busca de comida o recolectar raíces, y después, cuando la aparición de una mente más compleja lo hizo posible, se acabasen empleando para tareas más sofisticadas.
Nuestro cerebro, como otras partes del cuerpo, también es un collage de piezas heterogéneas que resultaron útiles en algún momento de la historia evolutiva o, al menos, no fueron tan nocivas como para ser descartadas. Ese gusto por el reciclaje ha tomado un nuevo significado cuando se trata del cerebro de una especie como la humana, que a través de la cultura ha reformulado las reglas de la evolución.
En un artículo publicado esta semana en la revista Trends in Cognitive Sciences, investigadores de Dartmouth College revisan lo que se conoce sobre la materia y explican que nuestra habilidad para responder a rápidos cambios culturales es posible porque el cerebro es capaz de reutilizar para usos modernos circuitos cerebrales surgidos por motivaciones antiguas. Ese sería el caso de la lectura, una actividad que los humanos solo han practicado de forma habitual en el último siglo de sus 150.000 años de existencia como especie. “No evolucionamos para leer, pero la investigación muestra que leemos reciclando un engranaje neuronal que evolucionó para procesar caras y objetos”, afirma Carolyn Parkinson, una de las autoras del artículo.
La alfabetización aprovecha circuitos surgidos para reconocer rostros y objetos
Entre estos peculiares animales que son los Homo sapiens, inventos culturales como el lenguaje pueden incluso modificar el uso de circuitos antiguos. “Se ha observado que, a la hora de percibir rostros invertidos, como en el reflejo de un espejo, las personas analfabetas son mejores que las alfabetizadas”, señala Fernando Moya, investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante (UMH-CSIC). Aunque esa nueva forma de percepción haga perder habilidad para reconocer caras y formas desde diferentes ángulos, algo útil en la naturaleza, “cuando nos alfabetizamos, tenemos que identificar como diferente una imagen de su reflejo, como en b y d y esa evolución social modifica nuestros circuitos”, añade. Frente a los sistemas puramente biológicos de otros animales, los humanos cuentan con la cultura como sistema de transmisión de habilidades con las que enfrentarse al mundo, y la cultura se convierte en una fuerza que también puede modificar su fisiología.
Nuestro cerebro ha evolucionado para reconocer como propio lo cercano y como ajeno lo lejano"
Carolyn Parkinson y Thalia Wheatley, la autora principal del trabajo, relatan el conocimiento acumulado sobre cómo el reciclaje de instrumentos biológicos pudo dar origen a nuestra cultura. Algunas hormonas, como la oxitocina o la vasopresina, han servido durante millones de años para regular el comportamiento reproductivo de los mamíferos, afianzando a través del placer las relaciones entre las parejas y de los padres con las crías. En los humanos y en otras especies de primates, sin embargo, estas hormonas han podido servir para fortalecer relaciones sociales y facilitar una capacidad de cooperación extraordinaria en el mundo animal. Algunos estudios han mostrado que la oxitocina, además de incentivar los cuidados maternales, reduce los recelos hacia miembros desconocidos de la misma especie en primates y favorece la colaboración entre humanos sin lazos de sangre, rasgos de comportamiento que posibilitan la creación de sociedades tan complejas como las actuales.
En este continuo proceso de reutilización de piezas y reconexión del cableado neuronal, los simios se vieron, hace unos tres millones de años, en una tesitura que puede estar en la génesis de un nuevo tipo de animal, distinto de los que hasta entonces habían luchado por su vida en la Tierra. “Se sabe que el humano tiene una plasticidad cerebral anómala”, explica Marina Mosquera, investigadora del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) de Tarragona. Esta plasticidad puede tener su origen en la revolución que protagonizaron los homínidos cuando, debido a cambios en el clima, el bosque tropical africano en el que vivían se convirtió paulatinamente en una región de sabana. “Con esos cambios, en lugar de tener los recursos alimenticios en los mismos sitios, porque un bosque tropical es mucho más homogéneo y además no tiene estaciones, tuvieron que adaptarse y ser mucho más flexibles. Es posible que ahí esté el origen de la plasticidad que vemos hoy en los humanos”, plantea Mosquera.
Hormonas como la oxitocina facilitan la cooperación en grandes grupos humanos
Conociendo las circunstancias en las que, poco a poco, fue surgiendo la humanidad, también puede servir para tratar de explicar las limitaciones de la mente. El antropólogo británico Robin Dunbar, padre de la hipótesis del cerebro social, observó que, en primates, existía una correlación entre el tamaño del cerebro y el del grupo social en el que viven. En el caso de los humanos, que tienen un cráneo de unos 1.500 centímetros cúbicos, el límite superior para sus grupos es de 150 individuos. Esta cifra se corresponde con las dimensiones de los grupos de cazadores recolectores, con el de las comunidades agrícolas e incluso con la cantidad de amigos que realmente podemos gestionar en Facebook.

