31.3.13

El cuento del domingo


Giovanni Papini
El hombre de mi propiedad

Como hace muchos años he dejado de escribir un Diario, no puedo decir con exactitud cuánto tiempo hace que me encontré el cuerpo y el alma del Amigo Dité. Probablemente, dada mi distracción, no me di cuenta en qué día preciso mi segunda sombra -aquella sólida y relativamente viva- se decidió a entrar en la escena poco iluminada de mi vida.

Una mañana, al salir de casa, me di cuenta de que iba acompañado, a esa respetuosa distancia que no permite hacer preguntas ni dar explicaciones, por un hombre de unos cuarenta años, enfundado en un largo abrigo azul, alegre y sonriente (pero sin demasiada exageración). No teniendo nada que hacer, y habiendo salido únicamente de casa para no oír los crujidos de la leña en la chimenea, me divertí mirando de reojo a mi acompañante, a pesar de que -ténganlo bien en cuenta- éste no tenía nada de extraordinario. No supuse, ni por un solo momento, que pudiese tratarse de un policía; mi completa falta de valor físico y mi repugnancia por los malos olores me han impedido siempre entregarme a la política militante; y la pereza, unida a mi escasa habilidad manual, me ha salvado de buscar en el delito los medios de subsistencia.

No podía, tampoco, imaginar que el hombre vestido de azul fuese una especie de ladronzuelo de ciudad, decidido a robarme, pues mi decente pobreza era conocida en todo el barrio, y mi modo de vestir, más descuidado que desenvuelto, disociaba de mi persona cualquier idea de bienestar.

A pesar de que yo no tuviese ningún derecho a ser seguido, comencé a pasar y repasar por las calles más tortuosas del centro de la ciudad para asegurarme de que no me equivocaba. El hombre me siguió por todas partes con un aspecto cada vez más satisfecho. Di, de pronto, la vuelta por una ancha calle llena de gente y apresuré el paso, pero la distancia entre el hombre vestido de azul y yo continuó siempre siendo la misma. Entré en un estanco para comprar un sello de tres céntimos, y el desconocido entró en el mismo estanco y compró un sello de tres céntimos; subí a un tranvía y mi sonriente compañero subió al mismo tranvía; cuando descendí, el hombre vestido de azul bajó tras de mí; compré un periódico, y él compró el mismo periódico; me senté en el banco de un jardín, y el otro se sentó en otro banco cercano; saqué del bolsillo un cigarrillo, y él sacó otro y esperó que hubiese encendido el mío para encender el suyo.

Todo esto era al mismo tiempo gracioso y fastidioso. "Tal vez -pensé- se trata de un humorista desocupado que quiere divertirse a mi costa." Me decidí a resolver la duda por el medio más expeditivo: me planté delante de mi acompañante con intención de preguntarle:

-¿Quién es usted? ¿Qué desea usted de mí?

No tuve necesidad de abrir la boca. El hombre vestido de azul se puso en pie, se quitó el sombrero, sonrió un momento y dijo con precipitación:

-Perdóneme. Se lo explicaré todo, me presentaré inmediatamente: soy el Amigo Dité. No tengo profesión conocida, pero eso no tiene importancia. Tenía muchas cosas que decirle, pero hasta ahora... También deseaba escribirle; le escribí dos o tres veces, pero no tengo la costumbre de enviar las cartas. Por lo demás, soy un hombre vulgarísimo e incluso sano, a lo que parece, alguna vez...

En este punto el Amigo Dité se detuvo titubeando, pero añadió de pronto, como si se hubiese acordado repentinamente de una cosa que le interesaba mucho:

-Tal vez tomaría usted algo. ¿Un poco de vino marsala? ¿Un café?

Ambos nos movimos rápidamente, a la vez, como impelidos por el deseo de terminar pronto. Apenas llegados ante un café, penetramos en el interior con gran prisa, como quien entra para beber y escaparse. Nos sentamos en un rincón, junto a la estufa, sin pedir nada. El café era pequeño, estaba lleno de humo y de cocheros, el camarero tenía cara de ratero, pero no teníamos tiempo para elegir otro lugar.

-Desearía saber... -comencé.

-Se lo diré todo -respondió el otro-, no tengo intención de esconderle nada. Mi caso, a pesar de todo, es triste y difícil, y declaro, ante todo, que tengo una gran confianza en usted. Ya estoy aquí, soy de usted. Estoy en sus manos. Puede usted hacer de mí todo lo que quiera...

-No lo comprendo...

-Le aseguro que lo comprenderá todo. Déjeme hablar. ¿No le he dicho ya quién soy? El nombre no dice nada, ya lo sé. Añadiré mi definición; yo soy un hombre vulgar, un hombre terriblemente vulgar, que quiere hacer a toda costa una vida no vulgar, una vida absolutamente extraordinaria.

-Perdone...

-Lo perdono todo, señor, lo perdonaré todo. Únicamente le declaro, una vez más, que tengo necesidad de hablar. Tengo en usted toda la confianza. Será mi salvador, mi dueño, el director de mi conciencia, de mis brazos, de mí, todo entero. Yo soy demasiado sabio, demasiado bueno, demasiado noble, "demasiado mí mismo". Usted ha escrito tantos cuentos absurdos, tantas novelas estrambóticas y yo he vivido tanto tiempo con sus héroes, que los sueño por la noche y los deseo durante el día. He creído reconocerlos por la calle, y luego, aburrido y desesperado, he querido matarlos en mí, ahogarlos para siempre...

-Se lo agradezco mucho, pero...

-Haga el favor de callar un momento, se lo ruego. Le explicaré por qué he pensado en usted y por qué lo he seguido. Me dije hace algunos días: tú eres un imbécil, un tipo de todos los días y de todas las ciudades, y sufres la enfermedad de querer vivir una vida noble, peligrosa, aventurera, como la de los héroes de los poemas a veinticinco céntimos y de las novelas de tres liras cincuenta. Por ti mismo no eres capaz de procurarte una vida semejante, porque estás falto de imaginación. No te queda más remedio que buscar un creador de héroes extraordinarios y regalarle tu vida, para que haga de ella lo que quiera y la pueda transformar en algo más bello, más imprevisto, más insospechado...

-¿Usted desearía, pues...?

-Un poco de paciencia, se lo ruego. Dentro de algunos minutos lo obedeceré en todo y podrá hacerme callar todo lo que quiera, pero antes déjeme acabar. ¡Soy todavía mi propietario! No he de decirle nada más que esto: usted es el creador elegido por mí, y aquí me tiene para ofrecerle mi vida y los medios para ayudarlo a hacerla interesante.. Usted es un imaginativo y puede romper sin esfuerzo la insufrible vulgaridad de mis días. Hasta ahora ha tenido a su disposición únicamente hombres imaginarios, y hoy le entrego un hombre de verdad, un hombre que sufre y anda, del cual puede usted hacer lo que guste. Estaré en sus manos no como un cadáver -¿qué cosa haría de él?-, sino como un fantoche mecánico, un maravilloso fantoche parlante y risueño que comprenderá sus órdenes. Desde este momento le hago regular donación de mí vida y de una renta anual de mil libras esterlinas para atender a todos los gastos que sean necesarios para hacer pintoresca y peligrosa mi vida. Llevo en el bolsillo una escritura de donación ya preparada... ¡Camarero, una pluma! No falta más que la fecha y la firma de usted. ¡Dígame sí o no, sin cumplidos, en seguida!

Fingí reflexionar por algunos momentos, pero mi decisión ya había sido tomada. El Amigo Dité se adelantaba a uno de mis más antiguos deseos. Desde hacía mucho tiempo me avergonzaba de inventar únicamente vidas imaginarias. Soñaba, en las horas de vagar, en lo que habría podido hacer si hubiese tenido un hombre de sangre y nervios en mi poder ¡Y he aquí que el hombre se presentaba espontáneamente, acompañado de un paquete de valores!

-No he tenido nunca la costumbre -dije después de fingida meditación- de regatear inútilmente, y por eso acepto su donación, aunque usted ya comprende la responsabilidad de aceptar un alma acompañada de un cuerpo. Déjeme ver las condiciones de la donación.

El Amigo Dité me puso delante un protocolo encuadernado con un grueso y amarillo cartón, y yo lo leí en pocos minutos. La donación estaba en regla. Por ella me convertía en dueño absoluto de la sustancia y de la vida del Amigo Dité, con la sola condición de que yo le ordenase inmediatamente lo que debía hacer, a fin de que su existencia se convirtiera en heroica y novelesca. El contrato era válido por un año, pero podía ser renovado en caso de que el Amigo Dité estuviese satisfecho de mi dirección.

Escribí sin titubear la fecha y la firma y dejé inmediatamente al Amigo Dité, prometiéndole para el día siguiente una carta, y ordenándole entretanto que no me siguiese y que se quedase bebiendo algún líquido alcohólico. En efecto, cuando yo salía, él pidió con su acostumbrada sonrisa uno de los más famosos bitters del mundo.


II

Aquella noche no me fui a acostar con el negro aburrimiento de las otras noches. Tenía algo nuevo y grave en que pensar, y podía muy bien aceptar una noche de insomnio. Un hombre se había convertido en una cosa mía, de mi entera propiedad, y podía dirigirlo, empujarlo, lanzarlo a donde quisiese; experimentar en él los efectos de las emociones raras y las combinaciones de aventuras de nuevo estilo.

