28.8.21

La chilena Diamela Eltit, premio FIL de Literatura 2021

La autora obtiene el galardón en reconocimiento al conjunto de una obra en la que conviven la experimentación y el compromiso político

La escritora chilena Diamela Eltit./ELPAIS.COM

La novelista chilena Diamela Eltit se ha alzado con el premio FIL de Literatura 2021 este viernes. La autora de Jamás el fuego nunca, nacida en Santiago de Chile en 1949, ha recibido este galardón dotado con 150.000 dólares que se entrega en reconocimiento al conjunto de una obra. La autora se ha alzado con unanimidad en la votación del jurado que estudió las 71 postulaciones de siete países distintos, según ha detallado Lorena Amaro Castro, representante del jurado del Premio FIL de Literatura 2021. “Por la profundidad de su escritura única que renueva la reflexión sobre la literatura, el lenguaje y el poder en el cambio de siglo. Una voz trazada con los cuestionamientos más urgentes de la época contemporánea en tiempos de pandemia, migraciones, depredación y devastación ambientales”, ha señalado sobre la trayectoria de Eltit. El jurado coincidió en que su obra “trasciende las convenciones literarias” para dialogar con la visualidad, la critica, el feminismo, el psicoanálisis y las teorías contemporáneas poshumanistas.


En su país natal, Eltit se dio a conocer antes como artista plástica que como escritora durante la dictadura de Augusto Pinochet al ser parte del Colectivo de Acciones de Arte (CADA) junto al poeta Raúl Zurita, el sociólogo Fernando Balcells y los artistas Lotty Rosenfeld y Juan Castillo. En 1980, la entonces joven de 23 años se presentó con un trapo y un balde en una calle de la capital chilena célebre por sus prostíbulos y empezó a limpiarla. Un registro fotográfico de la performance está hoy en la colección del Museo Reina Sofía de Madrid. “No era un grupo homogéneo, había muy pocos colectivos y artistas en aquel páramo. Defendíamos territorios frente a la nada”, recordaba la novelista en una entrevista con EL PAÍS. Aún hoy es una de las voces más críticas con el régimen militar que gobernó Chile entre entre 1973 y 1990.

En 1983 llegó su debut literario, Lumpérica. Le siguieron Por la patria (1986), El cuarto mundo (1988), El padre mío (1989) y Vaca Sagrada (1991). El nombre de Eltit cruzó definitivamente las fronteras de su país con Jamás el fuego nunca (2007), título publicado por primera vez en España en 2012 por Periférica. El título toma prestado un verso de César Vallejo para contar la claustrofóbica historia de una mujer enclaustrada que habla a su compañero sobre un pasado de revoluciones fracasadas e hijos muertos. La novela fue escogida por Babelia entre los 25 mejores libros en español de los últimos 25 años.

Otra de sus novelas más aclamadas fue Impuesto a la carne (2010) una sórdida y lúcida metáfora de los años de represión en Chile y el resto de América Latina a través del vínculo entre una madre y una hija confinadas en un hospital. Maltratadas por médicos, enfermeros y fans, con todo un país en contra, se aferran una a la otra.

El mundo de la locura y su tratamiento lo había explorado a fondo en El infarto del alma (1994) un viaje poético y visual con el que Eltit volvió a acercarse al mundo del arte junto a la fotógrafa Paz Errázuriz. La idea nació en 1992, después de que la novelista viese una serie fotográfica de Errázuriz sobre parejas que vivían recluidas en un manicomio. Tras la lectura de numerosos libros de hospitales del siglo XIX, escribió desde México este libro que cuestiona los límites indefinidos del amor y la locura.

Hoy, a sus 72 años, cuenta con más de una veintena de obras publicadas en las que despliega un universo propio en el que conviven la experimentación y el compromiso político. Eltit, conocida por sus ficciones, es también autora también de libros de ensayos como Emergencias: escritos sobre literatura, arte y política (Planeta-Ariel, 2000), Signos vitales (2008) y Réplicas (2016).