El peligro de los cambios

“Los cambios culturales son muy rápidos, y cuando la biología y la cultura no se encuentran a gusto entre sí, el choque puede ser bastante contundente”, advierte Emiliano Bruner, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) de Burgos. “Esto vale tanto para la bioquímica de la sangre como para las capacidades cognitivas, y saber cómo funciona todo esto, debilidades y posibilidades, es fundamental para saber cómo optimizar recursos y minimizar problemas”, continúa. “Internet ha conllevado un cambio increíble en nuestra estructura social y cultural, habrá que estar atentos para no tener sorpresas desagradables”, añade.
Parkinson y Wheatley hablan también de las posibilidades que ofrece el conocimiento, implícito o explícito, de nuestros viejos botones evolutivos. Que el cerebro humano haya evolucionado en pequeñas tribus de individuos que se conocían a la perfección tiene consecuencias en un mundo donde nuestra vida diaria depende de millones de desconocidos. Cuando se quiere animar a la gente a ayudar a las víctimas de hambrunas, epidemias o desastres naturales, es más eficaz presentar a una víctima que sirva para identificar el sufrimiento que mostrar datos y razonamientos objetivos, por atroces que sean. Esta parte de la naturaleza humana explica en parte la dificultad para movilizar frente a problemas globales como el cambio climático. “Nuestro cerebro ha evolucionado con unos condicionamientos sociales que tienen mucho que ver con la tribu, con lo cercano, con lo familiar, y ahora estamos en una situación en la que el destino de la humanidad es global. Nuestro cerebro ha evolucionado para reconocer como propio lo cercano y como ajeno lo lejano, y ahora nos enfrentamos a una situación en la que el destino es igual para lo cercano y lo lejano”, resume Moya.
El mecanismo evolutivo para adaptarse mejor a las circunstancias a través del reciclaje de herramientas ya disponibles no solo ha tenido efectos secundarios desde el punto de vista social. “Cuando se habla de evolución y selección, no estamos hablando de rasgos individuales, sino de un paquete, que la selección acepta o rechaza. Genes, caracteres anatómicos, procesos fisiológicos, moléculas, son componentes que van todos enlazados. Con lo cual, si cambia una cosa, otras cambiarán como consecuencias secundarias”, recuerda Bruner. “Algunos son hasta negativos, pero no tan negativos como para rechazar otras ventajas que conllevan”, continúa.
Desde el punto de vista médico, este conocimiento sobre la evolución empuja a preguntarse “cuántas enfermedades se deben a inconvenientes de la evolución, y parece que la lista puede ser bastante larga, sobre todo para simios como nosotros que hemos desarrollado a través de la evolución un cerebro tres veces más grande de lo que sería normal para el tamaño de nuestro cuerpo”, indica Bruner. “Aumenta el volumen, el calor, los vasos sanguíneos, y las peleas por el espacio dentro del cráneo. Como resultado tenemos un cerebro muy potente, pero con una serie de problemas que pueden incluir la miopía o hasta la enfermedad de Alzheimer”, remacha.
Tras millones de años de evolución, la cultura humana ha acelerado el ritmo de transformación del entorno en el que viven los propios humanos. "La plasticidad que tenemos nos ha permitido adaptarnos relativamente bien hasta ahora, pero ya no tenemos capacidad para absorber los cambios con tanta rapidez", opina Mosquera, aunque "cuando se podría estudiar como estamos asimilando ese cambio acelerado es a partir de los últimos veinte años", añade. En las próximas décadas se podrá comprobar si la maquinaria de reciclaje evolutiva sigue funcionando sin preparar demasiadas chapuzas.