¿Qué debía ordenarle para el día siguiente? ¿Debía mandarle que realizase alguna cosa determinada o convenía dejarlo en la ignorancia y prepararle una sorpresa? Terminé eligiendo una solución que unía los dos sistemas. A la mañana siguiente le escribí que, hasta nueva orden, durmiese durante el día y pasase la noche fuera de casa, paseando por lugares solitarios. El mismo día fui a una agencia, alquilé por seis meses una pequeña casa solitaria en las cercanías de la ciudad y tomé a sueldo dos jovenzuelos sin trabajo que estaban buscando el modo de ser alojados a costa de sus conciudadanos, al menos durante el invierno. Después de cuatro días todo estaba dispuesto. En la noche fijada hice seguir al Amigo Dité, el cual, cuando llegó a un lugar desierto, fue agredido delicadamente por mis ayudantes y conducido, con los ojos vendados, según la tradición, a la casa que había preparado. Desgraciadamente, ningún guardia los sorprendió durante la operación y no se presentó ninguna denuncia de la desaparición del Amigo Dité, por lo que me hallé en la necesidad de mantener por muchos meses a los dos robustos mancebos, que no se contentaban únicamente con comer.

Lo peor era que no sabía qué hacer del hombre de mi propiedad. Había pensado, la misma noche de la donación, que un secuestro de persona sería un excelente principio de vida rica en aventuras, pero no había reflexionado sobre el resto de la aventura. Sin embargo, la vida del Amigo Dité, como en las novelas de folletín, tenía necesidad de una continuación inmediata.

A falta de cosa mejor, recurrí al viejo expediente de enviar junto a él, a la casa en donde lo había encerrado, a una mujer que se le presentase siempre cubierta con un antifaz y no le dirigiese nunca la palabra. No fue cosa fácil encontrarla y, sobre todo, amaestrarla, y no quiso comprometerse más que por un mes. El Amigo Dité, afortunadamente, era un poco misántropo y tenía más de cuarenta años, y por eso no sucedió nada de lo que hubiera podido suceder en otros casos. Después de quince días vi que era necesario cambiar el juego, y por medio de los mismos ganapanes hice liberar a mi hombre y enviarlo a su casa.

Comencé a darme cuenta de que el Amigo Dité no se había mostrado en modo alguno un hombre vulgar poniéndome a prueba de este modo. ¿Quién sino un espíritu original hubiera podido imaginar una esclavitud tan insidiosa?

Un espadachín que yo conocía consintió en ayudarme en este difícil momento. Un día, mientras el Amigo Dité bebía tranquilamente una taza de leche en un café de lujo, el espadachín se sentó a su lado, le lanzó una mala mirada, le dio un empujón, y apenas el otro dijo algo en voz baja, lo abofeteó dos o tres veces, sin calor, como si no quisiese hacerle daño. El Amigo Dité me pidió permiso para mandar los padrinos a su ofensor, y yo me apresuré a presentarle dos amigos que lo obligaron, de mala gana, a cruzar su espada con mi cómplice. El Amigo Dité no sabía esgrima, y tal vez por eso, tirando alocadamente desde el principio, consiguió herir a su adversario bastante gravemente. Aproveché esto para hacerle comprender que era necesario que se alejase de la ciudad, pero él no quiso apartarse de mí y prefirió ser juzgado. Fue condenado a tres meses de cárcel.

Creí que con este tiempo me vería liberado de mi propiedad, pero al cabo de muy pocos días comprendí, sin ninguna duda, que mí primer deber era proporcionarle la huida al Amigo Dité. La empresa parecía imposible, pero, sin reparar en gastos, conseguí convencer a dos personas del desinterés de mi acción y, gracias a un rápido disfraz, el Amigo Dité pudo salir de la prisión poco antes de despuntar el día. Esta vez no tenía más remedio que alejarse, y yo tuve que dejar mi casa, mis trabajos, mi patria, para proteger su fuga.

Cuando nos hallamos en Londres, me encontré completamente embrollado. No hablando ni una palabra de inglés, en medio de aquella ciudad enorme y desconocida, me sentía, mucho más que antes, incapaz de procurar aventuras extraordinarias a mi hombre. Me vi obligado a dirigirme a un detective privado, que me dio algunos vagos consejos en muy mal francés. Después de haber estudiado durante algunos días un buen plano de Londres, conduje al Amigo Dité al barrio de peor fama, pero no le pasó, con gran contrariedad mía, nada de particular. Encontramos los acostumbrados marineros borrachos, las acostumbradas mujeres desvergonzadas y pintadas, patrullas de viveurs baratos y rumorosos, pero ninguno nos molestó, tomándonos tal vez por policías; tal era nuestra aparente seguridad al vagar por aquellos laberintos de calles casi iguales.

Pensé entonces expedir al Amigo Dité al norte de la isla, solo, y dándole únicamente veinte o treinta chelines, además del billete para el viaje. Como él tampoco sabía nada de inglés, esperaba que le sucediera algo muy desagradable, y que tal vez ya no consiguiese volver. Ya comenzaba a estar cansado de aquella propiedad por la que debía trabajar y sacrificarme, y esperaba con rabiosa nostalgia el momento de volver a mi buena ciudad llena de cafés y vagabundos. Pero, después de quince días, el Amigo Dité volvió a Londres en perfecto estado de salud; en Edimburgo había encontrado por casualidad a un amigo italiano -un violonchelista emigrado desde hacía muchos años- que lo había hospedado en su casa y había hecho que se divirtiese durante todos aquellos días.

Pero no quise darme por vencido. Había encontrado en un periódico la dirección de un pequeño club de estudios psíquicos que buscaba nuevos socios, prometiendo apariciones auténticas y fantasmas parlantes. Ordené inmediatamente al Amigo Dité que se inscribiera y fuese allí todas las noches. Fue durante toda una semana y no vio nada. Sin embargo, una mañana vino a encontrarme, diciendo que había conocido un fantasma, pero que éste no le había parecido mucho mejor que los hombres vivos y que incluso se había mostrado estúpido hasta el punto de sacarle el pañuelo del bolsillo, echarlo del taburete en que estaba sentado, tirarle de los pelos y pellizcarlo en la espalda.

-En conclusión -me dijo- no he encontrado, hasta ahora, nada verdaderamente extraordinario en todo lo que ha hecho usted por mí. Perdóneme si le hablo con franqueza, pero debe reconocer que en sus novelas da muestras de una imaginación mejor y mayor. Reflexione un momento: un rapto, una mujer enmascarada, un duelo, una fuga, un fantasma. No ha sabido encontrar nada mejor que esos trucos antiguos de novela francesa. En Hoffmann y en Poe hay cosas más terribles, y en Caboriau y Ponson du Terrail, más complicadas. No comprendo, ciertamente, la repentina decadencia de la imaginación de usted. Los primeros días comencé a hacer todo lo que usted ordenaba, esperando vivir una vida bella, pero pronto me di cuenta de que la vida de usted era igual a la de los demás millones de hombres, y pensé que todo su genio estaba reservado a los personajes de sus novelas; pero ahora comienzo a dudar también de esto, y, con desagrado, me veo obligado a decirle que, si antes de terminar el plazo del contrato no encuentra algo más fuerte, me veré obligado a buscarme otro dueño.

Mí dignidad me dispensó de contestar a tanta ingratitud. Pensé que, durante los meses en que había recibido el donativo de aquel hombre, no había vuelto a ser dueño de mi vida, y había tenido que dejar a medio terminar mis trabajos y abandonar mi país para afanarme en encontrar combinaciones novelescas y cómplices seguros. Desde el momento en que había entrado en posesión de la vida del Amigo Dité había tenido que sacrificarle mi vida entera. Yo, su dueño, me había convertido, en el fondo, en su esclavo, en el empresario siempre alerta de su existencia personal. Era necesario encontrar algo "más serio" -como él había dicho- de lo que había imaginado hasta entonces; algo que no requiriese la ayuda de cómplices. Después de haber meditado con calma algunos días, le escribí:


Queridísimo amigo:

Puesto que es usted de mi propiedad, según contrato en regla, tengo sobre usted derecho de vida y muerte. Por consiguiente, le ordeno que se encierre en su cuarto el sábado por la noche, a las ocho que se tienda sobre la cama y se trague en seguida una de las píldoras que le envío con esta carta. A las ocho y media tomará otra, y a las nueve en punto una tercera. En caso de desobediencia a estas órdenes, me declaro absolutamente irresponsable respecto a su vida.

Sabía que el Amigó Dité no retrocedería ante la sospecha de la muerte. A pesar de su descontento, se vanagloriaba de ser un leal caballero y tenía un respeto exagerado a su firma y a su palabra. Me proveí de un enérgico emético1 y estuve dispuesto para acudir a su lado antes de las nueve, es decir, antes de que hubiese tomado la última píldora, que le habría producido sin remedio la muerte.

En la tarde del sábado ordené que estuviese dispuesto un coche para las ocho en punto, porque habitaba en una pensión muy alejada de la del Amigo Dité. El coche se retrasó hasta las ocho y cuarto y yo intenté hacer comprender al cochero que tenía mucha prisa. El caballo comenzó, al principio, a correr con una especie de fingido galope, pero después de diez minutos cayó de mala manera al suelo. Como no era posible levantarlo en seguida, pagué al cochero y corrí a pie, en busca de otro coche. Afortunadamente, lo encontré allí cerca, y calculé que llegaría a las nueve en punto a casa del Amigo Dité. Comenzaba a estar un poco preocupado porque la niebla era muy espesa y bastarían cinco minutos de retraso para ocasionar la muerte del desgraciado.