A lo largo de su carrera, ha compaginado la literatura con la docencia, tanto en Chile como en Estados Unidos. “Enseñar me obligó a escuchar y a leer de manera sistemática. De mis estudiantes, a lo largo del tiempo, he recibido muchos comentarios excepcionales, recomendaciones de lecturas y críticas a mis métodos que me han parecido pertinentes”, aseguraba sobre el vínculo entre la enseñanza y la literatura. Actualmente es profesora titular en la Universidad Tecnológica Metropolitana y Distinguished Global Professor de la Universidad de Nueva York.

El premio otorgado por la FIL demuestra el idilio del país mexicano con la novelista chilena, que un año atrás ganó el premio Carlos Fuentes a la creación literaria. La Universidad Nacional Autónoma de México y la Secretaría de Cultura le otorgaron entonces ese reconocimiento por “su compromiso con la reinvención del lenguaje y la transgresión, sin perder de vista la dimensión ética y política”.



21.8.21

Autores autopublicados en la Filbo 2021digital

 Amigos Visibles e Invisibles de la Red: Mi primera novela, El sueño del perro estará en la Feria del Libro 2021. Tres librerías lo exhibirán, una en Armenia, Árbol del Libros (la de Claudia Morales, periodista y columnista de El Espectador) y dos en Bogotá: Casa Tomada y Librería de la Universidad Nacional de Las Nieves. MAÑANA, domingo 22 DE AGOSTO.10.AM.FILBo2021Digital



El modelo, Ulises, mirándose en el pendón.


ENLACE: https://feriadellibro.com/es/sala/ecopetrol-b


Cristina Rivera Garza: “La palabra escrita puede convocar apariciones”

La autora mexicana ha logrado mucho más que un libro: una reconstrucción de la vida y asesinato de su hermana pequeña cuando apenas tenía 20 años

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza.GRISEL REYES PAJARITO / EL PAÍS.COM




El amor como amenaza. No como disfrute, como apoyo, como acompañamiento, como catalizador del deseo y los proyectos o formas más fructíferas de vida, sino como una amenaza constante a la seguridad física, a la estabilidad mental y al propio transcurso de la vida y la libertad. Es la propuesta de Cristina Rivera Garza en El invencible verano de Liliana (Literatura Random House), mucho más que una novela. La autora mexicana (Heroica Matamoros, 1964) ha logrado llevar a término un parto con dolor, con retraso, con heridas y deudas comprensibles, porque el bebé es la reconstrucción de la vida y asesinato de su propia hermana pequeña, muerta a los 20 años a manos de quien fue su novio en edad adolescente y no pudo soportar su salto al mundo universitario en la capital, su crecimiento, su cambio. Un desafío literario y personal de enorme altura.

“A veces uno tiene que esperar muchos años para sentir las transformaciones personales y sociales en cada uno de sus huesos. Los duelos tienen su propio reloj. Su propio ritmo”, cuenta Rivera Garza por correo electrónico. “Los movimientos de mujeres —feministas y no— han producido un lenguaje que ahora nos permite demandar justicia juntas”.

La autora explica este libro, que nos sirve para viajar a una de las noticias más dolorosas que han sido portada en este curso, y es la imparable secuencia de feminicidios. Si viajamos al racismo y la inmigración de la mano de Abdelá Taia, a la pérdida y el duelo con Ali Smith y a la globalización y el calentamiento con Doug Bock Clark, hoy caminaremos por la realidad de la violencia de género de la mano de este libro. En España, estos crímenes se dispararon tras el fin del estado de alarma. En México, la violencia contra las mujeres creció más de un 7% en los primeros meses del año. Una realidad que sigue en aumento a pesar de que la concienciación ha crecido y el silencio ha quedado sepultado.

Cristina Rivera estaba en Chiapas hace un par de años participando en un evento organizado por zapatistas cuando le surgió la necesidad de abordar al fin el crimen de su hermana. “Estábamos compartiendo palabras y esperanza con compas de la región y de todo el país”, cuenta. “Y creí, con todos ellos, que otro mundo era posible. En ese otro mundo posible, esta historia de mi hermana podría, finalmente, ser recibida con la dignidad y el respeto que su vida merece”.