27.2.15

Texas pagó 2,2 millones de dólares por archivo de Gabriel García Márquez

La universidad quería mantener en reserva el precio pero un procurador obligó a hacer público el contrato

Gabriel García Márquez, escritor colombiano, autor de un país imaginario llamado Macondo./semana.com

El archivo literario de la Universidad de Texas pagó 2,2 millones de dólares por la obra del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, un precio que la escuela quería mantener en secreto hasta que la procuraduría estatal ordenó que se publicara. Autoridades del Centro Harry Ransom de la universidad se negaron en noviembre a revelar el precio a The Associated Press, bajo el argumento de que dañaría las negociaciones para futuras compras. Pero el procurador decretó el 19 de febrero que la escuela no pudo demostrar que sufriría un perjuicio al dar a conocer la cifra y ordenó que el contrato se hiciera público. La vocera del Centro Ransom, Jen Tisdale, reveló la cifra de 2,2 millones de dólares a la AP, pero la universidad no dio a conocer el contrato de inmediato. El archivo abarca más de 50 años y 10 libros, e incluye un manuscrito de Cien años de soledad.

‘Birdman’: el montaje del director

Ayer , en el taller de escritura, un alumno trajo a la conversación la película de González Iñárritu
Rodaje de la una sola toma, con steadycam para el célebre plano secuencia de Birdman./elpais.com

Aviso al lector: en este artículo se cuenta el final de la película Birdman.
Ayer mismo, en el taller de escritura, un alumno trajo a la conversación Birdman, la película de Iñárritu premiada en la reciente gala de los Oscar con cuatro estatuillas. La mayoría estábamos de acuerdo en que se trataba de un relato feroz, construido en el límite de la identidad, en el de la verosimilitud, en el del desconcierto (aunque también en el del esclarecimiento). Tomo estás últimas categorías, desconcierto y esclarecimiento, del libro de Freud, El chiste y su relación con el inconsciente, donde afirma que todo chiste está compuesto de estas dos zonas. El desconcierto se produce en el arranque (¿a qué viene esto, adónde va, por qué este tipo me lo cuenta, incluso cuánto le han pagado por contármelo?), y el esclarecimiento aparece en la segunda parte, cuando la historia se cierra sobre sí misma y brota la risa, producto de esa “espera decepcionada”, según la genial definición de Bergson sobre el humor y que resulta muy pertinente también para la literatura. El chiste y la literatura nos gustan porque nos “decepcionan” en el mejor sentido de la palabra, es decir, porque no recorren caminos previsibles. Otra cuestión, enormemente misteriosa, es que la zona del esclarecimiento se encuentre siempre oculta en la del desconcierto. Pero eso no lo averiguamos hasta el final. Una espera decepcionada. Bárbaro.
Pues bien, como ya señalábamos al principio, la mayoría de la clase estaba de acuerdo en que Birdman era una anomalía narrativa. Toda obra artística debería ser anormal, tal es su primera obligación, pero dada la existencia de películas y novelas normales, nos permitimos aplicar la categoría de raro al filme del cineasta mexicano. Raro, porque la maquinaria narrativa está forzada al límite como el motor de un coche de Fórmula 1; raro, porque el modo formal de acometer el proyecto (el tan comentado plano secuencia) se sale de los cauces habituales; raro, porque los problemas existenciales de los personajes, aun representando a los de la mayoría de la gente, no son habituales. Raro, sobre todo, porque los materiales de que está compuesto el artefacto se necesitan entre sí con desesperación. Eso es lo que hace perfecto a un relato: su calidad de estructura, entendiendo por tal un conjunto de elementos interdependientes en el que no puedes mover uno de esos elementos sin afectar al resto.