En un determinado lugar el coche se paró. Era a la entrada de una ancha calle llena de automóviles y omnibuses, y un policía había hecho seña a mi cochero para que parase. Salté como un loco del coche y me aproximé al enorme policía para hacerle comprender que tenía prisa y que se trataba de la vida de un hombre. Pero el desgarbado guardia no comprendió o no quiso comprenderme. Tuve que seguir el camino a pie, pero por culpa de la niebla y de mi escaso conocimiento de la ciudad, me equivoqué de calle, y sólo después de diez minutos de una carrera agobiante, me di cuenta de que corría en dirección contraria. Tuve que volver hacia atrás siempre corriendo. No faltaban más que pocos minutos para las nueve y realicé un esfuerzo inaudito para llegar a la hora precisa. Hasta las nueve y siete minutos no llamé a la puerta de la pensión. Apenas me abrieron me precipité hacia el cuarto del Amigo Dité. El hombre yacía en el lecho, con la chaqueta quitada, pálido e inmóvil como un cadáver. Lo sacudí, lo llamé, escuché el corazón, la respiración. Estaba verdaderamente muerto: la cajita que le había mandado estaba vacía. El Amigo Dité había cumplido su palabra hasta el final. Había querido darle el escalofrío de la muerte inminente y la sorpresa de la resurrección, y le había dado la muerte, ¡la muerte verdadera, para siempre!

Permanecí toda la noche en el cuarto, embrutecido por el dolor. Por la mañana me encontraron con el muerto, pálido y silencioso como él. Requisaron toda la correspondencia y fue encontrada mi última carta. El proceso fue rápido, porque renuncié a defenderme, y no di a conocer el documento de donación que llevaba conmigo. He estado algunos años en la cárcel, pero no me arrepiento de lo que he hecho. El Amigo Dité ha hecho mi vida más digna de ser contada, y no puedo decir que haya realizado un mal negocio, porque durante el año en que fue mío gasté algo más de las mil libras esterlinas que me había dado
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Giovanni Papini (Florencia, 9 de enero de 1881 - íd. 8 de julio de 1956) fue un escritor italiano. Inicialmente escéptico, posteriormente pasó a ser un fervoroso católico.Fue hijo de un modesto comerciante de muebles en Borgo degli cosh. Lo bautizaron a escondidas para soslayar el agresivo ateísmo de su padre. Fue un niño precoz, introvertido y falto de cariño. Adoptó desde niño un talante escéptico, pero lleno de curiosidad por las diversas doctrinas y religiones. Una de sus ilusiones tempranas, nunca abandonada, era escribir una enciclopedia que resumiera todas las culturas.
Nacido en Florencia en 1881, y fallecido en 1956 fue escritor y poeta. Fue uno de los animadores más activos de la renovación cultural y literaria que se produjo en su país a principios del siglo XX, destacando por su desenvoltura a la hora de abordar argumentos de crítica literaria y de filosofía, de religión y de política.
Nacido en una familia de condiciones humildes y de formación autodidacta, fue desde muy joven un infatigable lector de libros de todo género y asiduo visitante de las bibliotecas públicas, donde pudo saciar su enorme sed de conocimientos. Obtuvo el título de maestro y trabajó como bibliotecario en el Museo de Antropología de Florencia, pero a partir de 1903, año en que fundó la revista Leonardo, se volcó con polémico entusiasmo en el periodismo.
Esta publicación se convirtió enseguida en un instrumento de lucha contra el positivismo que imperaba en el pensamiento filosófico italiano y, al mismo tiempo, contribuyó a difundir el pragmatismo. Ese mismo año se convirtió en redactor jefe del diario nacionalista Regno, mientras que en 1908, finalizada ya la andadura de Leonardo, empezó a colaborar activamente en La Voce, convirtiéndose en uno de los representantes más inquietos y ruidosos del movimiento filosófico y político que surgió en Florencia alrededor de esa revista.
Más tarde fundó también Anima (1911) y Lacerba (1913), de orientación más literaria y donde durante un tiempo defendió las tendencias futuristas de F.T. Marinetti. Agnóstico, anticlerical, pero no obstante siempre abierto a nuevas experiencias espirituales, su actividad periodística le permitió dar rienda suelta a su afición de sorprender y escandalizar a los lectores y de arremeter contra personajes más o menos famosos.
Se acercó al fascismo, y sus creencias le obtuvieron una posición en la Universidad de Bolonia en 1935 (a pesar de que sus estudios sólo lo habilitaban para enseñanza primaria); las autoridades fascistas confirmaron la "impecable reputación" de Papini a través de ese nombramiento. En 1937, Papini publicó el primer y único volumen de su Historia de la Literatura Italiana, que le dedicó a Benito Mussolini: "A Il Duce, amigo de la poesía y de los poetas", que fue de gran consideración para la academia, especialmente en el estudio del Renacimiento Italiano. Antisemita, creía en una conspiración internacional de los judíos, y apoyaba las leyes de discriminación racial impuestas por Mussolini en 1938. Cuando cayó el régimen fascista (1943), Papini ingresó al convento franciscano de Verna. Ampliamente desacreditado al final de la Segunda Guerra Mundial, fue defendido por la derecha política del catolicismo. Su muerte, en su natal Florencia, produjo desconsuelo por doquier.
Su obra El Diablo fue objeto de grandes discusiones y controversias. La crítica europea considera que su mejor obra es Gog, una colección de relatos filosóficos, escritos en un estilo brillante y satírico. Entre sus obras religiosas están La Historia de Cristo, Cartas al Papa Celestino VI, y El Juicio Final. Escribió varios libros de crítica política y eclesiástica, entre los que destacan El libro Negro y, especialmente, Un hombre acabado, a la que muchos consideran como su obra maestra. En palabras de Jorge Luis Borges, "Si alguien en este siglo es equiparable al egipcio Proteo, ese alguien es Giovanni Papini, que alguna vez firmara Gian Falco, historiador de la literatura y poeta, pragmatista y romántico, ateo y después teólogo". El propio Borges dice que "hay estilos que no permiten al autor hablar en voz baja. Papini, en la polémica, solía ser sonoro y enfático".
Il diavolo es una de las últimas obras de Papini. En ésta, Papini explica cómo el amor de Dios al ser tan grande y magnífico, al llegar el Juicio Final, se compadecerá de todos los sufrientes, cerrará el Infierno y redimirá a todos los pecadores, lo cual es incompatible con la doctrina de la Iglesia Católica.
"Me encuentro casi ciego por haber contemplado demasiado el fulgor de Dios. He quedado casi sordo por haber escuchado demasiado el trueno de su Palabra. Pero he obtenido un premio: la mente sabe ahora ver más lejos, y el corazón logra percibir mejor las más suaves voces del afecto". Giovanni Papini en su Diario.
"Nada es absoluto, todo es relativo." Giovanni Papini.
Algunas de sus obras famosas incluyen las siguientes:
Vida de Miguel Ángel en la vida de su tiempo (1945).Figuras humanas "Retratos".El día no restituido.El espejo que huye.Gog.El libro negro (continuación del diario de Gog).El mendigo de almas.Un hombre acabado.Historia completamente absurda.Juicio Universal.Historia de Cristo.Palabras y Sangre. Soliloquios de Belén. Pensadores y farsantes.El Trágico cotidiano.(cuentos)El crepúsculo de los filósofos (crítica).Memorias de Dios (ensayos).La otra mitad (ensayos).San Agustín (estudio sobre la psicología de la conversación).Dante vivo.Historia de la literatura italiana.El espía del Mundo.Masculinidad.Diccionario del hombre salvaje.Informe sobre los hombres. 
Semblanza biográfica:wikipedia.Texto:ciudadseva.com.foto:internet

30.3.13

Los originales de La Vorágine

Conservar la memoria

Portada de La Vorágine de José Eustasio Rivera. Edición de Biblioteca Ayacucho./escribircomounloco.blogspot.com

Así titulado, suena a autoayuda o a la enfermedad que descubrieron Emil Kraepelin y Alois Alzeheimer. Pero no me refiero a eso, aunque algo tiene que ver con el alzheimer social y cultural. Conservar la memoria hace parte del “instinto” de humanos y animales. Significa mantener vivo, en el futuro, el camino que se recorrió en el pasado. Así, la memoria ayuda a desarrollar las destrezas necesarias para superar los futuros obstáculos. También, pueden existir otras razones, menos prácticas, para argumentar la necesidad de mantener viva la memoria del pasado. Por ejemplo, porque el agradecimiento o el rechazo al éxito o al fracaso de nuestros antepasados, o la simple nostalgia por lo meritorio de ellos, nos impulsan hacia esa irrenunciable conservación.
En esas cosas pensaba cuando, con Sergio Calderón Prada, sobrino nieto de José Eustasio Rivera, tratábamos de convencer a alguien en Colombia (y no en el exterior) de que los originales de La Vorágine, así fueran parciales, no tenían por qué seguir corriendo los riesgos de los trasteos de Sergio en Bogotá o entre esta ciudad y Medellín. Su angustia y su diligencia para tratar de salvar esos manuscritos y otros documentos de JER, en las que siempre lo acompañé, duraron 21 años. ¡Impresionante!. Uno diría, ¡a ritmo opita!, pero no, digo, ¡a ritmo colombiano! Siempre sucede cuando se trata de la conservación de nuestro patrimonio histórico y cultural, tangible o intangible. 
A partir de 1988, año del primer centenario del natalicio de Rivera, los originales se le ofrecieron a distintas administraciones departamentales del Huila, sin ningún resultado favorable. Razón por la cual las gestiones se desplazaron a Bogotá. A comienzos del siglo XXI, se le propusieron a la Biblioteca Luis-Angel Arango (no recuerdo quién era su director). Nada. Y ocho años después a la Universidad Central. Tampoco. Todos descartaron la oportunidad –que cualquier institución cultural del mundo se hubiera disputado- de tener en su patrimonio particular el cuaderno de contabilidad que acompañó a Rivera por el Orinoco arriba hasta San Fernando de Atabapo y donde “consignó” buena parte de su magistral novela. A finales de 2009,  hice contactos con la Biblioteca Nacional de Colombia. Encontré interés y se lo hice saber a Sergio, quien en diciembre, con la directora de la misma, Ana María Roda, experta y sensible en patrimonios bibliográficos y artísticos –hija de Antonio Roda y María Fornaguera-, llegaron a un acuerdo para que los manuscritos de José Eustasio reposaran tranquilos y bien cuidados en la Biblioteca Nacional de Colombia, para uso público y sin correr ningún riesgo en su integridad. Allí hoy pueden ser consultados por todo el mundo. Y así nos salvamos del alzheimer que acosa a huilenses y colombianos.