Así surgió este libro, cuyo título y sentido parten de una cita de Albert Camus que era referencial para su hermana: “En lo más profundo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano”. La autora lo encontró en montón de apuntes de su hermana, diarios, cartas y notas que habían guardado en cajas 30 años atrás, después del crimen, y que al fin se animó a abrir, a enfrentar, a asumir. Así se volvió a acercar a Liliana, que detallaba las ilusiones de su incipiente carrera universitaria a la vez que reflejaba sombras de ese amor de adolescencia que de vez en cuando irrumpía en su nueva vida con afán posesivo y sin ninguna simpatía por su aprendizaje o sus nuevos amigos. Por todo ello es un libro, pero también un parto.

“La escritura es una bisagra que conecta lo profundamente personal con lo irremediablemente social: somos en conexión con otros y, de la misma forma, imaginamos y contamos nuestras historias”, afirma Rivera Garza. “Puesto que los libros han cambiado mi vida de múltiples maneras, estoy convencida del poder que tiene la palabra escrita para convocar apariciones, crear espacios de escucha a través del tiempo y restituir vidas enteras”.

Igual que la vida es un comienzo, como todos sabemos, la muerte es otro comienzo para quienes quedan, para los que aprenderán a vivir con el duelo como una compañía necesaria, demandante, que pide su tiempo y su dedicación. Las navidades que siguen a la muerte, los veranos, las vacaciones, las conversaciones que tienen lugar entre Cristina Rivera Garza, sus padres, familiares y amigos concernidos no serán nunca las mismas, porque la ausencia estará presente como sigue en este libro y en sus vidas. A través de ellos ha compuesto la autora un mosaico de impresiones y testimonios que enhebran la vida truncada de Liliana.

En un momento de su corta vida, Liliana compra un gorrión para que su novio maltratador tuviera “el honor” de liberarlo. Pero él no llega a tiempo y fueron ella y una amiga quienes lo pusieron en libertad. “Esperábamos que el gorrión tomara aire y saliera volando, pero no fue así. Dio unos pasos sobre el pasto y, luego, cayó. Tratamos de reanimarlo, pero pronto entendimos que ya no podíamos hacer nada. Su muerte nos destrozó el corazón”, narra la amiga en la pluma de Rivera Garza. “Liliana se había quedado inmóvil, muy consternada, como si algo se le hubiera quebrado adentro”.

Ese gorrión anticipó su propia suerte, como este libro sella el amor como amenaza en lo que Cristina Rivera Garza no quiere clasificar como literatura testimonial, sino documental. A partir de ahí: ¿la esperanza de atraparlo? ¿el fin de la impunidad?

“La violencia continúa porque la impunidad sigue adelante, pero hay diferencias”, quiere ver Cristina Rivera. “Desde 2019 existe una Fiscalía de feminicidios en Ciudad de México, atinadamente dirigida por la abogada Sayuri Herrera. Este tipo de instituciones necesitan, sin embargo, presupuesto y personal. La esperanza muere lo último, dicen, y es cierto. Sigo empecinada en que la justicia se siente a nuestra mesa, como bien decía la poeta mexicana Rosario Castellanos”.

Pero el asesino de su hermana, Ángel González Ramos, de quien la autora ofrece incluso la fotografía, sigue en paradero desconocido. Si la justicia llega a sentarse a la mesa, habrá sido también gracias a la literatura.

14.8.21

Francia conmemora con centenares de actos el bicentenario de Flaubert

 El escritor galo es entronizado como uno de los principales precursores de la novela moderna

 Gustave Flaubert. El autor de Madame Bovary (1821-1880)/lavanguardia.com


Centenares de actos

El año Flaubert arrancó el pasado 17 de abril y se prolongará hasta junio del 2022

El año Flaubert arrancó el pasado 17 de abril y se prolongará hasta junio del 2022. El programa incluye centenares de actos, muchos de ellos en Normandía, la región natal del escritor. Las restricciones sanitarias por la pandemia son un condicionante, aunque se confía en que la situación mejore a medida que pasen los meses. Participan en la efeméride el Ministerio de Cultura y el Instituto de Francia a través de su servicio France Mémoire, creado ex profeso para las conmemoraciones históricas. La presidenta de honor del programa Flaubert 21 es la actriz Isabelle Huppert, que encarnó a Emma Bovary en la célebre película de Claude Chabrol sobre la novela, estrenada en 1991. El maratón divulgativo cuenta con el apoyo decidido de Brigitte Macron, esposa del presidente de la República, exprofesora de literatura y una entusiasta del novelista normando.