Pero he aquí que el día anterior habíamos hablado en la clase del punto de vista, esa instancia o espacio desde el que se cuenta una historia y que podríamos simbolizar con el emplazamiento de cámara, siempre y cuando aceptemos que ese emplazamiento físico es, o debería ser, la metáfora de un emplazamiento moral (decía Godard que el travelling era una decisión de orden moral). De eso había ido la clase anterior a esta en la que apareció Birdman, del punto de vista, que, por su complejidad, provocó intervenciones muy sugestivas. Entonces, después de haberle buscado con entusiasmo todas sus virtudes al filme de Iñárritu, una de las alumnas intervino para señalar que si bien estaba de acuerdo con el resto de la clase en que Birdman era, por decirlo rápido, una obra maestra, “la cagaba” al final, con la secuencia en que la hija del protagonista, asomada a la ventana por la que el personaje acaba de arrojarse, lo ve volar en vez de descubrirlo aplastado en el suelo de la calle.
En efecto, tuvimos que aceptar que Iñárritu, en palabras de la alumna, “la caga” porque el punto de vista sobre el que había trabajado durante toda la película implicaba que tanto la telequinesia del personaje como su capacidad para volar eran delirios que correspondían a episodios psicóticos. Al objetivar esos delirios, otorgándoles la calidad de real, destruye todo el edificio anterior, quizá para dotar al filme de un falso happy end. Esta interesante discusión nos condujo a las siguientes preguntas: ¿Ese final salió de la cabeza de Iñárritu o de la del productor, que quizá por contrato se había arrogado la decisión última sobre el montaje? ¿Veremos dentro de unos años “Birdman, el montaje del director”, con un final distinto y coherente con el punto de vista de la película igual que vimos en su día un final distinto de Blade Runner, donde el personaje encarnado por Harrison Ford era, como indicaba la lógica interna del relato, un replicante? He ahí la cuestión. O las cuestiones.

Charlie Hebdo busca normalidad

 Entrevista al director del semanario francés. "No tratamos de poner a Mahoma en la tapa cueste lo que cueste", señala Gérard Biard ante un nuevo número
Al mando. Gérard Biard dirige el semanario que fue atacado en enero./revista Ñ

"Estoy tratando de terminar mi nota editorial". Gérard Biard trabaja en su texto para el nuevo número de Charlie Hebdo, que sale a la venta mañana en París. "Estuve tan ocupado en organizar el trabajo de los demás que todavía no tuve tiempo para mí", ironiza el director del semanario satírico que el 7 de enero sufrió un ataque terrorista en su redacción, con un saldo de doce muertos. Luego de la tirada inédita del número siguiente a la masacre, que vendió 8 millones de ejemplares, la revista se prepara para vender unos 2,5 millones.
-¿Sobre qué será su editorial?
-Es sobre el Apartheid, y retoma las expresiones utilizadas por el primer ministro Manuel Valls. Mi idea es que existe un Apartheid, pero religioso. La población francesa es catalogada en base a la pertenencia a una fe o a otra. No son las autoridades políticas las que hacen esta distinción, sino los intelectuales y sociólogos, con efectos perversos.

-¿ Tiene una idea para la próxima tapa?
-No hay nada preparado. Ponemos sobre la mesa los temas de actualidad, los diseñadores se enfrascan en el trabajo y luego decidimos todos.
-¿Cuál es el criterio de selección?
-La caricatura debe hacer reír pero debe ante todo corresponder al tema elegido. No estamos ahí para tratar de poner a Mahoma en la tapa, cueste lo que cueste. No estamos obsesionados. Seguimos la actualidad.
-Pero se habló de dudas y malestares por la línea editorial. ¿Es así?
-Hubo discusiones más que nada sobre el momento adecuado para volver a los quioscos. Algunos pensábamos que había que reencontrar un ritmo normal cuanto antes. Otros necesitaban más tiempo. Se encontró un punto intermedio. La redacción está unida.
-¿Es difícil trabajar con los ojos de todo el mundo apuntándolos?
-Nadie debe considerarnos un emblema. Es imposible que seamos los únicos en defender los valores que deberían ser de todas las democracias occidentales. Somos un periódico, nada más. Queremos volver a hacer nuestro trabajo lo más naturalmente posible.