José de la Cuadra, uno de los patriarcas de las sagas

Segundas oportunidades

Portada Los Sangurimas, de José de la Cuadra./elpais.com

Tendemos a hacer una fácil equivalencia: las sagas familiares deben desplegarse en novelas muy extensas. Simplemente porque en una gran familia hay patriarcas y/o matriarcas, hermanos y tíos y sobrinos y nietos y demás, los novelistas sienten que hay que contar toda su historia en cientos de páginas. Pero otra saga familiar es posible, como lo sabía el ecuatoriano José de la Cuadra, a quien por suerte no le informaron lo que se esperaba de él; Los Sangurimas (1934), su obra maestra, tiene apenas setenta páginas.
De la Cuadra (1903-1941) pertenecía al Grupo de Guayaquil y era uno de esos bien intencionados escritores que quería dar cuenta de la realidad específica de su región, en este caso enfocándose en el montuvio (campesino de la costa). Los Sangurimas, sin embargo, trascendió el realismo tradicional de los regionalistas, deslizándose fácilmente a registros extraordinarios –en el sentido literal de la palabra-, con ciertos paralelos con Cien años de soledad (el personaje del patriarca, la fundación mítica del pueblo, el tema recurrente del incesto, la temporalidad circular). Nicasio Sangurima es uno de esos seres viriles, machistas, misóginos, hiperviolentos, típicos de la literatura del período. Regenta el latifundio conocido como La Hondura, alejado de los poderes estatales, y lo acompañan sus hijos, trabajadores incansables, abogados de costumbres extrañas, curas alcohólicos, militares que no respetan a nadie. Una de las lecturas de la novela es la forma en que el Estado impone su ley en La Hondura, donde, en la mirada de los periódicos de izquierda, los Sangurima son “gamonales del agro montuvio, de raigambre campesina, peores con el montuvio proletario que los terratenientes citadinos”. Un mundo bárbaro que debe perderse para quedar en el fascinado recuerdo de la nación que se construye sobre sus cenizas.  
Jose-dela-cuadra-elpaisDe la Cuadra intuía que para aprehender la realidad de la región no bastaban los hechos; era necesario incorporar a su novela las “fantasías montuvias”, las leyendas que circulaban a través de los relatos orales, la tradición “transmitida de palabra”. En esa alianza tensa entre oralidad y escritura, a medida que de la Cuadra va podando su obra y quedándose con pocas páginas destiladas al máximo, Los Sangurimas deja el territorio del tiempo y se instala cómodamente en el mito.

Bibliotecas, milagros en piedra

Una muestra rescata la figura de Henri Labrouste, un ingeniero-arquitecto proto-modernista, pionero de la construcción en hierro

Bibliothèque Ste-Geneviève, París. 9 cúpulas están suspendidas sobre delgadas columnas de hierro a más de 10 metros./Revista Ñ

 "Henri Labrouste: Estructura sacada a la luz" en el Museo de Arte Moderno de Nueva York es elegante y adusta, como la obra de Labrouste. El nombre tal vez no le resulte familiar, pero no deje que eso le impida ir a ver la muestra. Es fantástica. 
Labrouste murió en 1875, a los 74 años, dejando dos de los mayores edificios del siglo XIX, la Bibliothèque Ste.-Geneviève y la Bibliothèque Nationale, milagros de la construcción en piedra, hierro y vidrio en París. 
Hay toques maravillosos, como las mesas de dibujo realizadas siguiendo los diseños de muebles de Labrouste en Ste.-Geneviève, donde están desplegados los dibujos. Son ideales para estudiar trabajos en papel. Los dibujos de la sala inicial sirven para recordar cómo solía ser el gran oficio del dibujo. Lamento que no veamos los de otros edificios además de las bibliotecas. 
Labrouste diseñó residencias privadas en distintos estilos tradicionales. La inferencia de su ausencia ­--que, obligado a ganarse la vida, tuvo que tomar encargos convencionales-- desmentiría su reputación de intransigente. Un hombre serio y orgulloso que no se doblegaba ante nadie. 
El que vemos en el Modern es en gran medida el Labrouste que el crítico Sigfried Giedion identificó durante buena parte del siglo pasado como un ingeniero-arquitecto proto-modernista, un pionero de la construcción en hierro.
Aunque eso continúa vigente, Labrouste resulta como mínimo igualmente interesante en la actualidad por la complejidad de su pensamiento. En nuestra época de arquitectos-estrella él constituye un caso instructivo por su voluntad de no hacer concesiones y su estética híbrida y poco ortodoxa, que alió industria y clasicismo. 
La sobriedad del exterior de Ste.-Geneviève proviene del minimalismo de su diseño: repisas continuas recorren la longitud de la larga fachada en la cornisa y entre los dos pisos, con simples coronas de piedra aparentemente colgadas de la repisa inferior sobre círculos o pomos de hierro. Ventanas de medio punto sin adornos marcan las únicas interrupciones en la pared de la planta baja, salvo por la puerta del frente. 
El piso superior de la fachada, anunciando la arquitectura de la sala de lectura que alberga, presenta una galería poco profunda de arcos que contienen una grilla de placas con las inscripciones de los nombres de 810 escritores. Están enumerados en hileras debajo de las grandes ventanas-luneta, los triforios de la sala de lectura. 
Tal como los que se ven entre las coronas de abajo, los círculos que hay en los espacios entre las ventanas son remaches y sostienen tirantes para los entramados del piso y las bóvedas de la estructura de hierro en el interior. 
Efectivamente, Labrouste, convierte el esqueleto estructural del edificio en su motivo decorativo. Después de Ste.-Geneviève, Labrouste trabajó durante los últimos 21 años de su vida en la Bibliothèque Nationale, con su sala de lectura cuadrada que es como una colmena bañada de luz con nueve cúpulas suspendidas sobre un bosque de delgadas columnas de hierro de 10 metros de alto. Allí donde las ventanas no perforan las paredes superiores, paisajes pintados reflexionan sobre el tema pastoral, con la bóveda de hierro de las estanterías de libros, también bajo la luz natural, visible a los lectores a través de una elevada pared de vidrio y separada por una arcada monumental. Labrouste dedicó la mayor parte de su vida activa, con un salario gubernamental, a obras de arquitectura pública. 
Trascendió los materiales para llegar a edificios funcionales de una delicadeza etérea. Nada era demasiado insignificante para su atención. 
Después de 12 años, Ste.-Geneviève entró en el presupuesto. 
Labrouste dio la noticia al ministro de turno y obtuvo autorización para cambiar la puerta de entrada en hierro fundido por una de bronce. Un perfeccionista hasta el más mínimo detalle. 

Subastan manuscritos y dibujos de William Faulkner que se creían perdidos

Cartas, manuscritos y dibujos del escritor estadounidense, por un valor estimado en 2 millones de dólares, serán subastados el 11 de junio en Nueva York

William Faulkner,  influyó notablemente en  varios escritores latinoamericanos./infobae.com

Se trata del "más amplio e importante conjunto de material de William Faulkner que jamás haya salido a la venta", anunció el jueves la casa de remates Sotheby's en un comunicado.
"Una parte de la colección sólo fue descubierta recientemente en la propiedad de la familia en Virginia (este de EEUU), incluyendo un cierto número de documentos que se temían perdidos", precisó la casa de subastas.
El vicepresidente del departamento de libros y manuscritos de Sotheby's, Justin Caldwell, afirmó que el material "es notable por la nueva percepción que brinda sobre el modo en el cual Faulkner exploró su futuro artístico en la década de 1920 en París, cómo sus principios influyeron en el contenido de sus novelas y cómo luchó con la vida en Hollywood". 
La subasta tendrá lugar el 11 de junio y antes el material será exhibido en París y Nueva York. William Faulkner (1897-1962) es considerado uno de los escritores más importantes del siglo XX y obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1949. Entre sus obras más conocidas se encuentran El ruido y la furia (1929), Mientras agonizo (1930) y ¡Absalón, Absalón! (1936).
También escribió relatos, poemas y guiones de cine para películas como Tener y no tener (1944), basada en el libro homónimo de Ernest Hemingway, dirigida por Howard Hawks y protagonizada por Lauren Bacall y Humphrey Bogart.