Para el bicentenario se han organizado exposiciones de manuscritos, festivales literarios y cinematográficos, conferencias, espectáculos en vivo, guías turísticas y gastronómicas. Hay iniciativas curiosas como un taller de teatro participativo, en un bar de Rouen, que han titulado speed dating, un divertimento para poner a prueba el lenguaje de Flaubert en los modernos códigos de relación entre sexos. El autor es analizado como literato y, a la vez, como filósofo y pensador, un epicúreo sensual y a la vez melancólico. Hay quien deduce que era bisexual.

FLAUBERT Sotheby’s París

Un texto escrito a mano por Flaubert fue subastado por Sotheby's

 Terceros

Pese a la fama, hay muchas facetas de la vida y de la obra de Flaubert que son todavía poco conocidas o que el bicentenario ayuda a divulgar. La cadena de radio pública France Culture emitió varios programas especiales en los que participó Pierre-Marc Biasi, uno de los mayores expertos, autor de Gustave Flaubert, una manera de vivir.

Para Biasi, escribir era para Flaubert “una cuestión de vida o muerte”, el mejor antídoto para la enfermedad nerviosa que sufría –se cree que era epilepsia– y que le causó graves crisis. Según este biógrafo, los libros, la pasión amorosa y la afición a los caballos fueron las tres cosas esenciales que lo empujaban a seguir adelante.

Flaubert ha pasado a la historia como un creador meticuloso y perfeccionista

Ejerció mucha influencia el viaje de 18 meses que realizó al Oriente (Palestina, Egipto, Grecia, Turquía y otros países), un destino entonces mítico para un intelectual europeo. Biasi rebate una cierta idea de Flaubert, alentada por exponentes de izquierda como Jean-Paul Sartre, de que el novelista era reaccionario (debido a su oposición al experimento revolucionario de la Comuna de París, en 1871). Al contrario, Biasi opina que tanto Madame Bovary como La educación sentimental constituyen una crónica sutil de su tiempo, con crítica y sátira sociales, y hasta con un análisis que podría considerarse cercano al marxismo.

Flaubert ha pasado a la historia como un creador extremadamente meticuloso y perfeccionista, obsesivo en los detalles, un hombre dedicado en cuerpo y alma a su oficio. “Las únicas aventuras de mi vida son las frases”, dijo en una ocasión. “Soy un hombre pluma”, reza otra cita célebre. Se sabe, en efecto, que realizaba un enorme trabajo preliminar de sus textos, que podía reescribir una página 15 veces, pasar tres días para una frase, una tarde para colocar una coma. Sus jornadas eran extenuantes. Existe la leyenda de que, para las barcazas que remontaban el Sena, la casa de Flaubert en Croisset, donde siempre brillaba una luz por la noche –porque su ocupante escribía–, les servía como faro de orientación.

Isabelle Huppert, en el papel de Emma Bovary para la película estrenada en 1991

Isabelle Huppert, en el papel de Emma Bovary para la película estrenada en 1991 

 Wikipedia

También realizaba viajes con el único objetivo de fijarse en detalles y ser luego plenamente fiel en su narración realista. Lo hizo antes de escribir Salambó. Se desplazó al norte de África para documentarse. En sus libros hay asimismo referencias encriptadas, dirigidas a sus amigos, que solo ellos pueden descifrar. El volumen de su correspondencia fue inmenso.

En febrero pasado, el semanario L’Obs dedicó un número a Flaubert, con la hipótesis quizás demasiado atrevida de que es “el santo patrón de los escritores”. Para ellos preguntó a una veintena de narradores franceses y extranjeros qué significaba para ellos, si compartían la definición. Hubo respuestas variadas. Mario Vargas Llosa no ocultó su amor hacia el creador francés, por su capacidad de explicar historias aparentemente bastante banales con una elaboración estética muy alta. “Lo adoro todo en Flaubert”, dijo. “Flaubert ha cambiado totalmente la idea que se tenía de la novela moderna –agregó el Nobel hispano-peruano–. Es el primero que descubre la importancia del narrador, que la persona que construye la historia puede no estar presente”. “Aunque no se le lea, nos influye”, concluyó Vargas Llosa. Según él, La educación sentimental fue la obra maestra de Flaubert, si bien su preferida es Madame Bovary.