Traducción: Andrés Kusminsky

El talento de Miss Highsmith

 Se reedita  Suspense. Cómo se escribe una novela de misterio  o esa 'cocina' donde la autora de  Extraños en un tren  desvela su proceso creativo. Y, a la vez, se vuelven a publicar todas sus novelas. Un placer pantagruélico para los amantes de la literatura
Patricia Highsmith, escribiendo sus trucos en su casa de París en 1977. /elmundo.es

La publicación de la obra completa de un escritor fallecido suele darse cuando se cumple un aniversario emblemático de su nacimiento o de su muerte. Patricia Highsmith, autora conocida mundialmente por su personalidad antitética, ha sucumbido a la tradición. En el XX aniversario de su muerte, Anagrama, la editorial que fue fiel a la escritora en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, acaba de inicar la reedicción de la obra completa de una autora imprescindible. La novela negra vive una época dorada y para un devoto del género, renegar de Patricia Highsmith es como ser católico y perjurar de Dios.
Desmontar a Highsmith se puede hacer a través de sus novelas y de los personajes que la hicieron célebre, o a partir de un libro que acaba de editar la editorial Círculo de Tiza titulado 'Suspense. Cómo se escribe una novela de misterio', un ensayo escrito por la autora de Fort Worth que trata de ahondar en el proceso de creación sin pretensiones de adoctrinar. El camino que debe elegir cada escritor es personal e intransferible.
'Suspense' no es un manual de instrucciones. Nos lo advierte la autora en un prefacio en el que asegura que la profesión de escritor es apasionante, precisamente, por la posibilidad de fracasar. Y con el fracaso como posibilidad y sin la fórmula del éxito en el bolsillo, Highsmith hace una disección sin concesiones de un oficio como escritora cultivado a lo largo de 50 años.
Uno de los secretos para escribir un libro es divertirse con la historia que se tiene entre las manos si luego el propósito es lograr divertir a los lectores. El lector, persona de mentalidad activa a pesar de su actitud pasiva, siempre busca que suceda algo y su función como escritora es la de sorprender. Para demostrar sus postulados, Highsmith recurre a sus maestros. Habla de Dostoievski y de 'Crimen y castigo', y habla de Edgar Allan Poe y de sus 'Narraciones extraordinarias'.
Asegura la autora de 'El grito de la lechuza' que el germen de sus novelas siempre ha sido una imagen. El sacrificio de una tortuga de agua, lanzada viva a un cazo de agua hirviendo, o de una tortuga de mar, decapitada cuando trata de morder un cebo, le sirvió para escribir 'La tortuga', un relato con un desenlace poco compasivo. El germen de las novelas puede ser "pequeño o grande, sencillo o complejo, quieto o móvil", escribe Highsmith, que aconseja llevar una libreta en el bolsillo para anotar las experiencias que más tarde puedan servir para originar una gran historia. Y en este punto cardinal, Highsmith resalta la necesidad del escritor de rodearse de gente estimulante. Una vida inspiradora ayuda al optimismo, y para mantener el pulso a lo largo del lapso que se necesita para escribir una novela, el escritor tiene que ser, por lo menos, medianamente optimista.
Dependiendo de si se trataba de escribir un relato breve, una novela corta o una novela larga, Highsmith necesitaba de seis semanas a tres años. Y en este proceso largo o corto, dependiendo, como nos dice, de las lunas que iluminan el camino, tienen que quedar resueltas todas las cuestiones que ayudan o perjudican al relato. Preguntas de índole de si el protagonista debe de ser un vencedor o un vencido, de si el tono debe de ser de comedia o de tragedia, y, algo fundamental, qué tipo de acercamiento emocional tendrá el narrador a la historia. Highsmith se decanta por el criminal simpático, también conocido como "el héroe criminal". Y en cuanto al ritmo narrativo, dependerá de la historia que tenga entre las manos en conexión con la mente. Quienes hayan leído los libros de Patricia Highsmith, le darán la razón cuando la autora asegura que le gustan los giros inesperados que compliquen la vida del protagonista y que, de paso, signifiquen estirar al máximo la credulidad del lector en el sentido de quebrar su sentido de la lógica.
Son muy interesantes las opiniones que versa sobre la importancia del narrador. Una vez tuvo la idea de entregarle las riendas de la narración a un muerto, pero sólo fue una idea. Sea el protagonista, o uno de los personajes o el escritor en el rol de mirón, ella siempre se decanta por dos puntos de vista como conductores de la trama.
Escribir una novela significa perseverancia. Un primer borrador, un segundo borrador... El escritor tiene que estar abierto a pulir todas las esquirlas de la narración antes de que pase a imprenta. Se supone que la calidad literaria es una cualidad intrínseca de su oficio como escritora, una marca reconocible tras muchos años de relación con el público, pero los relatos están muertos si no fluyen por la mente del lector. Como un río que necesita de la lluvia para discurrir, el lector debe identificarse con la historia y sus personajes para que circulen por su mente.
'Suspense. Cómo se escribe una novela' de misterio es un libro entretenido y muy útil para enfrentarse con la inteligencia de Tom Ripley a las obras reeditadas por Anagrama y englobadas en una colección que permite recuperar a una autora que, como dijo Graham Greene, "ha creado un mundo original, cerrado, irracional, opresivo, donde no penetramos sino con un sentimiento personal de peligro y casi a pesar nuestro, pues tenemos enfrente un placer mezclado con escalofrío".