Albert Camus

Habitaciones y escritores


Albert Camus, el presente año se cumple el centenario de su natalicio./sinjania.es
Albert Camus. Novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia. En su variada obra desarrolló un humanismo fundado en la conciencia del absurdo de la condición humana. (Mondovi, Argelia, 1913-Villeblerin, Francia, 1960)  Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, su infancia y gran parte de su juventud transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, empezó estudios de filosofía en la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a que enfermó de tuberculosis. 
Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que representaba obras clásicas ante un auditorio integrado por trabajadores. Luego, ejerció como periodista durante un corto período de tiempo en un diario de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En 1939 publicó Bodas, conjunto de artículos que incluyen numerosas reflexiones inspiradas en sus lecturas y viajes. En 1940 marchó a París, donde pronto encontró trabajo como redactor en Paris-Soir.
Empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia que sobre él tuvo el existencialismo. Tal influjo se materializa en una visión del destino humano como absurdo, y su mejor exponente quizá sea el «extranjero» de su novela, incapaz de participar en las pasiones de los hombres y que vive incluso su propia desgracia desde una indiferencia absoluta, la misma, según Camus, que marca la naturaleza y el mundo.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, y de 1945 a 1947, su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al existencialismo, mientras los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un amigo alemán.
Su novela La peste (1947) supone un cierto cambio en su pensamiento: la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir se impone a la noción del absurdo. La peste es a la vez una obra realista y alegórica, una reconstrucción mítica de los sentimientos del hombre europeo de la posguerra, de sus terrores más agobiantes. El autor precisó su nueva perspectiva en otros escritos, como el ensayo El hombre en rebeldía (1951) y en relatos breves como La caída y El exilio y el reino, obras en que orientó su moral de la rebeldía hacia un ideal que salvara los más altos valores morales y espirituales, cuya necesidad le parece tanto más evidente cuanto mayor es su convicción del absurdo del mundo.
Si la concepción del mundo lo emparenta con el existencialismo de Jean-Paul Sartre y su definición del hombre como «pasión inútil», las relaciones entre ambos estuvieron marcadas por una agria polémica. Mientras Sartre lo acusaba de independencia de criterio, de estirilidad y de ineficacia, Camus tachaba de inmoral la vinculación política de aquél con el comunismo.
De gran interés es también su serie de crónicas periodísticas Actuelles. Tradujo al francés La devoción de la cruz, de Calderón, y El caballero de Olmedo, de Lope de Vega. En 1963 se publicaron, con el título de Cuadernos, sus notas de diario escritas entre 1935 y 1942. Galardonado en 1957 con el Premio Nobel de Literatura, falleció en un accidente de automóvil.
2013 es el año de su centenario de su nacimiento, y la pruebar es volver a releerlo, en cualquiera de su obras.
 Fuentes:Wikipedia; biografiasyvidas.com.Foto:sinjania.es

29.3.13

Últimas noticias del inagotable Pessoa

Una versión del Libro de desasosiego con textos inéditos arroja nueva luz sobre el autor. También se publica una recopilación de sus escritos psiquiátricos

Diagrama con los heterónimos más importantes de Pessoa, a partir de un análisis de su traductor Perfecto E. Cuadrado. / Fernando Vicente./elpais.com

La inmensa herencia literaria de Fernando Pessoa, fruto de un afán inhumano de perfección que quedó plasmado en un legado de cerca de 30.000 escritos ordenados, en su mayoría, de forma caótica y embarullada, sigue regalando nuevos textos que aportan nuevas visiones sobre este escritor inagotable. Fruto de la labor de zapa de dos estudiosos de la obra del mayor poeta portugués contemporáneo aparecen ahora en España una nueva edición del Libro del desasosiego, con cinco textos inéditos, y un volumen titulado Escritos sobre genio y locura,compuesto por apuntes sobre psicopatologías y psiquiatría nunca publicados en español (en Portugal lo fueron en 2006). Ambas, en Acantilado.
Richard Zenith, estadounidense de origen, portugués de adopción, considerado por muchos el mayor especialista de la obra de Pessoa, ha compuesto esta última edición del Libro del desasosiego. Entre los cinco textos sacados a la luz hay reflexiones sobre la muerte y sobre el hecho mismo de divagar. Y entre ellos, uno especialmente sintomático. Es el más largo y se compone de una deliciosa redacción sobre la niñez del poeta, sobre sus recuerdos de juego inventando personajes con las piezas del ajedrez y sobre la nostalgia infinita de la infancia. “Me dolía esto como hoy me duele no poder dar expresión a una vida. ¡Ah! Pero ¿por qué recuerdo yo esto? ¿Por qué no permanecí niño para siempre? ¿Por qué no morí yo allí, en uno de esos momentos?”.
Zenith tradujo Libro del desasosiego al inglés y su primera edición en portugués data de 1998. Desde entonces ha elaborado 10 más. Tal cantidad de versiones obedece a las circunstancias azarosas en que se descubrió a principios de 1980 el manuscrito, dentro de un sobre en un arcón que albergó durante décadas la confusa, ingente y desordenada herencia literaria del escritor.
“Pessoa dejó ciertas indicaciones para la composición del libro, pero estas no son exhaustivas y, a veces, se contradicen con otras que dejó en otra parte, por eso se encuentran textos traspapelados que aunque no llevan indicación ninguna, por su temática o estilo deben figurar en el Libro del desasosiego”, explica Zenith.
Pessoa rehacía, destruía y guardaba. Olvidaba proyectos, los retomaba años después y los modificaba en una mañana. Añadía una hoja a un volumen inacabado que luego traspapelaba. Escribía en cuartillas ordenadas a veces, pero otras lo hacía en sobres, en notas de contabilidad, en el reverso de circulares empresariales. Reemprendía obras que se multiplicaban como un árbol ramificado hasta el infinito, llevaba adelante varios libros a la vez... Daba la impresión de que el peso mismo de su deseo de escribir le sepultaba, que le atenazaba el no poder controlar su propia e inmensa ambición reconvertida continuamente en un creciente caos en búsqueda de belleza.
Y buena parte de eso acabó, inconcluso, en el arcón. “Todo ello se debe a su perfeccionismo. Él sostenía que la perfección no era posible, tal vez en un poema corto, pero la vida de un hombre no daba para otorgar la perfección a una obra de mayor extensión. Aun así, no se conformaba. De ahí sus avances y retrocesos”, añade Zenith.
La aparente falta de orden y la —previsible e inevitable— arbitrariedad en la composición —siempre póstuma— del Libro del desasosiego deben importar mucho al lector. “Este es un hermoso ejemplo de no-libro. Se puede leer de arriba abajo, de abajo arriba, picoteando, eligiendo al azar una página…”, asegura Zenith, que recientemente ha recibido en Portugal el prestigioso Premio Pessoa por su labor investigadora y literaria. Y añade que el volumen encierra una sorprendente modernidad. “Fue escrito desde 1915 a 1934. Pero descubierto en 1982 y eso es poéticamente justo, porque pertenece al sentir de nuestros días. Cuando se escribió, Europa creía en la unidad, en la coherencia del yo, en esas cosas que han saltado por los aires y que el Libro del desasosiego, con su fragmentación no solo textual, refleja perfectamente”.
Por su parte, el estudioso colombiano Jerónimo Pizarro ha culminado y, en el caso de la edición española, traducido, Escritos sobre genio y locura, donde Pessoa, obsesionado desde muy joven por cuestiones de psiquiatría, expone sus hallazgos, sus reflexiones, su peculiar interés por algo que le atañía de cerca (él mismo se calificó poco antes de morir de histérico-neurasténico).
Pizarro se ha basado en un conjunto documental catalogado en la Biblioteca Nacional de Portugal como Ensayo sobre degeneración, genio y locura, que contiene 200 textos. Y ha añadido otros 400 relacionados con el tema tras examinar el inagotable archivo del poeta. “Para él, que poseía una formación autodidacta en psiquiatría, pero que llegó más lejos que cualquier psiquiatra portugués de la época, el genio se corresponde con una cierta dosis de locura, con cierta bipolaridad”, sostiene Pizarro, que añade: “El desequilibrio psíquico que acarrea este tipo de locura del genio es, para Pessoa, un cierto tipo de equilibrio superior al que se accede a través del arte”.
Pizarro explica que, gracias a los escritos de Pessoa sobre esta materia y a su propia experiencia personal, se puede rastrear la huella del genio en el arte o viceversa, más incluso que en artistas como Hölderlin o Van Gogh. Este estudioso, que ha editado otras obras del poeta portugués y que se conoce al dedillo los atajos de su inabarcable archivo, pronostica que su herencia catalogada hoy en la Biblioteca Nacional de Portugal seguirá devolviendo joyas. “Hay, en ese archivo inmenso, material para 300 libros de 100 páginas. Y solo se ha publicado la mitad”.

Muchas vidas en una sola


Retrato de Fernando Pessoa en su juventud.

Fernando Pessoa creó decenas de voces para su propia expresión literaria, los célebres heterónimos con los que firmaba sus textos.
Entre los más famosos están Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Antonio Mora o Bernardo Soares, quinientos fragmentos de diario, aforismos y divagaciones sobre cuestiones cotidianas y filosóficas generales que Pessoa redactó entre los años 1913 y 1935, a quien Pessoa atribuye las reflexiones del Libro del desasosiego.

Semana Santa 2013: "La ciencia permite pensar que la Sábana Santa es auténtica"

El estudio de la Síndone de Turín Santa sigue atrayendo creyentes y científicos

Fotografías de la Sábana Santa./lainformacion.com
Nicolás Dietl, del Centro Español de Sindonología (C.E.S.), explica las controversias.
Después de la datación del carbono 14, ¿terminó la investigación?

No. Hubo estudios in situ muy importantes en los años siguientes, en torno a la restauración de 2002. En esa fecha ya se sabía que la datación por Carbono 14 no era del todo fiable. Hay estudios científicos, como el del equipo mutidisciplinar norteamericano de 1978, que permiten pensar que la Sábana o Síndone de Turín fue realmente la que envolvió el cuerpo de Jesús.