Javier Cercas también admitió ser deudor de Flaubert, como lo evidenció su primera novela, El móvil. “Flaubert es, después de Cervantes, el novelista más decisivo en la historia de la novela”, declaró a L’Obs el autor de Soldados de Salamina, y añadió: “Los novelistas no pueden vivir sin Flaubert”

7.8.21

El arte de escribir

 “Para las masas en su existencia más honda, inconsciente, las fiestas de alegría y los incendios son sólo un juego en el que se preparan para el instante enorme de la llegada de la madurez, para la hora en la que el pánico y la fiesta, reconociéndose como hermanos, tras una larga separación, se abracen en un levantamiento revolucionario.” Walter Benjamín 

El filósofo alemán Walter Benjamin. /bloghemia.com 

El que es buen escritor nunca dice más de lo que piensa. Y esto es muy importante. Pues el decir no es solo darle su expresión al pensamiento, sino otorgarle su realización. Y así, caminar no es ya tan solo expresión del deseo de alcanzar una meta, sino su propia realización.

De qué tipo concreto sea la realización de que se trata, si le hará justicia estrictamente a la meta fijada o se perderá en la exuberancia del deseo, depende ya del entrenamiento de aquel que se encuentra de camino.

Y cuanto más disciplinada sea y más evite la realización de movimientos que sean tambaleantes y superfluos, más se satisfará toda actitud corporal consigo misma, como más adecuado será también su uso.

Porque al mal escritor se le ocurren siempre muchas cosas, y se entrega a ellas justamente como el mal corredor, que no se halla instruido en el secreto de los movimientos, flojos o briosos, de sus miembros. Pero precisamente por lo mismo, nunca puede decir sobria y justamente lo que piensa. El talento que es propio del buen escritor consiste en ofrecer a través de su estilo al pensamiento ese mismo espectáculo que un cuerpo que este bien entrenado sin duda nos ofrece. Nunca dice más de lo pensado. Y por eso mismo su escritura no es un beneficio para él mismo, sino solamente para aquello que él quiere decir.

Leer novelas

No todos los libros se leen igual. Por ejemplo, las novelas solo existen para ser devoradas. Leerlas es por tanto un placer de ingestión. Pero esto nada tiene que ver con la empatía. El lector no se pone en el lugar del héroe, sino que ingiere lo que le sucede. La analogía más clara con esto es la presentación apetitosa con la cual un plato nutritivo llega hasta la mesa. Ciertamente, existe un alimento crudo de la experiencia —al igual que existe un alimento crudo del estomago—: la experiencia hecha en carne propia. Pero el arte que produce la novela, al igual que el de la cocina, comienza mas allá de lo que es la materia prima. ¡Y cuántas de las sustancias nutritivas son indigestas en estado crudo! ¡Cuántas diferentes experiencias son aconsejables en los libros, pero no para hacerlas! Leerlas siempre viene bien a alguien que se hundiría por completo al tener que sufrirlas in natura.  

Si existe la musa de la novela —la décima musa—, su emblema será un hada cocinera, que eleva al mundo del estado crudo para sacarle el gusto al producir en él lo comestible. Y también por eso puede leerse el periódico fácilmente mientras que se come, pero no leer una novela. Son tareas del todo incompatibles.