Cómo seguir siendo un individuo (y no morir en el intento)

 La editorial Trotta recupera  Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social  de Simone Weil, un ensayo que quedó inédito tras la muerte de la pensadora hasta que lo publicó Albert Camus
Simone Weil como soldado durante la Guerra Civil Española en 1936 Wikipedia./lavanguardia.com
Portada del libro de Simone Weil Editorial Trotta.

La editorial Trotta recupera Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social de Simone Weil, un ensayo que quedó inédito tras la muerte de la pensadora hasta que lo publicó, en 1955, Albert Camus.
Weil (París, 1909–Kent, Inglaterra, 1943) transita entre la filosofía y la mística, entre la política y la ciencia, entre la acción y la reflexión. Carmen Revilla, quien se hace cargo de la presentación del nuevo libro publicado por Trotta, la define como una “pensadora de la experiencia”. Y es que la joven filósofa, con tan sólo 25 años, abandona su carrera como docente para incorporarse como obrera en Renault. Allí conoce de primera mano los problemas reales de los trabajadores, y es a partir de ese momento cuando considera que el trabajo manual debe considerarse como motor de la cultura.
La filósofa se muestra crítica con el marxismo, y es que su propuesta emerge como una alternativa que, necesariamente, ha de girar en torno a la noción de libertad. Weil reconoce a Marx el diagnóstico del mecanismo de la opresión, pero rechaza la dogmática confianza de sus seguidores en lo que se ha conocido como socialismo científico. “Es hora de renunciar a soñar la libertad y decidirse a concebirla”, escribe.
“La libertad verdadera no se define por una relación entre el deseo y la satisfacción, sino como una relación entre el pensamiento y la acción”, leemos en este libro. La libertad no nace del “capricho”.
El trabajador autómata
Su experiencia en la fábrica le transforma radicalmente. Se da cuenta de que “no hay nada en común entre la resolución de una problema y la ejecución del trabajo”. El mecanicismo al que se ve sometido el obrero es el que le condena a ser un simple engranaje de un proceso en el que no es más que mano de obra, una pieza más del sistema. Esa sociedad industrial que retrata Weil ha evolucionado mucho, es cierto, pero la pregunta sigue estando abierta. ¿El trabajador es tratado, aún hoy, como un mero autómata?
Simone Weil describe una situación paradójica, y es que con frecuencia hay método en los movimientos del trabajo pero no en el pensamiento del trabajador. “Quienes reproducen indefinidamente la aplicación de tal o cual método de trabajo jamás se han tomado la molestia de comprenderlo”, asegura, además de analizar los riesgos de la especialización, sin que el trabajador tenga una visión del conjunto. ¿Ha cambiado tanto este sistema en las grandes empresas? ¿Podemos hoy hablar, en rasgos generales, de trabajo creativo o aún estamos demasiado jerarquizados? ¿Somos mínimamente independientes en nuestras profesiones o simplemente acatamos órdenes sin preguntarnos si son eficaces o mejorables?
Parece como si la orden contuviese en sí misma “una eficacia misteriosa”, ironiza la pensadora.
El trabajador lúcido
“Hay que contar con reglas bien hechas, o bien con el instinto, la prueba o la rutina. Pero, al menos, se puede ampliar poco a poco el ámbito del trabajo lúcido”, propone Weil en lo que se articula como un bosquejo de una sociedad libre. Y añade que bastaría con que el hombre ambicionase establecer un cierto equilibrio entre el espíritu y el objeto al que el espíritu se aplica.
Es francamente curiosa la vigencia de algunos postulados de Weil. Por ejemplo, cuando habla del rol del coordinador. Si todos los trabajadores se responsabilizan del proceso, ejerciendo un control compartido, el poder también será repartido. “La técnica debería ser de tal naturaleza que pusiera en práctica la reflexión metódica”, insiste.
“Un equipo de trabajadores en cadena, supervisados por un capataz, es un triste espectáculo”, llega a decir Simone Weil, que conoce bien la alienación del trabajo donde el asalariado es un cuerpo sin voz ni voto. La cuestión es si, con casi un siglo de diferencia, y con todos los avances tecnológicos que hemos experimentado, esa toxicidad aún la encontramos en nuestras oficinas.
El rendimiento puede progresar a la vez que la lucidez, sostiene. En la actualidad, cuando hablamos de eficacia, ¿de qué hablamos exactamente? ¿Qué excusas estamos ocultando bajo estudios y estadísticas? ¿No escondemos aún, entre protocolos y procedimientos, la falta de talento e imaginación?
Un individualismo no individualista
Estas Reflexiones son una invitación a humanizar la vida y a fomentar la capacidad individual para pensar y actuar. El ser humano, nos dice, no puede aceptar la servidumbre “porque piensa”. Para ello defiende la construcción de la utopía, pero no como una doctrina, sino como una forma de pensar la realidad, una suerte de horizonte al que aproximarse. La libertad es un ideal, sí, pero un ideal que será útil concebirlo “si podemos percibir al mismo tiempo lo que nos separa de él y qué circunstancias pueden alejarnos o acercarnos”.
Weil no tiene nada que ver con la defensa del individualismo depredador. Todo lo contrario. Lo que nos está diciendo es que la facultad de pensar –y, por lo tanto, de comprometerse con una comunidad que no sea una masa uniforme- pertenece al individuo, no a la colectividad. El pensamiento puede juzgar. La transformación, sin embargo, sí que vendrá dada por la comunidad, una comunidad de individuos libres.
La autora, que combina compromiso político y experiencia religiosa, escribe contra “la subordinación del individuo” frente a una comunidad que le puede llevar al “contagio de la locura y el vértigo colectivo”.
La sociedad "menos mala", concluirá Weil, es aquella en la que el hombre es suficientemente soberano para participar en la vida colectiva como ser pensante, y no únicamente como ejecutor. Así se resuelve una aparente paradoja: somos una comunidad más rica, más fuerte y más sostenible cuando somos individuos más responsables, más emancipados y más autónomos. La coacción y la propaganda, lo sabemos, sólo lleva a un lugar: la mediocridad patológica.