¿Por qué?
La datación con radiocarbono da problemas en los tejidos. Se debieron estudiar y datar varias partes del lienzo, no solo una parte de un extremo (más dañado por siglos de deterioro y contaminación). Además, esa datación no despejó la duda principal: cómo pudo formarse una imagen tan precisa con las técnicas de la Edad Media. Tampoco explica por qué las pruebas de 1978 detectaron pólenes del siglo I.

¿Se puede ser sindonólogo sin ser cristiano?
Sí, ese es el caso de Barry Schwortz, judío, que fotografió el lienzo para la primera gran investigación norteamericana de 1978. También es verdad que hay gente que ha aceptado la Fe tras reconocer que la evidencias científicas concuerdan hasta el detalle con lo que está escrito en los Evangelios.

¿Por qué el Vaticano no aclaró las cosas?
Eso no es competencia del Vaticano sino de los periodistas. El Cardenal de Turín emitió un comunicado oficial en 1988 informando de que las pruebas del carbono 14 realizadas sobre unos trozos de la sábana remitían a un periodo comprendido entre los siglos XIII y XIV. Y a continuación decía que no se sabía cómo era posible que la imagen llegara allí. Pues bien: medios supuestamente de prestigio concluyeron que el Vaticano había reconocido que la imagen era una pintura medieval. Nada de eso fue dicho por el cardenal Bellestrero en el comunicado que leyó.

¿Cuales son las razones para creer que la Síndone es auténtica?
El tejido presenta la imagen frontal y dorsal de un hombre –imagen cuyo proceso de formación nadie ha sabido explicar científicamente de modo satisfactorio –, muerto con una crucifixión al estilo romano. El detalle de los golpes coincide con lo que los historiadores conocen de los métodos de flagelación del ejército romano. Y las características de la muerte también coinciden con los relatos evangélicos del siglo I.

¿Y las objeciones científicas más dignas de consideración?
Sin duda, la datación, pero no por las conclusiones del carbono 14, que están refutadas, sino porque no se sabe con absoluta certeza cómo pudo llegar la Sábana desde Tierra Santa a Europa antes de la Edad Media.

¿Cuáles son las principales líneas de investigación?
Por ahora, la histórica. La tela contiene polen de 33 plantas que crecen en Palestina, Turquía, Francia e Italia. Hay que averiguar cómo y por qué estuvo en esos lugares.

¿Cuál fue el periplo que realizó en esos países?
Los historiadores manejan abundantes fuentes documentales que apuntan a que la Sábana estuvo doblada, dejando ver solamente el rostro, durante varios siglos. De Judea pasó a Edessa, en la actual Turquía, de ahí a Constantinopla, donde estuvo hasta el siglo XIII, y de ahí pasó a Europa, muy probablemente por el ducado de Atenas. Apareció en Lirey (Francia) en 1353, de ahí pasó a Chambèry en 1452, y de ahí a Turín en 1578.

Algunos investigadores dicen que en los párpados de la imagen aparece el contorno de unas monedas del siglo I. ¿Es un dato fiable?
Es un dato interesante, porque de ser cierto se trataría de un leptón, moneda de ínfimo valor que se acuñó entre el año 26 y 36 de nuestra Era. Ahora bien: ¿es posible que unos judíos piadosos enterraran a su maestro poniéndole sobre los ojos inertes unas monedas con imágenes paganas del pueblo que les oprimía? Los griegos sí acostumbraban a poner monedas en los ojos de los cadáveres, pero no está acreditado que también lo hicieran los judíos. Por otro lado, otros científicos con fotografías de alto contraste no han encontrado tales monedas, por lo que hay que ser sumamente riguroso con lo que se sabe y con lo que no.

Aquí vivió un escritor

La Asociación de Casas-Museo y Fundaciones de Escritores cumple veinte años con la vista fijada en Portugal y Latinoamérica. Recorremos los hogares de Cervantes, Unamuno, Valle Inclán, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez

 
Don Sancho y El Quijote, a la entrada de la casa de Cervantes, en Alcála de Henares./elcultural.es

Hace veinte años, en un congreso galdosiano celebrado en las Palmas de Gran Canaria, surgió la iniciativa de formar una entidad que acogiera a las casas-museo españolas. Rosa María Quintana, directora de la casa-museo del autor de Fortunata y Jacinta, consciente de que este tipo de instituciones existían desde hacía tiempo en Europa, favoreció junto con otras cinco casas-museo el nacimiento de ACAMFE (Asociación de Casas-Museo y Fundaciones de Escritores) en 1993. Desde entonces ha ido creciendo a razón de unas cuatro casas-museo cada año. ACAMFE tiene ahora puestas sus miras en Portugal, explica su presidente, Antonio González Padrón, director además de la casa-museo León y Castillo en Telde, Gran Canaria. “Tenemos vocación iberoamericana e hispanolusitana, en el sentido de que queremos llegar a todos los países herederos de la cultura española y portuguesa". Este deseo de expansión se puso de manifiesto hace algunos años, y ha dado como resultado el primer congreso ibérico de casas-museo, organizado en Santiago de Compostela y Guimarães. En septiembre se organizará el segundo congreso, anuncia González.

La asociación parece una gran familia, unida por la pasión por la literatura y el afán por generar conocimiento. Cada año reciben unos 2-2,5 millones de visitantes, y acogen a casi 10.000 investigadores, sobre todo universitarios. “Las ilusiones que pusieron los creadores hacen que ahora estemos recogiendo frutos”, declara, aunque reconoce que los tiempos no son los mejores. El Ministerio de Cultura había arropado tradicionalmente a ACAMFE a base de subvenciones, que no llegan desde hace dos años. Por suerte cuentan con grandes patrocinadores, como la Residencia de Estudiantes, que también acoge su sede, y la Real Academia de la Historia, “cuyo director se ha desvivido por nosotros”. “Estamos recibiendo solicitudes. Tenemos como norma no ir a buscar a la casa-museo, sino que unas inviten a otras de la región”. La última que entró fue la Fundación Eça de Queiros. Ya son 46. Y sumando.



Ramón María del Valle-Inclán

Galicia acoge una casa-museo, un museo y una fundación consagrados al creador del esperpento. El autor de Luces de Bohemia y Tirano Banderas nació en 1866 en Vilanova de Arousa (Pontevedra), una villa marinera en la que se encuentra la Casa del cuadrante, el hogar de este escritor de barba larguísima y anteojos observadores, situada en el casco antiguo. Desde sus ventanas, un Valle-Inclán aún niño construía un imaginario plagado de duendes, meigas y almas en pena, profundamente alimentado por las historias que le relataba “una doncella muy vieja que se llamaba Micaela La Galana”, y que se convertirían en un fructífero material que en 1903 vio la luz en el libro de cuentos Jardín umbrío. En el mismo pueblo se localiza la Fundación Valle-Inclán, nombrada bien de interés cultural y de interés gallego.
En A Pobra do Caramiñal (A Coruña) se alza el Museo Valle-Inclán, un monumental edificio renacentista en el que se albergan y conservan objetos y testimonios vinculados a la vida del escritor. Fundado en 1981, fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional, y desarrolla la Semana Valle-Inclán, en torno al aniversario de su nacimiento.




Miguel de Unamuno

Al lado de la antigua Universidad de Salamanca se alza un edificio barroco, de dos plantas, donde residían los rectores de la institución. Bajo ese techo vivió Unamundo durante los años que ostentó el cargo, desde que fue elegido en 1900. En la década de los 50 se convirtió en casa-museo para perpetuar la memoria del escritor y acoger su archivo y su biblioteca personales. Cuenta además con una zona dedicada a la investigación y a la consulta especializada de sus fondos. Otro museo dedicado al escritor se encuentra en Fuerteventura, donde Unamuno se alojó durante el confinamiento decretado por Primo de Rivera en 1924.





Miguel de Cervantes

En Alcalá de Henares nació y creció la más célebre de las plumas españolas, en una casa de dos plantas, jardín y patio columnado, en plena calle Mayor de esta ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En las salas del Museo Casa Natal de Cervantes, decoradas como corresponde a una familia acomodada del Siglo de Oro, se exhiben varias ediciones del Quijote, desde una de 1605 hasta algunas ilustradas por Dalí o Canogar, además de traducciones en numerosas lenguas y alfabetos. El material está en continuo crecimiento gracias a las donaciones y adquisiciones anuales.





Lope de Vega

Como no podía ser de otro modo, La Casa Museo Lope de Vega está situada en pleno centro del Barrio de las Letras de Madrid. El dramaturgo la adquirió en 1610 y vivió en ella durante 25 años, hasta su muerte. Tras su identificación y rehabilitación, fue abierta al público en 1935. En el proyecto estuvieron involucrados intelectuales de la talla de Ramón Menéndez Pidal o Manuel Gómez Moreno. Entre sus fondos se incorporaron depósitos del Museo del Prado, el Museo Arqueológico Nacional y la Biblioteca Nacional, entre otras instituciones, y alberga obras de arte, mobiliario y ediciones de obras del autor.