El arte de narrar

Cada mañana que llega nos informa de las novedades que suceden en el mundo. Pero somos pobres sin embargo en historias que tengan interés. ¿A qué se debe esto? A que ya no llegan a nosotros acontecimientos que no estén entremezclados con explicaciones. Dicho en otras palabras: casi nada de cuanto nos sucede beneficia a la narración; casi todo es informativo. La mitad del arte de la narración consiste en liberar alguna historia de explicaciones al reproducirla. Los antiguos eran maestros en hacerlo, ante todo Herodoto. En el capítulo catorce del libro tercero de sus Historias encontramos la historia de

Psammético. Guando este rey de Egipto resultó derrotado y capturado por Cambises, que era el rey de Persia, éste hizo el intento de humillarlo. Gambises ordenó pues que Psammético se situara en la calle a través de la cual iba a pasar el desfile de la victoria sobre él. Y además se encargó de que el prisionero viera pasar a su propia hija cuando, como sirvienta, iba a llevar un cántaro a la fuente. Mientras que los egipcios sollozaban teniendo que contemplar este espectáculo, Psammético siguió mudo e inmóvil, con los ojos clavados en el suelo. Y cuando vio a su hijo conducido hacia la ejecución, permaneció del mismo modo inmóvil. Pero cuando, entre los prisioneros, reconoció a uno de sus sirvientes, que era un hombre viejo y miserable, se golpeó la cabeza con los puños y manifestó una gran tristeza.

La historia nos permite comprender en qué consiste una verdadera narración. La información tiene un interés exclusivamente en el instante en que del todo es nueva. Ella vive tan solo en ese instante, se entrega a él por completo y se explica sin pérdida de tiempo. Por el contrario, la narración nunca se entrega. Centra sus fuerzas en el interior, y mucho tiempo después aun sigue siendo capaz de desplegarse. Así volvió Montaigne a la narración del rey de Egipto y se preguntó por qué el rey no se lamenta hasta que por fin ve a su sirviente. Y Montaigne se responde: “Estando de antemano lleno e inundado de tristeza, la menor sobrecarga rompió los límites de su padecer»‘. De ese modo se puede entender esta historia. Pero aún deja espacio para explicaciones diferentes. Cualquiera puede acceder a conocerlas planteando la pregunta de Montaigne en el círculo que forman sus amigos. Por ejemplo, dijo uno de los míos: “Al rey no le conmueve el destino de los de su familia, por cuanto se trata de su propio destino”. Otro respondió: “Sobre un escenario nos conmueven sin duda muchas cosas que nada nos conmueven en la vida, y ese sirviente era para el rey solamente un actor”. Añadió un tercero: “El dolor mayor se enquista siempre, y no se manifiesta hasta que llega la relajación. La visión del sirviente hizo ese efecto”. Y dijo un cuarto: “Si esta historia tuviera lugar hoy, todos los periódicos dirían que Psammético amaba mucho más a su siervo que a sus hijos”.

Lo seguro es que hoy un periodista lo daría explicado de inmediato. Herodoto no nos da una explicación. Hace un relato completamente seco. Y por eso esta historia situada en el antiguo Egipto sigue siendo capaz, varios milenios después de sucedida, de provocar asombro y reflexión. Se parece así a las semillas que han estado encerradas bien herméticamente durante miles de años en las salas que guardan las pirámides, de modo que con ello han conservado hasta el día de hoy su capacidad de germinar.

Tras !a consumación

Se ha pensado a menudo la génesis de las grandes obras a través de la imagen del nacimiento. Esta imagen, que es dialéctica, abraza ese proceso por dos lados. Uno tiene que ver directamente con la concepción creativa y concierne en el genio a lo femenino. Es lo femenino que se agota con la consumación. Da vida a la obra y muere luego. Lo que en el maestro muere con la creación ya consumada es la parte en el en que la creación fue concebida. Mas la consumación de cualquier obra —y esto nos conduce de inmediato hasta el otro lado del proceso— no es nunca algo muerto. Y no es accesible desde fuera; por eso, el pulir y corregir no sirve aquí de nada. La consumación tiene lugar al interior de la propia obra. Y también aquí se habla, aún una vez más, de nacimiento: en su consumación la creación va a dar de nuevo a luz al creador. Y no de acuerdo con su feminidad, aquella por la cual fue concebido, sino por su elemento masculino.

Satisfecho y feliz, el creador deja así atrás a la naturaleza, dado que esta existencia, esa que él recibió por vez primera desde las tinieblas más profundas de su seno materno, va a debérsela ahora a otro reino más claro y luminoso. Porque su patria nunca es el lugar en donde naciera el creador; el creador viene al mundo justamente en donde está su patria. Es el primogénito masculino de la obra que un día concibiera.