26.2.15

Mincultura le apuesta al sector literario con su convocatoria de estímulos 2015

El Premio Nacional de Poesía, ocho becas, un reconocimiento a la crítica literaria, residencias y pasantías hacen parte de la oferta de estímulos de MinCultura en literatura, que buscan promover la creación, la investigación y la circulación del sector

Estímulos y becas para el sector literario/mincultura.gov.co
 
Escritores, creadores, ilustradores, traductores, libreros, editoriales, fundaciones, organizaciones culturales, entes territoriales, entidades públicas y demás personas interesadas en el campo literario, ya pueden participar de la convocatoria de estímulos del Ministerio de Cultura en el área de literatura que este año cuenta con una bolsa de $217.000 millones, así como de residencias y pasantías artísticas que en total ofrecen una bolsa de más de $1.170 millones.  

El portafolio se compone de ocho becas, cuatro de ellas enfocadas en la publicación de diferentes formatos como libro ilustrado, libro inédito de interés regional, libros de autores colombianos y antologías de talleres literarios, así como de un estímulo para traducir obras de autores colombianos en el exterior, otro para traducir obras escritas en lenguas diferentes al español sobre temas colombianos, uno de circulación internacional para creadores, investigadores y emprendedores del área de literatura, y becas para colombianos en proceso de formación artística y cultural en el exterior. 