Miguel Hernández

“En Orihuela, su pueblo y el mío”, escribió el poeta en su “Elegía a Ramón Sijé”. En este pueblo Alcantino se levanta su casa-museo, junto a la sede de su Fundación, precisamente en la calle que lleva su nombre. Ahí se crió junto a sus hermanos uno de los escritores más comprometidos con los padecimientos de las clases populares, reflejados en el heroico Viento del pueblo y el amargo El hombre acecha. Durante la Guerra Civil cantó a la muerte, a la injusticia y a la libertad, y por ello dio con sus huesos en la cárcel, donde desarrolló una gran producción poética que intentaba dar fuerzas a los perdedores de la contienda y a su familia. Entre los oscuros muros de la prisión dedicó a su segundo hijo las “Nanas de la cebolla”. Apenas pudo conocerle, pues Hernández expiró en 1942, a los 31 años. No fue hasta 1981 que se creó su museo, aunque el Ayuntamiento de Orihuela había iniciado los trámites en 1974.





Federico García Lorca

“Fuente Vaqueros se llama este pueblo: Fuente que tiene su corazón en la fuente del agua bienhechora", escribió Lorca. Una típica casa de labranza en este pueblo granadino le vio nacer en 1989. Casi un siglo después, fue adquirida por la Diputación de Granada y en 1986 se convirtió en un museo destinado a mantener viva la memoria del poeta que mejor supo capturar el carácter de la Andalucía profunda, retratada en La casa de Bernarda Alba y Yerma. Junto a la casa, un pequeño granero acoge una sala de exposiciones en la que se exhiben sus libros, sus dibujos y sus cartas. Asimismo, cuenta con el legado de Anna María Dalí, hermana del pintor con el que Lorca trabó amistad en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Incorporaciones del archivo del historiador Ian Gibson y la partida de defunción del poeta, "fallecido a consecuencia de heridas producidas por hecho de guerra", completan la colección.





Juan Ramón Jiménez

En Moguer, en la misma calle con nombre del poeta, se encuentra la Fundación Zenobia y Juan Ramón Jiménez, albergada en la misma casa en la que pasó su infancia. El edificio, construido en el siglo XVIII y de estilo puramente andaluz, fue restaurado por la familia del escritor y desde 1956 se convirtió en casa-museo, cuando el autor de Platero y yo fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, la institución no abrió sus puertas hasta 1958. En ella se conserva la biblioteca particular de Juan Ramón Jiménez, que cuenta con 3.500 volúmenes y 7.500 revistas. Además, se exponen pinturas realizadas por el propio poeta y por artistas amigos de la familia, como Joaquín Sorolla y Gregorio Prieto.





Benito Pérez-Galdós

El mejor cronista del siglo XIX nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843, en un inmueble que todavía conserva la arquitectura doméstica del barrio de Triana. La casa-museo, abierta al público desde 1964, recrea el ambiente familiar galdosiano, y guarda un espacio especial para la relación del autor de Fortunata y Jacinta con sus islas. El edificio está distribuido siguiendo el modelo tradicional, en torno a dos patios centrales, y mantiene casi intactas la estructura y los materiales originales. Sus salas alojan mobiliario, obras de arte y fotografías que dan testimonio de la vida cotidiana del escritor. El centro cuenta además con los servicios de Biblioteca y Departamento de Educación y Acción Cultural (DEAC), que dispone para el público el patrimonio bibliográfico y documental de Galdós.



Entrevista con Antonio González Padrón, presidente de ACAMFE y director de la casa-museo León y Castillo en Telde, Gran Canaria - ¿Cómo surge la iniciativa de formar la asociación?
- En un congreso en la casa-museo de Galdós en las Palmas de Gran Canaria, su entonces directora, Rosa María Quintana, junto con Gonzalo Rey Lama, de la Fundación Rosalía de Castro, y las casas Museo de Unamuno, Lorca, Juan Ramón Jiménez y Azorín, se reunieron para lanzar la idea de crear una asociación. En Europa existían desde hacía tiempo. Tras esa reunión informal, se formalizaron unos estatutos y se llevó a cabo una búsqueda de otras casas-museo, para que no fueran tan pocas. A partir de ahí ha ido creciendo con una media de cuatro casas anuales hasta el día de hoy. En la actualidad seguimos recibiendo solicitudes. Tenemos como norma no ir a buscar a la casa-museo, sino que unas inviten a otras de la región. La última que entró fue la de Eça de Queirós. De Portugal hemos recibido interés de unas diez, pero hay una cuota y algunas no se lo pueden permitir.

- ¿Qué balance hace de estos 20 años?
- Las ilusiones que pusieron los creadores, las voluntades, hacen que estemos recogiendo frutos. Somos una asociación sin ánimo de lucro, con un carácter de servicio público. Intentamos aunar esfuerzos para que nuestros autores sean leídos, y tenemos una inercia de colaboración entre todas las casas-museo. Nos conocemos con nombres y apellidos, sabemos cómo somos, y esto nos permite trabajar como un equipo compacto. Es una labor de años.

- ¿A qué tipo de público atrae una casa-museo?
- Movemos entre dos millones y dos millones y medio de visitantes. Los inmuebles en sí ya son una bellísima lección de historia de la arquitectura, pero ademas atesoran pinturas, esculturas, porcelanas... Y lo más importante, el legado de nuestros autores: bibliotecas, libros antiguos... Acogemos a casi 10.000 investigadores, sobre todo universitarios, que viene para documentarse sobre nuestros escritores.

- La documentación a nivel biográfico y bibliográfica será extensísima.
- Sí, porque además de casa-museo, somos centros de estudio de nuestro personaje, de primera mano. También colaboramos con universidades y formamos a estudiantes de museología.

- ¿Cómo se financia la asociación?
- Tradicionalmente el Ministerio de Cultura nos ha arropado mediante subvenciones para proyectos. Los dos últimos años no hemos recibido esa ayuda directa, pero nos aporta cobertura legal y asesoramiento, cosas que no se cuantifican con dinero. También hemos contado con grandes patrocinadores, como la Residencia de Estudiantes y la Real Academia de la Historia, cuyo director se ha desvivido por nosotros. Y por supuesto “los clásicos”, personas básicas para el desarrollo de ACAMFE durante años. Tenemos acuerdos con la Asociación de Archiveros de Aragón, con la Fundación San Pablo CEU y estamos comenzando una cooperación con Instituto Cervantes.

- ¿Cómo se perfila el futuro?
- Desde hace unos años se ha mostrado el deseo de crecer hacia Iberoamérica, especialmente hacia Portugal. Se organizó el primer congreso ibérico de casas-museo, organizado en Santiago de Compostela y Guimarães. Santiago, porque gracias al Camino ha sido la ciudad más internacional de España, y Guimarães, porque es la cuna de Portugal y en 2012 fue capital cultural europea. Para septiembre habrá un segundo congreso. Tenemos vocación iberoamericana, vocación hispanolusitana, en el sentido de que tenemos que llegar a todos los países que son herederos de estas culturas. Nos interesan Timor, Filipinas, Angola... porque cuando hablamos de Iberoamérica tenemos que pensar que nuestros idiomas se hablan en los cinco continentes, y nuestros autores son leídos en todas partes del mundo. Protegemos la literatura en cualquier idioma de España y Portugal, y queremos fomentar la riqueza lingüística.

Inmortalidad, pregúnteme cómo

¿Quién quiere vivir eternamente?

La dama de Shalott, entregándose a la muerte en el cuadro de John William Waterhouse./elmundo.es

 Algo que ya se preguntó en su momento el guitarrista Brian May al recibir el encargo de componer el tema principal de la banda sonora de 'Los inmortales' en 1986. Una cuestión metafísica y casi obsesiva a lo largo de la historia de la humanidad que ahora destinará cinco millones de dólares a estudiar si es posible o si merece la pena semejante obsesión.
El destinatario de semejante cantidad será un profesor de Filosofía de la Universidad de California Riverside, John Martin Fischer, bombardeado con todo tipo de mensajes y peticiones de curiosos desde que se corrió la voz de que le habían concedido semejante beca.
Con esos millones ya ha confirmado que no se dedicará a atender casos de fantasmas y posibles reencarnaciones, sino a identificar y dirigir a un grupo de científicos que arrojen luz sobre la cuestión, sobre si el hombre puede aspirar a la vida eterna en este mundo o en otro posterior y de si merece la pena que esa opción, con los muchos avances de la medicina, llegue algún día a cristalizar, vivir de forma indefinida.
De ser posible en un futuro plantearía la misma cuestión que se toca 'Los inmortales' a través del personaje que interpreta Christopher Lambert, si es aconsejable ver envejecer nuestro mundo mientras uno permanece joven e inmaculado durante siglos.
"Estas preguntas han sido una cuestión tradicional en la literatura humana, además de en la religión y la Filosofía durante milenios", expicó Fischer al diario 'Los Angeles Times'. El profesor cree tener los pies en el suelo ante semejante proyecto, añadiendo que espera poder progresar sobre el tema, tratar de entenderlo mejor y saber si es posible responder a todas esas preguntas.
Se trata, parece, de un científico obsesinado con la muerte, autor de dos libros sobre el tema y un hombre con un currículum importante, licenciado por la Universidad de Stanford y doctor por la Universidad de Cornell. Reconoce que le marcó y mucho la muerte de su abuelo, asesinado por los nazis y que eso le hizo alejarse de la religión para refugiarse en la Filosofía como vía de escape a todas sus preguntas.
Smith sabe que se enfrenta a una cascada de testimonios alucinantes, a presuntas experiencias sobrenaturales, casos que ya han empezado a posarse sobre su mesa. Tiene tres años para alcanzar algún tipo de conclusión o dar con la fórmula para una vida eterna, interminable.