Adicionalmente, el Ministerio de Cultura presenta cada dos años el Premio Nacional de Poesía, que para este 2015 busca promover la actividad cultural literaria y reconocer la excelencia en la creación literaria del país. El ganador recibirá una bolsa de $60 millones, un aumento del 50% con respecto a su última versión en poesía. 

Se tendrán en cuenta los libros de autores de nacionalidad colombiana, cuya primera edición se hizo entre el 1° de enero de 2013 y el 31 de diciembre de 2014, según los registros del depósito legal y el ISBN de la Biblioteca Nacional y la Cámara Colombiana del Libro. La convocatoria estará abierta hasta el 30 de abril de 2015. 

Como novedad para este año, el Ministerio de Cultura y el Instituto Caro y Cuervo se unieron para crear el Reconocimiento a la crítica literaria: literatura contemporánea en Colombia​ que busca expandir el panorama dentro de la labor de la crítica, así como de fomentar la investigación y la reflexión acerca de las ideas, obras y corrientes recientes en el campo de la actividad literaria en el país.

El ganador del reconocimiento recibirá $10 millones y la publicación del ensayo tanto en versión física como digital bajo el sello editorial del Instituto Caro y Cuervo. La convocatoria estará abierta hasta el 26 de junio de 2015. 

Los interesados en el sector literario también pueden realizar pasantías nacionales, o residencias en Argentina, Canadá (Centro Baff y Consejo de las Artes y Letras de Quebec), México y por toda Colombia.  

A su vez, los estudiantes de áreas literarias que hayan sido admitidos en universidades por fuera de Colombia, pueden participar en la Beca para colombianos en proceso de formación artística y cultural en el exterior que cuenta con veinte estímulos de $25 millones cada uno para diferentes áreas artísticas. 
 
Uno de los beneficiados con esta beca es Camilo Vargas, quien desde su segundo año de Doctorado en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris IV–Paris Sorbonne recibe este estímulo del Ministerio de Cultura. “Ha sido un apoyo muy bueno porque debido a que parte del primer año me tocó autofinanciarlo no disponía de mucho tiempo para avanzar en la investigación, ni para hacer otro tipo de actividades que hacen parte de la oferta académica y cultural de París; de manera que resultaba muy triste tener que desaprovecharlas por cuestiones económicas”, explica.  

Por su parte Felipe González, persona a la cabeza de Laguna Libros, que junto con la editorial Robot ganó el estímulo 2013 del Ministerio de Cultura para la publicación del libro ilustrado Costuras, asegura que “aplicar a esta convocatoria fue una experiencia muy chévere por la novedad que hay en este tipo de reconocimiento del comic (que hasta hace muy poco era excluido por la Ley del libro) por parte de una entidad estatal. Este es un premio que fue muy importante para nosotros porque nos permitió entrar con mucha mayor fuerza a un nuevo mercado”. 

Para conocer todo el portafolio de becas, pasantías, residencias y premios del área de literatura que ofrece la Convocatoria de Estímulos del Ministerio de Cultura este año puede descargar el PDF adjunto: Estímulos literatura 2015

Convocatoria Estímulos 2015
En total la convocatoria de Estímulos 2015 del MinCultura entregará más de $13.800 millones, 595 estímulos que buscan promover la creación, la investigación, la formación y la circulación en el sector artístico y cultural en los 32 departamentos del territorio nacional, acorde con los lineamientos del Gobierno Nacional que buscan incrementar escenarios de educación y paz en el país.  

La apuesta del Ministerio de Cultura en cuanto al otorgamiento de estímulos ha girado en torno a fortalecer procesos culturales con el aumento significativo de recursos para las convocatorias en las diferentes disciplinas y áreas artísticas. De esta manera en 2010 se ofreció una bolsa de recursos de $5.500 millones y en 2014 de $16.900 millones. Así pues, en estos cuatro años el Programa Nacional de Estímulos aumentó sus recursos en un 207%, con el fin de ampliar las oportunidades de los artistas, gestores e investigadores culturales a lo largo del país.

Una beca de estudios literarios que se hace tiempo y poesía

'Costuras': la primavera editorial colombiana y el Ministerio de Cultura

Charla entre dos Heráclitos: MinCultura y el apoyo a la publicación de autores colombianos