Niegan un premio literario a una novela por atentar contra la igualdad

La Diputación de Jaén ha declarado desierta la 22 edición de su Premio de Literatura para Escritores Noveles al considerar que la obra que había elegido el jurado como ganadora, titulada Nunca te quise tanto como para no matarte, atenta contra la igualdad y tiene contenidos sexistas


El libro por publicar./canalsur.es

El autor de la novela, Javier Ochoa, ha enviado un comunicado a sus familiares amigos a través de Facebook, que ha sido publicado en el blog sobre literatura "La viga en mi ojo", en el que se queja de que se ha censurado su "imaginación" y su "talento literario". 
El jurado del premio decidió en diciembre que "Nunca te quise tanto como para no matarte" fuera la obra ganadora, aunque la Diputación decidió que el área de Igualdad de la institución revisara la novela porque podría tener contenidos sexistas. 
En un comunicado, la diputada de Cultura, Antonia Olivares, ha explicado que "sin entrar en ningún momento en la valoración literaria de la obra" se decidió que se revisara el fallo por el área de Igualdad. 
Los servicios técnicos de Igualdad elaboraron un informe en que que señalaban que el texto "falta al derecho a la igualdad por razones de sexo en varias ocasiones". 
Así lo detalla también la diputada de Igualdad, Yolanda Caballero, quien ha subrayado que su departamento no dudó en ningún momento en señalar que la obra contenía tintes que atentan contra el derecho a la igualdad por razones de sexo, por lo que se desaconsejaba que se le concediera el premio. 
De la misma opinión es la coordinadora en Jaén del Instituto Andaluz de la Mujer, Beatriz Martín, que ha expresado su satisfacción por la retirada de la obra, aunque ha reconocido que solo conoce el título, de "caros tintes machistas". 
Por su parte, el autor, en el mensaje enviado a amigos y familiares, decía que la retirada del premio le ha dolido "como quitarme los galones y volver a ser tropa". 
Explica que el 17 de diciembre lo llamaron para que retirase su novela de un concurso de la Diputación de Córdoba porque había ganado el de Jaén y que la propia Antonia Olivares le llamó para felicitarle. 
El 28 de diciembre mandó un correo a la presidenta para manifestar su extrañeza por la tardanza de la publicación del fallo, sin respuesta, y el 16 de febrero llamó por teléfono para pedir una explicación, que no ha recibido hasta el 21 de marzo por parte de "una funcionaria anónima". 
Ochoa finaliza su mensaje preguntándose "Si Truman Capote o Jim Thompson o cualquier otro maestro de la novela negra hubiera nacido en Jaén ¿a qué se hubiera tenido que dedicar?". 
Al XXII Premio de Literatura para Escritores Noveles se presentaron un total de 19 obras de las que nueve pertenecían al género de narrativa, otras nueve a poesía y una a ensayo. 
El jurado, presidido por la diputada de Cultura y Deportes, estaba formado por Manuel Urbano, miembro de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios; Elena Feliú, profesora de Lengua Española en la Universidad de Jaén; Juan Carlos Abril, doctor en Literatura Española en la Universidad de Granada; José Román, licenciado en Teología Pastoral; y Carmen Jiménez, directora de Comunicación en la Plataforma de ONG de Acción Social.

28.3.13

Cumple 50 años "Rayuela", el libro de cinco generaciones de jóvenes

Publicada en 1963, la novela de Julio Cortázar conquistó todas las bibliotecas. Aquí, una historia de cómo fue leída hasta hoy

Joven autor. Una imagen poco vista de Cortázar, del mismo año que publicó su monumental novela. /Revista Ñ
En los 60, cuando apareció, se transformó muy rápidamente en un clásico. Por su formato, por su vanguardismo, por la forma en que mezclaba el surrealismo francés de los años 20 con el realismo mágico del boom latinoamericano.
Para los lectores argentinos en particular, la novela traía algo de la vanguardia de Macedonio Fernández. Por las aspiraciones poéticas del libro, también traía algo de Oliverio Girondo. Venía a bordo de las velocidades de su tiempo, a bordo del rock, el pop, las revueltas políticas y la revolución sexual.
Pero cómo no recordar aquel texto de David Viñas que apareció en 1969 y en el que se cuestionaba la influencia que Cortázar estaba teniendo en una nueva generación de escritores de entonces: Manuel Puig, Ricardo Piglia, Germán García. En los 70, aclamada por una nueva generación de jóvenes, leerla se volvió una forma de ser más joven todavía. Así como los capítulos de la novela podían reordenarse según los caprichos del lector, del mismo modo, la novela era también una forma de imaginar otro orden del mundo.
Pero ya se encontraban definitivamente divididas las aguas respecto de las formas de leerla: mientras algunos la reivindicaban por su vitalismo, su lenguaje coloquial y el mensaje social del escritor en sus entrevistas, había quienes en cambio reivindicaban la novela por el mundo cultural y artístico que evocaba, por su experimentalismo y su vanguardia.
En los años 80, ya definitivamente considerada un monumento literario, se transformó en la novela de un autor referente ineludible de la izquierda internacional. Cuando ese autor de fama exorbitante en el que se había transformado Cortázar regresó al país luego de treinta años de vivir en el exilio, el recientemente electo presidente de la Democracia, Raúl Alfonsín, no lo quiso recibir. Ya para entonces Rayuela se había transformado en la novela argentina del boom latinoamericano y en un clásico de repercusión universal. Los 80 eran también los años en los que se apagaría la vida del creador de la historia de La Maga y Horacio.
Durante los 90, cuando a los de mi generación nos tocó leerla, Rayuela estaba en todas las bibliotecas en formación, aquellas que no tenían más de veinte libros. En todas había un ejemplar con la historia duplicada entre calles de París y Buenos Aires. De entre nuestros primeros libros, Rayuela era probablemente uno de los pocos destinados a sobrevivir, el primer ladrillo de una nueva forma de leer.
Porque Rayuela también era eso: un libro con una biblioteca adentro. Leerla era también una forma de descubrir que por debajo de la historia de La Maga y Oliveira vagando por París, se asomaba una historia más sórdida: la de un triángulo escéptico formado por Horacio, Talita y Traveler en un circo de Buenos Aires primero y en un manicomio después.
Era una de nuestras primeras educaciones sentimentales para reivindicar la locura. Y era una forma de no llevarnos tan mal con nuestras pobrezas, una forma de pelearnos con la indigencia cultural en la que el menemismo nos hundía. Recuerdo que cuando la empecé a leer bajé corriendo a comprar un disco de jazz para escucharlo mientras la seguía leyendo. Para mí era la puerta de entrada a los años 50, una época que venía con su propia música. Pero si el jazz era la música de fondo de Rayuela, la estructura moral de la novela era la del tango de los años 40. Era el tango de los años 40 y “Buenos Aires Hora Cero” de Piazzolla todo junto, como en una coctelera: por las palabras del lunfardo, por la forma de relacionarse entre sus personajes, por la ruptura de las formas y la nostalgia frente al tiempo que pasa.
Leída en los 2000, Rayuela es un gran hipertexto de papel, lleno de referencias e imágenes adjuntas, sonidos y notas musicales, con links que reenvían de una zona a otra del libro. No sería extraño tropezar con una edición en la web: una versión de la novela con ruidos, fotos, dibujos con líneas rotas, collages y canciones.
Hoy, a cincuenta años de su primera edición, y a pesar de su reconocimiento internacional, su potencia sigue siendo la de una novela compleja. Celebrada en congresos internacionales de literatura, todavía es desdeñada por ciertas zonas de la crítica académica argentina.
Pero para muchos Rayuela trae consigo una visión del mundo y una teoría de la literatura que incorpora la reivindicación de géneros literarios menores, la prueba de que los experimentos literarios y los juegos de las vanguardias son también cosas que pueden cautivar a muchos lectores.
Para otros, a pesar de que la novela ponía el acento en el protagonismo del lector, apelando a que fuera él quien reorganizara el texto, también traía un “Tablero de dirección” un “manual del usuario” puesto al comienzo, una forma de subestimar al lector al que supuestamente se quería jerarquizar.
Y ni hablar de aquella distinción desafortunada, la que separaba a “Lector Macho” de “Lector Hembra” y de la que después Cortázar pretendió desdecirse.
Para algunos escritores contemporáneos Rayuela fue una novela revolucionaria que transformó a la literatura. Por ejemplo Washington Cucurto –nacido en 1973, autor de La máquina de hacer paraguayitos y Cosa de negros, entre otros– confiesa que no hace mucho la leyó y le pareció un texto impresionante: “Toda novela tiene su lenguaje, y el de Rayuela no envejeció.” Para autores y críticos contemporáneos, sin embargo, es válido cuestionarse si la novela envejeció: por su misoginia y su machismo, por las posturas del narrador frente a las minorías sexuales, por la forma en que la figura de la mujer es subestimada.
Pese a las críticas que se le puedan hacer, Rayuela sigue estando en nuestras bibliotecas, con sus armas secretas y cautivando a cada nueva generación.
En algún lugar de la literatura La Maga y Horacio –sus protagonistas– se siguen encontrando para cazar estrellas, sepultar paraguas o suicidarse arrojándose a los ríos metafísicos. Y Talita y Oliveira siguen con insomnio jugando a la rayuela en el patio húmedo de un manicomio.
Rayuela se sigue encontrando con nuevos lectores. Lectores exigentes, como la escritora Mariana Enríquez (1973, autora de Bajar es lo peor y Cómo desaparecer completamente): “ Rayuela es una novela de su época –ese narrador es tan contemporáneo de sí mismo que es difícil aplicarle objeciones de este milenio–. Talita es un personaje que me encanta. Hay párrafos de esa novela de una belleza y una técnica pasmosas. Creo que, en general, a Cortázar se le pega demasiado”.